Capítulo 32

Menw estaba despierto. Había abierto los ojos hacía apenas dos horas, después de dormir durante un día entero. Ahora era de noche, estaba sentado en la ventana de su casa, esperando a que Daanna regresara de las ceremonias de entierro de dos de los guerreros que habían perdido la vida en Newscientists: un vanirio y un berserker. Débiles como estaban, no habían podido sobrevivir al ataque de tres de los clones que habían llegado hasta los acantilados, justo donde ellos se resguardaban. Por lo visto, As y Noah habían logrado detenerlos y habían acabado con ellos, pero no habían logrado evitar las dos sentidas muertes de aquellos dos inmortales que habían vivido recluidos todos esos años en las entrañas de aquellos despeñaderos.

Menw sabía eso porque, desde que había recuperado la consciencia. Daanna no había dejado de hablar con él. Su voz, tan melosa y a la vez con ese toque sexy, lo había arropado y llenado de amor desde que se había recuperado. Recogió sus piernas para apoyar la barbilla sobre las rodillas.

Se acordaba de todo lo que Freyja y Daanna habían hablado, aunque él no había podido abrir los ojos mientras yacía estirado en la hierba de Sessrúmnir. Se acordaba de todas las revelaciones y de todos los secretos desvelados entre la diosa y su mujer. La historia era compleja y sin embargo, sorprendente. Incluso una parte de él podría llegar a entender la actitud de los dioses hacia ellos. Pero su parte egoísta les odiaba por ello. Sin embargo, ellos no eran culpables de las decisiones que él había tomado. En su longeva vida había cometido muchos errores dejándose llevar por la venganza y el odio, hirió a la persona que más amaba y luego no supo perdonar hasta el punto de haber estado a un paso de entregarse a Loki. Sus errores no le habían permitido conocer a su hijo, sus errores habían estado a punto de alejar a Daanna para siempre de su vida, y habían puesto en serio peligro a su mujer. Pero, ante todo, su mayor error había sido infravalorar a Daanna como guerrera. Por todos los dioses, gracias a su don, aquella hembra había entrado ella sola en Newscientists y liberado a cientos de vanirios y berserkers que habían sido sometidos por humanos, vampiros y lobeznos. Ella les había regalado una segunda oportunidad al liberarlos. Ella solita. Y además, había luchado por Cahal, por su hermano.

Y de todas esas cosas maravillosas que Daanna había hecho y por las que había luchado, la mejor, sin duda; pelear por él y no rendirse. Porque sin esa determinación de mujer vaniria, él se habría sometido a Loki, con toda la vergüenza y la pérdida de alma que aquello suponía.

—Deja de pensar en eso, mo Priumsa.

Menw se llevó la mano del nudo perenne y lo acarició. Estaba loco por verla y tocarla, de arriba abajo. Sólo para comprobar que realmente estaba bien. La última imagen que tenía de ella era la de estar asediada por Hummus hasta que él se interpuso para salvarla. Pasó el pulgar por la señal y la frotó suavemente.

—Y deja de acariciarme así. —Gruñó.

El sanador sonrió.

—Te echo de menos. Parezco un estúpido aquí solo, deseando verte.

—Entonces somos dos estúpidos.

Menw sonrió. Su Daanna.

—¿Cómo ha sido?

—Ha sido muy triste, Menw. El vínculo de esos guerreros era muy fuerte. Allí encerrados, durante tantísimos años… Eran una familia y ha sido doloroso ver cómo se despedían. Y lo peor ha sido ver que los niños, los más pequeños, ni siquiera podían llorar de lo endurecido que están. Dioses, Menw… Han sufrido lo indecible. Tan pequeños. Hombre y mujeres, sometidos, doblegados contra su voluntad… ¿Cómo se les puede recuperar?

—Con tiempo y paciencia.

—Aileen está decidida a tratar con todos los pequeños y a hablar con los adultos. Están traumatizados y será difícil lidiar con ellos, pero a la híbrida le encanta los desafíos. No sé si puede ayudarles… Son muy reservados. Es como si ellos mismos fueran de un clan distinto. Un clan torturado. Entre ellos no hacen diferencias entre berserkers y vanirios, ¿sabes? Son lo mismo porque han pasado por el mismo infierno. Hoy, en la ceremonia de despedida, eran dos hombres con las cabezas afeitadas, rodeados por su gente mientras las piras ardían. Ha sido algo tan íntimo que incluso parecía que éramos nosotros los que sobrábamos allí.

—Es normal. Lo que define a un clan no son las creencias, sino las experiencias a las que sobreviven juntos. Ellos han creado su propia leyenda, su propia historia y son un clan distinto. Supervivientes. Les ayudaremos, pero no sé hasta qué punto podemos animarlos a que se relacionen con nosotros. No tenemos sus estigmas, así que no somos de los suyos. Por el momento, creo que sólo te aceptarán a ti.

Menw se incorporó al notar que el viento transportaba el olor a limón dulce, a cítrico azucarado de su mujer hermosa. Una princesa. Una guerrera. Su Elegida.

Daanna apareció entre las nubes, con la vista al frente, clavada en él. Él podía ver cómo sonreía al sentir su esencia a vainilla. La vaniria descendió elegantemente hasta tocar con los pies las láminas de madera de la terraza. Caminó hacia él, con el vestido negro que Freyja le había regalado. Su pelo medio recogido estaba salpicado de florecitas rojas.

—¿Sólo me aceptarían a mí? —preguntó Daanna mientras se comía literalmente el cuerpo de aquel hombre rubio—. ¿Por qué?

—Porque tú eres su salvadora. Su Elegida. —Se sacó la camiseta gris de algodón por la cabeza y dejó su torso descubierto. Los pantalones negros bajos de cintura dejaban a la vista sus caderas venosas y llenas de músculos, y su nudo perenne bajo el ombligo.

Daanna bajó la vista y la clavó en la señal que lo anudaba a él de por vida.

—¿Qué ha pasado en Capel Battery?

—Caleb y As han volado los túneles subterráneos de los niveles inferiores. Te han traído muestras de lo que tenían en los laboratorios, lo han dejado en tu estudio mientras dormías. Se han atrevido con todo, Menw. Lucius, Seth… Esos humanos que trabajan para ellos… han hecho cosas horribles.

—Lo sé. Vi a mi hermano clonado, ¿recuerdas? Además de esos mini-híbridos que nos dieron más de un problema en los bosques.

—¿Se ha puesto Cahal en contacto contigo? —Daanna lo miró a los ojos—. Nadie sabe dónde está.

—Sí, nada más despertarme contactó conmigo. Tengo que ir a visitarle, vive en un lugar nuevo y está dispuesto a volver cuando se encuentre mejor. Él… Él necesita estar un tiempo alejado. Tiene a Mizar, ¿sabes? Ella es su cáraid.

Daanna se lo imaginó mientras estaba en manos de Hummus.

Pobre Cahal.

Pobre humana, no tenía ni idea de le iba a suceder.

—¿Crees que la transformará?

—Está en ello. Yo le apoyo en todo. ¿Y tú? —deseó saber el vanirio. No quería tener conflictos con lo de su hermano.

Daanna se mordió el interior de la mejilla.

—Creo que, haga lo que haga, Cahal tiene que ser consciente de que va a pasar la eternidad con ella, así que deberá tratarla bien y hacerle ver nuestro mundo a través de sus ojos. —Y Daanna sabía perfectamente que no iba a ser fácil para la joven, sobre todo sabiendo por todo lo que había pasado en su infancia—. Se meterá en un buen lío si no consigue que Mizar se ponga de su parte. Podría odiarlo para siempre.

Menw se acercó un poco más a ella y prendió una de las flores que decoraban su pelo. Se la llevó a la nariz y la olió con gusto.

—Tengo que agradecer a Noah el habernos salvado el pellejo.

—Ya le di las gracias, aunque espero que tú hagas lo mismo.

—Por supuesto.

—¿Y a Gabriel?

Menw rezongó como un caballo. El humano había hecho mucho por él, indirectamente, ya que su deseo al entrar en el Asgard le había devuelto la felicidad a Menw. Estaría eternamente en deuda con él.

—También estoy agradecido con él.

—Él hará que creas en los humanos de nuevo —aseguró Daanna sonriendo y retirándole de la cara un mechón de pelo rubio—. Es a lo que me agarro ahora.

Menw hizo una mueca, pero ronroneó al sentir la caricia de Daanna.

—¿Se sabe algo de Hummus y Lucius?

Daanna negó con la cabeza, tan frustrada como estaba Menw al respecto. Lo mejor era saber que estaban eliminándolos una a uno. Habían caído Strike, Samael, Mikhail, Seth, Lillian, Margött, Brenda y Sebastián Smith. Sin embargo, era frustrante saber que había más lugares como el de Capel Battery desplegados por todo el mundo; que en algún lugar, vanirios, berserkers y otros tipos de razas sufrían aquel acoso y derribo, y lo peor era que Lucius, Hummus y Patrick seguían con vida, ocultos y maquinando contra ellos. Esperaba que los clanes con los que Daanna contactara también se pusieran en marcha, y con toda la información que ellos ahora habían recaudado en la Black Country, pudieran luchar contra ellos de tú a tú. Él colaboraría con ellos con lo que fuera necesario. Si tenía que distribuir píldoras contra el hambre, lo haría. Pero ni uno más podía declinarse por la oscuridad. Ni uno más.

—¿Qué ha hecho Beatha al ver a sus hijos? —le preguntó.

Daanna apretó la mandíbula y lloró al recordar con emoción aquel encuentro. Permitió que el sanador viera el encuentro en su cabeza ya que las palabras se le atoraban en la garganta al recordarlo.

Carrick y Daimhin, juntos con el resto de guerreros, habían entrado en el Ragnarök. Ése sería su hogar por ahora, había plantas y habitaciones de sobra para poder acogerlos a todos. Los hermanos, sin embargo, tenían a sus padres, Gwyn y Beatha, enfrente, como dos estatuas de piedra, mirándolos de arriba abajo como si se tratara de una visión. Daimhin tiró del vestido negro de Daanna y la miró con inseguridad y pena.

—No quiero que me vean así —había dicho la niña.

Carrick permanecía con la mirada baja, y el cuerpo tembloroso. De vez en cuando echaba una mirada recelosa y tímida hacia su padre, Gwyn, que estaba hecho un flan. Daanna lloró interiormente por ellos, por todos aquellos guerreros, hombres, mujeres y niños que ahora tenían el alma rota por el abuso y el maltrato. Daanna tomó de la mano a los dos hermanos y los retiró para que hablaran con ella de aquello que más temían.

—Me da vergüenza —susurró Daimhin con los ojos rojos por las ganas de llorar que tenía—. No quiero que me vean.

A su lado, Carrick tampoco estaba predispuesto a encontrarse con sus padres. En ellos nacía una corriente que era como un pez que se mordía la cola. Se morían de ganas de abrazar a sus padres, de que ellos les devolvieran la protección que habían perdido, pero por otro lado, se sentían sucios por dentro, innobles.

—Daimhin —Daanna le apretó la mano con cariño—. Tus padres cuando te miran, ven a la niña más valiente del mundo. No importa que tu pelo esté cortado, crecerá.

—Estoy delgada y fea… —lloriqueó ella—. Y… rota.

—No estás rota. Estás aquí, ahora. La gente rota no camina y echa los hombros hacia atrás como tú, guerrera.

—No quiero que sepan lo que me hicieron —murmuró acercándose a su hermano, buscando el cobijo de alguien que la comprendía perfectamente.

—Ellos no te presionarán, Daimhin. Sólo te querrán. Te quieren tanto y te respetan tanto que aunque les duele todo lo que os han hecho, la alegría de veros y teneros con ellos de nuevo, anula todo lo demás.

—Quiero ser fuerte como tú —gruñó la niña, limpiándose las lágrimas con rabia.

—Yo te enseñaré, cariño. Os enseñaré a todos a luchar, a defenderos. Nos ocuparemos juntos, ¿de acuerdo? Pero quiero que tengáis clara una cosa: El amor os mantendrá fuertes, y vuestros padres tienen mucho de eso para vosotros.

—Quiero ir, no es que no quiera ir… —se justificó la niña, sin dejar de mirar a sus dos padres rubios y bellos. Ella ya no era bella.

—No se ama a las personas porque son bellas —dijo Daanna con dulzura, acariciando la preciosa carita de Daimhin—. Son bellas porque se les ama. Tú eres bonita. Daimhin, tengas el aspecto que tengas.

Daanna miró hacia atrás y vio a Beatha preocupada, dando un paso al frente para ir y abrazar a sus dos hijos perdidos. Ella los creía muertos, ¿cómo no iba a alegrarse al ver el regalo que le había traído la vida? No importaba el aspecto que tuvieran, ella los quería todavía más debido a eso.

Aileen estaba mirándola con atención, mientras recibía a todos los guerreros recuperados. Quería controlar todos los estados de ánimo, los encuentros y desencuentros que vivían esos niños. Pero Daimhin y Carrick eran de Daanna, sólo ella podía convencerles.

—Un guerrero no llora —musitó el joven Carrick, apartando la cara. Avergonzado por su debilidad, por su comportamiento.

—Tu padre es un guerrero temido e inmortal, y juraría que lo brilla en sus mejillas y en sus párpados son lágrimas. ¿Deja de ser un guerrero por ellas?

A Carrick le temblaba la barbilla, sus ojos jóvenes y maltratados eran ríos de dolor.

Daanna lo tomó de la barbilla y le obligó a que la mirara.

—Jamás te obligaré a nada, Carrick, sólo te obligaré a que nunca bajes la mirada. Quiero que me mires y me escuches ahora: Eres un guerrero, Carrick. Tú has mantenido a salvo a todos estos niños que, como tu hermana, permanecían encerrados en aquel hoyo. Has dado la cara por ellos, en más de una ocasión. —Daanna le tomó las mejillas y acercó su rostro al de él—. Eres un guerrero porque nunca te preocupaste por tu miedo para defender a los demás. Tenemos que aprender de vosotros en muchos sentidos. Tú y Daimhin, sois más valientes que ninguno de los que hay aquí. ¿Sabéis por qué?

Los hermanos lloraban a lágrima viva, con sollozos desgarradores que no podían reprimir. Negaron con la cabeza. ¿Cómo iban a saber dos almas maltratadas que en realidad tenían una valía incalculable?

—Porque los valientes son aquéllos que levantan la cabeza y lloran con la cara descubierta, como vosotros estáis haciendo ahora. Como hago yo. Como hacen vuestros padres. Es de valientes demostrar quiénes somos y expresar nuestro dolor. Id con ellos, por favor. Dejad que os demuestren lo mucho que os quieren y os respetan, no por ser quiénes sois si no por ser aquéllos en los que os habéis convertido: Guerreros hasta el final.

Los hermanos se miraron el uno al otro y asintieron, decididos a afrontar la prueba más dura de todas: Retomar sus vidas y caminar hacia adelante. Se cogieron de la mano y se dirigieron hacia donde esperaban sus padres. Daimhin se detuvo y se giró para mirar a Daanna y decirle:

—¿Me regalarás una katana? Quiero una de las tuyas.

Daanna asintió mientras se retiraba las lágrimas de los ojos.

—¿Quieres una de las mías?

—Quiero una de las tuyas, sí —contestó la niña con convicción.

—¿Y por qué?

—Porque cuando sea mayor y sostenga la espada en mis manos, sabré que es de la mujer a quien quiero parecerme y recordaré que la Elegida se cargó a un ejército de hombres ella sola, porque escogió por encima de todo a un grupo de niños maltratados que creían que ya no servían para nada. Tú nos elegiste, Daanna. Yo te elijo a ti como el reflejo que quiero ver en mi espejo.

Carrick medio sonrió ante aquel comentario y fue entonces cuando Daanna pudo ver, maravillada, la edad real de ese chico.

—Gracias, Daanna —dijo el joven guerrero.

Beatha se llevó las manos a la cara y arrancó a llorar mientras los abrazaba con fuerza. Y Gwyn rodeó a su familia, besó a Daimhin y acarició con convicción y cariño la cabeza afeitada de su hijo mayor.

Después de dejar a la gente en el Ragnarök, se hicieron los preparativos para la ceremonia de despedida, y por fin, después de todo, podía volver a casa y estar con su cáraid para decirle lo importante que él era para ella. No quería más despedidas tristes, quería disfrutar del tiempo que les quedaba antes de la batalla final, y necesitaba asegurarse de que Menw comprendiera que él era esencial para su felicidad.

Caminó hacia su cáraid, moviendo las caderas con sensualidad y se detuvo a un metro de su cuerpo.

—¿Estás emocionada, amor? Te has ganado un lugar en el corazón de esa gente. —Menw lo había visto todo en su mente. Los miembros perdidos de los clanes la adoraban y la admiraban, como si fuera una diosa, y no le extrañaba, Daanna era una diosa para él. Alargó los brazos hasta ella y la agarró de las caderas, para acercarla a su torso desnudo y dejar que sus pieles se tocaran y reconocieran su verdadero hogar.

—Sí —confesó ella con los ojos brillantes—. Tu sangre y mi don me han llevado hasta ellos, Menw. Gracias.

—¿Gracias me dices? —juntó su frente a la de ella—. Tú me devuelves a la vida, me tomas de la mano antes de que me vaya con Loki, y ¿tú me das las gracias a mí? Haces que me avergüence, Daanna.

—¿De qué? —con el dedo índice le acarició el hoyuelo de la barbilla.

—De todo en lo que me había convertido por mi propia voluntad, por mi estupidez.

—No es verdad. —Alzó el dedo y lo posó sobre sus labios—. Tu voluntad ha sido de hierro. —Se puso de puntilla y le acarició los labios con los suyos.

Con aquel vestido elegante y descarado, con el pelo medio recogido y mechones de ébano que le caían por la espalda, aquellos ojos verdes que hablaban solos y su sonrisa llena de ternura y entrega. Menw abrió la boca y dejó que ella le metiera la lengua poco a poco, casi a cámara lenta, al tiempo que profundizaba el beso y se acoplaba a su cuerpo como una gatita con ganas de caricias.

—No quiero más fealdad, Menw. No quiero más horror —dijo solemne—. Hazme el amor. Demuéstrame que hay luz en la oscuridad. Priumsa, an de ana tú sin air mo shon? A ghiall, na toir no sholas rhuam[25].

—Por ti daría mi vida, Daanna. Jamás te dejaré a oscuras.

Él rodeó su cintura con los brazos y la levantó en vilo, hasta entrarla en la casa. Caminó con ella hasta sentarse en una butaca orejera que había bajo una lámpara de color blanco, y la sentó a horcajadas sobre su pelvis. Le acarició las nalgas.

Daanna gimió en su boca y le rodeó el cuello con los brazos hasta enredar los dedos en su melena rubia.

Él le mordió el labio y sus ojos azules se aclararon.

Daanna sintió que los colmillos le hormigueaban y echó la cabeza hacia atrás, abriendo la boca para que pudieran salir bien.

Menw vio la punta afilada de sus colmillitos y sintió que iba a estallar.

—Me dejas sin aliento, nena. —Alargó las manos y le bajó los tirantes del vestido. Hambriento, abrió la boca y se metió un pezón en la boca, para chuparlo y morderlo con ansia.

Daanna buscó su cuello, tirándole la cabeza hacia atrás y apartándolo de su pecho para exponer la carótida, palpitante, llena de vida y jugosa. Abrió la boca y le mordió, bebiendo de él, de su luz, de su alma, de su sangre. Él gritó y le acarició la espalda mientras movía su pelvis contra el calor de Daanna, imitando el baile más antiguo de todos los tiempos.

—Tócame —le ordenó, agarrando su mano y metiéndola dentro de su pantalón holgado. No llevaba calzoncillos así que ella lo encontró rápido. Caliente, suave, duro y grueso—. Acaríciame.

Daanna lo masajeó mientras seguía bebiendo y disfrutó sintiendo cómo crecía en su mano.

—¿Notas cómo me alimentan tus manos? Cada vez soy más grande… —susurró guiando su mano y haciendo que lo acariciara lentamente.

Daanna se retiró y le lamió las dos incisiones de los colmillos.

—Dámelo, mo ghraidh —le pidió deseosa de sentirlo dentro—. Dámelo.

Menw metió las manos bajo su vestido, le rompió las braguitas que poco le interesaba si eran lilas, verdes, o rojas, no era aquel momento cuando ella lo necesitaba y cuando él iba a morir sin ella. Con un gruñido, la levantó un poco y la colocó, sobre la cabeza de su erección.

—Méteme dentro de ti, pantera —susurró Menw sobre uno de sus pechos, lamiéndoselos con desesperación.

Daanna se apoyó en el respaldo de la butaca, con la otra mano aferró su tallo venoso y poco a poco se empaló en él. Ella se mordió el labio inferior y a él le explotaron los colmillos en la boca. Mordió a Daanna en el pecho y empezó a beber de ella, y eso hizo que se clavará en él, de golpe.

Los dos se quedaron inmóviles, temblorosos, disfrutando de aquel nivel de unión e intimidad. Daanna respiraba agitada con el rostro oculto en su cuello. Menw bebía de su sangre mientras estaba metido hasta el fondo.

—Menw —susurró Daanna en su oído, acariciando su pelo rubio mientras se abrazaba con fuerza a él y le alimentaba. Notó que se quedaba muy quieto—. Nunca más me alejes de ti. Nunca más me rompas el corazón. Nunca más digas que no te gusta mi olor o que no soy tu cáraid. Mírame, estoy entregada a ti por completo, con mi alma, con mi cuerpo, con mi sangre y mi corazón. Nunca más digas que no te quiero o que nunca te he querido. Byth eto. Nunca más. —La última vez que se habían dicho eso, el contexto era muy diferente. Ahora quería crear uno nuevo lleno de verdad y de cariño—. Si alguna vez he sentido que estaba viva es porque tú estabas cerca. Y si alguna vez he entregado mi corazón a alguien, esa única y última vez ha sido a ti. Es tuyo. No importa que el tiempo nos haya cambiado, creo que cada día somos una persona diferente, nos levantamos siendo de una manera y nos acostamos de otra pero esto de aquí —tomó la mano de Menw, la llevó al nudo perenne de su vientre y la dejó allí, mientras ella ponía la suya sobre el corazón de él—, es de verdad. Lo que hay aquí es para siempre. Mi amor es tuyo. Mae. Para siempre. Lo prometí hace dos mil años. Te amé, te amo y te amaré para siempre, mo duine, mi hombre. Te quiero, Menw —besó sus labios y sonrió al ver que él tenía los ojos llenos de lágrimas—. Y prometo decírtelo todos los días. Tú has curado mi corazón, sanador. Mi Elegido.

Menw tragó saliva, se incorporó con la espalda muy recta y, abrazando a Daanna por la cintura, la besó. La besó con todo el amor que sentía por ella. Y empezó a moverla arriba y abajo, como si estuvieran bailando una lambada. Daanna dejó que él hiciera con ella lo que quisiera. Cuando el orgasmo arrasó con todo lo que eran y podían llegar a ser. Menw apoyó la espalda de Daanna sobre sus muslos y él se inclinó sobre ella, sosteniéndola con las manos en su nuca.

—El tiempo que vivimos separados, fue tan lento para mí, no dejaba de esperarte… —dijo él sobre su sien—. Cuando empecé a temer que nunca me perdonarías, los días adquirieron otra velocidad, pasaban más rápidos. Sé que esta noche, en la que celebramos el poder estar juntos así, será corta para nosotros, pero te aseguro, mi amor, que el amor que siento por ti será eterno. Quiero que seas la madre de mis hijos, pantera. Que los defiendas y que luches por ellos como has luchado por mí, por lo nuestro. Pero quiero dejarte claro algo: Tú eres lo más importante y lo más especial en mí, así que te querré por encima de todo y de todos. Podremos tener hijos, pero mi fidelidad y mi prioridad siempre serás tú. Si viene Aodhan, lo querré con toda mi alma, pero tú eres y serás la dueña de mi corazón. Te quiero, Daanna, no por ser cómo eres, sino por el hombre en el que me convierto cuando estoy contigo, por el hombre que haces que quiera ser merecedor de cada sonrisa y cada segundo que pase a tu lado. Is caoumh lium the, Daanna[26] —apoyó su frente en su garganta y dijo con voz rota—, por ser la Elegida de mi corazón.