Capítulo 31

Daanna estrechaba a Menw entre sus brazos, acunándolo como a un niño pequeño. Se había transportado de nuevo a otro lugar, un lugar que ella había guardado celosamente en su memoria y que recordaba con melancolía. Allí, junto a Menw, había pasado los mejores años de su vida. Estaban en el poblado cruithni. Se secó las lágrimas de los ojos, aturdida y confusa. ¿Qué hacía allí? Podía oler la leña quemada y también el olor a hierbabuena y cardamomo de las plantas medicinales de Menw. Miró por encima de su hombro y vio la cabaña, el chakra de su sanador, el chakra en el que ella había perdido la virginidad y el corazón.

—Y él también —dijo una voz femenina desde dentro del chakra. Freyja se asomó por el marco de la puerta de madera y les saludó con la mano—. También fue su primera vez en todo.

La diosa vestía un traje azul y largo, de hombros descubiertos, con un escote que le llegaba justo por debajo del ombligo, en el que había incrustada una gema negra. Llevaba el pelo recogido en dos trenzas rubias que le caían por debajo de los pechos y sus ojos grises como la niebla destellaban alegres.

¿Qué demonios hacía la diosa Vanir allí? ¿Ella podría ayudarla? Si era así, estaría dispuesta a firmar una tregua con ella para que salvara a su macho y hacer a cambio lo que deseara.

—Freyja —susurró Daanna—. Han herido a Menw —gimió acariciando la cara de su sanador—. No… Él no… ¡No respira! No, no le puedo arrancar el puñal porque me… Me quema. Hummus, ese lobezno, se lo ha clavado en el corazón.

—Normal. Es el puñal de un dios, y no lo puedes tocar sin que te hiera —murmuró acuclillándose delante de ellos.

Daanna la miró fijamente, esperando a ella le diera alguna solución, un remedio ¡algo, por todos los dioses! Freyja ladeó la cabeza y chasqueó con la lengua.

—No tiene buen aspecto, le ha atravesado el corazón y es un puñal muy poderoso. Solo los dioses pueden tocarlo.

Daanna apretó la mandíbula Y estalló:

—¡Maldita sea, diosa zorra! ¡Ayúdame! ¡Haz algo por nosotros una vez en tu miserable vida! ¡Mira cómo estoy! —Las lágrimas se deslizaban por sus mejillas sin control. Tenía la cara llena de sangre y sus ojos verdes irradiaban odio y desesperación—. ¡Me he tragado todo el orgullo de golpe y te lo estoy rogando!

Freyja negó con la cabeza.

—Ignoraré que me has insultado, perra. Si le ayudo, ¿qué harás tú por mí?

—Lo que sea —aseguró la vaniria, vehemente—. Lo que sea, lo prometo.

La diosa alzó una ceja y se rascó el lateral del cuello, como si estuviera meditando su respuesta.

—¿Lo que sea?

—Cualquier cosa por él, Freyja —repitió sin miedo, manteniéndose en su decisión—. Pídeme lo que quieras.

Freyja dio una palmada y un saltito de alegría.

—Trato hecho.

La Elegida no se lo podía creer. ¿Así de fácil? Se secó las lágrimas con el antebrazo y se retiró un poco para que Freyja procediera con el cuerpo de su vanirio. El hombre que había arriesgado la vida por ella. El hombre que quería a su lado para siempre.

La diosa tomó el mango del puñal con las dos manos y siseó al tocar las piedras negras que habían en él. Con un gruñido, desclavó el arma del pecho de Menw, tiró el puñal al suelo e inmediatamente le puso la mano sobre la herida. Cerró los ojos y susurro en voz baja:

—Devuelve al guerrero aquello que le han arrebatado —recitó en voz baja. La palma de la mano irradió luz dorada y cerró la herida amoratada—. Ya está. ¡Salvado! —exclamó triunfal.

—¿Seguro? —Miró al rubio que todavía permanecía con los ojos cerrados, como si estuviera en medio de un plácido sueño—. ¿Seguro que está bien?

Freyja se espolvoreó el vestido con las manos y asintió mientras se levantaba, estudiando todo lo que había a su alrededor.

—Sólo necesita dormir.

—¿Qué pides a cambio? —preguntó Daanna, alzando la barbilla.

—Quiero que lo abandones y que nunca más vuelvas a verlo.

Daanna palideció y los ojos se le llenaron de nuevas lágrimas. Entonces Freyja soltó una carcajada y le dijo:

—Tranquila, mujer, sólo estoy bromeando —reveló con orgullo—. Estoy aprendiendo a hacerlo.

—Sádica —susurró Daanna deseando aplastarle la cara contra el suelo. Podía meterse las bromas por donde le cupieran—. ¿Qué quieres de mi, Freyja?

—En realidad; sólo quiero un poco de tu tiempo —aseguró la Diosa de la fertilidad, cruzándose de brazos y apoyándose en un árbol—. Tiempo para explicar porqué hice lo que hice. Por qué os separé.

—¿Esto tiene trampa? ¿De verdad tenías una razón? —Daanna dejó a Menw suavemente sobre el suelo, apoyándole la cabeza sobre el césped. Se levantó, incrédula ante aquella confesión—. ¿Había alguna razón más aparte de la de jugar con nosotros?

—Siempre hay una razón, Elegida —aseguró Freyja mirándola de arriba abajo—. ¿Te duelen las heridas?

—Uy, no… —replicó sarcástica.

La diosa chasqueó los dedos, y todas las heridas de la vaniria, cicatrizaron y se cerraron por arte de magia.

—No lo he hecho por ti. No me gusta la sangre y además… Estabas asquerosa —aseguró.

Daanna agradeció el gesto, pero nunca lo reconocería. Qué raro era que aquella diosa superficial se preocupara por su bienestar.

—No hace falta que me lo agradezcas, te leo la mente. —Se encogió de hombros—. Y no soy superficial. Estás en mi mundo, Daanna, todo lo que ves es mío. Es todo una ilusión. —Rascó un trozo de corteza del árbol con una de sus uñas pintadas de color blanco perla, y al hacerlo, salieron partículas blancas que se alzaron hasta el cielo. Daanna las siguió hasta que pudo ver el verdadero decorado en el que se encontraban. El cielo no era ni azul claro, ni azul oscuro. Estaba lleno de planetas y constelaciones que no se veían desde la tierra. Estrellas fugaces cruzaban el firmamento de punta a punta y los colores se mezclaban pintando el techo estelar de tonalidades que todavía no tenían nombre.

—¿Y por qué nos has traído hasta aquí? —preguntó Daanna, confundida—. ¿Por qué fingir que estamos en el poblado?

—Porque aquí empezó todo. Quería hablar contigo en un lugar en el que te sintieras cómoda.

—Qué considerado de tu parte —musitó—. Dame una buena razón. Sólo una —Daanna levantó el dedo índice—, para que pueda llegar a entender por qué nos hicisteis esto.

—Tu cuerpo es especial, Daanna. Tu alma es distinta a la de los demás. Eres la Elegida.

—¡No me digas! —gritó.

—Tú fuiste una de las razones principales por las que convertimos a vuestro clan picto, y no a otro. Tú y Menw erais especiales.

Daanna se calló de golpe mientras negaba con la cabeza, con el rostro desvaído.

—Te quedaste embarazada de Menw cuando eras humana, pero entonces no era el momento, Daanna. Tu hijo no podía nacer en aquellos tiempos porque Loki y sus lobeznos le hubieran dado caza y lo habrían matado sin dilación. No podíamos correr ese riesgo y, además, las puertas no estaban abiertas todavía.

¿De qué hablaba Freyja?

—Tu cuerpo, además, tiene la capacidad de albergar mucha energía. Eres un recipiente muy poderoso, uno que puede caminar entre las dimensiones; por eso tu don es la bilocación. Tu bebé humano iba a ser especial, producto de dos almas llenas de luz como eran sus padres, pero si no os hubiésemos transformado, habríais muerto en manos de los romanos a los pocos días. Las nornas lo habían vaticinado —explicó—. Por eso nos pusimos en contacto con el druida, con Cahal, y os citamos al día siguiente de que tú y Menw os hubierais acostado juntos, en Stonehenge. Perdiste al bebé y me supo mal.

—¿Perdí al bebe y te supo mal? —Repitió, ofendida con su tono—. ¿Perdí al bebé porque era mejor para vosotros? ¿Eso insinúas?

—El alma de tu hijo, el que Menw y tú atraéis. Daanna, sólo se reencarna cada ciclo de dos mil años. ¿Lo entiendes? No podía reencarnarse para que muriera antes de tiempo. Es fundamental para el Ragnarök. No estaba preparado para nacer entonces —le justificó con tranquilidad.

La vaniria gruñó, dio un salto hacia delante y se echó encima de Freyja.

—¡Pídeme Perdón! —Daanna agarró a la diosa de una trenza y le dobló la cabeza hacia un lado—. ¡Aunque llegue dos mil años tarde, pídeme perdón! —exclamó sin podérselo creer—. ¡Pídemelo!

Freyja sonrió. Sus ojos grises se oscurecieron y se volvieron negros, y un puñado de venitas verdes le rodearon los párpados. Le enseño los colmillos y, con un siseo, dejó paralizada a Daanna, que ni siquiera podía parpadear, sólo estremecerse por la rabia reprimida.

—Tienes mucho carácter —susurró Freyja, colocándose la trenza sobre el hombro mientras caminaba a su alrededor. Observó sus ropas: Sus tejanos desgarrados; la camiseta negra rota, y aquel calzado deportivo de piel… Poco sexy para Daanna. Con un movimiento de su mano la vistió con un vestido como el suyo, pero de color negro y de seda brillante como el alma de aquella mujer—. Así estás más bonita.

—¡No quiero estar bonita! ¡Quiero arrancarte la piel! —Se le hincharon las venas del cuello y se puso roja a causa de la ira y la tensión. Ni siquiera miró el espléndido diseño que cubría su cuerpo.

—Garra —sonrió con admiración—. Eres pura garra. Como una… pantera. Eso es lo que te ha mantenido en pie todo este tiempo, así que no te lo voy a reprochar. Déjame explicarte: Después de la transformación, Loki metió mano a Seth y Lucius, y descontroló las cosas. Los tentó y ellos cayeron al primer día, pero arrastraron a Menw y a Cahal con ellos. Los cuatro habían desobedecido nuestras órdenes, y merecían un castigo. Lucius y Seth no lo aceptaron, por eso desertaron. Pero Cahal y Menw acataron su penitencia con dignidad. Menw lo hizo por ti, porque yo le enseñé lo que pasaría si intentaba estar contigo. Le enseñé una imagen tuya abortando, pero él nunca supo que aquella imagen se iba a cumplir, que sería una realidad. Los dioses no podemos crear espejismos, solo Loki, porque es un timador y un transformista, así que yo recurrí al futuro inmediato y le enseñé ese momento.

Daanna hizo un gesto de dolor con la cara. ¿Menw la vio mientras perdía a su hijo en los bosques? El vanirio pensó que eso no había pasado, que él evitaría aquella escena alejándola de su vida, y sin embargo, aquello sucedió en realidad.

—¿Por qué? ¿Por qué lo alejasteis de mí? —preguntó—. Si él y yo éramos capaces de atraer ese alma poderosa y encarnarla en nuestro hijo. ¿Por qué nos separasteis luego?

—Porque el alma de tu hijo no podía regresar todavía. Él debía de estar presente en el Día de la Puerta, en el Ragnarök. Daanna. No antes. Y menos con Loki siendo más fuerte que vosotros. Por eso creamos la brecha entre Menw y tú. Y luego… Tu cuerpo vanirio rechazó al bebé, no soportó la transformación de humano a vanirio.

—¡Pero tú podrías haberle protegido!

—No quise —contestó serenamente—. Sin embargo, él se quedó contigo todo este tiempo. Su alma vivió en ti. Y él ha sentido y comprendido muchas cosas a través de tus ojos y de tus emociones. Es sabio.

—Aodhan. Se llama Aodhan. Llámalo por su nombre, Freyja —escupió la vaniria.

—Aodhan —la complació—. Es un alma increíble y puede hacer mucho bien en el Midgard, por eso lo protegimos. Tú y Menw no debíais tener relaciones de nuevo porque sois muy… fértiles —dijo lentamente—. Cuando vuestro cuerpos se unen, se encajan —juntó los dedos como un puzle—, crean vida. Si os acostabais de nuevo, traeríais a Aodhan con vosotros, y no podíais hacerlo, todavía no. Era un problema de tiempo. Necesitábamos tiempo para crecer, para luchar, para que los vanirios se hicieran fuertes. Así que insté a Menw a que te rompiera el corazón. Sabía lo orgullosa que eras, y los dioses entendíamos que no ibas a perdonarlo nunca, y eso nos servía para nuestro cometido, porque, ¿cómo te ibas a acostar de nuevo con un hombre que odiabas y que te había traicionado? Y estuvimos en lo cierto. Nunca lo perdonaste.

No. jamás lo perdonó. ¿Cómo iba a hacerlo teniendo tanto dolor en su corazón?

—Menw podría haberse acostado con otras mujeres. Pero nunca hubiera traído vida en otro cuerpo —aseguró Freyja—. Sólo vosotros dos podéis ser fértiles entre vosotros mismos. Porque él es el dador, ¿entiendes? Él también es un Elegido como tú. Tú eres el recipiente para que él plante su semilla. Juntos crearéis a Aodhan. La profecía recayó toda en ti, pero nunca se reveló que era una profecía dual. Valía tanto para ti como para él. Odín decidió borrar la revelación de las estrellas en la que se hablaba de él; la ocultó en las runas y obligó a las nornas a eliminarla de sus archivos para que no hubiera conspiraciones de ningún tipo contra Menw. Por eso, ni siquiera el noaiti habla del sanador en la última profecía que recibió de Skuld. Menw debía pasar desapercibido, hasta que llegara el momento.

¿Menw era un Elegido? ¿Ella era un recipiente?

—¿Crees que tengo cara de tupperware?

Freyja alzó las cejas y arrugó la nariz.

—Que ocurrente…

—¿Y el momento llegó cuando a ti te dio la gana, Freyja?

—No. Yo no elijo los momentos. Los acontecimientos en la Tierra suceden sin que los podamos detener, nosotros solo ponemos las fichas en los lugares adecuados. No podemos interceder así como así. Frey, mi padre y yo, intercedimos hace dos mil años porque Cahal y Menw rompieron el pacto, nos ofendieron desafiándonos. Nunca, jamás —recalcó levantando la barbilla— desafíes a un dios. Nosotros les castigamos, y viendo que Menw era uno de los implicados, nos aprovechamos de ello.

—¿Y por qué os implicasteis el otro día conmigo? ¿Por qué intercedisteis mostrándome el pasado? ¿Qué fue lo que provocó esa reacción?

—Llegó un humano a mi templo. Uno con muchos rizos rubios y que me cayó genial porque estaba enamorado de mi palacio y de mi historia. ¡Me conocía! —exclamó emocionada—. Como me gustó eso… después de tener aquí a la Cazadora estuve a punto de desistir, porque, ¡esa chica no tiene dos dedos de frente y relacionó a mi madre con unas vacas y ni siquiera sabía quién era yo! —exclamó irritada, y en décimas de segundo se relajó de nuevo—. Pero el rubito con cara de no haber roto nunca un plato —se mordió el labio y sonrió—. Ése sí que sabía mucho… Es muy mono ¿no? ¡Y estaba tan enamorado de ti!

Daanna se echó hacia atrás, como si hubiera recibido una bofetada en la cara. Se llevó la mano a la boca y sus ojos verdes se llenaron de lágrimas.

—¿Gabriel?

—Por supuesto que es Gabriel. Había luchado en nombre de los humanos y había cuidado a la Cazadora; la había defendido sin tener ni una posibilidad de sobrevivir contra aquella berserker de tetas enormes —continuó, sin darse cuenta de lo afectada que Daanna se había quedado con su revelación—. Lo trajeron a mi casa, Sessrúmnir, y lo reclamé como un guerrero muerto en la batalla. Cuando los guerreros ingresan aquí pueden pedir un deseo para aquéllos que dejaron en la Tierra. ¿Adivinas cual fue el deseo de Gabriel?

¿Lo podía adivinar? Ni siquiera se atrevía a creerlo.

—Gabriel dijo textualmente: «Quiero que Daanna sea feliz. Quiero que ella y Menw arreglen sus diferencias». Y… ¡Bingo! Ahí teníamos la oportunidad que buscábamos para poder interceder entre vosotros, por qué la verdad, querida —puso los ojos en blanco—, tu no tenías ninguna intención de escuchar las disculpas de Menw y el no te podía decir la verdad hasta que realmente estuvieras interesada en conocerla, y eso nunca pasó, era un desastre… ¡Nos iban a dar las peras!

—Uvas.

La cara de Freyja reflejaba que no había entendido aquel comentario.

—¡Tu creaste esa situación! ¡Tú y tus mentiras! —exclamó Daanna indignada.

—Sí, sí, lo que tú quieras. Odín visitó a As y le dijo que llegaba el momento de preparar a los ejércitos, que era el momento de que la Elegida despertara.

—Y entonces As y Caleb me vinieron a buscar, y tú y Odín me enseñasteis las imágenes del pasado. Y yo… Tuve que actuar.

—Sí. Te tragaste el orgullo muy bien. —Freyja miró a Menw, el cual seguía durmiendo, con el rostro entre sombras. La diosa levantó una ceja—. ¿Y también te tragaste otras cosas?

—¡Zorra! —Daanna intentó darle un puñetazo pero, no se podía mover.

—Alto ahí, vaniria, no voy a permitir otro ataque, así que permanece tranquila. —Sus ojos grises brillaron divertidos, sabiéndose la más poderosa de aquel lugar—. Y además, si te hago daño, aquí sólo tenemos un doctor y está inconsciente.

Daanna intentó girar la cabeza, pero sus intentos resultaron fallidos. Estaba tan paralizada como Menw.

—Como iba diciendo —se acarició la trenza derecha—: Daanna fue en busca de Menw, y entonces ¡boom! Dos titanes colisionaron. En el Valhalla —susurró a modo de confidencia, cubriéndose la boca— las valkyrias han llegado a encargar pizzas y palomitas para ver vuestros encuentros en el salón de Vingúlf… ¡Era impresionante! ¡Cuánta tensión!

Un músculo en la mandíbula de Daanna empezó a palpitar.

—¿Me espiabais? —preguntó horrorizada. Que la viera a ella le daba igual, pero que lo que no quería era que lo vieran a él.

—¿Qué esperabas? Mis valkyrias son vírgenes, pero muchas quieren dejar de serlo antes de que llegue el Ragnarök dicen que no quieren morir sin haber estado antes con un hombre, y además están hartas de manosearse entre ellas. Sois hijos míos, todos los vanirios lo son, así que puedo vigilaros y ver lo que hacéis en cada momento. Ellas me pidieron que les enseñara cosas y yo abrí un portal visual para que pudieran instruirse con vosotros. De momento adoran a Caleb —confesó con picardía— pero dicen que el momento de la ducha entre tú y Menw ha subido muchos enteros. Creo que fue Bryn la que dijo que debería haberte tomado encima del piano, o algo así, ya no lo recuerdo… Pero, en fin, eso es lo de menos… ¿Por dónde íbamos? —se golpeó la barbilla con el índice—. Ah, sí. Tú —señaló a Daanna— le entregaste a Menw su don, que no era otro que el de escapar de la oscuridad, del vampirismo. Huir de Loki para siempre. Y él —señaló a Menw— te otorgó el don de la bilocación, el que necesitaba la Elegida para contactar con los guerreros perdidos. Pero nada de esto habría sido posible si no hubieseis estado dispuestos a perdonar. Moraleja: Todos cometemos errores, nadie se salva de la criba, ¿sabéis? Algunas equivocaciones parecen imperdonables, pero incluso, la peor de todas, se puede y se debe disculpar, porque, si no lo hacemos, ¿quién nos perdonará a nosotros? Sólo el verdadero amor tiene esa capacidad de redención, una que los humanos y los dioses empiezan a olvidar, y no podemos permitirlo. Si los humanos olvidan para siempre su capacidad de perdonar, no habrá salvación para nadie. Yo… —Bajó la mirada—… quisiera recordar cómo perdonar, pero para ello necesito recordar lo que es el amor, porque ya no me acuerdo.

Freyja hablaba de Od, su marido, del que estaba profundamente enamorada, había desaparecido. Ella, que era la diosa más hermosa del panteón, la diosa de la creatividad, el sexo, la pasión y la fertilidad, había sufrido el peor de los desplantes: no ser amada por el único hombre que ella amaba. Nadie sabía dónde se encontraba Od, pero en el Asgard y en Vanenheim se decía que había sido visto en compañía de otras diosas, algunas ninfas, y también enanas… ¡Enanas! Era el colmo de la humillación. Así que ella, en venganza, se había acostado con cuatro enanos a la vez. Cuando supo que Od no iba a volver, lloró lágrimas de oro teñidas en sangre, por eso tuvo la brillante idea de que entre parejas vanirias, la sangre fuera un elemento indispensable para la supervivencia.

Daanna controlaba todas sus expresiones y también el lenguaje de su cuerpo. Freyja era una diosa con poderes ilimitados, pero no había logrado mantener aquello que por lo visto, más deseaba. La diferencia entre ellas dos había sido que Freyja había adoptado otra postura al respecto, concretamente la de «un clavo quita a otro clavo», y se había acostado con cualquier dios que le diera un poco de cariño, y ella en cambio, se había mantenido célibe como una monja de clausura. Odiando y amando a Menw como una psicótica. No obstante, tenían algo en común, las dos habían resultado heridas por igual. La diosa admitía que no se acordaba de lo que era el amor y que por eso no sabía perdonar, era un reconocimiento humilde para una diosa llena de vanidad, ¿no?

Los ojos grises azulados de Freyja brillaron con lágrimas rojas. Rojas de sangre. Distraída, se paso un dedo por el lagrimal y miró asombrada aquel rubí líquido.

—Asombroso. Todavía siento cosas —murmuró. Agitó la cabeza y las lágrimas desaparecieron como si nunca hubiesen emergido el interior de aquella mujer—. La cuestión es que os estoy dando la segunda oportunidad y también la última. No doy más de dos —aclaró—. ¿Aceptas?

Daanna dijo:

—Por supuesto.

—¿Qué me darás a cambio?

—¿A cambio de qué?

—De la segunda oportunidad —contestó cruzándose de brazos.

—Te he dado mi tiempo y te he dicho que haría lo que fuera si salvabas la vida de Menw, ¿y ahora quieres pedirme algo más? ¡Tú no tienes fin!

—No, no tengo fin. Soy una diosa —le guiñó el ojo.

—Te daré lo que sea.

—Todavía tengo que cobrarme el otro favor —le recordó.

Daanna se encogió de hombros. Ya todo le daba igual mientras ella y Menw pudieran estar juntos.

—Bien. Ambos tenéis el don más hermoso de todos: El de atraer a Aodhan de nuevo. Justo ahora cuando se acerca el tiempo de que se abran las puertas y se origine el Ragnarök. Queda muy poco… menos del que os pensáis.

—¿Y qué esperas de Aodhan?

—Solo espero que exista, nada más. Será alguien tan puro que ni siquiera Loki podrá resistirse a él, ¿entendéis?

—¡No quiero que Aodhan nazca marcado como yo! —exclamó con fiereza.

—Es demasiado tarde para eso, Elegida.

—¡Y una mierda! —replicó—. Él es libre de elegir.

—Por supuesto que lo es, todo el mundo es libre de elegir —declaró Freyja mirando a Daanna con dulzura—. Aodhan tendrá su responsabilidad en el Ragnarök, pero al final será él quien decida lo que tiene que hacer. Nosotros no podemos obligarle a que actúe de ningún modo. Lleva dos mil años aquí, ha estado en tu alma, tú lo has llevado contigo —alzó la barbilla de Daanna y clavó sus ojos grises en los verdes fosforescentes y cabreados de la vaniria—. Ha visto lo que tú, y ha tenido tiempo para entender a la raza humana. Él sabrá qué quiere hacer. Todo esto, el Ragnarök, los dioses, los humanos y el libre albedrío son algo tan volubles y tan inconstantes que nadie sabe cómo va a acabar. El manto que tejen las nornas es diferente a cada momento. Todas vuestras acciones cuentan ahí abajo, y a cada movimiento que hacéis, un nuevo dibujo se refleja en el lienzo del destino. Es muy complejo. Mucho. Más incluso de lo que podéis llegar a imaginar. El alma de Aodhan es lo que es, pero serán sus acciones las que realmente confirmen su naturaleza. Lo que pido a cambio de tu segunda oportunidad es que si salimos victoriosos del Ragnarök, permitas a tu hijo visitar Vanenheim. Nos gustaría mucho escucharle y a lo mejor podría conocer a mi hija Gnoss y a Gersemi.

—¿Sólo eso? —preguntó Daanna.

Freyja asintió.

—Pero… —Daanna se llevó las manos al vientre y las apretó con fuerza, dándose calor. Todavía no estaba embarazada—. No lo oigo. No sé si…

—Tú deja que ocurra. Dejad que él vuelva cuando le apetezca. Y… dadle al tema como si fuerais conejos —chasqueó los dedos y le devolvió la movilidad—. Me han dicho que te gustan las zanahorias.

Daanna enrojeció y negó con la cabeza.

—¿Sería demasiado pedir un poco de intimidad, por favor? —gruñó Daanna, con la espalda muy recta, girándose para ver a Menw—. ¿Por qué no ha despertado todavía?

—No te preocupes. Se recuperará.

—¿Por qué Hummus tenía el puñal de un dios?

—Porque es el que más en contacto está con Loki.

—¿Es un chamán Seidr? —Daanna no lograba entender el papel de Hummus en todo aquello.

—No —contestó la voz de un hombre—. No es un chamán.

Odín, con sus dos metros de altura y vestido con una túnica gris, apareció apoyado en las raíces del tronco del roble que tenían al lado mientras acariciaba la hoja del puñal que había sido extraído del cuerpo del sanador. Llevaba un parche negro en su ojo derecho. El dios nórdico, padre de todos, alzó la vista de la daga, y estudió con su único ojo azul a Freyja, y lo hizo con curiosidad. La diosa lo miró de reojo, con recelo.

—¿Qué miras?

—¿Has estado llorando? —preguntó, estirándose cuán alto era y caminando hacia ella, todo seguro y amenazador—. ¿Por qué?

Freyja frunció el ceño y dio un paso atrás.

—Porque… Oye, ¿a ti qué te importa, Aesir?

—Nada —resopló, aunque no dejó de mirarla—. Lo dicho, vaniria —la encaró y esperó a que ella lo mirase—. Seguirás reclamando a los guerreros en tus bilocaciones; tienes que dar las premisas que has estado dando hasta ahora, ¿de acuerdo? Que se pongan en contacto con As y con Caleb y que ellos reagrupen a los ejércitos berserkers, vanirios y einherjars.

—Y valkyrias —recordó Freyja, recuperando la compostura perdida frente a Odín—. Recuerda que a mis chicas también las persiguen y algunas están en contacto directo con tus einherjars. Se deben unir todos.

Frígida tiene razón —sonrió Odín.

—Me llamo Freyja, mamón —gruñó la diosa caminando hacia Daanna y poniéndole la mano en el hombro desnudo—. Me voy a cobrar el otro favor.

Daanna se levantó insegura y tomó aire.

—Dime —dijo con la boca pequeña.

Freyja alzó una mano y se la puso en el otro hombro.

—Quiero recordar cómo es —susurró la diosa acercándose más a ella. Sin perder el contacto visual con sus ojos verdes. Deslizó una mano por el hombro, hasta su pecho, y la dejó encima de su corazón.

—¿Qué quieres recordar? —Daanna se sentía fuerte y poderosa al ser tocada con tanta reverencia por la diosa del amor. Era una mujer muy magnética y atraía tanto como la miel a las abejas.

—Sólo… Déjame ver —susurró, juntando su frente a la de ella.

La vaniria trago saliva y desvió la vista a la mano elegante de la diosa que desprendía calor y luz.

—Quiero recordar cómo se siente el perdón absoluto. Como es el amor más auténtico —dijo Freyja cerrando los ojos de gusto—. Por mi padre, esto es… Maravilloso.

Daanna sintió que te temblaban las piernas al sentir el anhelo de Freyja. Aquella diosa sufría por cosas que no podía tener, por ese hombre llamado Od que la había abandonado. Cerró los ojos, y dejó que Freyja se alimentara de sus sentimientos. Le harían falta para seguir luchando. No sabía nada de aquella diosa, a excepción de todo lo que le había hecho por un bien mayor, si se podía decir así. Tomaba decisiones y se responsabilizaba lo justo de ellas, y le daba igual a quien hería. Pero después te sorprendía cuando dejaba que vieras su vulnerabilidad.

Y entonces, supo que no podría odiar a Freyja nunca más. A ella también la había perdonado. Cuando pensó eso y lo integró como verdadero en su corazón, sintió que la diosa daba un respingo y abría los ojos con sorpresa, como si ella también lo supiera. Daanna asintió con humildad al tiempo que Freyja la besaba en la boca.

—Gracias —susurró sobre sus labios—. Intentaré sobrevivir con esto.

Freyja retiró la mano de su pecho y dio un paso atrás, sonriendo a Daanna y mirando a Odín con una ceja altiva levantada.

—¿Te ha gustado, vikingo?

Odín carraspeó y miró hacia otro lado.

—Devuélvelos al Midgard, Freyja.

Freyja se echó la trenza hacia la parte delantera y musitó:

—Vete a dar hachazos por ahí, aguafiestas.

La diosa levantó las manos y echó la cabeza hacia atrás.

Daanna cubrió el cuerpo de Menw con el suyo, lo miró a la cara y le dijo:

—Volvemos a casa, amor.

—Daanna —la llamó Freyja.

La vaniria la miró.

—¿Sí?

—El vestido negro es un regalo. Llévalo mañana en la ceremonia de despedida.

Daanna se tensó y el corazón le dejó de latir. ¿Ceremonia de despedida? ¿De quién?

—Dos de los vuestros han muerto.

Todo se iluminó.