Primero, por encima de todo y siempre, he de reconocer que este libro le debe mucho, consciente e inconscientemente, a Rudyard Kipling y a los dos volúmenes de El libro de la selva. De niño, su lectura me impresionó y me emocionó enormemente; tanto, que de mayor he vuelto a leerlos y releerlos mil veces. Si hasta ahora sólo habéis visto la película de Disney, deberíais leer la novela.
Fue mi hijo Michael quien me inspiró este libro.
Comencé a pergeñarlo cuando él tenía dos años, viéndolo circular con su pequeño triciclo por entre las tumbas un día de verano. Luego sólo me ha llevado veintitantos años sentarme a escribirlo.
Una vez que me decidí (empecé por el capítulo 4), tan sólo la insistencia de mi hija Maddy, que quería saber que más pasaba después, me empujó a continuar después de las primeras dos páginas.
Gardner Dozois y Jack Dann publicaron La lápida de la bruja, y la profesora Georgia Grilli habló de ese libro incluso antes de haberlo leído; escucharla me ayudó a ordenar y concretar los diversos temas. Kendra Stout estaba conmigo cuando vi por primera vez una puerta de los ghouls, y tuvo la amabilidad de acompañarme a visitar otros muchos cementerios. Ella fue la primera en leer los capítulos iniciales, y su amor por Silas fue realmente increíble.
Audrey Niffenegger, artista y escritora, es también una experta guía de cementerios, y fue ella quien me descubrió esa maravilla cubierta de hiedra que es la parte occidental del cementerio de Highgate. Muchas de las cosas que me contó acabaron formando parte de los capítulos 7 y 8. Olga Nunes, una antigua elfa, y Hayley Campbell, una asustadiza hija de la divinidad, lo hicieron fantástico y siempre me apoyaron.
Muchos amigos tuvieron la amabilidad de ir leyendo este libro a medida que lo iba escribiendo, y todos ellos aportaron interesantes sugerencias: Dan Johnson, Gary K. Wolfe, John Crowley, Moby, Farah Mendlesohn y Joe Sanders, entre otros. También me indicaron algunos puntos débiles que había que mejorar. Sin embargo, eché de menos a John M. Ford (1957-2006), que fue siempre mi mejor crítico.
Isabel Ford, Elise Howard, Sarah Odedina y Clarissa Hutton fueron las editoras de esta novela a ambas orillas del Atlántico. Entre todas me han hecho quedar mucho mejor.
Michael Conroy dirigió con gran aplomo la grabación del audiolibro; el señor McKean y el señor Riddell lo ilustraron maravillosamente bien, cada cual con su estilo; Merrilee Heifetz es la mejor agente literaria del mundo y Dorie Simmonds lo hizo de maravilla en el Reino Unido. Jon Levin me aconsejó y se ocupó de los derechos de la película; la fabulosa Lorraine Garland, la maravillosa Cat Mihos y la asombrosa Kelli Bickman hicieron auténticos esfuerzos por entender mi letra, en general, con gran éxito.
Escribí este libro en varios sitios; entre otros, en casa de Jonathan y Jane, en Florida; en una casita en Cornualles y en la habitación de un hotel de Nueva Orleans; esta vez no pude escribir en la casa que tiene Tori en Irlanda, porque estuve griposo todo el tiempo que pasé allí. No obstante, Tori me ayudó y me inspiró a la hora de escribirlo.
Según redacto estas líneas, lo único de lo que estoy completamente seguro es de que me estoy olvidando, no ya de alguna persona importante, sino de varias docenas de ellas. Perdonadme. En cualquier caso, muchas gracias a todos.
Neil Gaiman
I said
she’s gone
but I’m alive, I’m alive
I’m coming in the graveyard
to sing you to sleep now.
Tori Amos, Graveyard