Cuando llegaron a la casa, lo primero que hizo Adam fue conectar todas las alarmas. Encendió las dieciséis pantallas que tenía escondidas en una falsa pared de la entrada, las cuales grababan en tiempo real cada habitación y rincón de su mansión. Sabía que ahí, en su casa, no iban a entrar más, su sistema no lo permitiría.
Adam preparó la comida, mientras los niños y Ruth estaban sentados en el sofá, viendo al equipo de fútbol de Wolverhampton que hacía sus partidos de pretemporada. Los gemelos jugaban a los peinados y Ruth era su clienta favorita. La Cazadora no hablaba con él y el berserker se sentía muy molesto por ello.
¿Qué más quería Ruth? Vivía con ellos, y la cuidaba, cuidaba de ella, y además le gustaba hacerlo. Él, mejor que nadie, podría hacerse cargo de su protección. Podría vigilar a los tres a la vez. A sus gemelos y a su kone. Mientras los veía en su salón pensó que no había estampa más bonita que la de Ruth con los pequeños. Liam estaba sentado entre sus piernas. Ruth le estaba haciendo una cresta, intentando poner tieso ese pelo lacio y negro tan bonito que tenía. Nora estaba de pie sobre el sofá, y le hacía trenzas a Ruth. Hablaban en voz baja y se contaban sus secretos. Secretos que él oía a la perfección, por supuesto.
—Niños, ¿sabéis qué? —dijo Ruth—. He leído vuestras redacciones y son excelentes.
Los gemelos se hincharon orgullosos por la valoración de Ruth. Ella quería hablar con ellos de aquellos miedos que tenían. Desde que lo había leído que sentía curiosidad.
—Ahora sé que a Nora le da miedo perder sus pinturas —la miró con dulzura.
—Es una niña muy presumida —dijo Liam entre risas.
—Y sé que a Liam le da miedo que sus pies no dejen de crecer.
Nora estalló en risas y señaló a su hermano.
—Tienes miedo de convertirte en Frodo —lo acusó Nora. ¿Qué le pasaba a esa familia con El Señor de los anillos? Siempre hacían referencias a ello. Y a ella se le estaba pegando esa costumbre.
—Yo os diré cuál es mi miedo, es lo justo.
—Sí, Ruth. ¿Tú tienes miedo? —preguntó Nora cogiéndola de la cara. Era algo que siempre hacía, la pequeña reclamaba la atención y necesitaba que la miraran a los ojos cuando hablaban con ella.
—Mi miedo ridículo es que me dan miedo las iglesias. No me gustan.
—Buff… pues vaya sorpresa. A mí también me dan miedo. —Liam puso los ojos en blanco—. Están llenas de figuras de muertos dentro de cajas de cristal, y además hay un hombre ensangrentado y clavado a una cruz que dicen que es un salvador. ¿Cómo va a salvar a nadie si está clavado ahí? Pobrecillo.
Qué razonable era Liam. Para él era todo o blanco o negro.
—Tienes mucha razón. —Aplastó la cresta y se la engominó—. Y también sé que Liam tiene miedo de no encontrar las cosas.
Liam se puso serio y miró hacia otro lado. Nora se echó a reír y Ruth le pidió que dejara de hacerlo con los ojos.
—Nora, en cambio, tiene miedo a soñar.
Nora dejó de reír al instante y la miró enfadada.
—Y yo les tengo miedo a mis padres —dijo rápidamente Ruth para demostrarles que las confesiones eran de todos para todos.
Los dos niños se giraron asombrados por aquella revelación.
—¿Por qué? —preguntó Nora.
—Porque hay padres buenos y malos, cariño.
—Pero se supone que los padres son buenos siempre, ¿no? Son padres.
—Tener un piano no te convierte en pianista —murmuró Ruth—. Supongo que hay de todo en el mundo. Los míos eran malos y no me querían.
—Eran tontos —gruñó Liam sentándose en las piernas de Ruth. Nora dejó la trenza que estaba hilando y se sentó en la otra pierna de la Cazadora.
—No hay que tener vergüenza de nuestros miedos —dijo ella—. Sólo hay que afrontarlos. Sólo hay que cambiar lo que no te gusta y hacerlo a tu gusto. ¿Por qué no me cuentas, Liam —miró al niño—, qué es lo que tienes miedo de no encontrar?
—Yo… yo no estoy seguro. Sé que cuando sueño oigo una voz que dice que busque… pero no sé lo que tengo que buscar.
—¿Y qué ves en tus sueños, Liam? —le colocó bien la cresta y le sonrió—. ¿Ves algo?
—Sólo veo una bola muy grande. Yo floto. Y veo una bola muy grande de color azul y verde bajo mis pies. Miro y miro y no sé qué tengo que ver. La voz me dice que busque y que encuentre, pero yo no sé qué tengo que encontrar. —La miró desorientado—. ¿Tú lo sabes?
Ruth no entendía nada. Ojalá lo supiera porque el niño se veía angustiado.
—No. Pero lo puedes dibujar, Liam. Puedes dibujar lo que sueñas. A veces, en los dibujos, podemos ver muchas cosas.
—Yo lo hago —soltó Nora mirando a su hermano—. Siempre. Como tío Adam. Tío Adam escribe en su cuaderno cuando sale de su meditación. Y también dibuja lo que sueña, como te dibujó a ti en su habitación. —Miró a Ruth—. Yo dibujo en mi cuaderno los sueños que me han dado miedo y todo lo que he visto en ellos.
—¿Y qué te da miedo? —le preguntó Ruth—. ¿Qué te asusta?
—Yo… es que… hay un señor en mis sueños.
—¿Un señor?
—Sí. Yo lo encuentro siempre, a veces sin querer. Él no quiere verme. Siempre sale corriendo cuando lo encuentro, y siempre hace cosas malas. Y luego veo a unas personas y siempre que las veo me despierto porque ellos me quieren coger, pero yo siempre escapo.
—Sí, es verdad. Nora se despierta cada noche al menos una vez —dijo Liam.
—¿Qué personas? —preguntó la Cazadora—. ¿A quiénes ves en tus sueños?
—Es que… no las conozco, no sé quiénes son. Lo que sé es que no me gustan.
—¿Por qué no me habéis contado nada de eso? —Adam estaba detrás de ellos. Con un trapo de cocina en las manos y mirando a sus sobrinos con preocupación.
Liam y Nora se miraron entre ellos con sus caritas llenas de vergüenza.
—No pasa nada —les dijo Ruth—. Está bien. No tenéis por qué avergonzaros, ¿entendido?
—No queríamos preocuparte, tío Adam. No queríamos que supieras que tenemos miedo, porque nosotros somos fuertes —explicó Liam sacando pecho, pero sin poder evitar que le temblara la barbillita—. Fuertes como tú.
Adam no lo podía creer. Llevaba siete años viviendo con esos niños y nunca le habían contado nada de eso, y de repente se lo contaban a Ruth con total confianza, a esa mujer que parecía un confesionario para ellos. Se sentía fatal. Sentía que les había fallado.
—Entiendo. —Apretó los labios—. Nora, quiero ver tu cuaderno de dibujos. Liam, vas a dibujar a partir de ahora todo lo que veas en tus sueños. ¿De acuerdo? —Se dio la vuelta y sirvió la mesa.
Vivía con ellos y pensaba que se lo contaban todo, que los conocía. Y resulta que los niños tenían pesadillas y que él no sabía nada.
Ruth lo siguió y les dijo a los gemelos que se lavaran las manos antes de sentarse a cenar. En poco tiempo, Ruth se había ganado un rol dulce y a la vez autoritario con ellos. Le hacían caso y la respetaban. La Cazadora se puso las manos en la cintura y observó a Adam. Ya lo conocía y sabía qué le estaba pasando por la cabeza. El chi les había conectado a otros niveles.
—Te sientes culpable. Te sientes mal.
Adam no le contestó.
—Crees que deberías haber sabido eso —se acercó a él—. Oye, no te tortures.
—Para ti es fácil decirlo. Sólo tienes que acercarte a esos niños y ellos te adoran al instante. ¿Qué mierda tienes, Ruth? ¿Por qué eres así? ¿Por qué me confundes?
Ruth entrecerró los ojos. Adam se sentía juzgado por ella.
—Así que te confundo… —entornó los ojos—. ¿Por qué? ¿Porque sigues dándome por sentada? ¿Estás confundido porque no me creías capaz de entenderme con ellos? —Apretó los puños—. Lo que he hecho con Liam y Nora se llama conversar, ya te lo dije una vez. ¿Sabes cuál es tu problema? Qué crees que con protegerlos ya lo haces todo, pero no es así. Hay que escucharlos, Adam. Tienes que oír lo que tienen que decir. Y no lo sabrás si permites que sigan creciendo con otra gente.
—¿Cómo dices? —se ofendió.
—Lo que oyes. Los niños te quieren, te adoran. Para ellos eres un héroe, Adam. Pero incluso los héroes tienen debilidades. Y tú no dejas que ellos vean eso. Incluso los héroes tiene puntos débiles. Tu punto débil es que no hablas. Sólo ordenas. Eres intransigente y autoritario, pero con ellos no te ha hecho falta reflejar ese aspecto tuyo. Te obedecen y tienen miedo a decirte que no, no se atreven a llevarte la contraria. Los quieres, los amas con todo el corazón, los proteges, pero no los conoces. Controlas todo y a todos, pero, sin embargo, esa perfección que irradias ha hecho que tus sobrinos se avergüencen de sus propias debilidades. Quieren ser perfectos como tú. Y no lo son. Porque tú tampoco lo eres.
—¿Y tú sí eres perfecta?
—Ni mucho menos —negó.
—¿Crees que mi vida es fácil? ¿Crees que lo ha sido? Soy un guerrero, Ruth. Un guerrero que se ha encontrado con dos niños pequeños en su camino. Y los adoro. Son el motor de mi vida. Hemos estado bien tal y como hemos estado, nunca hemos tenido ningún problema. Margött y su casa-escuela les han dado la educación y el cuidado que yo no he podido darles en según qué momentos. Y si no llega a ser por ella y por Noah, yo… no creo que… —se interrumpió y la señaló con un dedo acusador—. Tú no vas a decirme cómo debo cuidar a mis sobrinos sólo porque nos hayamos acostado.
Una bofetada no le habría hecho más daño.
—Te van los golpes bajos, ¿eh, chamán?
Adam se arrepintió al instante de lo que le había dicho. Estaba enfadado. Enfadado porque ella no le hablaba, porque se había negado a estar allí con él y porque cuando se dignaba a dirigirle la palabra era para darle lecciones de educación.
—No quería decir eso.
—Claro, Adam. Nunca quieres decir lo que quieres decir. Lo sé. Sé que no quieres que tenga nada que ver con Liam y Nora, y eso sí que es algo que no quieres decir nunca, y en cambio siempre me lo das a entender. Déjame decirte algo, algo que sí quiero decirte sin subterfugios. Sé que no crees que sea capaz de proteger a tus sobrinos. No crees que pueda cuidarles y darles la protección física que por lo visto necesitan más que otras cosas. Me da igual lo que pienses —le dijo dolida—. Yo espero que la gente que me importa confíe en mí del mismo modo que yo confío en ellos. Me he puesto en tus manos, Adam, porque creo en lo nuestro y me fío de ti. Tú no confías en mí y me duele. —Se llevó una mano al corazón—. ¿Entiendes eso, chamán?
—Ruth… —dijo impresionado por lo duras que sonaban esas palabras en su boca femenina.
—Pero Liam y Nora me importan, y no me puedo hacer la indiferente con ellos. Mientras tú sigues encargándote de darles esa protección y esa falsa seguridad a los gemelos, yo me encargaré de darles la mejor seguridad que se le puede dar a un niño. Les daré el cariño y la aceptación total de quiénes son. Los querré con todo mi corazón, Adam, y aunque sé que tú le das más importancia a lo que pueda hacer Margött con ellos, porque ella es una berserker y los puede proteger porque es fuerte, yo procuraré darles otro tipo de cuidados. Y si me quieres aquí contigo, vas a tener que aguantar eso, porque en esta casa no sólo estás tú, egocéntrico. Liam y Nora ahora son parte de mí. ¿Sabes por qué? —Adam permanecía mudo, mirándola con los ojos entre sombras—. ¿No? Son parte de mí porque forman parte de ti, y yo los quiero por eso. Si tú no quieres que yo forme parte de ellos, dímelo ahora mismo y muy claramente, y me iré. Me iré porque me estarás dando a entender que no quieres compartir esa parte de ti conmigo, pero por encima de todas las cosas lo haré porque no aceptas ni quieres que comparta esa parte de mí con vosotros, no la quieres. —Le tembló la voz—. Te dije que si me comparabas con algo que yo no era me harías daño y me iría. Pues por si no te has enterado, memo, me has hecho daño. Así que piensa bien qué es lo que realmente necesitas. No sólo voy a ser la mujer que te caliente la cama, quiero que cuentes conmigo para todo. Piénsatelo bien; si me quieres a mí como compañera o si prefieres a Margött, porque no me gustan los juegos y me ofende que pienses que soy una incompetente para atender a unos niños. Dices que soy tu compañera pero prefieres seguir dejando a los gemelos a cargo de esa mujer, menospreciando esa parte de mí. Esta noche es luna llena, ¿verdad? Te pido que no te acerques a mí. Me merezco que me des el tiempo para pensar si quiero seguir con esto o no. No es tarde para rectificar.
Adam no era un hombre fácil. No era un hombre que supiera aceptar sus propios errores y no encajaba bien que lo pusieran en su sitio, eso era algo que tenía muy asumido. Había tenido siglos para perfeccionar su autocontrol y su manera de actuar. Se había ganado el respeto de todos con su modo de proceder. No hablaba más de la cuenta si no era necesario. Prefería callar y escuchar, observar y estudiar a la gente. Y si hablaba, siempre era después de meditar mucho sus palabras. Entonces decía algo contundente y todos lo acataban como si fuera una verdad. Aquella chica había echado por tierra toda aquella fachada que él creía tener asumida, y las emociones que sentía y que eran nuevas para él le estaban pasando factura. En la figura de Ruth confluían todos los anhelos que él alguna vez había tenido, pero que había enterrado a fuerza de voluntad. Sin anhelos no había decepciones. Ruth había descorchado la botella de sentimientos, miedos, pensamientos, inseguridades y sueños que él había lanzado al mar de su corazón. Lo que no sabía era que la botella todavía flotaba sobre las olas y que de repente, como una explosión, había escupido todo lo que se hallaba en su interior. Así se sentía él. Rebasado. Superado. Tocado y hundido.
Las palabras de Ruth habían supuesto un correctivo, como casi todo lo que salía de su dulce boca. Se había quedado sin respiración, le había asestado un buen puñetazo en la boca del estómago y ahora le dolía el corazón al ver a su kone herida e insegura por su culpa.
Tenía razón. Ella tenía razón. No sabía qué decirle. Ruth había alzado el muro nuevamente, y esta vez, no podía reprocharle nada, había dado en un punto que escocía mucho, un punto orgulloso y femenino.
—Perdóname —le dijo arrepentido, acercándose a ella.
—No te acerques —levantó una mano para apartarlo—. Te perdono, pero ahora no quiero que te acerques. ¿Cuántas veces crees que puedes pisotear mi orgullo, chamán? —los ojos le brillaban de rabia. Adam la ofendía.
—No sé qué decir… yo pensaba que… no me acostumbro a…
—Haznos un favor a todos. Deja de pensar —se dio media vuelta pero Adam la agarró de la mano y la acercó a él.
—Ruth… —gimió y se inclinó para oler su cuello con ternura, su manera de tocarla ya era una disculpa—. Hablaremos más tarde, ¿de acuerdo?
—Si yo quiero —le dijo ella tirando de su mano, haciéndole ver que la última palabra la tenía ella.
—Será como tú quieras, Ruth —susurró besando su garganta y acariciando el pulso de su muñeca—. Hoy hacemos la ceremonia de Limbo, su despedida con todos los honores. Luego hablaremos y arreglaremos nuestras diferencias.
—¿Estás seguro? —contestó de mala gana y zafándose de su amarre. Se fue a lavar las manos, dejando a Adam con sus propios y ofensivos pensamientos.
La comida había transcurrido entre ruido de platos y cucharas, sorbos de agua y zumos, y silencio. Muchísimo silencio. Los gemelos no tenían ganas de hablar, miraban a Ruth de vez en cuando esperando que ella iniciara la conversación, pero Ruth estaba muy seria, apática y deprimida. Se limitó a tomar su sopa de melón y su arroz con verduras. Adam no dejaba de mirarla de reojo, incómodo por ver que ella no estaba a gusto allí con él. Esa situación cambiaría, se juró.
De camino a Cornualles, el lugar ceremonial donde harían la despedida de Limbo, tampoco hablaron mucho. Liam y Nora se pusieron una película en la parte de atrás del coche. Ruth les había dejado Avatar porque a los pequeños les había fascinado un mundo como aquél. Un mundo de pieles azules y gigantes llenos de bondad, que protegían su tierra y lo que era suyo. Y los humanos que al principio venían con intenciones de destrucción, luego se unían para protegerlos y luchar junto a ellos.
El cielo se teñía de colores naranjas y amarillos, un atardecer lleno de melancolía y sabor a pomelo. Algo agridulce. Llegaron a la playa y se apearon del Hummer.
Había hombres y mujeres vestidos con ropas oscuras y violetas. Eran los colores de las despedidas en el clan berserker. Los hombres corpulentos, las mujeres muy altas. Ellas llevaban unas túnicas con capucha de color violeta, y ellos vestían con pantalones negros y camisas moradas. Ruth sentía que era la única que desentonaba allí, aunque cuando la vieron aparecer con Adam y los gemelos la recibieron inclinando la cabeza con respeto, a modo de saludo. Había una mujer rubia al lado de un altar de madera con símbolos rúnicos y lleno de heno y piedras. Era Margött. En su interior supuso que estaría el cuerpo de Limbo. Margött lloraba, se secaba la lágrimas con un pañuelo blanco, tenía los ojos rojos e hinchados y se le caían los mocos, pero aún permanecía serena y hermosa. Ruth sintió una punzada de compasión y pena por ella, pero también otra de envidia femenina, porque ni entonces su belleza disminuía. As y Noah la escoltaban, ambos con las manos cruzadas a las espaldas y las cabezas gachas.
Adam se detuvo y observó a Margött. Se pasó la mano por la nuca y miró a Ruth.
—Tengo que ir. ¿Te puedes quedar con ellos? —La miró como pidiéndole un favor.
—Claro. —Ruth se quedó allí sin mirar en ningún momento a Adam.
El berserker dudó sobre lo que debía hacer, su lugar también estaba con Ruth, su kone, y presentarse en la ceremonia de adiós con ella era confirmar que estaban juntos a los ojos del clan. Ella y él tenían cosas pendientes que hablar, pero en ese momento debía ir con Margött. La berserker le dio su apoyo cuando murió Sonja, estuvo con él. Se lo debía. Limbo y Margött por lo visto estaban muy unidos, tanto, como él y su hermana, y perder a alguien tan cercano era algo que destrozaba el corazón y quebrantaba el alma.
Se fue hacia la berserker y dejó a Ruth con Liam y Nora cogidos de la mano y mirando a su alrededor. Allí había más niños también, niños que Ruth no había visto todavía. Niños que iban a la casa-escuela de Margött. Los padres la miraban con curiosidad, las madres con un poco de recelo y los niños saludaban a Liam y a Nora con la mano y les sonreían, ajenos a toda aquella inspección adulta. Para ellos todo era más sencillo, no tenían prejuicios. Simplemente iban donde decían sus padres. Obedecían.
Miró al frente, se alzó con orgullo y miró a los ojos a todos los que la observaban, obligándoles a apartar la mirada azorados. Todo le daba igual. Ella sólo veía cómo Adam se iba con Margött a consolarla y a acompañarla en su duelo. Aquel gesto no debería tener importancia, era el de un amigo consolando a otro, pero no le sentó nada bien cómo Margött se giró al notar el contacto de su chamán y se echó a sus brazos abrazándolo y manchando su camisa morada con sus lágrimas. Todos allí parecieron suspirar enternecidos y se emocionaron. Ruth se sentía enferma. Supuso que en realidad el clan berserker también esperaba que la profesora y el chamán tuvieran su historia y su emparejamiento. Por lo visto, ella allí era «la otra», encarnaba a la mujer que había usurpado el trono a Margött.
—Margött… —le dijo Adam abrazándola—. Siento lo ocurrido. De verdad que lo siento.
—Esto es tan duro —murmuró sobre su pecho—. Debería haberme ido con él, él era mi única familia aquí —sollozó.
—Estamos todos contigo, Margött. No estás sola.
—¿Tú… tú vas a estar conmigo? —preguntó limpiándose las lágrimas con el pañuelo blanco—. Rise era mi mejor amiga y sigue muy mal. Está así por mi culpa —se le quebró la voz—. Y ahora Limbo…
—Sí. Yo te ayudaré. Y no debes culparte por nada, ¿me oyes?
Noah que estaba a su lado, gruñó y miró hacia atrás para localizar a Ruth, que soportaba como una campeona todas las miradas que le estaban echando. Luego miró a Adam y a Margött, y los vio tan equivocados juntos que carraspeó.
—No te preocupes, Adam. Nosotros cuidaremos hoy de ella.
Adam lo miró y frunció el cejo. Su amigo lo miraba a su vez severamente, como si no estuviera de acuerdo con lo que él estaba haciendo.
—Sé por lo que está pasando, Noah. Puedo ayudarla a que se calme. No es fácil ver como tu hermano desaparece de tu vida para siempre.
—Gracias, chamán. —Margött se abrazó a él con más fuerza y arrancó a llorar violentamente.
Noah miró al frente, a las olas del mar embravecido. Se obligó a permanecer inexpresivo ante el comportamiento de Adam. Era honorable, pero Adam se sentía obligado con Margött porque le recordaba a él y no quería que ella lo pasara mal cómo él lo pasó. El problema era que en esa playa, en ese entierro, en ese lugar plagado de berserkers, había alguien que lo estaba pasando peor, una humana que aguantaba el chaparrón de una manera estoica y llena de dignidad. Noah era un ser empático, alguien que podía percibir y calmar las emociones con su sola presencia. Se había colocado al lado de Margött para ver si así la joven se tranquilizaba, quería aligerar su dolor, incluso la había tocado en el hombro para darle su calor y su energía, pero no había sucedido nada. No paraba de llorar, así que la dejó por imposible.
El viento se agitó, y Noah vio cómo Liam y Nora se agarraban a la túnica violeta de Ruth, una prenda que había pertenecido a Sonja. Estaban tan repeinados y tan guapos sus sobrinos. Sonrió enternecido y miró a la Cazadora. Sus rizos caoba se movían alrededor de su cabeza, ella también miraba al frente, pero ya no observaba a Adam, ahora estaba pensativa admirando el chocar de las olas contra las rocas. Noah percibió el estado emocional de Ruth. La joven humana sentía frío por dentro. Abandono.
Sin pensarlo dos veces, se dirigió a ella y dejó a As preparando el funeral y a Adam consolando a Margött.
—Hola, Ruth.
—Hola, Noah. —Lo miró intentando disimular una sonrisa—. No deberías acercarte a mí mucho, creo que todos nos miran.
Noah sonrió.
—No me importa. María está por aquí, ha ido a por su chal. Hace viento y tiene frío —sonrió—. ¿Tú no?
Ruth lo miró de reojo y negó con la cabeza.
—No. Estoy bien, gracias.
Noah asintió.
—¿No vendrán los vanirios?
—Caleb y Aileen son los únicos que están invitados a asistir. Aileen es la nieta de As y parte berserker, así que tienen que venir. Margött quería una ceremonia puramente berserker.
—Entonces no contaba conmigo.
—Ni contigo ni con María. Pero sois las parejas de As y de Adam, así que venís con ellos, sois parte de ellos. Parte de nosotros —recalcó amablemente.
—Si tú lo dices.
Ruth miró al frente y observó aquel pequeño barco de madera que se sostenía sobre una pira y ocultaba el cuerpo de Limbo.
—¿Lo van a quemar? —preguntó señalando con la cabeza.
—Sí. Es nuestro rito de la muerte. Nosotros hacemos dos tipos de despedidas. O la incineración, como es el caso, o la inhumación. En este caso, quemamos a Limbo.
—¿Por qué?
—Porque es la única manera de que su alma, que ha sido inmortal, regrese al origen a través de la purificación del fuego. Y es el barco que nosotros lanzamos al mar el que se lo lleva y el que lo guía a casa. ¿Entiendes? Es un medio de transporte.
—Bueno, al menos no se mareará… —murmuró Ruth un tanto cínica.
Noah sonrió y meneó la cabeza.
—Es increíble lo rápido que te has amoldado a todo esto.
—Me adapto rápido. Adaptarse o morir.
—Eres valiente, Ruth. —La miró con respeto—. No imagino compañera mejor para mi hermano. Adam es afortunado.
—Supongo que eso es un cumplido y tengo que darte las gracias, pero todavía no soy su compañera.
Noah chasqueó la lengua y miró al cielo nublado.
—Esta noche, nonne[45]. Esta noche lo serás. Aunque para mí —miró la marca del cuello de Ruth, luego a los gemelos que estaban cogidos a la túnica violeta de la Cazadora, y le guiñó un ojo—, ya lo eres.
Ruth agradeció la complicidad y la amistad que le brindaba Noah.
—Gracias.
Divisó a María que se situaba al lado de As, con un chal morado alrededor de los hombros. As le dijo algo a Margött y ella asintió mientras se liberaba a regañadientes del brazo de Adam. El berserker miró por encima del hombro y fijó sus ojos topacios en ella. Ruth pensó que Adam iría con ella para estar a su lado, porque se suponía que era lo que tenía que hacer, ¿no? Pero no. El berserker con mirada arrepentida, se quedó con Margött. Ésta dejó un medallón dorado dentro de la barca y besó la madera.
—Antiguamente, el cuerpo del difunto permanecía más tiempo a la vista para que todos se pudieran despedir de él. El barco y la pira que ves se mantenían intactos diez días; es el término de tiempo que esperábamos antes del sepelio. Pero a Limbo le han cortado la cabeza y su cuerpo se descompondrá rápidamente —explicó Noah poniéndole una mano sobre el hombro para aligerar la tristeza de su nueva hermana—. Por eso debemos incinerarlo rápido. Margött acaba de dejarle un objeto preciado dentro de la barca, para que viaje con él. También le ha dado su oks personal y lo ha vestido con la muda de guerra berserker, por si tiene que hacer una última mutación antes de regresar a casa.
—Vuestros rituales son bastante poéticos —dijo con más calma.
—¿Ves lo que hace ahora As? Está encendiendo la antorcha porque él es el líder del comitatus y el que debe proceder para quemar el cuerpo del guerrero de su clan. Ahora la barca está en llamas, y As y Adam ayudarán a empujar la barca para que las olas del mar la acepten y se la lleven.
—¿Limbo no tenía… kone?
—No. Y si la hubiera tenido, ahora su compañera se hubiera subido al barco con él y se habría sacrificado para acompañarlo en su viaje al más allá.
Ruth sintió un escalofrío.
—No es fácil vivir sin la vinculación berserker.
Ruth miró a As y se frotó los brazos.
—As perdió a Stephanie y él no se sacrificó con ella. No la acompañó —señaló confundida.
—As tenía una labor por encima de todas las cosas. Liderarnos. Eso le dio fuerza suficiente como para continuar. Es su razón de vivir. Es por lo que él está aquí.
—Lo veo tan enamorado de María… —comentó sin ser muy consciente de que lo decía en voz alta—. Con sólo verlos, a una le entran ganas de llorar de alegría.
Noah los observó y apreció lo que Ruth veía en ellos. As cubría a María con su cuerpo, se apoyaba en ella tanto como ella lo hacía en él. Qué sorprendente era ver a su leder feliz de nuevo.
—¿Qué papel tiene Adam en todo eso? —preguntó Ruth de repente. Noah apretó los labios.
—Adam es el guerrero más allegado a la familia de Margött. Y Margött ha pedido que sea él quien empuje la barca junto al leder.
—¿Y es allegado porque…?
—Porque se suponía que Adam y ella iban a emparejarse.
Ruth sintió que el ácido de esas palabras corroían sus entrañas.
—Hummm.
—La barca se va —susurró Nora mirando el fuego hipnotizada.
—Sí —Ruth prestó atención a la pequeña y le acarició la cabeza—. Se hundirá en el mar.
—Y entonces todo habrá acabado. El rito de la muerte finaliza cuando el barco se hunde —narró Noah.
Ruth se focalizó en Noah porque ver cómo el estúpido chamán compartía duelo con Margött como si fueran pareja la hundía en la miseria.
—¿Crees que no noto lo que has hecho? —le dijo ella.
Noah levantó una ceja.
—¿Qué he hecho?
—Eres un calmante. Tienes el mismo efecto que un Tranxilium.
—¿Qué es eso?
—Una de las muchas drogas que mis padres me daban cuando estaba «alterada». ¿Haces eso, Noah? ¿Calmas a la gente?
Noah se encogió de hombros, se puso las manos en los bolsillos y contestó con indiferencia.
—Puede que haga algo de eso.
—¿Quién eres? Eres todo un misterio. —Ruth lo analizó. ¿Qué sabía de él? Adam confiaba en Noah a ciegas, el clan lo respetaba, para As era como su hijo y los niños lo adoraban. No tenía pareja, ni tampoco hermanos de sangre. Irradiaba una energía diferente al resto. Inclusive su físico. Noah era como un tigre bengala. Con ese pelo rubio casi blanco, la tez muy morena y los ojos amarillos, era un felino de casta distinta a los berserkers que los rodeaban. Y para ella era muy fácil advertir esas diferencias. Estaba en la pose, en la actitud, en aquella mirada limpia, y en su voz ronca y profunda. Se reflejaba en el rictus de su cara, era luz salvaje, y bondad contagiosa—. Pero aunque no te conozca mucho, me encanta que estés aquí hoy conmigo. Es agradable.
Una de las comisuras de sus gruesos labios se alzó de manera insolente. El viento azotó el mar y la arena, y Ruth se tuvo que retirar los pelos de la cara.
—Supongo que eso es un cumplido. —Noah repitió lo mismo que Ruth le había dicho antes.
—Y no los da gratuitamente —dijo la voz de Aileen a su espalda.
Ruth se giró y sonrió a su amiga, sintiéndose más protegida y cobijada que antes. Caleb, a su lado, le guiñó un ojo burlón y miró por encima del hombro a todos los berserkers, sintiéndose superior y, probablemente, siéndolo. Los miembros del clan no se acostumbraban a que un vanirio pudiera salir cuando todavía el sol estaba en alto, y menos fuera de la Black Country, donde la polución y las expulsiones de las minas habían creado una capa rojiza en el cielo que impedían que los rayos del sol llegaran con la fuerza habitual. Pero la sangre de Aileen había obrado el milagro.
—¿Y tu lobito? —le preguntó Aileen al oído.
Ruth lo señaló con la barbilla.
—Ahí, con la loba de pelo rubio —contestó Ruth.
Aileen levantó ambas cejas.
—Pues más te vale que marques territorio ya mismo, Ruth —le dijo ella—. Porque la rubia se piensa que es suyo. Y no lo podemos permitir, Cazadora —la azuzó.
—Niñas, silencio —las regañó Noah—. Margött va a hablar.
Todos allí escucharon la plegaria de Margött, pero como hablaba en noruego, ni Ruth ni Aileen se enteraron de nada de lo que decía.
—Está rezando por el alma de su hermano —les explicó Noah—. Pide a Odín, a Thor y a Tyr que lo acepten. Que su hermano era honorable y que había luchado siempre en favor de los hijos de Heimdall.
—Los humanos —asintió Ruth.
—También le pide a Egir, el dios del Mar, que si el alma de Limbo va a él primero, lo envíe a Odín y le diga que ahí va un guerrero orgulloso que le ha servido durante mucho tiempo.
Después de eso, todos los berserkers entonaron un cántico ritual. Una melodía dramática e inentendible que erizaba la piel de Ruth. Adam estaba allí en calidad de la pareja que podría haber sido de Margött, y Ruth estaba aguantando la humillación de verse desplazada por él. ¿Pero es que ese hombre estaba ciego? ¿Es que no sabía cómo debía comportarse? ¡Ella era su pareja! ¡Ella! Y no Margött.
Habían discutido, él no confiaba en ella, y además, ella le había dicho que necesitaba tiempo para pensar y que esa noche no se acercara a su cuerpo. Ahora, viéndolos juntos, casi igual de altos y atractivos, de la misma raza ambos, Ruth tuvo miedo de que Adam no se acercara a ella ni esa noche ni nunca. Ruth era para él un dolor continuo de cabeza, alguien que lo molestaba constantemente, y Adam era muy dominante, necesitaba a alguien más sumiso, a alguien como Margött que por lo visto estaba deseosa de servirle y complacerle.
Sintió una desazón a la altura del corazón.
Cuando acabaron los cánticos, los berserkers se fueron cabizbajos, cada uno a sus respectivos coches. María se acercó a saludar a Ruth y a Aileen, conversó con ellas un rato y charló con los pequeños. Mientras tanto, As hablaba a Caleb y a Noah de lo poco que habían descubierto sobre lo que había sucedido con Limbo.
—Limbo era muy controlador. Y aquél era su edificio. Hemos estado indagando y nadie sabe nada ni vio nada raro.
—¿Y sobre Rise? —preguntó Caleb—. ¿Realmente fue un atraco? Un balazo en la cabeza no es un robo común.
—No hay ni una prueba al respecto. No hay olores, ni nada que nos pueda explicar qué sucedió. La única manera que tenemos de averiguar lo que realmente pasó es que Rise se recupere de ésta o bien que la Cazadora convoque al alma de Limbo.
Todos miraron a Ruth y ella puso los ojos en blanco.
—Lo haré. Pero esperad a esta noche. Tengo mis propios horarios. Además, Limbo ya debería haber venido a verme.
Aileen se aguantó la risa y los niños se abrazaron a Ruth, como protegiéndola de As y Caleb. Finalmente, y después de darle un último abrazo a Margött, Adam se acercó a ellos.
—Leder —le dijo a As—. Nosotros nos vamos a ir ya.
—¿Nosotros? ¿Quiénes? —preguntó Ruth con mirada asesina.
—Tú, los gemelos y yo. Nos vamos a casa. —La miró fijamente.
—¿Margött no viene?
—No. Vámonos.
—¿Ahora tienes prisa? —Soltó sin mirarlo a la cara.
Adam clavó los ojos en ella mientras un músculo le bailaba en la mandíbula. No había sido fácil para él dejarla a ella para acompañar a Margött. Pero debía devolverle el favor a la berserker. Ella había estado para él en la muerte de Sonja. Ella… bueno, joder, ella estuvo allí como cualquier otra persona, ésa era la verdad, pero Adam se sintió obligado a echarle una mano con la ceremonia. Era lo menos que podía hacer por Margött después de avergonzarla y de rechazarla.
Pero eso era algo que Ruth no entendía. A Ruth le valían los gestos y las palabras, los hechos, y no las razones. Intentó ponerse en su lugar y se sintió igual de mal que ella al verse reflejado en sus ojos. Ruth era su reflecta. Una prolongación de lo que él era, su reflejo. Y lo que Ruth reflejaba era enfado y también abandono. Eso era lo que él le había provocado. La relación con la humana le estresaba.
—Los niños necesitan descansar —usó la baza de los pequeños porque sabía que Ruth era sensible a ellos y a sus necesidades.
Ruth acarició las cabecitas de los gemelos, una rubia y la otra morena, y sonrió con dulzura.
—Entonces, a casa —les susurró, pero al levantar los ojos para encarar a Adam no había candidez. Ruth lo iba a matar porque sabía de qué pie calzaba el berserker.
Adam y ella se despidieron de todos. Cuando pasó por el lado de María, la sacerdotisa le dijo:
—Cariño, esta noche hay un reclamo para ti. —Y sonrió con picardía. Ruth resopló. No tenía ganas de bromear, no tenía ganas de sonreír. Lo que había visto en ese entierro marítimo, si se podía llamar así, era una verdad que no se había dignado a ver. Adam y Margött tenían su propia historia juntos, y ella se había interpuesto entre ellos, como Glenn Close en Atracción fatal, a diferencia de que Ruth no era una loca psicópata y que esa misma noche iba a dejarle el camino libre a Margött. Todos creían que Adam la iba a reclamar, ella apostaba todo su orgullo y su corazón roto a que iba perder esa apuesta en favor de la berserker. Además, ¿por qué iba a querer estar con ella? No la amaba, tampoco amaba a Margött, pero tenía más en común con la berserker que con ella. Aquello era lo correcto, lo que debía ser. Lo que estaba escrito. La historia del Señor de los animales y la Cazadora era muy bonita, pero… no era la de ellos.
Preparada para soportar el último rechazo de Adam, se metió en el coche y se obligó a aguantar estoicamente. Cuando Adam reclamara a la otra, a la mañana siguiente, ella podría irse de su casa y de su vida.