CAPÍTULO 28

Caleb abrió el ordenador de Limbo en menos de diez minutos. Introdujo un CD con una imagen ISO del programa Ophcrack, y esperó pacientemente con sus ojos verdes eléctricos observando la pantalla con atención.

—Este programa —les explicó— es uno de los favoritos de los hackers. No está nada mal. Craquea las contraseñas. Tiene mucha potencia, y se basa en el seguimiento del diccionario. Prueba letra por letra hasta que la contraseña aparece. Todas las posibilidades —chasqueó con la lengua—. Ya lo tenemos. La contraseña es Materialman.

—Hombre superficial. Propia de Limbo —dijo Noah.

Caleb se frotó las manos mientras se abría el sistema operativo del ordenador y aparecía ante sus ojos el escritorio del berserker fallecido. Sonrió como un niño pequeño.

—Es ese icono —Adam señaló el Flexwatch.

—Bien. Vamos a reventarlo —los dedos del vanirio tecleaban tan rápido que apenas se veían—. Es el modelo FW5450 —miró debajo del escritorio y encontró el aparato negro complementario del sistema de grabación que estaba conectado al ordenador—. Bien. Vamos a entrar como usuario y ahora… voilà. —Ya estaban dentro del grabador.

—Cojonudo, colmillos —le dijo Noah.

—Gracias, chuchos. ¿Qué cámara vemos y qué horas?

—Veamos esta cámara, la que pone recepción y salón —indicó Adam—. ¿Podemos acelerar el proceso? ¿Pasarlo rápido?

—Claro —contestó Caleb.

—Al mediodía, antes de comer —le dijo Adam—. Pon desde las diez de la mañana a las dos del mediodía.

Los tres miraban la pantalla expectantes. No pasaba nada hasta que vieron a Limbo abriendo la puerta a una mujer rubia con una olla llena de comida.

—Margött dijo que le traía un estofado a su hermano… —Adam frunció el ceño sin entender nada—. Pero dijo que cuando llegó ya estaba muerto…

Caleb pasó la imagen a tiempo real, y a continuación puso el altavoz en alto.

Los tres mantuvieron silencio mientras veían cómo Limbo besaba a su hermana y la invitaba a entrar. Margött le sonreía con cariño y cerraba la puerta a su espalda. Se oía la voz de Limbo:

—No sabes lo que he descubierto. Ya sé donde están Strike y Lillian y es increíble que no me haya dado cuenta.

—¿Ah, sí? —Margött dejó el estofado sobre la mesa—. ¿Dónde están?

—En mi puto edificio.

—¿Qué? —Margött preparó la mesa para los dos y sirvió dos platos de estofado—. Siéntate, soster.

Limbo y su hermana comían cara a cara mientras él le explicaba lo que había descubierto.

—Están aquí. Es increíble. No lo he sabido hasta ahora. El sobreático está alquilado por una pareja de mediana edad muy adinerada, el Sr. y la Sra. Mawson. Es una pareja de humanos muy estirada. Sólo saben decir hola y adiós —sorbió la cuchara—. Este estofado está excelente como siempre, Margött. Gracias.

—De nada —sonrió orgullosa—. Continúa, por favor —lo animó con la mano.

—Tengo cámaras en todas las instalaciones de mi edificio. Esta pareja es muy sosa, nunca ha traído a nadie a su casa. No tienen hijos y no follan. Son aburridos.

—¿Cómo? —preguntó horrorizada.

—No te hagas la estrecha ahora. Me gusta mirar, ya lo sabes.

—Eres un voyeur asqueroso.

—¿Quién fue a hablar? La cuestión es que hace tres días mis cámaras detectaron a los señores Mawson dejando entrar a una pareja joven y atractiva. No les pude ver la cara, ambos iban encapuchados y eso ya era extraño y me hizo sospechar. Así que pensé: ¿Qué coño? ¿Se van a montar una orgía? Pero no se trataba de eso. Nunca se retiraban la capucha y conversaban mucho entre ellos, a veces meditaban durante horas. Hasta que ayer noche vi un puto ritual. En el ritual participaban el señor y la señora Mawson, seis personas más, la mujer encapuchada y el hombre. Ese tío conjuraba algo con una palma de la mano hacia arriba y en la otra sostenía un bastón negro con una bola roja que brillaba en su extremo. Todos cantaban, cánticos antiguos, Margött. —Se metió otra cuchara llena de estofado en la boca—. El tipo desapareció durante una media hora.

—¿Desapareció?

—Sí. Los otros seguían cantando y haciendo cosas raras, pero el tío desapareció. Al cabo de media hora, el cuerpo de ese hombre se materializó en el centro del círculo, atravesado con una flecha luminosa de color azul en el hombro. Se sacó la capucha enfurecido y pude ver su rostro demudado en un rictus de dolor. Era Strike.

—Increíble… —murmuró con la mirada perdida.

—Entonces la mujer que lo acompañaba se apartó la capucha horrorizada e intentó socorrerlo. ¿Imaginas quién era?

—Lillian —contestó afligida—. Dios mío. ¿Qué vas a hacer?

—Alertar al clan. As debe saberlo, yo sólo no puedo contra ellos, necesito ayuda. ¿Qué otra cosa puedo hacer? Julius fue un traidor, yo no lo seré —se levantó orgulloso.

—¿Qué harás? —Margött se levantó con él, algo inquieta.

—Les prometí a Noah y a Adam que les mandaría un mail con lo que había descubierto. Antes los llamaré.

—No te precipites… —Margött lo detuvo por el brazo.

—Adam estará orgulloso de ti y de mí, y te aceptará. Mira la reputación que tengo ahora por lo que pasó con la humana. Necesito limpiar mi nombre.

—Adam me aceptará lo quiera o no —dijo esta vez con la voz más fría—. No mandes nada.

—¿Qué? —Limbo sacudió la cabeza y se frotó los ojos—. Me estoy mareando un poco…

—Siéntate —le ordenó ella.

—Me… mareo… —Se tambaleó y chocó contra la pared.

—Lo siento —dijo con la voz monótona—. Lo siento, de verdad, pero me obligas a hacerlo.

—¿Qué mierda… me has? ¿Me has… drogado?

—Limbo, me obligas a hacer esto.

Vieron como a Limbo se le cerraban los ojos y como Margött corría a abrir la puerta. Entonces entraban Strike y Lillian. Strike se veía cansado y ojeroso, encorvado con la mano en el hombro. La flecha que le había disparado Ruth le atravesaba el pecho y la espalda.

—Buen trabajo —le dijo Lillian a Margött—. El seidr nos había dicho que tu hermano nos había descubierto. ¿Alguien más sabe que estamos aquí?

—Iba a enviar un mensaje a tu hijo, pero al final no ha podido hacerlo. Quería hacerse el héroe.

—Eres una chica mala, Margött —murmuró Strike mirándola con lascivia y respirando con dificultad.

—Espero que cumplas tu promesa —le dijo a Lillian ignorando al brujo—. He matado a mi hermano por ella, ¿entiendes? Quiero al chamán. Y lo quiero esta noche. Esta noche tiene que venir a mí. Ayer ya os lo dejé todo en bandeja en el Ministry y no salisteis adelante. La Cazadora sigue viva, y As también. Os lo dejé en bandeja con Rise porque no quería que me involucraran en nada y también fallasteis. Yo sólo quiero al chamán y estoy harta de dejarlo todo listo para vosotros y no ver ninguna recompensa a cambio.

—Esta noche vendrá y te reclamará. Ayer por la mañana cuando contacté contigo, te prometí que si nos ayudabas tendrías al noaiti —le aseguró Lillian sin darle mucha importancia. Adam ya sabía que estaba mintiendo. Nadie podía obligarlo a nada, y menos la magia seidr ya que tenía el anillo eohl y le protegía. Su cara era delatora, pero Margött no la conocía. Lillian mentía—. Así lo conjuraremos. Y tú, a cambio, nos darás a mis nietos —le ordenó Lillian con sus ojos fríos y sin alma—. Esos niños son muy importantes. Los queremos.

—Así será. Después de esta noche, cuando Adam me deje a solas con ellos en algún momento os los traeré. Adam confía en mí.

—Tráenos a la Cazadora, también. Ya sabes que está viviendo con ellos, ¿no? Nuestro señor estará encantado de darle su merecido —sonrió Julius reflejando toda la maldad de su alma—. Y yo también.

El video reflejó cómo Strike, con el brazo herido, sacaba su oks y le cortaba la cabeza a Limbo. Margött ni se inmutó. Se dio media vuelta y se fue de allí.

Los tres inmortales veían anonadados la pantalla del ordenador. Se lo habían tragado todo. La pareja de traidores se había asegurado de no dejar pistas delatadoras ni pruebas que pudieran inculparlos a ninguno de los tres. Habían dejado la escena del crimen como si hubiera habido un forcejeo y una pelea. Pero habían obviado el hecho de que Limbo era un voyeur que espiaba a los inquilinos, y que también era celoso de su seguridad. Adam tenía las palmas de las manos frías, y eso que él nunca tenía frío, pero saber que había metido al traidor en casa lo carcomió.

—¡Me cago en la puta! ¡Zorra! —Se pasó las manos por la cabeza y lanzó un grito al aire. ¿Era casualidad que la pareja de inquilinos de Limbo se llamaran Mawson? ¿Eran los padres de Ruth?—. Caleb, registra el sobreático y ve a por ese par de indeseables. Noah, alerta a As y dile lo que hemos descubierto. —Adam corrió hacia la puerta.

—¿Adónde vas tú? —preguntó Noah siguiéndolo.

—A mi casa. El sistema de seguridad todavía reconoce a Margött como persona grata.

—Joder. Corre, noaiti —gritó Noah palideciendo—. ¡Corre!

Ruth estaba recogiendo los platos y limpiando la cocina. Mientras tanto, Nora y Liam dibujaban en sus cuadernos todo lo que ellos veían en sus sueños. Ruth sonreía y permanecía en una nube. Por fin Adam se había posicionado, y se lo había dejado bien claro a Margött. Los ojos negros de su berserker le habían sonreído con adoración al despedirse de ella. Ya era hora que reconociera lo que sentían el uno por el otro. Y ella había creído volar e iluminarse de dentro hacia fuera cuando había visto tantas cosas por expresar en su mirada.

Liam y Nora se levantaron de sus sillas como impulsados por un muelle invisible. Liam se puso en posición de defensa, colocó a su hermana detrás de él y se puso en frente de Ruth para protegerlas a ambas.

Ruth se limpió las manos con el trapo y miró hacia la entrada de la casa, que era donde los gemelos tenían clavados sus ojitos.

—¿Qué pasa? —preguntó ella asustada.

—Hay alguien en casa —contestó Liam.

Ahí estaba Margött con un oks en la mano, pasándoselo entretenida de una mano a otra.

—Adam tiene la mala costumbre de dejar a la vista sus armas —dijo ella pasando un dedo índice por la punta del hacha vikinga—. Y vosotros tenéis la poco protocolaria manía de no acompañar a vuestras visitas a la puerta cuando se despiden de vosotros. Eso puede hacer que entiendan que no tienen por qué irse. Esta casa es muy grande, y las berserkers podemos ser muy sigilosas si nos lo proponemos. Me escondí y esperé. No pensaba tener tanta suerte, no pensaba que él os dejaría aquí solos esta mañana. Mi plan era quedarme por aquí, rociarme con el desodorante que Hummus y Newscientists tienen para nosotros y esperar a veros dormir.

Liam y Nora gruñeron enseñándole los dientes. La berserker se adelantó y agarró a Liam por el pelo, poniéndole la hoja del oks bajo el cuello.

—¡No! ¡No! —suplicó Ruth, que era más lenta que la berserker—. Suéltalo.

—No intentes jugar a los telépatas, puta. Soy berserker, y aunque no puedo comunicarme telepáticamente con nadie sé cuando alguien lo hace. Sentimos un ligero pinchacito en el entrecejo. Así que contente. Porque como vea que intentas comunicarte con la zorra de la híbrida o cualquier otro colmillos, rebano la garganta del mocoso. ¿Me has oído? —le gritó.

Ruth se echó a temblar y asintió. Instintivamente protegió a Nora con su cuerpo, mirando a Liam aterrada pero intentando transmitirle una confianza que no sentía. El niño tenía las pupilas dilatadas por el shock y estaba pálido. Ruth ni siquiera había pensado en su don telepático, la impresión de ver a Margött con esa arma en la mano le había robado la capacidad de razonar. Sus instintos no estaban tan desarrollados.

—¿Qué quieres, Margött? —la voz le temblaba.

—¿Qué quiero? ¿Qué te parece si te digo que quiero lo que tú me has robado? —Se encogió de hombros—. La verdad es que mi intención era quedarme con el chamán, matarte a ti y regalar a los gemelos —Liam se removió y ella lo apretó por el cuello. Se sintió orgullosa al ver cómo Ruth se estremecía ante su frialdad.

—¡Lo vas a ahogar! —gritó con los ojos llenos de lágrimas—. Yo me voy contigo si quieres, pero déjalos a ellos aquí, por favor.

—No es momento de suplicar, ya lo harás luego. —Soltó una carcajada vacía—. Ahora mis prioridades han cambiado. Ya ni siquiera quiero al chamán. Ayer por la noche lo esperaba. Esperaba que me reclamara. Y no lo hizo. No me imaginaba que realmente se iba a anudar contigo. Ha sido un golpe bajo. Así que, viendo que ni la dichosa magia seidr puede con él, lo mejor es vengarme. No aguanto las humillaciones, y quiero que me devuelvas mi orgullo. ¿Sabes qué haré?

—No. —Ruth necesitaba pensar, ganar tiempo. Tenía su iPhone en la mesa con lo que ni siquiera podía hacer una llamada rápida. Si amenazaba a Margött de alguna manera, si conjuraba a su arco, no sabía cómo podría reaccionar la berserker, y ya sabía que era muy veloz. No podía arriesgarse con Liam y Nora bajo su responsabilidad. No soportaría que la tomara con ellos. Aquella mujer tenía la locura reflejada en su rostro. No entendía cómo alguna vez pudo haberla visto hermosa. Era el puto Belcebú.

—Tú vas a morir. Resulta que todavía eres una estúpida mortal, ¿verdad? —se echó a reír—. Los cachorros creo que también morirán. No sé exactamente lo que tienen planeado Lillian y Strike para ellos, pero te aseguro que no es nada bueno. Vamos a atraer a Adam, vosotros seréis el señuelo. Tú tendrás que ver cómo ese hombre se pliega a mis deseos, tendrás que aguantar cómo te mirará por haberle fallado, porque, que no te quepa duda, Ruth, le estás fallando de una manera atroz. Fíjate, una mañana que te deja con sus gemelos, su tesoro más preciado, y los pones en peligro.

—No le hagas caso, Ruth —murmuró Nora hundiendo su cara en la pierna de la Cazadora y arrancando a llorar—. ¡Eres mala, Margött!

—¡Silencio! —Margött se adelantó y amenazó a la niña con el oks en la mano, arrastrando a Liam con él—. Estoy harta de vuestras impertinencias. Sois dos malcriados, eso es lo que sois, y no os he aguantado nunca.

—¡Ya lo sabíamos! —Liam quería matarla.

Margött se rio de él.

—¿A quién vas a defender tú, niño tonto? —se mofó ella—. Tu papi no pudo proteger a tu mami y por su culpa ambos murieron.

—¡No es verdad! ¡Te odio!

—Basta, Margött. ¿Qué quieres que hagamos? —Ruth la miró odiándola profundamente por herir a los niños así.

La berserker alzó la barbilla y se dirigió a la puerta. Sonó su teléfono y lo cogió sin perder de vista a nadie. Entonces contestó:

—Ya vamos para allá. Esperadme donde dijimos… ¿Tu hija? —la miró sabiendo lo que eso provocaría en Ruth—. Aquí la tenemos. Nos vemos ahora.

Ruth sintió que se mareaba. El cuerpo empezó a temblarle. ¿Con quién hablaba Margött? No podía ser cierto. Sus padres la habían encontrado.

—Venid conmigo —abrió la puerta sin darle la espalda—. Los papis esperan. Y no hagas trucos estúpidos. No intentes conjurar al arco ése que dicen que llevas contigo, porque interpondré el cuerpo de Liam entre la flecha y yo.

Ruth asintió obediente y caminó con Nora agarrada fuertemente a su mano. Nada era peor para ella que encontrarse de nuevo con ellos. ¿Qué tenían que ver ellos en todo eso?

—¿Ves? —le dijo Margött cuando ella pasó por su lado—. Yo siempre me aseguro de echar a la mierda de mi casa.

Ruth se envaró al mirar al frente y negó con la cabeza.

—¿No, qué? —preguntó Margött dándole un golpe con el extremo del oks en los riñones.

Ruth cayó de rodillas doblada por el dolor. Le faltaba el aire y Nora se abrazaba a ella intentando consolarla.

—Mi tío te matará —le gritó la niña.

Margött levantó la ceja y abofeteó a Nora, tumbándola con la fuerza del golpe. Pero la niña la miró desafiante. Ni una lágrima derramó.

—Tu tío no está aquí.

Cerró la puerta y cuando se dio la vuelta no esperó encontrarse a alguien que le barriera el paso.

—Pero yo sí —dijo Gabriel apuntándola con una pistola en la mano.

Todo sucedió muy rápido. Gabriel disparó a Margött pero la berserker fue lo suficientemente rápida para torcerle la muñeca y esquivar la bala. Ruth conjuró al arco de los elfos.

—¡Sylfingir! —gritó. Había visto a Gab antes que Margött y le había dicho que no con la cabeza porque temía por la vida de todos.

No fue lo suficientemente rápida como para evitar que aquella mujer consumida por el odio y la enajenación levantara la otra mano contra su mejor amigo y le desgarrara la garganta con sus garras.

Ruth creyó verlo todo en cámara lenta. La ansiedad acentuaba los instintos de supervivencia y los ponía en alerta. No supo que estaba gritando hasta que las cuerdas vocales le ardieron y se quedó ronca. No entendió que el movimiento que percibía eran sus piernas corriendo hacia ellos dos para salvar a su amigo. No supo que había atravesado a Margött con diez de su potentes flechas hasta que la vio tumbada con el rostro completamente pálido y agrietado de luz azul. Se estaba convulsionando.

Y no entendió que eran sus manos las que taponaban la garganta de Gabriel, y que lo que salía de allí eran ríos de sangre.

—¡Gab…! —susurró Ruth—. Gab, por Dios, te decía que no te metieras, ¿qué has hecho, tonto?

Gabriel no podía respirar, salían borbotones de sangre por su boca y aquel rostro querido por ella perdía color. Su pelo se manchaba de rojo y la sangre descendía hasta sus orejas y su nuca.

—He… traído… tu cochecito… Adam… Adam… me lo… pidió… hace un ra… rato…

Ruth entró en contacto telepático con Aileen y Daanna. Sobre todo con Daanna, que sería la que podría ayudarlo. La vaniria no estaba emparejada, Aileen sí y no podría cederle su sangre para salvarlo. Pero Daanna podría hacerlo y convertirlo en vanirio. Ella podría. Era un pensamiento egoísta, pero no le importaba, sólo pensaba en salvar a su amigo. Sabía que ponía en un dilema a su amiga, pero ella también debía decidir lo que hacer con su vida. Las decisiones debían tomarlas todos, y sin titubear.

—Aún hay tiempo, Gab… —sollozó y gritó como si le arrancaran el corazón.

—Ruth, mi sueño… —murmuró Nora temblando y zarandeándola por el hombro—. Vienen hacia aquí y debemos irnos. ¡Ruth, por favor!

—Gab… —murmuró Ruth con un quejido y besándolo en la boca. Le acarició las mejillas manchadas de lágrimas—. Gab, te quiero… Aguanta. ¡Prométemelo! ¡Tienes que aguantar! Ellas ya vienen. Ya las he avisado.

Las lágrimas de Ruth se mezclaban con las de Gabriel. Él parpadeó dándole a entender que lo intentaría.

—No te preocupes… te… buscaré… Cazadora. Nos veremos… otra vez.

Ruth hundió la cara en su pecho y lloró agarrándose con desesperación a su camiseta en la que lucía un mensaje: «¿Quién dijo que los ángeles no existen? Mírame a mí».

Cuando Ruth se giró vio a Liam empuñando el oks, alzándolo para cortarle la cabeza a la berserker. Ruth lo detuvo agarrándolo de la muñeca, el hacha era más grande que él. Liam la miró haciendo pucheros, con los ojos también arrasados en lágrimas.

—No, cariño —le dijo ella mirando con desprecio a la rubia.

—Pero…

—Date la vuelta —le ordenó al pequeño—. No miréis.

Liam y Nora se cogieron de las manos y obedecieron a la Cazadora.

—Esto es por Gabriel. —Con el rostro inexpresivo levantó el oks que pesaba muchísimo y le cortó la cabeza a la traidora. Luego lanzó el arma al suelo como si le quemara.

Se montó en el Roadstar, y Liam y Nora se sentaron en el asiento del copiloto. Ruth les abrochó el cinturón de seguridad. Acababa de matar a Margött. Gabriel se estaba muriendo por haberla protegido. No tenía tiempo para desmoronarse. Sus padres estaban ahí afuera y Nora decía que los que le perseguían iban a ser muchos. Los gemelos eran importantes para Loki, importantes para Lillian y Strike, importantes para el Mal. No importaba si a ella la mataban. Liam y Nora no podían llegar a manos de esos desechos, nunca. Rezó por Gab, rezó porque Adam pudiera salvar a los niños. Ella haría lo posible por protegerlos, y si tenía que entregar su alma a cambio lo haría.

Cuando salió con el coche e incursionó en la carretera con violencia, tres todoterrenos negros la siguieron inmediatamente. Los estaban esperando, pero seguro que no esperaban que saliera Ruth con los niños. Esperaban a Margött con ellos tres como trofeos. Se iban a joder.

Ella correría con el coche hasta que el motor gritara basta. Miró por el retrovisor para vislumbrar a sus padres detrás del volante de uno de ellos, pero los vidrios estaban tintados, así que no pudo verlos. Sin embargo, sólo imaginarse que estaban allí hacía que tuviera ganas de llorar y ocultarse en un rincón de sí misma.

Pero no lo haría. Aquellos guerreros inmortales le habían enseñado que todo lo que pasaba estaba muy por encima de las individualidades, que todo tenía un propósito mayor, y ella se haría responsable de ello. Gabriel se había lanzado a defenderla, sabiendo que la berserker era mucho más fuerte que él. Rezó por el alma de su querido amigo y porque nunca tuviera que ser ella quien la recibiera. Rogó que Daanna llegara a tiempo de salvarle la vida.

Cuando Adam llegó a su casa se encontró con Aileen arrodillada ante Gabriel, taponando su cuello abierto y desgarrado. Lo sintió muchísimo por él, porque no tenía buena pinta. Uno de los zapatos del humano se había caído de su pie y Aileen lloraba con tanto dolor que a él le desgarró el alma. Pero no los atendió, miró el cuerpo de Margött decapitado y su propio oks en el suelo manchado de sangre. Se agachó y lo cogió con fuerza hasta que los nudillos se le pusieron blancos. Echó la cabeza hacia atrás y gritó hasta que su cuerpo mutó. Se transformó y miró con decisión a Aileen. Se le saltaron las lágrimas sólo de saber que ni Ruth ni sus sobrinos estaban allí.

—Aileen.

La híbrida se levantó.

—No puedo… no puedo darle mi sangre…

—Yo lo haré —dijo Daanna cubierta con una gabardina larga y negra. El día era soleado, en pleno agosto, y la vaniria tenía fiebre y los ojos rojos, pero cuando vio el cuerpo de su amigo desmadejado sintió que era su responsabilidad salvarlo, si se podía.

Adam levantó el cuerpo de Gabriel y lo entró al salón.

—Os dejo a cargo de él —dijo Adam depositándolo en el sofá. Se dio la vuelta para salir de allí corriendo e ir en busca de su familia—. Aileen… ¿Tienes idea de…?

—No sabemos dónde pueden estar —gritó Aileen—. Intento ponerme en contacto con Ruth y no puedo. Está demasiado alterada para dejar que nadie entre en su cabeza. No sabemos dónde están.

Adam gruñó. Tenía la sangre helada. Él era un hombre fuerte, inmortal y ahora se veía impotente para salvar a las personas que quería. María y las sacerdotisas entraron con As precediéndolas.

—Ruth está muy nerviosa —dijo María—. La sentimos. Está muy alterada y la están persiguiendo. Pero no podemos entrar en contacto con ella, es como si se hubiera alejado para no poner en peligro a nadie más.

—Tiene miedo de que otros lean su mente y sepan dónde se encuentra.

Él también podía percibir eso, no era ningún secreto. Pero no podía establecer contacto mental, no todavía. Si hubiera intercambiado el chi con ella antes, ahora tal vez podrían, pero por su estupidez y su negación no lo había hecho y el chi compartido no había sido suficiente para su vinculación mental.

—¿No habéis averiguado nada sobre Liam y Nora? —preguntó Tea con gesto de preocupación.

Adam entonces se iluminó. Se dirigió a la mesa de la cocina y encontró las libretas de sus sobrinos. Había dos dibujos nuevos sobre la repisa, y los rotuladores todavía yacían destapados sobre la mesa. Por lo visto los habían hecho en su ausencia.

Uno de los dibujos eran Liam y Nora ocultos bajo el tronco de un árbol. Un hombre y una mujer les sonreían y parecían contentos de haberlos encontrado, ambos morenos y de pelo largo. Eran Caleb y Aileen, se le veían los rasgos perfectamente. Detrás de ellos, había un ciervo que bebía de una ciénaga. Sintió un estremecimiento que le subía por la columna vertebral.

—En el edificio de Limbo no hay nadie. —Caleb entró y se paró frente a Adam.

—Tú y Aileen debéis encontrar a mis sobrinos —murmuró enseñándole el dibujo de Nora—. Es el dibujo de mi Nora, tiene un don, como yo. Si hay un bosque con ciénagas y ciervos, tiene que ser el New Forest. Se dirigen allí.

Adam salió con la libreta en mano corriendo por la puerta, y Caleb y Aileen lo siguieron. Los vanirios se echaron a volar dirigiéndose al bosque de Inglaterra que se encontraba entre las áreas urbanas de Southampton y Bornemouth. Adam arrancó a correr como lo que era, un hombre desesperado, un animal con instintos protectores hacia los suyos. Iría mucho más rápido como un berserker que con el coche. Pensó en Ruth y le intentó transmitir calor a su compañera, pero no se habían anudado lo suficiente como para esa conexión tan profunda. Se sintió fatal por ello. Era culpa suya que las personas que amaba estuvieran en peligro. Él y su ceguera serían los culpables si a ellos les sucediera algo.