IV

Cerca del mediodía, cuando abrevaba a Sardinilla en un manantial, la yegua lanzó un agudo relincho y retrocedió, mostrando los dientes amarillos y mordiendo la boquilla. Geralt la calmó maquinalmente con la Señal y en aquel momento vio unos círculos regulares formados por el sombrerito rojo de unas setas que asomaban por entre el musgo.

—Te estás volviendo una verdadera histérica, Sardinilla —dijo—. Esto es un círculo del diablo normal y corriente. ¿Por qué estas escenas?

La yegua resopló, volviendo hacia él la cabeza. El brujo bajó la cabeza, frunció el ceño, se quedó pensativo. Luego, de un salto, se encontró encima de la montura, dio la vuelta al caballo, volviendo rápidamente sobre sus propias huellas.

—«Los animales me quieren» —dijo—. Perdona, caballejo. Resulta que tienes más sesos que yo.