—¿Mizar Cerril? —replicó Caleb arqueando las cejas—. ¿Sobrina de Patrick?
Menw se encogió de hombros.
—Puede ser. No sé mucho más sobre ellas, a excepción de lo que tenía Sarah en su cabeza. Sarah había salido con Laila alguna vez, y Laila había traído a Mizar con ella en cada una de sus salidas. Sarah entonces se acostó con Laila sólo para fastidiar a Mizar, ya que según el juicio de Sarah, entre Mizar y Laila hay algo… Algo, no lo supo describir.
—¿Me estás narrando un capítulo de L-Word? —Ruth agrandó los ojos y se echó a reír—. ¿Quiénes serán ellas? ¿Tibette o Sharmen? —arqueó las cejar repetidas veces.
—Me gusta Sharmen —murmuró Aileen sonriendo a Ruth.
En Barcelona, habían visto esa famosa serie de temática lésbica y se habían quedado de piedra al ver lo explícitas que eran las escenas, incluso creían que las actrices eran en realidad lesbianas, porque a su parecer, lo hacían demasiado bien.
—Me alegra que todo esto os divierta —las cortó Menw.
—Lo hemos dejado en que Sarah se acostó con Laila por despecho a Mizar —recordó Daanna urgiéndolo a que continuara.
—Joder, tío —Noah sonreía de oreja a oreja—. ¿Viste cómo se acostaban?
—Sí —Menw le guiñó un ojo socarrón—. Pero eso no es lo más importante. Vi dónde.
—¿En un ascensor? ¿En la bañera? ¿Qué hacían? ¿Tijeritas? —Noah se inclinó hacia delante con interés.
—¿Qué dice tío Noah, Ruth? —preguntó Nora con cara de no entender nada.
—Nada cielo. Tío Noah quiere jugar al piedra-papel-tijeras —Ruth fulminó a Noah con los ojos, pero de nada le sirvió, porque incluso a ella, se le escapaba la risa—. Córtate un poco, tío Noah, ¿no?
—Interesante —murmuró Adam pensativo.
—¡Adam! —Ruth le pellizcó el brazo.
—Sé donde vive Laila. Y sé donde trabaja —aseguró Menw. La conversación se estaba desmadrando, cómo no. Sacar un tema así en una sala llena de hombres y mujeres dotados de gran sensualidad podía derivar en un debate abierto, ya que, aunque esos hombres fueran guerreros antiguos, el sexo era sexo, y siempre vendía y llamaba la atención.
—¿Cómo lo sabes? ¿Cómo sabes dónde trabaja esa mujer? —preguntó Caleb.
—Porque en la mente de Sarah está grabada la habitación donde hicieron el amor. Había un escritorio contra la ventana, y la luz de las farolas se reflejaba en un archivador negro con un logo en la tapa.
—¿Qué logo?
—Un círculo dorado con una N y una S en el centro, y alrededor del círculo, una cadena de ADN rodeándolo.
—Newscientists —los ojos verdes de Caleb se oscurecieron—. Bien hecho, Menw —reconoció el líder.
—Si cogemos a Laila, ella nos llevará hasta Mizar —prosiguió el sanador, orgulloso de sí mismo—. Si Mizar tiene algo que ver con Patrick Cerril, sea su hija o su sobrina, lo podemos extorsionar hasta que nos diga dónde está, ¿no? Explosioné Newscientists de Inglaterra, y también la sede de Barcelona, pero no sabemos si hay más ocultas, o desde donde trabajan ahora. Si cogemos a Laila y Mizar, ellas nos pueden informar sobre todo.
—Son excelentes noticias —confirmó As.
—Pero no acaban ahí las «excelentes noticias». —Menw miró a Daanna y sonrió como un lobo. «Te toca»—. Daanna ya ha recibido su don. La Elegida está aquí.
«Sabe cómo hacer una buena entrada», pensó Daanna. Fantástico, ahora era su turno. Se levantó con la dignidad de una reina y miró a todos los allí presentes uno por uno, directamente a los ojos.
—¿Es eso cierto? —Caleb centró su atención en su hermana. Estaba esperanzado y feliz por ella.
—Sí. Ayer noche, mientras dormía, hice una bilocación. Me desplacé hasta Chicago —dioses, que bien se sentía una cuando podía servir de ayuda— y allí conocí a Miya.
—¿Miya? —preguntaron Aileen y Ruth a la vez.
Daanna se mordió el labio para no sonreír. Ya estaban esas dos pensando en la dirección equivocada.
—Miya es un vanirio.
—¿Un vanirio? —Caleb retiró la silla y se dirigió a su hermana. Caleb la tomó de los hombros—. ¿Un keltoi?
La Elegida negó con la cabeza.
—No, no es un keltoi, Brathair. En mi mente pude visualizar que formaba parte de un grupo de samuráis del siglo cuarto. Ellos están en Chicago, y creo que Miya es su líder. Ya sé cuál es mi don, Caleb —lo miró emocionada—. Yo me encargaré de avisar a los miembros de los clanes de todo el planeta y reunirlos para combatir juntos en el Ragnarök. Hago bilocaciones y me llevan directamente a ellos.
Todos los vanirios y los berserkers de la sala, incluso las cuatro humanas sirviendo los platos de comida, se quedaron inmóviles y con las mandíbulas desencajadas. Las sacerdotisas miraron al techo y agradecieron a la Diosa el presente que suponía Daanna para los clanes. Y de repente, As se levantó, corrió hacia Daanna e hizo algo que nunca antes había hecho, algo que mandaba su particular protocolo a tomar vientos la abrazó delante de todos.
A Menw no le gustó nada que As tocara a Daanna, aunque fuera respetuosamente. Era impresionante, inaguantable, lo posesivo que se sentía respecto a ella.
—Suéltala —le ordenó colocándose detrás de ella mirando fijamente al berserker.
As dio un paso atrás, no porque el vanirio se lo ordenara, y se quedó mirando a la morena de ojos verdes, que estaba estupefacta.
—Eres una bendición, velge —inclinó la cabeza y se dirigió de nuevo a su sitio, al lado de María, que miraba la escena muerta de la risa.
Daanna seguía inmóvil hasta que notó la mano de Menw en la parte baja de la cintura. Hasta había escuchado su orden, el tono amenazador de eso es sólo mío que había empleado Menw nada más y nada menos que con el líder del clan de Wolverhamptom. Su corazón daba saltos de alegría.
Ñam, Ñam Menw. Te comerás tus palabras. Le miró por encima del hombro y le advirtió que se estaba comportando como un vanirio celoso y posesivo. Como su caráid justo que él decía que no era.
—Es increíble, Daanna —dijo Caleb maravillado—. Tenemos vanirios en Chicago.
—Y también berserkers.
Los berserkers murmuraron sorprendidos por las buenas nuevas que estaba dando Daanna.
—Aunque no se llevan bien entre ellos, ¿por qué será? —Todos se echaron a reír ante su comentario—. La cuestión es que Miya se pondrá en contacto a través del foro. Chicas, estad atentas, su nombre de usuario es Miyaman —advirtió a las cuatro humanas que corrieron a encender los ordenadores para ver si ya había dado señales de vida.
—¡Lo tenemos! —exclamó Luna eufórica—. Nos ha mandado un correo privado.
—Remítemelo a mí, Luna —dijo Caleb.
—Está ubicado en un Starbucks, en la calle Michigan. Chicago —dijo Emejota.
—Entonces es el usuario que teníamos controlado. Sorprendente. —Caleb negaba con la cabeza.
—No sé si lo volveré a hacer —aclaró Daanna—. No controlo el don, ayer fue la primera vez. Sólo sé que hice la bilocación mientras dormía, después de beber…
—De mí —la interrumpió Menw—. Después de beber de mí. —Miró a todos los machos de la sala y se aseguró de que entendieran sus palabras. Daanna era de él y punto. Después de eso se quedó tan ancho y tan desahogado, y se volvió a tomar asiento como si nada.
—Eso ha sido innecesario.
Daanna tenía la espalda muy recta y temblaba de la indignación. La gente no sabía cómo reaccionar, muchos tenían cara de póquer, y otros los miraban como si fuera algo evidente. Era vergonzoso que Menw se comportara así, de un modo tan cavernícola, tan arrogante, tan…
—Y una mierda innecesario. Mi trato, mis reglas.
—¿Vas a recordármelo más veces? Me has dejado claro por activa y por pasiva que esto es un trato y que ya no sientes nada por mí. Te contradices constantemente y haces que me enerve. ¿Por qué has dicho eso entonces?
—Porque me ha dado la gana.
—Como sea —continuó Daanna clavándose las uñas en las palmas—. Intentaré contactar con los miembros de los clanes, ése es mi don. Puede que esta noche vuelva a suceder.
—¿Os dais cuenta? —As nunca había estado tan alegre—. Tenemos a las brújulas, y a la velge. Los gemelos Nora y Liam están aprendiendo a desarrollar su don. Liam hace viajes astrales y observa la tierra. Ruth y Adam están convencidos de que las explosiones de luz que él ve en el planeta son posibles puertas dimensionales por las que los jotuns pueden llegar. Por lo visto, hay muchos focos, sólo se abrirá una puerta. Estamos muy orgullosos de Liam, ¿verdad?
Todos los miembros de los clanes sonrieron al pequeño niño moreno que parecía un indio presumido, y sonreía con sus dientes mellados. Cruzó los brazos y levantó la cabeza. Para Liam era importante mantener la posición corporal, tal y como su tío le enseñaba a diario.
—Lo haré lo mejor que pueda, leder As.
—No lo dudo, berserker —As inclinó la cabeza a Liam en señal de respeto—. Nuestra pequeña Nora —miró a la niña rubia de ojos negros que ahora estaba sentada sobre las piernas de su tío Adam— es una auténtica valiente que puede encontrar a Loki.
—Sí, pero yo ya no veo a Lokito —puntualizó Nora, espontáneamente. Ruth y Nora lo llamaban Lokito porque era una de las maneras en las que la pequeña berserker dejaba de temer al dios Timador—. ¿A qué no, Ruth? —cogió a Ruth por las mejillas y la obligó a mirarla.
—No exactamente —Ruth tomó las manitas de Nora y le besó las palmas—. Llevamos unas noches en las que esta pequeñaja sólo consigue ver a un hombre de pelo largo y negro, desnudo de tronco para arriba y que parece estar rezando, ¿verdad, cariño?
—Sí. Siempre lo veo a él —explicó la niña haciéndose la interesante mientras jugaba presumida con sus trenzas y hacía ojitos a Jared el pequeño vanirio hijo de Inis e Ione, pero estaba de espaldas y no puedo mirarle la cara—. No me da miedo. Bueno, sólo un poco, pero no sé qué tiene que ver Lokito con él. Sólo sé que no es Lokito.
—No sabemos quién es —sentenció Ruth con cara de preocupación.
—En los anteriores sueños —añadió Adam—, Nora pudo ver a Lillian y a Strike, y pudo adivinar sus movimientos porque Loki se servía de ellos para actuar. Strike era un brujo y él lo canalizaba, por eso Nora los podía ver. Ésta vez, ella ve a este hombre, no sabe nada de él. Ningún detalle que pueda darnos alguna pista sobre su paradero o sobre qué hace o quién es. No sabemos nada.
—Nora, estás hecha una guerrera —le dijo Aileen guiñándole un ojo.
Nora se sonrojó y asintió con la cabeza.
—Yo quiero ayudar, pero sólo veo eso —explicó con su dulce vocecita.
—Lo haces genial, nenita —le dijo Adam, apretándole la mano con cariño.
—Las dos brújulas están localizadas —continuó As—. El noaiti[8] ha recuperado su don, tenemos a la Cazadora de almas con nosotros, un vanirio que puede caminar bajo el sol, y una híbrida entre las dos razas. Y ahora la velge, que ha despertado en el momento justo.
—Y el alma nonata —añadió Lain mirando a Shenna, su caráid—. Shenna es la única vaniria embarazada. No hay mujeres berserkers que estén encinta tampoco —señaló Lain sonriendo con adoración a su mujer—. Sólo Shenna.
—Puede ser —asintió Shenna—. Pero la profecía no dice que el niño que tenga que ser de nuestro clan, ni del berserker, ni siquiera de los clanes de Inglaterra. ¿Y si se trata de un niño humano? ¿Y si es alguna vaniria de otra parte? ¿Y si…?
—Shenna tiene razón —Noah se levantó y puso la mano sobre el vientre de Shenna. Su rostro se ensombreció—. No te preocupes, todo saldrá bien —le susurró para tranquilizarla. Había notado lo nerviosa y atemorizada que estaba Shenna por el bebé, por someterlo a esta presión de si era o no el alma nonata de la profecía de Skuld.
—Gracias.
Noah asintió, pero sus ojos amarillos no la miraron. Se sentó de nuevo.
—Éste es el plan —dijo Caleb—. Seguimos en nuestras casas, y conectamos con el equipo ABM. Encendemos siempre nuestro sistema de seguridad informático y lo enlazamos con los móviles de todos. Cualquier alarma que se dispare se reflejará en nuestra pantalla, al momento, yo os actualizaré la aplicación. Es mía —admitió orgulloso, mirando de reojo a su pareja la cual ponía los ojos en blanco ante tanta petulancia—. Daanna, darás con todos los guerreros con los que te contactes lo mismo que has hecho con Miya. Les explicarás dónde estamos y les alertarás para que se preparen. Que se conecten directamente a nuestro foro y que se pongan en contacto con las administradoras vía MP. Ellas me lo remitirán a mí y yo les informaré sobre cómo estamos funcionando y les pondré al día. Por otro lado, Liam y Nora, seguirán con sus averiguaciones, ¿ok, campeón? —Caleb le guiñó un ojo a Liam, el pequeño hizo lo mismo y Nora suspiró como una niña enamorada, como una auténtica fan enfermiza—. Y ahora vanirios vamos por la señorita Cerril y a por esa tal Laila.
—Sí, vamos a por «Laizar» —exclamó Ruth, levantando un puño.
—Estás loca —murmuró Adam rodeándola con un brazo.
—Si Laila trabaja para Newscientists es posible que tenga guardias en su casa —comentó Caleb—. Daanna, tú te quedarás en casa de Menw, allí estarás más segura. Él y yo iremos a buscar a…
—Ni se te ocurra. —No le hizo falta alzar la voz para que todos la oyeran—. Nunca más me quedaré recluida, Caleb. Nunca más. Soy mejor guerrera que muchos de los hombres que hay aquí, y lo sabes —sus ojos verdes eran dos líneas claras y casi iridiscentes. Estaba muy enfadada.
—Eres la velge, debemos protegerte.
—Métete la protección donde te quepa. Se acabó. No me quedaré en casa ni un día más. Sé que las mujeres son preciadas en el clan, que nos debéis proteger y que de nosotras dependen muchas cosas, pero yo no quiero eso para mí. Las demás, que hagan lo que más les conviene, pero yo tomo mi propia decisión en esto. No quiero que Beatha, Shenna e Iris, peleen. Sus niños son pequeños y las necesitan. Pero yo puedo salir, quiero salir. Deja de encerrarme, te lo ruego. Tampoco puedes protegerme en las bilocaciones ¿entiendes? No puedes protegerme siempre.
Caleb luchó consigo mismo. Su hermana pequeña… Él protegía a sus familias. Él era responsable de ella.
—Yo estoy con Daanna —dijo Aileen levantándose de la silla—. Creo que ya es hora de que dejéis que tome sus propias decisiones —puso una mano en la parte baja de la espalda de Caleb y lo acarició para convencerlo.
—¡Eso! —Ruth también se levantó—. ¿Qué se habrá creído esa mujer? ¿Qué por ser la Elegida tiene preferencia? ¡Tiene que luchar! —sonrió. Una sonrisa cómplice y secreta que sólo reconocían las amigas de verdad, y sabía que Daanna la estaba viendo.
—Daanna es todo un espectáculo cuando lucha. Es elegante. Yo no me la perdería por nada del mundo —comentó María animándola con la calidez de sus ojos negros.
—Daanna siempre fue la mejor de nosotras —explicó Beatha mirándola con honestidad—. Todas fuimos mujeres guerreras, lo seguimos siendo en nuestro interior, no sólo somos keltoi[9], somos cruithni[10] al fin y al cambio y Daanna siempre fue la más fuerte de todas. Ella os hace falta, nos hace falta. Además, ahora tiene a Menw que la protegerá como es debido, ¿verdad? —la alta mujer rubia clavó sus ojos acusatorios en Menw.
Daanna tenía los ojos rojos, producto de las lágrimas que no sabía derramar. Beatha su amiga, Beatha hablaba a su favor.
—¿Menw? —el líder vanirio giró la cabeza en dirección al sanador—. ¿Qué dices tú?
—Yo no quiero que luche —contestó con rigidez. Lo último que quería era ver a Daanna en peligro. Le entraban sudores fríos cuando luchaba contra los demás y él no estaba a su lado para defenderla. Siempre lo había pasado mal cuando ella estaba en medio de alguna reyerta, pero, sabía que la joven iba a salirse con la suya. Encararse a su hermano delante de los clanes sería una declaración de sus intenciones—. Sin embargo, en realidad, Daanna y yo sólo compartimos la sangre, no somos caráids. Lo que yo diga no importa, hará que le dé la gana, como siempre ha hecho.
«Eso sí que me ha dolido, capullo». Daanna observó la reacción de sus amigas.
Aileen estaba a punto de saltar sobre la mesa y estrangular a Menw.
Ruth miraba a Menw como si fuera escoria y María murmuraba en voz baja algo parecido a «gallina». Acababa de rechazarla en público, admitiendo que no eran pareja, aunque sí que bebían el uno del otro, como un negocio, con frialdad, con indiferencia. Tenía que recuperarse rápidamente.
—Perfecto —retiró con sus dedos una pelusa inexistente del vestido—. Ahora que ya está todo dicho, quiero ser yo quien acompañe a Menw a buscar a esa tal Laila. Como ha dejado claro, sólo compartimos la sangre, pero si nos hieren o nos hacen daño de alguna manera, sólo nuestra sangre nos curará con más rapidez. Es justo ir juntos.
Caleb tragó saliva y miró alternativamente a su hermana y a su amigo. ¡Qué ellos arreglaran su sus diferencias, estaba harto de estar en medio!
Asintió con un golpe de cabeza y se retiró de la mesa para ir a hablar con las cuatro humanas. Por el lenguaje corporal del vanirio se podía adivinar que no le gustaba salir derrotado en lo que a la seguridad de su hermana se refería.
«Voy a hablar con él», deletreó Aileen a Daanna. «Está muy asustado por ti».
Ella asintió, y mientras todos se dispersaban y aprovechaban para comer y comentar todas las noticias que se habían dado aquella noche, se giró para hablar con Menw, que seguía sentado, cruzado de brazos, con la vista fija mirando al frente.
—Te saliste con la tuya —espetó ceñudo. No quería mirarla, era muy consciente de lo que había dicho y del tono con el que lo había dicho. Quería enfadar a Daanna tanto como él se había enfadado con su decisión de ser finalmente una guerrera. Lo iba a matar a disgustos. Siempre tendría miedo por ella. Un momento, ¿siempre? Siempre, implicaba quedarse con ella, compartir la eternidad. Y él no estaba dispuesto a hacerlo sin antes obtener rendición de ella. Una rendición que valía la entrega absoluta y la destrucción de todos sus muros.
Daanna siguió mirándolo, sin contestar, sin decirle nada. Había dicho a todo el mundo que bebían sangre el uno del otro pero que no eran caráids, ¿qué se había creído?
—¿No tenías suficiente con el «después de beber de mí», Tarzán? —No podía creer que Menw fuera tan borde—. Freyja nos ha hecho muy sensibles a esos comentarios. Sabes lo que significa la sangre y el intercambio para nosotros. Has hecho que pareciera vulgar y sucio, Menw. Una transacción, cuando sabes que hay algo más que…
—No voy a pedirte disculpas, eres una guerrera, ¿no? —La miró enfurecido—. Pues aprende a encajar los golpes. Además, no puede ser que en unas cosas te importe lo que yo diga y en otras no. ¿Tienes en cuenta tú mis deseos de que dejes de ponerte en peligro?
Daanna levantó la barbilla e inhaló por la nariz. Ahí estaba el Rey León, sentado en una silla con el pie derecho apoyado sobre una rodilla, los brazos cruzados sobre el ancho pecho, los ojos azules que reflejaban lo cabreado que estaba y el pelo rubio que le enmarcaba la cara. Con sus pantalones negros y su camisa roja. Hasta ahora, no se había dado cuenta de que iban a conjunto, como si fueran a bailar un tango o algo muy latino y caliente. Pero a ella la calentura se le había pasado hacía rato. Sabía que debía tener paciencia con Menw, sin embargo, había cosas que no estaba dispuesta a tragar. Todo tenía un límite.
—¿Estás seguro de que no queda resto de vampiro en ti? —le salió dándole una patada en la pierna que estaba apoyada en el suelo, provocando que él se desequilibrara—. Porque sigues siendo un hijo de puta.
Menw se levantó como un dragón echando humo por la nariz, con los puños apretando a cada lado de las caderas y caminando hacia ella. ¡Acababa de hundirlo al dejarle claro que iba a luchar! ¿Cómo debía sentirse él?
—Daanna no juegues…
—¡Chicos! —gritó Lorena desde otra mesa llena de pantallas de ordenador en la que se reflejaban todas las emisoras de la policía londinense—. Hay lío. Altercados fuertes en… —miró el mapa de la pantalla principal.
—¿Dónde? —preguntó Noah corriendo a informarse.
—¿Qué es lo que dicen?
«Necesitamos refuerzos. Estos tíos corren que se la pelan… ¡Joder! ¿Has visto eso? ¡¿Pero qué coño son?!… Mierda… ¡Garras!», decía la voz de un policía a través de los comunicadores.
—¿Dónde? —preguntó Caleb mientras se recogía el pelo en una cola baja.
—Cerca del parque Kensington —comentó Daanna.
Aileen se coló entre su pareja y su cuñada y miró con el ceño fruncido la pantalla del ordenador.
—Esta noche es el concierto del World Stage que organiza la MTV en el Hyde Park. Abarrotarán el parque más de sesenta mil personas. Habrá movimiento.
—Los chuchos y los vampiros irán de caza —afirmó Caleb—. Al parecer, ya están por ahí.
—No sólo irán de caza —Menw lo miró de reojo—. Quieren hacernos salir, esperan que esta noche estemos ahí.
—Hablaré con As para que prepare a los suyos. Daanna, tú…
—¿Yo qué? —repitió Daanna levantando una ceja y esperando a que su hermano acabara la frase.
—Daanna vendrá conmigo, Caleb —Menw puso una mano sobre el hombro de Cal y se lo apretó amistosamente—. Primero iremos a por Laila, y después os apoyaremos en el concierto.
—Bien —Caleb quedó conforme—. Necesitamos a todos los efectivos allí. Y Menw —el rostro del keltoi era ahora concluyente—. No sé qué tipo de condiciones os habéis puesto tú y mi hermana, pero espero que cuides de ella como deseabas hacer estos dos milenios atrás. Espero que la trates bien.
Menw apretó la mandíbula y asintió ligeramente. Se dio la vuelta y miró a Daanna por encima del hombro.
—¿Vienes o no? —le dijo impaciente.
—Por supuesto, alguien tendrá que protegerte.
Aileen, Ruth y María escondieron las caras para no reírse del comentario de Daanna. Brave corrió a despedir a Menw y éste le acaricio el hocico con mucho cariño.
—Adiós, amigo —le rascó detrás de las orejas.
Sólo por un momento, Daanna deseó ser como ese huskie. Él no había hecho nada para ganarse el cariño de Menw, sólo ser como era. Pequeño, peludo y precioso. Todos lo aceptaban y lo adoraban al instante. Ella, en cambio, tenía problemas por ser quien era. Siempre los había tenido. Antes de nacer, antes de convertirse en una mujer y ser excelente guerrera, antes de todo eso, ya era la Elegida. Todos querían protegerla cuando, lo que siempre había deseado era expresar su frustración y sus inquietudes luchando. Menw la había protegido en vez de haberla querido, y cuando se suponía que llegaba el tiempo de amarla para siempre, le hizo tanto daño que nunca se lo perdonó. Se habían hecho daño el uno al otro.
Ahora ella necesitaba su perdón y su amor como el aire para respirar, y en vez de recibir eso, sólo recibía su ira y su despecho. Sí, por supuesto que deseaba ser como Brave. Que nadie la juzgara, que la amasen sólo por ser Daanna McKenna. No obstante, sí que tenía algo en común con ese animal. Daanna era tan valiente como su nombre indicaba. Y ni siquiera la rabia de Menw iba a hacer que ella dejara de luchar por él.
Decidida, pasó de largo para no ver cómo ella misma se recreaba en su dolor y su pena. Se sentía ridícula y decepcionada consigo misma por tener tantas debilidades. En la recepción cogió la espada de chokuto que Miya le había regalado y entró en el ascensor que la dejaría en la cabina del Jubilee Park. Antes de que se cerraran las puertas, Menw metió la mano y las compuertas se abrieron de nuevo para que él pudiese entrar.
Él la miró por debajo de sus pestañas negras. Tan seguro, tan acaparador.
—Me he fijado en algo —el sanador rozó el mango de la espalda con un dedo y ella la apartó.
—¿De verdad?
—Sí. Ya que en tu mente me ocultas cosas y hay sitios en los que no puedo ni quisiera acercarme, tendré que usar mis dotes de mentalista —se apoyó con un hombro en la pared mientras el ascensor subía a la superficie—. Sabes que se me da bien adivinar.
—¿Y qué has descubierto, Sherlock? —preguntó mientras se mordía el interior de una mejilla. No importaba qué hiciera, él siempre la pondría nerviosa.
—Sientes envidia de Beatha, Ione y Shenna. Incluso de Ruth, María y Aileen.
Daanna lo miró como si la cosa no fuera con ella. Se salió de su cuerpo, se arrinconó en una pared, como hacía siempre que algo iba a atacarla o a herirla. Algo como los recuerdos. Recuerdos de pérdida y desesperanza. A veces, un solo comentario podía hundirla. Pero él no sabía nada. No podía saberlo…
—¿Te sientes mal por sentirte así? Ellas tienen algo que no pudiste mantener a tu lado, algo que tu perdiste. Ellas tienen a su pareja. Me he dado cuenta. —Inclinó la cabeza y sonrió misteriosamente—. Creo que te sientes avergonzada.
¡Plac! La suposición de Menw le había dado en la cara aunque no había dado de lleno.
—Nunca lo sabrás. —Lo miró con los ojos húmedos y la mirada llena de pesar, acariciando compulsivamente el mango negro y rojo de su espada—. Nunca sabrás cómo me siento, porque mi pérdida sólo la sufrí yo, sólo la sentí yo. Tú no tienes ni idea. Tú sobreviviste de una manera, y yo de otra.
—Cuéntamelo —Menw cubrió la mano con la suya y detuvo el movimiento. Ésta vez, sus ojos se preocupaban por ella, y lo hacían de verdad—. Cuéntame cómo te sentiste cuando yo me fui. Las imágenes que veo en tu mente, cuando he bebido de ti, las emociones con las que conecto, hablan de soledad, pero de nada más. No hablan de amor, ni de ningún corazón roto. Es como —gruñó desesperado—, como si ahí dentro no tuvieras mucho que decir. Tú has visto cómo me afectó dejarte, viste todo lo que luché por recuperarte. ¿Por qué no…?
—Sí, he visto como te afectó. —La pantalla táctil del ascensor se encendió para que vieran si había o no gente en el parque. Los dos miraron el monitor y detuvieron el ascensor hasta que los viandantes que venían, se alejaran de la cabina—. Te afectó tanto que ya no puedes mirarme sin odiarme, sin sentir rabia hacia mí —susurró sin dejar de mirar el monitor—. Te afectó tanto que no quieres darnos una segunda oportunidad de verdad, que vas a dejarme en cuanto todo esto acabe. Somos dos caras de una misma moneda, Menw. El pasado me dejó vacía, y a ti te ha llenado de odio y de dudas. Y ahora que soy yo la que te ruega, ahora que se han girado las tornas, quieres llenar mi vacío con lo que tú sientes. Pero entérate, Menw —se giró para que quedaran cara a cara. Daanna estaba segura de que lo quería, y que él también la quería, porque sólo un hombre que había amado mucho, podía odiar tanto—. No me importa cuánto niegues que somos pareja, ni cuánto quieras castigarme. Quiero estar contigo. Para siempre, no el tiempo que te vaya bien.
—No cambiaré de opinión hasta que sepa lo que quiero saber. —Tiró de su muñeca y la acercó a su cuerpo—. No me has demostrado nada. Sé lo mismo que sabía hace dos mil años: que nos deseamos y que estamos pensando continuamente en arrancarnos la ropa. Y que te está costando tragarte el orgullo y ceder. Eso lo sé. Pero no es suficiente. No veo lo que yo quiero ver.
—¡Tú tampoco me lo enseñas todo! —lo empujó y se lo quitó de encima.
El suelo de la cabina se abrió y los dos salieron a la superficie. Daanna necesitaba salir al exterior, le costaba respirar. Pisó el césped amarillento del parque y se dirigió al Porsche. El aire frío le golpeó la cara. La noche cerrada caía sobre la capital inglesa, el otoño pelaba los árboles y cubría las calles con sus hojas. Se dejó mecer por la brisa helada y cerró los recuerdos y la ansiedad en la esquina del olvido de su mente. Todo estaba bien de nuevo. «Daanna, contrólate», se repetía a sí misma.
Menw se imaginó con ella en el interior de su coche, en un espacio tan reducido, con su olor por todos lados. Estaba enfadado, excitado y hambriento. ¿Cómo iba a meterse ahí con su comida? No podría hacerlo. No sin arrancarle la ropa y comérsela entera como su cuerpo exigía.
Daanna se apretó el tabique con el índice y el pulgar, más relajada y serena, y se detuvo en seco.
—Dijimos que intentaríamos tratarnos bien lo que durara el pacto. No podemos estar saltando cada dos por tres. Me estoy volviendo loca. Tienes que encontrar un punto medio conmigo, me haces que me relaje y que me ponga en guardia como una esquizofrénica. No me gusta, Menw —se dio media vuelta para verle la cara—. No podemos… —Se quedó con la boca abierta. Allí no había nadie con ella. Miró hacia arriba y vio una mancha rojiza que cruzaba el cielo. Fantástico. Ahora la dejaba plantada—. ¡Eres un borde!