La ceremonia de despedida había tenido lugar en el tótem, así que se alzó el vestido y corrió hacia la mansión vanguardista del berserker, que no estaba muy lejos de allí. Cuando llegó ni siquiera estaba cansada, sólo nerviosa. Recordó lo sucedido hacía once días en esa misma entrada, y miró al suelo, por si todavía habían manchas de sangre. Pero no. Era como si allí no hubiera pasado nada. Al contrario. El jardín estaba iluminado por unos focos suaves y la entrada de esa casa parecía más encantadora que nunca. Puede que ella lo viera así porque había visto con sus propios ojos como una valkyria había descendido a la Tierra para recoger el cuerpo de su amigo. Un amigo que iba a vivir, aunque de otro modo. La violenta muerte de Gabriel había sido suavizada al verlo volar por los aires con aquella chica tan bonita y tan fuerte. De repente todo parecía un poco mejor.
Presionó el timbre de la puerta. Al menos, Adam todavía la aceptaba en su casa y las alarmas no saltaban. El Hummer estaba en el aparcamiento, así que él debía de estar allí. ¿Dónde sino?
—¿Cazadora? —dijo una voz ronca a su espalda.
Ruth dio un brinco y se giró para encararlo. Adam estaba a un centímetro de su cuerpo, su pecho rozaba su torso. El berserker se veía torturado y nervioso. Ella estaba que no se sostenía en pie. Se apartó de él para coger espacio, pero Adam colocó un brazo contra la puerta, sobre su hombro, y le prohibió el paso.
—No, Ruth. Ya me has abandonado una vez y si vuelves a apartarte ahora, con ésta ya serán dos veces que te alejas de mí, y no sé cuánto más podré soportar que me dejes de lado. ¿Vas a huir de mí otra vez?
Ruth alzó la barbilla y lo miró a los ojos.
—Pensaba secuestrarte esta noche, de hecho Liam y Nora se han ido con las sacerdotisas, a dormir a casa de Aileen. Ella y Caleb me han dado el visto bueno, están de mi parte, me han tenido que ver muy mal.
—¿Por qué estás mal? —Estudió sus largas pestañas negras, su piercing de ónix negro y sus hombros anchos que podían intimidar o podían dar seguridad. Ambas cosas.
—No estoy acostumbrado a que me abandonen. No estoy acostumbrado a llorar cada puta noche porque tú no estás conmigo, y además me revienta saber que por mi puta culpa ya no quieres estarlo.
—No hables tan mal. Eso no es…
—Cállate —gruñó aplastándola contra la puerta y fijando su mirada en la boca de Ruth—. ¡¿Qué crees que significa que seas mi compañera?! ¿Eh? —gritó.
—¡No me grites!
—¿Es que estás ciega, Ruth? —Se obligó a tranquilizarse y de repente pareció muy cansado—. Kone… sé que me odias, pero no tanto como yo me odio a mí mismo. Sé que por mi culpa Margött te puso en peligro, sé que no supe protegerte —murmuró afectado—, y sé que, debido a mí, dejé que te hicieran daño. Y estuviste a punto de morir… —La voz ronca y atormentada—. Gabriel murió haciendo lo que yo debería haber hecho.
—Adam… —dijo sorprendida.
—Sé que ya no quieres estar conmigo, pero… pero si me dejas, cariño… yo haré todo lo que esté en mi mano para que nunca más quieras marcharte. No me dejes, por favor. Soy bruto, arrogante y he sido ciego contigo. Déjame resarcirte. Déjame curar cada herida que te haya podido infligir.
—Adam… —susurró Ruth incrédula ante lo que estaba viendo.
—No tienes que decir nada. Sólo déjame… amarte —pidió desesperado—. Déjame cuidar de ti… seré tu esclavo. Sólo viviré por ti y me aseguraré de que puedas quererme de nuevo, más de lo que podías quererme antes. —Hundió los dedos en la puerta, arrinconando a Ruth en una cárcel de músculo, piel y arrepentimiento—. Y si no puedes, yo tengo amor suficiente para los dos.
—Pero, Adam… —murmuró con los ojos llenos de lágrimas—. Yo no…
—Te necesito. Necesito que estés conmigo. Te necesito en mi vida. Te necesitamos. Déjame arreglarlo todo.
—Pero…
—No, por favor… sólo… déjame… —Puso los dedos sobre los labios de Ruth y se inclinó a rozarlos con los suyos—. Te lo ruego… sólo… —rozó sus labios de nuevo, pidiéndole permiso con ese gesto para besarla como él quería. Gimió como si la boca de ella fuera un calmante.
Ruth pensó que se moría al ser el objeto de tanta dulzura y de tanta sensibilidad. No se esperaba eso. ¿Adam se echaba la culpa? ¿Él?
—Adam —dijo sin resuello sobre su boca—. Déjame que…
—No —suplicó él abrazándola y alzándola para besarla con más comodidad—. No digas nada, ahora no… Ruth, me estoy muriendo sin ti.
Entonces la besó de verdad. Abrió su boca agresivamente y metió la lengua dentro de la suya. Arrasando con todo, hundiendo una mano en su pelo y cerrándola. Ruth sintió pequeños alfilerazos de dolor en el cuero cabelludo, pero les dio la bienvenida. Cerró los ojos y rodeó el cuello de Adam con los brazos. Adam abrió la puerta y la cerró con el talón, apoyándose luego en ella y dejando reposar su espalda.
Hundió la cara en su cuello y la besó en su marca, una marca que apenas se veía ya, pero él se esforzó en marcarla de nuevo con los dientes y los labios. Ruth gimió y echó el cuello hacia atrás.
Estaba pasando. Volvía a estar en los brazos de Adam.
Lo agarró de la cabeza y lo obligó a que dejara de besarla. Se miraron fijamente el uno al otro, respirando agitadamente.
—Adam, yo no…
Él gruñó y atacó su boca de nuevo. Succionó sus labios y la llevó en brazos a la habitación superior. Su habitación.
Ruth se sintió mareada por la avalancha que suponía Adam atacándola de aquella manera tan desesperada. ¿Es que no la iba a dejar hablar?
La subió a la cama y la dejó de pie en ella. Entonces le arrancó el vestido, desgarrándolo de arriba abajo. Ella dio un gritito sorprendido, pero se calmó cuando Adam la tomó de las caderas, la acercó a él y hundió su cara en su pecho, mientras la abrazaba con ternura y se calmaba progresivamente. Le quitó las braguitas rojas con suavidad, obligándose a ser suave, besando cada parte expuesta de su cuerpo. Desabrochó su sostén del mismo color y se quedó desnuda por completo ante él.
—Ggggrrrrrr… —dijo él.
Ella sonrió enternecida, cautiva de su deseo. Los gruñidos era un segundo vocabulario del berserker.
—Adam…
—Ruth —la detuvo él quitándose la camiseta y los pantalones y quedándose tan desnudo como ella—. ¿No ves lo que intento decirte? ¿No ves, kone, que no puedo perderte? No me digas que no me quieres, porque hace algo más de una semana me querías. No puede ser que ese sentimiento se haya muerto… Entiendo que huyeras de mí, ¿por qué ibas a querer estar conmigo después de todo lo que te he causado?
A Ruth se le llenaron los ojos de lágrimas. ¿Cómo iba a decirle que ya no lo quería? Si lo había pasado tan mal precisamente por lo mucho que lo amaba. Se acercó a él, lo tomó de la cara y acarició sus pómulos con los pulgares. Él la miró entre sus pestañas negras y tembló. Tembló sólo por esa caricia tan nimia.
Ruth se inclinó y lo besó en la boca, acariciándole el cuello, los hombros, el pecho.
—Dios… Adam… ven aquí. —Lo besó con más profundidad y dejó que la pasión del noaiti los arrasara a ambos.
Adam se subió a la cama de rodillas y se sentó sobre sus talones. Su erección apuntaba hacia arriba y sobrepasaba su ombligo. La tomó de la mano y la invitó a que se sentara a horcajadas encima de él. Sus ojos relucían como dos rubíes y sus colmillos habían estallado en su boca.
—Así. —La tomó de las nalgas y la alzó un poco hasta sentir como la punta roma de su erección tanteaba su entrada—. Mírame, amor.
Ruth no pudo obviar ni la palabra cariñosa ni la orden. Adam la alzó poco a poco y la penetró con suavidad. Ella ya estaba húmeda y necesitada de su toque, de todo lo que él era. Él la controló tomándola de las caderas y haciéndola descender cuando él quería.
—Ruth… kone… —gimió enterrando su cara en su cuello—. Me muero sin ti… devuélveme la vida… —se enterró profundamente en ella. Ruth gritó y dejó caer la cabeza hacia atrás.
—Er det vondt?
Adam la mantuvo en su lugar por las caderas, y se quedó quieto para que ella se acostumbrara a él.
—¿Te duele, katt? Lo siento. —Se meció a dentro y afuera—. Me imaginé este momento, todo lo que hubiera querido decirte… pero te veo… y se me olvida todo. —La penetró con fuerza y la tumbó en la cama. Se colocó encima de ella, como un vikingo conquistador—. Gatita…
—Adam, tienes que escucharme…
—Eres la mujer más valiente e increíble que he conocido en mi vida. —Movió las caderas hacia delante y tomó la cara de Ruth entre las manos. La besó—. He visto el vídeo que grabaron las cámaras, unas cien veces. Se te ve ahí, manteniendo el tipo con ferocidad, protegiendo a mis sobrinos, Ruth —gimió y la embistió con más fuerza, uniendo su frente a la de ella—. Ábrete, ábrete más.
Ruth abrió las piernas y rodeó la cintura de Adam con ellas.
—Oh, sí… así… No me sueltes. —La besó—. Y luego aparece Gabriel y tú vengas su muerte como una amazona. Parecías una valkyria, como la que hemos visto hoy en la ceremonia de Gab. No sé cómo pude dudar de ti en lo que a protección se refiere. Parecías una loba defendiendo a sus cachorros.
Ruth se echó a llorar y quiso desviar la mirada, pero él no la dejó.
—Eh, nena, estoy aquí. —Adam, con sus ojos insondables, se clavó en su mirada dorada y en su cuerpo—. Déjame verte. ¿Cómo sabré si te gusta lo que te digo, pequeña?
—Adam, no sigas…
—¿Por qué no? —Volvió a besar sus mejillas y recogió sus lágrimas con los labios—. Veo el vídeo y me pasan dos cosas. El corazón se me va a salir del pecho porque te veo a ti haciendo lo que yo debería haber hecho, y luego, me miro la polla y la tengo tan dura que creo que me va a reventar. ¿Soy bruto hablando? Es tu culpa. Eso lo haces tú. —Aceleró el movimiento de las caderas—. Tú disparas mi corazón y revolucionas mis hormonas. Nadie me había preparado para ti, Ruth. Nadie. Creía saber muchas cosas sobre la vida, incluso sobre mí mismo. Creí que me conocía y llegué a pensar que podía vivir sin amor, que el respeto era suficiente. Pero entraste en mi vida, mejor dicho, yo te obligué a entrar, y ahora lo que no concibo es vivir sin ti, Ruth. Prefiero que me quieras, katt. Prefiero que me digas que me amas antes que recibir tu frío respeto, ¿entiendes? Somos compañeros, sé que estás decepcionada conmigo por haberte hecho pasar malos ratos, estás anudada a mí, vinculada a mi alma. Tú eres mi reflejo y yo soy el tuyo. ¿Qué vemos cuando nos miramos en el espejo? Yo veo abandono. ¿Te sientes abandonada por mí? —le preguntó él hincándose más adentro de su cuerpo—. Yo me quedo contigo, amor, pero no me abandones tú a mí. No lo hagas más. Por favor, te suplico que te quedes conmigo, que me des una oportunidad.
Ruth quería gritar. Adam estaba dentro de su cuerpo, en el interior de su alma, alrededor de su corazón.
—Pensaba que estabas enfadado conmigo —confesó ella finalmente—. Creí que… que te había decepcionado y que querrías dejarme por haber puesto en peligro a los niños, Adam —lo decía sin parar de llorar. Ruth se apartó las lágrimas con el dorso de las manos, pero él se las colocó por encima de la cabeza y entrelazó sus dedos con los de ella, mientras se quedaba inmóvil en su interior, escuchando con incredulidad y atención todo lo que ella le decía—. Sabía que pensabas que yo no valía para hacerme cargo de ellos. Ya me lo habías dicho otras veces. Y cuando Gabriel murió en manos de Margött, y los niños estuvieron a punto de correr el mismo peligro… pensé que… nunca perdonarías eso. No soy berserker. No soy fuerte físicamente, yo…
—¡No! —Juntó su frente a la de ella—. Perdóname por todo eso que te dije. Yo… Estuvieron a punto de acabar con tu vida por proteger a los niños. ¿Cómo crees que puedo pensar que…? Porque he sido un cretino desde el principio, claro. —Se odió por haber sido así con ella.
—Cuando regresé, cuando volví a la vida y tú no estabas, yo pensé que no querías estar conmigo, creí que te avergonzabas de mí. No tenía ninguna barca preparada para mí, y no permitías que nadie viniera a verme. Así que pensé… que te había decepcionado o que…
—¡Joder! —Hundió la cara en el hombro de Ruth—. No. No, no fue así. Habían pasado dos días sólo desde que debías haber hecho la conversión. Todos creían que habías muerto, pero yo no. Tú no puedes morir. Yo lo sabría cuando lo hicieras, porque mi corazón está atado al tuyo de tal manera que si tu pecho dejaba de palpitar, el mío lo haría al instante. Hubiera estado todo un mes contigo, intentando hacerte revivir, dándote mi chi… Eres mi reflejo, nena. Mía. Yo no quería aceptar que te habías ido.
—Gracias. Gracias por darme tu chi, por…
—Mi chi es tuyo por derecho, katt. Yo pensé que te habías ido porque por fin habías abierto los ojos y te habías dado cuenta de que era un hijo de puta por el que no valía la pena luchar.
Ruth negó con la cabeza.
—Adam —susurró hundiendo la cara en su hombro—, no podía soportar vivir sabiendo que tú me odiabas o me despreciabas o no me valorabas. Quería irme para lamer mis heridas. Pero hoy, al verte allí con Liam y Nora a tu lado, sólo quise… quería hablar contigo y hacer lo posible por recuperar tu respeto. Pero también quería gritarte, Adam. Porque hice todo lo posible, luché por ellos, luché por ti. —Levantó la barbilla orgullosa—. Y si no veías eso, yo…
—Chist. Tú tienes mi respeto. El que lo ha perdido soy yo. —Empezó a moverse con más ritmo y más brío—. Pero si te entrego mi corazón… ¿tú lo aceptarás? Ruth… prométeme que te quedarás aquí conmigo… prométeme que… —Adam la besó y no paró de hacerlo hasta que se corrió en su interior. Ruth lo apretó con las piernas y movió las caderas alcanzando el éxtasis al mismo tiempo.
Sus cuerpos se iluminaron, sus sabores se mezclaron hasta sentirlo en las papilas gustativas. Y entonces, Adam echó la cabeza hacia atrás y sus ojos rojos se volvieron completamente blancos y luminosos. Abrió la boca asombrado.
Ruth se asustó y lo tomó de la cara. ¿Qué les pasaba? Estaban rodeados de luz y de energía. Y entonces lo sintió. Sintió al espíritu, una voz eléctrica y femenina que hablaba claramente a Adam.
Adam parpadeó con los ojos blancos y miró a Ruth mientras escuchaba atentamente todo lo que decía la voz.
Soy Skuld. La voz de profecía, la voz que habla antes del día.
Dos almas iguales y puras están en el Midgar. Dos brújulas. Él descubrirá la fractura por donde se abrirán las puertas del Ragnarök. Los jotuns de ahí saldrán. Ella puede ver donde se encuentra el dios jotun. Cuidadlos, son vuestra salvación. Cuidarlos es vuestra obligación.
Llegó el momento de que la velge despierte de su letargo, sólo si deja atrás su dolor. En la batalla final, una alma no-nata podrá escudar al Midgar, sólo si se aceptan los dones y los errores.
El amor y el perdón abrirán los ojos a las almas heridas, y el humano conocedor de vuestro mundo se pondrá de vuestro lado. Sólo si el magiker expulsa el veneno que hay replegado en su corazón.
El dios dorado regresará y con él en tierra llegará la venganza, sólo si los pecados de los padres son perdonados.
Morirán muchos. Vivirán los justos.
Recordad que la luz sólo brilla en la oscuridad.
Llegó el momento de la redención y la rendición. Aunque nadie lo crea, sólo los valientes se arrodillan.
La völva dejó de hablar, y Adam recuperó el color negro de sus ojos.
Tragó saliva y se pasó la lengua por los labios.
—Ruth… —murmuró mirándola con más pasión de la que se creía merecedora—. Me ha hablado Skuld, la voz del futuro. Una de las tres que profetizaron el Ragnarök. Hay… una nueva profecía… ¿La has oído?
Ruth se mordió los labios y sonrió.
—La he oído. Estoy conectada a ti.
—Puede que… puede que haya una posibilidad… puede que los dioses sí estén de nuestro lado. —La levantó de la cama y la abrazó sosteniéndola contra su cuerpo. La miró fijamente—. Ya sé quiénes son las almas puras.
—Yo también —aseguró ella emocionada—. Liam y Nora.
—Sí. Nora decía que en sus sueños aparecía un señor y que le daba mucho miedo, es Loki. Ella lo detecta. No es Loki quien la persigue, es ella quien va en busca de él. Tenemos que hablar con nuestra niña, y enseñarla a controlar sus sueños. Gracias a ella te encontré con un círculo de piedras alrededor. En su libreta tenía un dibujo con Strike y Lillian en el New Forest y tú atada en el suelo. Nos sirvieron de guía. —Exhaló maravillado por el descubrimiento—. Nora puede detectar a los practicantes de Seidr, ¿y quién es el mayor practicante de todos?
—¿Además de Freyja? —Levantó una ceja malvada—. Loki.
—Exacto. Tendremos que cuidar mucho a nuestra rubia, ¿de acuerdo?
Ruth asintió. Tenía un nudo en la garganta, la incluía en la familia. Había dicho que Nora era de ellos. «Nuestra».
—Y Liam es la otra brújula —susurró con la mirada perdida—. Enséñame las libretas de Liam y Nora. Quiero ver lo que dibujó la última vez que estuve aquí.
—Ven. —La tomó de la mano y desnudos, a oscuras, como si fueran ladrones se dirigieron a las habitaciones de los niños. Adam estaba como en una nube, y aunque sabía que no había oído ninguna palabra de amor por parte de Ruth, ella estaba más accesible. Él tampoco se la había dicho, pero lo haría. Abrió los cajones de las mesitas de noche del pequeño—. Mira, es esto.
Ruth tomó el dibujo que Liam ya había pegado con esmero en su libreta.
—Mira —señaló el dibujo—. La bola que él ha dibujado bajo sus pies es de color azul y verde. Es la Tierra. —Golpeó el papel orgullosa de su descubrimiento—. Ha dibujado incluso los continentes de color verde y el océano de color azul.
—Liam hace viajes astrales y se queda suspendido en el cosmos. Observa la Tierra —murmuró incrédulo—. Es increíble.
—¡Sí! ¿Ves? Mira, aquí. Hay chispitas más claras por todo el planeta, como luces, como…
—Portales.
—¡Exacto! —exclamó sonriendo—. ¿Qué te ha dicho la völva? Ha dicho algo sobre… sobre fracturas… Liam puede detectar donde se abrirá. En qué lugar, y si lo sabemos podemos estar preparados para detenerlo, o como mínimo podemos estar listos para luchar. —Y alzó los brazos en símbolo de victoria.
A Adam dejó de latirle el corazón. ¿Podía tener tanta suerte? ¿Realmente Ruth estaba ahí con él, gloriosamente desnuda? Los dioses estaban jugando una partida maestra, había mucho que perder, pero tenían sus golpes secretos, como la Cazadora. La abrazó y la besó.
—Debíamos ser uno, ¿ves? Así puedo recibir al espíritu. Por eso me decía que todavía no, que me quedaba poco para recibirlo de nuevo, que no estaba completo. —Le dio otro beso arrebatador y como un niño con un juguete nuevo dio vueltas sobre sí mismo con ella en brazos—. Tenía que rendirme a ti definitivamente. Tú me completas. Mi preciosa kone, vístete, quiero enseñarte algo. Quiero enseñarte por qué no he venido antes a por ti. —La besó en los labios.
—Vale, pero ahora no me sueltes o me caeré redonda al suelo. —Apoyó la cabeza en su hombro y suspiró cansada.
Adam echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada.
Ruth no se podía creer que aquella noche que se suponía iba a ser realmente triste, una noche de pérdidas y de lágrimas, resultara una noche de perdón, confesiones, y sentimientos encontrados. Una noche donde las almas se desnudaban.
Adam la ayudó a apearse del coche. La noche era muy cerrada, las estrellas bailaban y refulgían. Ruth se había puesto un vestido negro que le llegaba por encima de las rodillas y unas zapatillas que se ataban a los tobillos y tenían un poco de tacón. Lucía como una mujer feliz, satisfecha y saciada. Vamos, que quien la viera diría: «A ésta le han dado un buen revolcón». Pero eso no quería decir que estuviera todo bien entre ellos, y Adam lo sabía.
Seguían todavía en la Black Country. Ruth ya conocía el color de la noche de esa zona. Era más espesa que en otros lugares, más oscura.
—¿Qué me quieres enseñar? —preguntó entrando en un parque.
Adam entrelazó sus dedos con los de ella. Llevaba una camiseta blanca de manga corta, unos tejanos desgastados que le quedaban demasiado bien, y unas zapatillas de piel marrón clara.
—Sólo ven —le dijo—. Estamos en Tipton, en el Jubilee Park. Justo en el centro de la Black Country. Parece que no hay nada especial, ¿verdad? Mira ahí —señaló a una cabina roja.
—Es una cabina.
—Tú eres una mujer, pero no sólo eres una mujer. —Se inclinó y le mordió el labio con suavidad—. Eres la Cazadora, mi kone, y la gata que me ha robado el corazón. Por lo tanto, esto no es sólo una cabina.
Adam la hizo entrar en la cabina. Marcó un número secreto en el teclado, y de repente, el suelo se abrió y se vieron transportados a un subterráneo. Cuando salieron de aquel inhóspito ascensor, Ruth se encontró con el paraíso. Un paraíso lleno de pequeños lagos iluminados con luces de colores, con paredes y techos de roca blanca y marrón.
—Luego podemos bañarnos en el que más te guste. —Le guiñó un ojo. Y Ruth por poco se tropieza.
El suelo estaba iluminado por luces blancas y verdes. Se oía música de fondo, y voces, muchas voces. Algunas eran de chicas que no conocía.
Frunció el ceño. Había una recepción hecha de la misma piedra que toda aquella impresionante cueva. Y sobre la recepción, un nombre grabado en oro: RAGNARÖK.
—¿Qué es esto, Adam? —preguntó sin entender nada.
—Es mi regalo. Es algo que he hecho para ti. Para todos —le explicó—. Estos días que he estado sin ti, he movilizado prácticamente a los clanes. Quería un lugar para que todos nos reuniéramos, un lugar especial, donde no todo el mundo pudiera acceder, y en el que sólo aquéllos que saben de nosotros pudieran entrar, ¿entiendes?
—Sólo para los clanes.
—De momento. Puede que si conocemos a más gente como Gabriel, también les deje entrar —sonrió—. Por ahora hemos hecho cuatro excepciones. Excepciones muy necesarias.
—¿Excepciones?
Ruth se sintió sobrecogida por el estilo y la magnificencia de aquel lugar. Era una discoteca, un lugar de reunión, se podía comer o pasarlo bien. Sobre las mesas circulares, como las salas de aquel local, había varios ordenadores. Y sentadas en una de esas mesas había cuatro chicas que en cuanto los vieron entrar, se levantaron y esperaron en fila a recibirlos.
Las cuatro sonrieron. Todas eran de la misma estatura. Dos de ellas eran morenas y de pelo liso. Una se parecía un poco a la actriz Penélope Cruz. La otra era más morena de piel y tenía un lunar en la barbilla. Las otras dos tenían el pelo del mismo color, castaño claro y con mechitas rubias. Las caras muy expresivas y muy risueñas.
—Estas chicas son españolas —le susurró al oído—. Te presento a Lourdes, Anna, Emejota y Lorena, pero a ésta última puedes llamarla Luna. Ellas estarán sirviendo copas y controlarán un poco este sitio. Y además, serán las nuevas administradoras de las webs y del foro. Tú, cariño, no necesitas más trabajo. Ya tienes suficiente con la escuela y tu hobby —soltó con una sonrisa.
—¿Eing? —dijo aturdida—. ¿Hobby?
—La caza.
—¡Ah! ¡Claro, la caza! —se echó a reír—. Caleb no me ha hablado de esto.
—Ya te lo digo yo. Se acabó eso de dividirte en diez partes para hacerlo todo. Liam, Nora y yo necesitamos de tu tiempo. —Adam le dio un beso caliente en la palma de la mano.
Ruth carraspeó y miró a las cuatro chicas. ¿Eran humanas?
—¿Son…?
—Sí.
—¿Y saben…?
—Las sacerdotisas las eligieron y fueron ellas quienes las entrevistaron —contestó sin darle importancia—. Algo sabrán.
—Sabemos, pero no tanto como nos gustaría —dijo la pequeñita con el pelo castaño claro y ojos grandes y marrones—. Yo soy Anna —le ofreció la mano, y Ruth se la estrechó sorprendida por su simpatía.
—Daanna ya les ha hecho alguna que otra lavadita de cerebro —comentó Adam admirando lo bien que habían quedado los techos y las salas superiores acristaladas. Eran privados—. Han visto demasiado estos días. Imagínate tanto inmortal suelto por aquí, los vanirios con sus poderes telequinésicos, los berserkers con esa fuerza bruta que tenemos… Pero son fuertes mentalmente, lo soportan bien.
—Te estamos oyendo, Adam. Hola. —Luna, la del lunar en la barbilla, que tenía los ojos negros y pelo liso, le ofreció la mano—. Yo seré la relaciones públicas de aquí. Adam nos ha dicho que ha hecho esto para ti.
—Es tan romántico —dijo Emejota, que tenía el pelo castaño claro y los ojos negros. Su rostro era muy simpático y su sonrisa muy pícara.
—Ya te digo —apoyó Lourdes, la que se parecía a Penélope Cruz.
—Anna y Lourdes son hermanas. Vienen de Barcelona —informó Luna—. Eme y yo somos de Sevilla.
Ruth no sabía qué decirles. ¿Adam había puesto al cargo de ese local a cuatro chicas humanas? ¿Qué le había pasado? ¿Ellas iban a llevar el foro y la web?
—¿Sorprendida? —preguntó él hundiendo la nariz en su pelo rojo. Las cuatro chicas se dieron codazos las unas a las otras y los dejaron solos.
—No tengo palabras.
—Caleb y yo queríamos decírtelo antes, pero me ha perdido la emoción.
—Este lugar es… tan fascinante. No os habéis dejado ningún detalle. Tenéis Apples en las mesas para conectaros a internet…
—Los controlarán las chicas. Ellas saben bastante de informática y, además, las sacerdotisas les han explicado las cosas más importantes. Anna y Lourdes saben gaélico. Emejota y Luna hablan noruego. Están especializadas en lenguas antiguas y en mitología celta y escandinava. La selección fue ardua, pero las sacerdotisas consultaron a las runas para saber quiénes encajaban en el perfil que buscábamos. Ya sabes, gente leal, que no tuviera miedo a las cosas sobrenaturales, que creyeran en ellas. Personas formadas y cultas. Y sobre todo, que tuvieran carácter. Ya sabes cómo son los hombres de nuestros clanes cuando hay música y alcohol de por medio —deslizó una mano atrevida hasta su nalga y le acarició el trasero—. Así que después de la selección, salieron ellas cuatro. Además se llevan muy bien.
—Ya veo. —Dio una vuelta por la sala, dando un azote a aquella mano revoltosa. No le importaba dejar de trabajar en la web. Es más, lo necesitaba. Sin Gabriel a su lado, no quería volver a hacer nada que le recordara a él, porque aunque se lo hubiera llevado una valkyria para reclutarlo en sus filas, eso no implicaba que ella dejara de echarlo de menos o de acordarse de él. Agradeció el gesto de Caleb y de Adam. Era lo mejor.
El RAGNARÖK le recordaba mucho a las cuevas del Salnitre de Montserrat, en Barcelona. La diferencia era que lo que Adam había hecho, estaba decorado con mesas y sillines de diseño, estilo chill out, y tenía varias barras colocadas estratégicamente por toda la sala.
—Oye, ¿cuál es el aforo de este sitio?
—Mil personas.
Ruth silbó y dio una vuelta sobre sí misma. Al fondo de la sala, alzado en la pared, había dos escudos enormes. Uno era el berserker, de tonos dorados, y a su lado, el vanirio, con tonos azules y plateados, un oso en el centro, el animal insignia de las castas guerreras celtas, y sobre éste, un triskel como el que llevaban los puñales distintivos de los keltois en su empuñadura.
Se cruzó de brazos y miró a Adam intentando averiguar qué era realmente lo que había motivado esa iniciativa.
—¿Por qué has hecho todo esto?
Adam se puso serio, la miró con solemnidad y la tomó de la mano. Ruth tragó saliva cuando vio que la mano del berserker temblaba.
—Porque… Ruth, me encanta cómo bailas. Me gusta cómo te mueves. Y… quería… quería decirte lo que no te he dicho con palabras. Que quiero todo lo que tienes para dar. Lo quiero para mí. Por eso —la voz de Adam sonaba como si se hubiera tragado un camión de cemento— he querido construir un lugar así, lleno de alegría, lleno de ti. Tú eres la que ha traído otros valores a mi vida. Me has devuelto la risa, el cariño y la ternura. El RAGNARÖK tiene que ser un lugar de encuentro para nosotros. Uno en el que podamos relajarnos. Uno en el que nos quitemos las corazas, en el que nos aceptemos tal y como somos. —Sus ojos brillaron de emoción cuando tomó la mano de Ruth y la puso sobre el corazón—. Un lugar que debe recordarnos por qué estamos juntos. Porque… a pesar de nuestras diferencias, luchamos por un objetivo común. A partir de hoy, yo no lucho por los humanos, Ruth. Lucho por ti. Cuando vaya a la batalla, lucharé en tu nombre, también en el de Liam y Nora, pero sobre todo en el tuyo, kone.
A Ruth la mandíbula le temblaba peligrosamente, tenía los ojos dorados inundados de lágrimas. Adam hizo una señal con la cabeza a las cuatro chicas. Lourdes y Anna suavizaron las luces, Emejota y Luna pusieron la música.
Las notas de un piano sonaron de fondo, y una voz de barítono empezó a entonar una canción en español. Hasta mi final.
Ruth cerró los ojos y sonrió relamiéndose los labios. Se le había puesto la piel de gallina.
—Baila conmigo —pidió tembloroso—. Nunca has bailado conmigo.
Él la tomó de la cintura y la abrazó. Ella rodeó el cuello de Adam, también entre temblores. Dios mío…
—Ruth… —los ojos del noaiti reflejaban la más auténtica rendición, la humildad más veraz—. ¿Te acuerdas de lo que te dije en la noche de luna llena?
—Sí —susurró en un sollozo—. Me dijiste: Estoy feliz… y estoy preparado. Lo he buscado en el diccionario.
—Jeg er glad. Jeg er klar —repitió juntando su frente a la de ella con suavidad—. Pregúntamelo, cariño. Venga, sé valiente.
Ruth se echó a llorar. No le salían las palabras.
—¿Para qué, Adam? ¿Para qué estás listo?
—Para… —La acercó a él y la levantó del suelo. Ella se veía tan pequeña entre sus brazos que él se sintió como un gigante. Un gigante, sin embargo, lleno de amor. Era el amor por Ruth el que lo hacía grande—. Para decirte, mi vida, que… Jeg elskar deg[57]. Te quiero, Ruth.
Ruth se quedó sin respiración. Que un hombre como Adam se sincerara de aquella manera con ella, hacía que la vida valiera la pena. La música de Il Divo la estaba destrozando, y sentirse rodeada por el calor, la ternura y el deseo del berserker la humilló. Ruth lo abrazó y lo besó en los labios, entregando en ese beso todo lo que ella era.
—Te amo, Adam. Te quiero —le dijo con sus ojos dorados llenos de calidez y felicidad.
Adam cerró los ojos a su vez y echó todo el aire que retenía en sus pulmones.
—Tenía miedo de no volverlo a oír —reconoció atormentado, con los ojos húmedos y llenos de incertidumbre—. Yo te quiero, Ruth. Con todo mi corazón manchado de odio, sangre, de venganza y de resentimiento, pero es mi corazón y es en lo que me he convertido, es lo que la vida ha hecho de mí. Tú… haces que quiera ser mejor, me haces sentir limpio. Digno. Si te pido que te quedes conmigo, aun sabiendo que estoy marcado de esa manera, ¿tú aceptarías? ¿Me aceptarías sabiendo que estoy condenado a pelear? ¿Te… quedarías conmigo para siempre?
Ruth lo tomó de la cara y lloró emocionada con él.
—Adam… mi amor… Yo me quedaré contigo, a pesar de tu corazón de guerrero. Me quedo contigo porque aquí dentro —puso su mano sobre su corazón cálido, un corazón que el dragón protegía. Pero domando al dragón se conseguía al lobo más bueno y auténtico que había en todo el mundo. Y los amaba a los dos por lo que eran, por lo que intentaban ser—, además de todo eso, hay hueco para amar a una humana alocada y temperamental como yo. Porque hay espacio para querer a dos niños pequeños, y protegerlos con toda tu alma, y porque… has decidido dejar a un lado las diferencias para aceptar a aquéllos que no son como tú. Yo no soy como tú. Pero te quiero, Adam. Y me quedo contigo.
—¿Hasta mi final? —preguntó él mientras las lágrimas descendían por su mejilla.
—Hasta nuestro final.
Un guerrero inmortal no lloraba nunca. Un hombre con el corazón salvaje y temerario de un lobo, sí. Se dieron un beso lleno de entrega. Un beso de redención y de rendición, que era lo que había dicho la völva en su profecía. Sólo los valientes se arrodillan, y Ruth y Adam se habían hincado de rodillas en el suelo, y el uno al otro, se habían servido los corazones en bandeja. Seguro que Freyja estaba muy contenta con la canción que había elegido el noaiti.
Hoy te prometo amor eterno/ Ser para siempre tuyo en el bien y en el mal/ Hoy te demuestro cuánto te quiero/ Amándote hasta mi final
En una esquina de aquella discoteca subterránea llamada RAGNARÖK, cuatro humanas lloraban y se secaban las lágrimas, emocionadas, pasándose una caja de kleenex las unas a las otras.
—Te dije que esta canción funcionaría —le dijo Anna a Luna.
—A mí me hacen eso y se me caen las bragas del impacto —soltó Lourdes entre sollozos.
—¿Y para qué las quieres? Con ese hombre delante las bragas estorban —comentó Emejota.
—Sois unas pervertidas. —Luna alzó una ceja y sonrió—. Además, ¿qué os hace pensar que ella las lleva puestas?
Y allí, en aquel lugar oculto a los ojos del mundo, una humana que cazaba almas y un inmortal del clan berserker se prometieron amor eterno hasta el final de sus días.
Y por fin, el lobo fue domado por la Cazadora.