CAPÍTULO 24

Cuando regresaron a por los gemelos, Liam y Nora salieron como balas de la casa de As y se lanzaron a los brazos de su tío, y luego a los de Ruth. Le explicaron lo que había pasado. Las sacerdotisas los hicieron entrar. Gabriel estaba sentado charlando con Dyra, Amaya y Tea sobre la utilización de las runas. As y María servían un poco de té con pastas, y los niños parloteaban sin cesar sobre las historias que les había contado Gabriel sobre los dioses nórdicos.

—¿Y sabías que? —le decía Liam tomando de la mano a Ruth para que se sentara con él—. Había un caballo con alas, y unas vacas que tiraban del carro de una diosa.

—Y también había un hombre malo —le contaba Nora a Adam—. Uno que se disfrazaba y se hacía pasar por bueno. Y había una mujer que tenía un collar de perlas con poderes…

—¡Sí! —gritó Liam—. Y una lanza que si alguna vez se clava en el suelo, entonces habrá una guerra…

Adam miró a Gabriel y medio sonrió.

—¿Les has hablado de todos?

—Sólo de algunos —dijo Gab haciendo un gesto sin importancia con la mano—. Pero los niños son como esponjas, aprenden enseguida.

Ruth, sin embargo, echaba chispas por los ojos cuando miró a su amigo.

—Eres un bocazas —le dijo recordando que había sido él quién había hablado con Adam sobre el maltrato al que la habían sometido sus padres. Gabriel se encogió de hombros y mordió una pasta.

El berserker agradeció a Gabriel la atención que había dispensado a sus sobrinos y también los secretos revelados. Luego miró a las sacerdotisas.

—Gracias.

Ellas asintieron y le sugirieron que tanto él como Ruth las acompañaran a la cocina. Una vez dentro, la delgada y pequeñita Tea se cogió de las manos y meneó la cabeza preocupada.

—No fue un atraco, Adam. Cuando ayer por la tarde Dyra echó las runas, lo leímos todas perfectamente. El mensaje hablaba de la posibilidad de que, al caer el sol, dos niños iguales perdieran sus vidas a manos de la traición. No es críptico, es muy claro. Se trataba de Liam y Nora. Los fuimos a buscar antes del crepúsculo. Pero pensábamos que estaban en la casa-escuela y nos dio un vuelco en el corazón cuando allí no encontramos a nadie. Llamamos a sus móviles y conseguimos que Nora hablara con Rise para que ella nos diera la dirección. Los fuimos a buscar enseguida y le dijimos a Rise que por nada del mundo abriera la puerta ni dejara entrar a nadie, y que si veía algo extraño nos llamara inmediatamente.

—Pero no os llamó —la cortó Adam.

—No. No creo que le diera tiempo —murmuró Amaya con sus mejillas tan rellenas y sonrosadas.

—O a lo mejor no veía nada extraño como para llamaros —opinó Ruth—. El mensaje de Dyra habla de traición. ¿Y si los que visitaron a Rise eran conocidos? ¿Y si ella no vio ningún peligro hasta que ya fue demasiado tarde?

—Joder —Adam se apretó los ojos con los dedos.

—Creo que lo mejor es enviar a Liam y a Nora a un lugar seguro —repuso As apoyado en la puerta—. Están en peligro.

—¿Y dejarán de estarlo si están lejos, leder? —refutó Adam—. ¿Crees que será más fácil para ellos? Venga lo que venga lo encararemos. Pero los niños se quedan.

As asintió y respetó la decisión del berserker.

—Necesitarán protección constante.

—Yo se la daré. —Noah entró en la cocina, abrió la nevera y agarró una cerveza. Mientras la abría sonrió a Ruth—. Nosotros les protegeremos, ¿verdad, Cazadora?

Por fin uno que la creía competente para estar con los niños y cuidar de ellos. Se sintió agradecida.

—Por supuesto.

Adam murmuró algo parecido a que quien necesitaba protección real era la humana. Ruth se envaró y lo miró a los ojos.

—Echaré una mano en lo que pueda, Adam.

Él tragó saliva y por primera vez entrelazó sus dedos con los de ella delante de todo el mundo. Le besó el dorso.

—Lo sé, Ruth. Pero temo por ti —susurró.

—Pues deja de hacerlo. Soy fuerte.

—No lo eres. No contra lo que nos enfrentamos. ¿Qué crees que harán tus flechas contra cinco lobeznos? ¿Te podrás defender de ellos si estás sola? No podrás huir porque no eres veloz. Podrían hacerte cosas peores que matarte. Te torturarían. Sin nombrar lo fácil que sería para ellos acabar con tu vida.

—¿Y para qué mierda estás tú, berserker? —preguntó una indignada María llevando las galletas y los tés hasta allí. María nunca hablaba así, siempre medía sus palabras, pero la actitud de Adam con Ruth la ofendía—. ¿No estás para protegerla?

Adam parpadeó y miró a Ruth, que agachaba la cabeza avergonzada.

—No pasa nada, María. Ya me estoy acostumbrando a escuchar que soy débil y fácil de matar —dijo ella apenada—. Sé protegerme.

—Para empezar, ni siquiera eres inmortal —le espetó Adam. Él no quería verla en una situación en la que pudiera salir herida o peor, asesinada. Su visión había sido muy clara.

—Todavía, no —gruñó Ruth.

—¿Y qué pasará cuando lo seas, eh? No podrás luchar como hacen Aileen y Daanna.

Ruth sintió el golpe en su interior, en el corazón. No quería preocuparlo y sentía que de alguna manera a él no le gustaba su debilidad, no le gustaba que no supiera luchar.

—Basta, Adam —dijo Noah al percibir el daño que le estaba haciendo a Ruth.

—Yo he visto a esta chica luchar como la que más sin que ni siquiera la rozaran —dijo As—. Sé que es preciada ahora mismo, que es muy importante, pero en todo caso creo que Ruth sabe protegerse muy bien solita.

—Gracias, leder —contestó ella.

El móvil de Adam rompió la tensión. Era Margött que lo llamaba. Se soltó de la mano de Ruth y atendió el iPhone.

—¡Adam! —exclamó con la voz llena de lágrimas—. Mi hermano… —sollozaba sin parar—. Mi hermano… lo he encontrado… decapitado en su casa.

—¿Margött? ¿Dónde estás? ¿Estás bien?

Todos escucharon atentos la conversación de Adam. Ruth sintió incertidumbre al ver cómo él se preocupaba por la berserker, pero inmediatamente ella también se preocupó por la rubia.

—¡No estoy bien! —gritó histérica—. ¿Qué está pasando? Primero Rise, ahora él… No estoy bien… —hipó y no dejó de llorar.

—Margött, sal de ahí y vete a tu casa. Nosotros vamos para allá ahora mismo. Enciérrate y no abras a nadie.

—Pondré al clan y a Caleb en alerta. Esto no me gusta nada —dijo As.

Adam se llevó a Ruth con él, después de que ella le insistiera, y Noah también los acompañó. En el coche nadie cruzó una sola palabra. Ruth se sentía fría, y Adam incómodo por el pequeño debate en la cocina y por saber que Margött lo estaba pasando tan mal. La berserker era sobre todo su amiga y no se merecía ni el trato que él le prodigó la noche anterior, ni tampoco la suerte que había sufrido su hermano.

Primero pasaron por el piso de Limbo, tenían que recogerlo todo. Un cadáver humano era noticia, pero un cadáver de otra raza era un nuevo descubrimiento para la humanidad, y eso no lo podían permitir. Mientras Noah fregaba y limpiaba el suelo, Adam pedía a Ruth que no pasara de la entrada de la casa. Ella no tenía por qué ver aquello, pero, para variar, Ruth no le hizo caso. Había señales de lucha por todos lados. Algunos cuadros estaban en el suelo, otros colgaban torcidos en la pared. Había boquetes del impacto de los puños en la pared maestra. El cuerpo desmembrado de Limbo la afectó, pero se estaba acostumbrando a la violencia que rodeaba la vida de los berserkers. Intentó no mirarlo, pero la sangre era llamativa y también olía.

—¿Qué vais a hacer con el cuerpo? —preguntó Ruth acercándose a Adam.

—Nos lo llevaremos y le daremos una despedida como merece. Lo quemaremos.

Ruth se estremeció. Adam le pasó el brazo por encima y la besó en la cabeza.

—Es un entierro honorable, Ruth. Lo haremos esta noche.

Cuando Noah acabó de limpiarlo todo, se fueron de allí. Nadie más oiría hablar de Limbo. Nadie, excepto los berserkers, sabría que había muerto y que nunca jamás volvería.

Cuando llegaron a la casa de cuento de hadas de Margött ella abrió la puerta. Tenía los ojos rojos de tanto llorar y se echó a los brazos de Adam, hundida. Ruth lo entendió, pero no le gustó. Y no le gustó porque entre los dos hablaban en escandinavo y Adam utilizaba un acento ronco que con ella no había pronunciado nunca. La abrazaba con fuerza y Ruth y Noah se quedaron mirando con perplejidad esa postal que hacían los dos amigos.

La Cazadora se vio fuera de lugar y se apartó un poco hasta que Noah la agarró del codo y la colocó delante de él, a sólo un par de centímetros de ellos. El berserker rubio carraspeó y Adam enseguida cortó el abrazo, dejando a Margött desilusionada.

—Lo… lo siento, por favor, pasad —dijo ella amablemente.

Ruth no se atrevía a mirarla. Cuanto más la miraba más diferente la veía de ella. Era alta, era fuerte de presencia, y era… era una berserker, eso lo resumía todo. Los berserkers no podían transformar a otros en berserkers. Adam nunca la podría cambiar a ella. No podría modificarla, no podría mutar su condición.

Se sentaron en el salón. Adam se colocó al lado de Margött y la cogió de la mano.

—Fui a verlo esta mañana para ver qué tal estaba. Le llevaba un estofado que yo misma había preparado porque a él le gustan… —se corrigió mientras se limpiaba las lágrimas con un pañuelo blanco—. Le gustaba mucho cómo cocinaba… Le iba a explicar cómo fue la reunión de ayer noche. Yo… yo quería hablar con él sobre lo que me dijiste… —se sonrojó—. Podía hablar con él de todo. Tenía llaves de su piso. Cuando entré, él estaba… estaba… —dijo una especie de blasfemia en escandinavo—. Lo han matado… —Y se echó a llorar de una manera desgarradora que incluso hizo daño a Ruth.

Adam le pasó el brazo por los hombros mientras la intentaba calmar.

—Limbo había quedado hoy con nosotros para darnos información sobre el paradero de Strike —dijo Noah—. ¿Sabes algo tú de eso? ¿Te dijo algo tu hermano?

Margött negó con la cabeza y se puso el pañuelo en la nariz mientras dejaba que Adam la calmara.

—Lo siento, Margött. —Soltó de repente Ruth. La miraba con sinceridad, la pérdida de un ser querido era algo devastador.

La rubia alzó la mirada y sonrió agradecida.

—Gracias, Ruth —le dijo. Adam colocó su mano sobre la de Margött y no vio cómo la humana apartaba la vista—. Lo siento, Adam —dijo implorando su perdón—. Dejé a Liam y a Nora a cargo de Rise. No pensé que correrían peligro. Fue un acto irresponsable por mi parte. Y mi amiga podría morir y tú nunca más volverás a confiar en mí.

—No te preocupes, Margött —la calmó él—. Sé que nunca permitirías que les hicieran daño. Esas cosas pasan.

—Por supuesto que no. No volverá a pasar, Adam. Lo prometo. Quiero a esos niños como si fueran hijos míos y los protegeré siempre.

Adam sonrió agradecido, como si aquella fuera la mejor noticia que le hubieran dado nunca. Nadie vio cómo Ruth perdía un poco de la luz de sus ojos, y más que nunca, se sintió como una intrusa.

As había declarado el estado de alerta en toda la Black Country. Los niños permanecían en sus casas bajo la protección de sus mayores. Todos los programas de reconocimiento facial de los cuatro condados estaban conectados los unos con los otros. La atención debía ser máxima.

Sin embargo, aun estando bajo tanta presión, los sábados por la noche eran noches de guardia, ya que vampiros y lobeznos se movían por las zonas de más actividad. Por la noche organizarían las patrullas y saldrían a vigilar sus respectivas zonas. Los puntos calientes. Sólo los vanirios, ya que en luna llena, los berserkers desaparecían. La amenaza sobre los clanes cada vez era mayor y, sin embargo, no olvidaban su quehaceres para con los humanos. Eran protectores. Protectores costara lo que costase.

Adam había dejado a Noah en su casa, y regresaban ahora con los gemelos.

—¿En qué estás pensando? —le preguntó Adam en el coche—. Estás muy callada.

Liam y Nora miraban el paisaje a través de las ventanas del Hummer.

Ruth carraspeó. No quería incordiarlo con lo que pensaba de Margött. Había algo en esa mujer que no le gustaba. Pero si se lo decía a Adam, él, seguramente, le echaría a la cara que estaba celosa, y ella no lo podría rebatir, porque era verdad. Margött ocupaba un lugar en la vida de Adam. Un lugar que Adam no le dejaba suplantar porque no la veía capacitada.

—En que… Pienso en Liam y Nora. Son los únicos berserkers que hay ahora en la escuela. ¿Cuándo vendrán el resto de niños?

Adam la miró de reojo.

—No tardarán. A veces cuesta romper las costumbres.

—¿Todavía creen que soy una mala mujer? —preguntó riéndose.

—Tú no eres mala, Ruth —soltó Nora indignada.

Ruth sonrió a la niña agradecida por su apoyo.

—Gracias, princesita.

—Vendrán. —Aseguró Adam entrelazando los dedos con ella. Ruth se mordió el labio.

—¿Qué te ha pasado esta mañana? —preguntó focalizando toda su atención en él—. ¿Por qué estabas tan… tan necesitado?

Adam pensó en decírselo. Ruth y sus ojos ámbar podían hacer que perdiera la cabeza con facilidad. Pero decirle lo que había recibido del espíritu no solucionaría nada. Ahora sólo quedaba estar alerta.

—Nada. Sólo quería estar contigo. —La miró a través de sus largas pestañas negras y le dio un beso en el centro de la palma de la mano—. Yo necesito muchas cosas de ti. A todas horas —sonrió como un lobo.

—No me despistes, berserker. Espero que me lo cuentes tarde o temprano. ¿Me llevas a mi casa?

Adam perdió la relajación de su rostro y la miró ceñudo.

—No. Te vienes a mi casa. Conmigo.

Ruth sonrió por dentro. Era adorable cuando se ponía tan mandón.

—Tengo la mía propia. Gabriel está en ella y…

—Pero yo no lo estoy, kone.

—¿Qué me estás insinuando? —Miró de reojo a los niños.

—Que tu lugar es a mi lado a partir de ahora. Siempre. Te lo dije ayer por la noche —le susurró malhumorado—. Mi compañera se queda conmigo, que es donde mejor puedo protegerla. Lo siento, Ruth. Ayer tomaste una decisión y ya no te puedes echar atrás.

Si había algo que molestaba a Ruth era que le planificaran la vida, por muy bonita que se la pintara Adam. El berserker quería que viviera con él, pero primero tenía que pedírselo, y luego ella decidiría. Porque si iba a vivir con él y no iba a poder ocuparse de Liam y Nora, porque él no confiaba en ella, entonces iban listos los dos. Los cuatro. Adam venía en un paquete de tres, y Liam y Nora eran parte de él, y ella los adoraba. Si él la apartaba de ese vínculo que había entre ellos, aquello no funcionaría.

—María me dijo que el reclamo se hace oficial en luna llena. La anudación se completa en luna llena. Tú y yo no hemos…

—No me cabrees, gatita.

—No. No me cabrees tú a mí —susurró con rabia—. Me ordenas que me vaya a vivir contigo y no me estás escuchando. No debería haberte liberado del puto collar. —Se enfurruñó y se cruzó de brazos—. Llévame a mi casa.

—Estás loca —se mofó.

—Adam, llévame. Quiero un poco de espacio, necesito pensar sobre algunas cosas.

—No. Has tenido tres días para pensártelo, no me jodas. Soy un berserker, tú querías esto, pues ahora atente a las consecuencias.

Ruth echaba humo por las orejas y fuego por la boca.

—Tío Adam, ¿por qué no la escuchas? —le preguntó Liam enfadado con él—. La vas a poner triste.

Adam miró a su sobrino por el retrovisor.

—Son cosas de mayores, Liam. No te preocupes.

—Gracias, compañero. —Ruth le guiñó un ojo al pequeño—. Tienes más sentido común que tu tío.

—Es un hombre —suspiró Nora.

Adam puso cara de asombro ante lo que oía. Sus sobrinos se ponían de parte de la Cazadora.

—Ruth se viene con nosotros. No hay más que hablar. Está en peligro, todos lo estamos, y debemos cuidar los unos de los otros.

—Quédate, Ruth —le pidió Liam echándole los brazos al cuello y abrazándola.

Ruth palmeó con cariño la mano del pequeño y miró a Adam furiosa.

—Esta noche no me vas a tocar un pelo, lobito —dijo entre dientes. Adam sonrió con malicia y sintió que los colmillos se le alargaban.

—Cuidado, Ruth. Nunca desafíes a un berserker. Nos encanta.