CAPÍTULO 31

Una semana después…

No dormía desde hacía siete noches. No comía. No sonreía. No hablaba, excepto para dar órdenes. Adam se había encerrado en sí mismo y había decidido desfogar su energía en crear algo para que Ruth volviera a él. Algo superficial, que no podría equilibrar el daño que le había hecho, pero al menos podría templarla. Aquella mujer de ojos dorados que corría por su sangre como lava ardiente, lo abandonó. Y no podía culparla.

Por su culpa, por su dejadez, por su arrogancia, por creer que lo controlaba todo, su compañera había estado a punto de morir. Y él había muerto un poco debido a la impresión, al miedo de no volverla a ver. La mañana que Ruth lo había abandonado, sintió por una parte una profunda tristeza, pero su lado más cobarde experimentó alivio. Alivio por no tener que enfrentarse a su mirada reprobatoria. Si él hubiera sabido sobre Margött, si hubiera hablado antes con sus sobrinos… Habían tantos síes, tantas cosas mal elegidas. Y ella se las había señalado una a una.

Por Odín, la libreta de dibujos de Nora era increíble. En ella se reflejaban muchas de las cosas que habían pasado entre ellos. Incluso había el ataque en el Ministry, incluso había dibujado a Strike y a Lillian en el New Forest, con Ruth atada en el suelo. Gracias a eso él supo hacia donde tenía que dirigirse para salvarla.

Habían tantas cosas que había hecho mal. Tantas. Y las peores, las más hirientes, las había recibido Ruth. Ya no sabía cuántas veces había visto el vídeo en el que Ruth y Margött se enfrentaban.

¿Cómo no había percibido la ambición y la soberbia en los ojos de Margött? ¿Cómo no había visto lo dorada y bella que era Ruth a su lado? Ni punto de comparación. Y ahora la Cazadora los había abandonado.

Caleb habló con él. Él era el único que lo informaba sobre cómo estaba ella, ya que Ruth estaba en casa de la pareja.

—Necesita tiempo, Adam —le había dicho el vanirio en la puerta—. Ya sé que es difícil darle ese espacio, pero ella lo necesita. Han pasado muchas cosas.

—Sé que no quiere verme, y seguro que no me lo merezco, pero… Necesito verla, aunque sólo sea una vez.

—Lo siento, chamán —había contestado con pesar—. Deja que acepte lo que ha pasado y seguro que volverá a ti.

Volver a él. Ojalá volviera, aunque estuviera todo un año castigándolo, toda una eternidad haciéndole pagar las pérdidas que había sufrido en la semana que había pasado con él. Los gemelos querían que regresara Ruth, la adoraban y la necesitaban. Él la necesitaba para poder respirar sin aquella opresión asesina y asfixiante que sentía en el pecho. La amaba. Estaba listo y preparado para su amor.

Su ofrenda para conseguir su perdón ya estaba acabada. Miró orgulloso lo que había hecho para ella, sus manos estaban en cada esquina, en cada color, en cada matiz. Una semana trabajando con seres inmortales y poderosos obraban muchos milagros, y no tenía palabras para agradecerles la ayuda prestada. Eso sí que podía conseguirlo. Pero lo que él más anhelaba lo obligaba a arrodillarse y a redimirse por todo, lo obligaba a rogar perdón. Y por Ruth haría lo que fuera.

Por la tarde, enterrarían definitivamente a Gabriel y le harían la ceremonia mixta del adiós. Vanirios y berserkers estarían allí por el humano que los había estado ayudando. Ruth estaría allí. Y él también. Después de tanto dolor, de tantas heridas sin cicatrizar, de lágrimas derramadas, a lo mejor algo hermoso como lo que él tenía preparado para ella podría suavizarla. Algo que ella valorara, algo que él también quería hacer para todos.

Se había cansado de darle tiempo, no era un hombre paciente, y no estaba acostumbrado a padecer los dolores del amor. Ruth había despertado al ser egoísta y carroñero que pedía «o todo o todo». Y su compañera tenía que responder.

Ruth estaba frente a la pira ceremonial de Gabriel. Lo habían cubierto con una gasa blanca, ya que su cuerpo se estaba descomponiendo. Noah le había explicado que solían mantener el cuerpo de los guerreros como máximo diez días, no sólo para rendirle el respeto y el tributo que se merecían, sino también para ver si algún dios reclamaba el cuerpo del guerrero y se lo llevaba a su reino para que luchara en su nombre. Nadie había ido en busca de su amigo, y eso la hería en lo más profundo. Gabriel podría valer como luchador, o como… simplemente como persona que uno desea tener al lado cuando se va a la guerra, a morir, porque Gab, con aquella pinta de principito grande que todos veían en él, era el hombre más leal y mejor compañero que uno podía llegar a tener. Con él nunca se estaba solo. Un orgullo en nombre de la amistad, eso era Gab. Se limpió las lágrimas de un manotazo. Aileen estaba a su lado, ambas cogidas de la mano. Lo iban a incinerar con todos los honores, pero todavía no había llegado la gente. Ellas necesitaban ese tiempo con Gab, lo necesitaban para hablar por última vez con él. Porque ahora estaban convencidos de que él escuchaba desde alguna parte.

El cuerpo grande y lleno de bondad de su amigo había requerido la construcción de una barca de madera igual de ancha y larga que él. El lugar estaba repleto de aceites aromáticos, flores para anular el olor del cuerpo y otras cosas ornamentales.

Era la primera vez que Ruth iba a visitar a Gabriel. No había reunido las fuerzas suficientes para hacerlo antes. Ella se culpaba de su muerte. Ahora tocaba una de las piedras que alzaba la barca, y las acariciaba con cariño como si fuera una extensión del cuerpo de su amigo.

—Todo esto es por mi culpa —susurró Aileen.

—¿Qué dices? —Ruth cerró los ojos con dolor.

—Todo.

—Tú no nos obligaste a seguirte hasta Inglaterra, Aileen. No tienes culpa de nada. Quítatelo de la cabeza. Y además, él se quedó aquí porque quiso. Él siempre fue libre de hacer lo que le daba la gana, y siempre lo hizo.

—¿Y si yo me quito ese sentimiento de culpa tú también lo harás? —le preguntó mirándola de reojo, con sus ojos lilas rojos de tanto llorar—. Sé que te estás inculpando. ¿Por qué no puedes aceptar que has sido una heroína? ¿Qué él lo ha sido? ¿Por qué has decidido castigarte por todo lo malo que ha pasado estos días? —replicó la híbrida furiosa con su amiga.

—Aquel día vino a traerme el coche porque Adam le había pedido que lo hiciera. Vino y… y yo no supe defenderlo. —Se le cerró la garganta—. No tuvo en cuenta que aunque Margött era una mujer, también era una berserker y la fuerza que tienen es descomunal comparada con la nuestra. Cuando le vi le indiqué con la cabeza que no se acercara, pero ¿a quién hacía caso Gab? A no ser que le controlaran la mente… Él decía que estaba fuerte, que iba mucho al gimnasio —susurró sonriendo con tristeza—, pero sus músculos eran insuficientes para… —Meneó la cabeza y las lágrimas volvieron a correr por su cara—. Aileen… estoy muy perdida. Duele demasiado. Mira dónde estamos.

Aileen pasó un brazo por encima de Ruth y la abrazó.

—Sí, ya veo donde estamos. Delante de la tumba de nuestro Gab. Nuestro chico se va con todos los honores. Es curioso que alguien que ha estudiado durante toda la vida las tradiciones y la historia de la mitología escandinava se vaya de aquí según sus rituales. Rodeado del apoyo de los clanes de los Vanir y los Aesir.

Ambas lloraron en silencio. Gabriel había sido débil, pero feroz.

—No es curioso, es el destino. Gabriel es un muerto en la batalla —dijo la voz de As tras ellas—. Ahora es uno de los nuestros. Un guerrero.

—¡Eso lo habría hecho sentirse orgulloso si estuviera vivo! —gritó Ruth encarándose a As.

—En la guerra entre el Bien y el Mal muere gente, Cazadora. Esto no es una serie, ni una película… es de verdad. Es nuestra realidad y deberías hacerte a la idea. Por otra parte, me alegro de verte.

—Me hago a la idea, pero eso no hace que me duela menos —le espetó—. Y sí, ya he vuelto de mi retiro espiritual —contestó cínica—. Yo no me alegro tanto de verte, As. Tú y yo tenemos una conversación pendiente.

As la miró con interés y algo de incomodidad.

—Entonces supongo que ya sabes lo que te toca hacer. ¿Cuándo lo harás?

—Después de la despedida de Gab —anunció ella. Ya sabía que As debía entregarle el bastón para romperlo y liberar a las almas. Y también sabía que tarde o temprano hablarían claro ella y él.

—¿Y después te dignarás a hablar con Adam?

Adam. No dormía, no comía pensando en él. Todo su cuerpo lo necesitaba. Se moría de ganas de hablarle, pero tenía miedo de la reacción de él al verla. Tenía miedo de muchas cosas y todas relacionadas con el rechazo, pero ya se había cansado. Si Adam decidía darle puerta y era su decisión, allá él. Si decidía herirla de algún modo por poner en peligro a sus sobrinos, ella también lo reprendería.

La muerte de Gab la había vuelto un poco dura.

—Lo intentaré —musitó ella tirando una flor dentro de la barca de Gabriel.

Todos estaban en la ceremonia de despedida. Todos. Vanirios, berserkers y sacerdotisas. Los vanirios iban vestidos con sus ropas de guerra, las caras pintadas como hacían los antiguos celtas que iban a la batalla. Ellos llevaban el pelo recogido y las mujeres el pelo suelto y lleno de flores rojas. Cahal seguía sin aparecer y se le echaba muy en falta. ¿Qué había pasado con él? Los vanirios vestían en riguroso negro. Los berserkers habían clavado sus oks en la tierra y habían traído también los escudos. También vestían de negro, con aquellas ropas holgadas que necesitaban para luchar y transformarse. Las sacerdotisas vestían de rojo, con largas telas de seda transparente y vaporosas a su alrededor.

Adam admiraba la capacidad de convocatoria que había tenido el entierro de Gab, y lo entendió, porque era un buen tipo y siempre había ayudado cuando se le necesitaba. Sin embargo, nada de aquello le afectaba. No le importaba ver cómo Aileen se acercaba a la pira, recorría el pasillo creado por los guerreros de ambos clanes, y alzada por Caleb, dejaba en el interior del ataúd un diario de apuntes de mitología escandinava. Era el diario de su amigo.

—Gab… No te imaginas el vacío que dejas en nosotras, en todos —susurró Aileen poniendo una mano sobre la barca.

Caleb colocó su mano enorme sobre la de ella y besó a Aileen en la frente.

—Gabriel luchó por su lema, su razón de ser.

Aileen agachó la cabeza, y desmoronándose se apoyó en el hombro de Caleb. Observó la barca y se culpó por todo.

—No, mi vida —gruñó Cal con pasión—. No es tu culpa. Los guerreros vamos a la batalla sabiendo que podemos morir en ella. Gab lo sabía, lo supo cuando se lanzó contra Margött. Y lo hizo por Ruth y por ti. Sin sacrificio, Aileen, no hay amistad verdadera.

Adam escuchó con atención las palabras de Caleb y le dio la razón. El verdadero amigo, el compañero leal, es el que hace sacrificios en nombre de la amistad. Los humanos etiquetaban a los amigos con facilidad, y era un error que cometían a la ligera, cuando decían que un amigo es quien comparte un momento sin hacer ningún tipo de sacrificio. Pero ni el discurso emotivo de Caleb y Aileen llegó a su corazón.

Tampoco escuchaba la voz increíble de María cantando su versión de Westlife I’ll see you again junto con algunos vanirios que se unieron a su voz en coro, entre ellos, Daanna. Aquella princesa había perdido la luz de su mirada verde esperanza. La vaniria parecía estar sufriendo un calvario. Adam miró a Menw. Aquél ya no era el sanador. Era alguien frío y cada día más salvaje, más incontrolable, como un león a punto de salir de su jaula. La tensión entre ellos no era buena para nadie.

I’ll see you again/ I’m lost when I’m missing you like crazy/ I tell myself I am so blessed/ To have had you in my life, my life[50]

Sabía que a Gabriel le habían puesto una moneda en cada ojo, como pago para el barquero. Sabía que As le había dado un oks, y Caleb un puñal distintivo de los celtas vanirios. Despedían a Gab con todos los honores.

Pero nada de eso le importó, hasta que vio a Ruth.

Su mujer. Toda vestida de rojo e increíblemente hermosa, la Cazadora ahora inspiraba un respeto profundo, y también, algo de frialdad. Había adelgazado y lucía cansada. Cuando el espíritu le había mostrado la visión pensó que se trataba del entierro de Ruth. La estampa era exacta a lo que él vio, y sin embargo, no se trataba de ella. Los dos clanes hermanados le decían adiós al humano. A Gabriel.

Adam no podía apartar la mirada de aquella belleza vestida de rojo, como una auténtica sacerdotisa, como lo que era. En un mundo lleno de variables, ella era la constante. Ambos se habían alejado sólo para darse tiempo, un tiempo que les había faltado antes. Pero ahora el tiempo había dejado claras muchas cosas, y la más especial de las revelaciones era saber que él ya no podía vivir sin ella. Nunca. Jamás.

Y después de aquella ceremonia se lo demostraría.

Ruth besó un marco de fotos mientras caminaba sola a través del pasillo. Lo acarició con la yema de los dedos, con tanto cariño que todos allí lo sintieron.

—Gab… somos nosotros tres. Los tres mosqueteros. —Sonrió, mirando la barca donde estaba el cuerpo de su mejor amigo—. Te entrego esta foto para que nos recuerdes. Yo… no sé lo que te vas a encontrar una vez cruces la línea, pero quiero que sepas que te estaré esperando para guiarte. Ya sabes que soy la Cazadora, y… —tragó saliva acongojada—, no te dejaré solo. —Se secó las lágrimas con la mano—. Eres el amigo más leal y bueno que he podido tener nunca. Gracias. Gracias por todo. Si te sientes desorientado al ver la foto, recuerda que soy la del pelo rojo —sollozó e hipó—. Siempre te llevaré en mi corazón, amigo mío. Siempre.

Miró hacia atrás, y Noah se acercó para alzarla y levantarla. Ruth dejó el marco sobre el pecho de Gab y se abrazó a Noah, y entonces soñó que era Adam quien la mecía y le daba su fuerza. Él estaba ahí. En ese pasillo. No había querido mirarlo porque, de haberlo hecho, se habría desmoronado. Liam y Nora estaban vestiditos de negro y cogidos de las manos de las sacerdotisas, los dos mirándola con los ojos húmedos y brillantes. Brave, el huskie de Aileen y Caleb, lamía tímidamente la mano de Nora, y a su manera también decía adiós a su amigo Gab. Y entonces sus ojos miraron a Adam, vio algo en los topacios del noaiti. Vio un anhelo desnudo y sincero, como si quisiera quitarle el puesto a Noah. Ella se apartó un poco de Noah, dejando claro que aceptaba el calor del berserker porque era el que estaba allí.

Tuvo ganas de correr hacia su chamán y lanzarse a sus brazos. Él era el que podía abrazarla como realmente necesitaba. Pero no sabía si era un buen momento. Y tampoco estaba segura de que Adam la acogiera.

—¡Hoy despedimos a un hijo de Heimdall! —gritó As—. Gabriel no sólo era un humano, era una persona que, sin ser inmortal, arriesgó su vida por uno de los nuestros. Gab nos ha enseñado que no podemos tener recelos hacia aquéllos que protegemos. El mundo está lleno de humanos buenos y malos, el Bien y el Mal están en todas partes, conviven en nosotros. Sólo debemos decidir de qué lado estamos. Es lo que nos diferencia entre la luz y la oscuridad, nuestras propias decisiones. Él —señaló la pira—, ya lo ha decidido. ¿Cuántos humanos más lo harán? ¿Cuántos de los que descubran quiénes somos decidirán ayudarnos y luchar a nuestro lado? ¿Cuántos nos temerán y nos tomarán por lo que no somos? No lo sabemos. —Entrelazó las manos con María—. Pero Gabriel nos ha dado esperanza. Por lo tanto, Odín —gritó al cielo—, ¡ahí va uno de los nuestros! ¡Dette er sonnen min[51]! ¡Trátalo como si lo fuera! ¡¿Me oyes?!

Aileen tomó de la mano a Ruth, respiraron entre hipidos y lágrimas, cogieron cada una antorcha y, sin titubear, quemaron la pira de Gabriel.

La madera ardió, las llamas se alzaban furiosas hacia el cielo. Todos allí reunidos olieron las flores y la madera quemada. María alzó la voz y renovó el canto, todo los que conocían la canción se unieron a ella, incluso Ruth a quien no le salía la voz.

You’re gone noto, gone but not forgotten/ I can’t say this to your face/ But I knoto you hear/ I’ll see you again/You never really left/ I feel you toalk beside me/I knoto I’ll see you again[52]

Los berserkers rezaron por el alma del humano y porque fuera aceptado en el Valhall. Otros, como las sacerdotisas, esperaron por una dulce reencarnación a manos de la diosa Nerthus, y los vanirios desearon que si Odín y Freyja no se llevaban a Gab, que fuera Morgana entonces quien lo aceptara en Avalon como el valiente guerrero que había sido. Ruth y Aileen sólo esperaban que fuera a donde fuera, Gab encontrara su lugar.

Noah se acercó a remover mejor las piedras y la madera para que el fuego prendiera con más fuerza, y de repente un rayo de luz cegador procedente del cielo cayó sobre la barca donde estaba el cuerpo de Gab. El berserker miró hacia arriba, y un cuerpo de mujer descendió sobre él. Noah abrió los ojos, y de entre las llamas avistó a un ángel vengador. Llevaba un peinado corto y moderno, supersexy, su pelo era castaño oscuro con reflejos rubios. Tenía unos ojos marrones chocolate que traspasaban el alma, pintados con una raya negra muy pronunciada. Su nariz era fina e insolente, y su boca… los labios de aquella mujer eran… muy apetecibles, parecía que reclamaran un beso. Un momento, tenía las orejas ligeramente puntiagudas, como los elfos. La mujer le mantuvo la mirada, y Noah se perdió un poco y quedó atrapado en ella. Ella quiso desviar la mirada pero él no la dejó, sus ojos amarillos se clavaron en su cara. Entonces la chica sonrió, y no era una sonrisa cualquiera, era una sonrisa de yo-a-ti-te-conozco-de-algo. Noah sintió los dedos ateridos y cómo flaqueaban sus rodillas. Ella alzó una ceja y se inclinó a recoger el cuerpo de Gabriel. Con él en brazos, volvió a mirar a Noah.

Hvem er du?[53] —preguntó repasándolo con los ojos.

—Jeg heter Noah[54].

La chica, que parecía toda una guerrera, con un body negro y metálico, hombreras acabadas en punta y una cantidad ingente de puñales por todo su cuerpo, lo miró de arriba abajo y frunció el ceño.

—Noah… —repitió estremeciéndose—. Jeg liker det[55].

Hva heter du?[56] —le preguntó él.

—Nanna. Y sé que también te gusta.

Sin dejar de mirarlo dejó que el cuerpo de Gab y el de ella se rociaran con el rayo de luz, y entonces ambos levitaron como si fuera una abducción. Ella en ningún momento rompió el contacto visual con el berserker, hasta que desaparecieron entre las nubes.

Ruth desencajó la mandíbula para mirar perpleja como aquella mujer se llevaba en brazos a Gabriel. La gasa del cuerpo de Gab resbaló de su cuerpo y cayó a la pira. Gabriel pesaba el triple que aquella chica menuda, pero parecía cargarlo sin ningún problema. Se fijó en los ojos cerrados de su amigo, en las monedas que llevaba en los ojos, en las manazas pálidas que caían muertas a ambos lados de su cuerpo. Lo habían vestido como si fuera un berserker. De repente su piel empezó a recuperar el color, su pelo rizado y largo brilló como el sol, y todo él se iluminó.

Noah meneó la cabeza para salir de aquella visión. La gente a su alrededor gritaba excitada y señalaba al cielo, entre vítores y gritos jubilosos. Brave ladraba y daba saltos alrededor de la pira de Gab, As meneaba la cabeza incrédulo, y Caleb se llevaba las manos a la cabeza mientras Aileen daba saltos de alegría y se lanzaba a sus brazos. Caleb voló con ella siguiendo el rayo.

—¡Noah! —Lo empujó Ruth alterada, sin acabar de creer lo que había visto—. ¡Reacciona! ¿Por qué has dejado que esa mujer se lo llevara? —Volvió a empujarlo.

Noah tomó de las muñecas a Ruth, echó una última mirada al cielo y le dijo:

—Esa mujer es una valkyria. Se ha llevado a Gabriel al Valhall.

—¿Y eso qué quiere decir? —preguntó Ruth—. ¿Es… una buena noticia? ¿Lo es? —Lo zarandeó.

Caleb y Aileen aterrizaron a su lado. Ya no había rastro ni de la valkyria ni de Gabriel. Habían desaparecido como si nunca se hubieran materializado delante de ellos.

—Pues no estoy seguro —Noah se frotó la nuca.

—¿Por qué no estás seguro? —Ruth miró la barca que todavía ardía.

—Porque… ni puta idea, Cazadora. Sólo se me ocurre que alguna valkyria lo haya reclamado para sí. En todo caso estará bien cuidado. —Se dio media vuelta y se fue enfurruñado, mirando hacia arriba de vez en cuando.

—¿Qué le pasa? —preguntó Aileen frunciendo el cejo.

—Sólo está aturdido —contestó As mirando comprensivo a Noah—. Puede que volvamos a ver a Gabriel. Creo que Odín lo quiere en sus filas.

—O Freyja —susurró Ruth—. Ella se reparte a los guerreros muertos en las batallas con él.

—No —sonrió el leder—. No estamos para hacer concesiones. Éste se lo lleva Odín. —Se giró y besó a María—. Seguro.

—Gab se lo merece —apoyó la sacerdotisa—. Me alegro por él.

Ruth se quedó de piedra. Alzó los ojos al cielo. Empezaban a salir las primeras estrellas. Una valkyria se había llevado a su amigo. ¿Aquello era bueno? De repente Aileen la abrazó y ambas lloraron de alegría. Puede que volvieran a ver a Gabriel, transformado en… en lo que fuera, eso ya no importaba. Lo importante era saber que lo habían tomado para algo.

Sintió unos brazos pequeños que se cogían a sus piernas y miró hacia abajo. Cuando vio una cabecita morena y otra rubia abrazándola y sonriéndola, se derrumbó. Se arrodilló y abrazó a Liam y a Nora con toda la fuerza de la que era capaz.

—Te echamos de menos, Ruth —dijo Nora besándola en la mejilla—. ¿Por qué ya no vienes a casa?

—¿Es por nosotros? —preguntó Liam—. ¿Es porque nos portamos mal el último día que nos vimos? Te hicimos caso, no nos movimos del tronco.

Dios. ¿Por qué esos niños eran tan adorables? Sabía que no se habían movido de allí, y que Aileen y Caleb los habían encontrado gracias al dibujo que estaba haciendo Nora mientras ella recogía la cocina. Los echaba de menos. Echaba de menos ver sus caritas llenas de aceptación. Ellos nunca tuvieron problemas con ella, al contrario, la acogieron como una más. Los reparos siempre habían sido de Adam.

—Nunca. Jamás será vuestra culpa. Sois tan buenos y os quiero tanto… —Los abrazó. «Y quiero tanto a vuestro tío que me da miedo descubrir que él no me quiera del mismo modo», pensó.

—Nosotros a ti también, queremos que vuelvas. Que vuelvas a la escuela. Y tío Adam quiere que vuelvas. Y…

Las mujeres berserkers por fin se habían animado a llevar a sus pequeños a la escuela de Aileen. Y ahora había más niños con los que tratar. Rise se había recuperado de sus lesiones, y Aileen la había animado a que las ayudara. Ruth volvería en cuanto dejara de sentir apego y cariño incondicional por esos gemelos, porque era verlos o pensar en ellos, y conjuraba el rostro de Adam en su cabeza. Y dolía pensar en él y no poder tenerlo.

—Liam.

La voz de Adam hizo que ella se levantara de golpe. Se obligó a actuar con naturalidad.

Adam mantuvo la mirada de la joven atrapada en la suya, y no le dio cuartel. Se emborrachó de su cara y de sus ojos. Ruth carraspeó.

—Hola —le dijo él.

—Hola —«Abrázame. Bésame. ¿No ves que te necesito?», susurraba su cabeza.

Adam dio dos pasos hacia ella y ella se echó a temblar. Dios mío, estaba más delgado, y tenía ojeras. Vestía con aquella ropa de capoeira… Y… y ella se moría por sus huesos, y perecía por su corazón.

—Ruth —As se acercó a ella y saludó a Adam y a los niños—. Lamento interrumpir, pero tienes que hacer tu trabajo.

—Lo sé. ¿Ahora?

—Sí —le ofreció el bastón—. No puedes demorarlo más.

Ruth miró a Adam de reojo y asintió. Se colocó al lado de la pira que todavía ardía, y golpeó la bola de cristal rojo contra las piedras. Ella se quedó en el centro y abrió los brazos. A su espalda se abrió un portal que irradiaba luz y que absorbía el fuego de la pira.

—Volved a casa —urgió a las almas—. Sois libres.

Miles de bolas de luz flotaron y se dirigieron al portal, como si fueran luciérnagas. Ruth sintió el agradecimiento de todas aquellas entidades, sintió incluso el alma de la última Cazadora, cómo pasaba y la rozaba. También la de Limbo, ansiosa por ir hacia la luz. Percibió los cánticos, el cariño que había en el otro lado. Los espectros se desintegraban al entrar en esa dimensión, y las almas flotaban y levitaban mecidas con cariño, como polillas hacia la luz debido a la energía del portal. Lloró por la libertad y la paz que les habían privado y que ella, desinteresadamente, les ofrecía ahora.

De repente sintió una mano sobre el hombro, y se encontró con Sonja, que estaba cogida de la mano de un hombre que le sacaba tres cabezas y que era muy hermoso si a una le gustaban los highlanders morenos.

—Éste es mi marido —dijo abrazándose a él—. Akon.

Akon hizo una reverencia con la cabeza a Ruth.

—Gracias a ti puedo regresar con mi mujer, y puedo ver a mis hijos. —Alzó la cabeza y sonrió a Adam y a los niños.

Los tres, emocionados, alzaron las manos en gesto de saludo. Liam era el vivo reflejo de su padre. Los ojos del pequeño se llenaron de emoción y de respeto por él, y Akon sintió el amor de ellos, iluminándole e inflándole como un globo.

—¿Queréis despediros de ellos? —preguntó Ruth.

—No puedo despedirme más veces —explicó Sonja afectada—. No puedo soportar otra más. Ya lo hice la última vez. Y además, el portal se cerrará en poco tiempo. No quiero entristecerlos, y prefiero que ellos se queden con la imagen de su padre y su madre yéndose juntos. Además —la miró llena de gratitud—, sé que no pueden estar en mejores manos que las tuyas. Mi hermano también lo sabe. Vosotros seréis sus verdaderos padres, los que les enseñéis y les deis todo lo que necesitan.

Ruth también quería creer eso, pero Adam era imprevisible y había tenido tantos reparos en confiar en ella que todavía se sentía escocida por eso. Con los días, había visto que ella hizo todo lo que pudo por proteger a Liam y a Nora, y que lo que importaba era el esfuerzo y la intención, y si él no veía eso, entonces dejaría de quererlo. Aunque le costara.

—Habla con él, Cazadora. Dejad de haceros daño. —Le acarició la cara—. Ni siquiera los inmortales tenemos todo el tiempo que creemos.

Ruth sintió la electricidad en su mejilla. Sí, hablaría con él, aunque sólo fuera para oír su voz calmante.

—Sonja.

—¿Sí?

Ruth miró el portal lleno de luz y voces angelicales. Era impresionante.

—¿Qué se siente?

Sonja alzó las comisuras de los labios y levantó la cara en dirección al portal.

—La muerte es la siguiente aventura —dijo ella—. Sólo es un cambio de estado. Adiós, nonne.

Sonja y Akon alzaron la mano por última vez despidiéndose a lo lejos de los niños y de Adam. Se abrazaron, y entraron en el portal besándose. Tras ellos, el portal desapareció y el bosque quedó en silencio. Cuando se dio la vuelta, Adam, Liam y Nora ya no estaban. Ruth hundió los hombros con tristeza y decidió que si el berseker no iba a hablar con ella, ella daría ese paso. Estaba harta de esperarlo, harta de esa tensión. Tenían que decirse las cosas a la cara antes de hacerse más daño.