Capítulo 14

Menw sabía que Daanna estaba impresionada. Él tenía un nuevo coche, una casa a su gusto y un estilo de vida diferente al que seguramente ella se imaginaba. No sólo estaba impresionada, estaba sorprendida. Y él también. La verdad era que le gustaba tenerla en su hogar, le encantaba poder cuidar de ella. Daanna llevaba su ropa y sus chucherías, las que él había encargado desde su iPhone a las tiendas más exclusivas londinenses. Sólo tenía que dar su número de pedido y esperar a que los dependientes de los locales acudieran solícitamente a traerle los paquetes. Tenía que hacerlo así, sobre todo si en pleno centro de Londres el día era caluroso y soleado, como era el caso. Lo había comprado todo a primera hora de la mañana, y había muerto de gusto al ver la cara de alegría de Daanna ante todo lo que él le había recuperado. Se sentía orgulloso de ello, de poder adorarla aunque fuera de esa manera.

Su vaniria lucía su marca en el cuello, dos puntos rojizos que la marcaban como suya. Y además le había comprado el mismo reloj que él llevaba, pero de chica. Llevaba un vestido negro con un cinturón rojo ancho que le enmarcaba la cintura, y unas botas rojas de tacón que le llegaban por debajo de la rodilla. Se había puesto un pañuelo rojo de seda atado al cuello, y una chaqueta muy fina de piel negra que se le atrapaba perfectamente a los brazos. Parecía una modelo parisina; Daanna tenía su propio estilo.

Ahora, mientras Menw conducía su Porsche marrón 911 Carrera S. Daanna lo miraba de reojo, pensativa. Y él estaba deseoso de acostarse con ella de nuevo; pero después de haberla drogado y de que ella hiciera su primera bilocación no creía conveniente aprovecharse de su debilidad. Daanna necesitaba adaptarse a su nueva situación, entender su don y saber controlarlo. El susto que le había dado al verla contra el cristal, le hizo pensar en que si su don se despertaba siempre al dormir y después de beber su sangre, a más de un sitio iba a ir desnuda, y eso él no lo iba a permitir. A Daanna le esperaban unas noches muy moviditas, con él entre sus pierna, y si intentaba irse, él se iría con ella.

—¿De qué te ríes? —le preguntó Daanna con curiosidad, deslizando el dedo índice por su labio inferior.

—De nada —miró por el retrovisor y sonrió enigmático—. Bueno… la verdad es que has comido los donuts con mucho gusto. Estabas… muy bonita, parecías una niña pequeña con una piruleta.

Daanna se cruzó de brazos y se rio:

—¿Verdad? ¡Estaban tan buenos! —Puso los ojos en blanco—. Cuando bebes sangre de tu pareja es increíble lo rápido que sacia la comida luego. Oh, he disfrutado comiendo —recordó con el semblante soñador—. Después de dos mil años, notar cómo los alimentos llenan tu estómago es fascinante.

—Me ha vuelto loco verte comer —susurró, echándole una mirada furtiva.

Ella se sonrojó. Ahí estaba otra vez. Su Menw, su príncipe, su mejor amigo, el amor de su vida. El único.

—¿Sabes? Me has dejado con la boca abierta, Menw. Conoces exactamente mis tallas, y cómo me gusta la ropa. Me has comprado mis bolsos favoritos, un reloj igual que el tuyo, mi perfume…

—Davidoff, Cool Water —contestó sin perder de vista la carretera.

—Sí —murmuró ella, acomodándose en el sillón de piel, mirándole fijamente, intentando descubrir lo que había detrás de todos esos gestos, y esperaba que no sólo fuera el conocimiento que le otorgaba el compartir dos mil años de sus vidas—. La ropa interior que has escogido es demasiado provocativa, ¿no te parece?

Menw tragó saliva y apretó el volante con las manos. «Joder, joder, que no me diga lo que lleva puesto…».

—Llevo el conjunto negro que transparenta los pezones y parte de mi…

—Suficiente —dijo con voz ahogada.

Daanna sonrió y miró por la ventana. Tendría piedad. No, no iba a atormentarlo. Todavía. Maravilloso. Se sentía bien con él. Tan a gusto que esperaba quedarse ahí para siempre.

—Este coche es precioso. Había visto alguno por Londres, antes, pero sé que hay pocos. —¿Qué le pasaba? No podía dejar de hablar.

—Gracias. Pero en Londres sólo hay uno. Éste —sonrió, y al hacerlo un mechón de pelo rubio cubrió su ojo derecho.

Daanna tenía ganas de apartárselo con los dedos, pero antes de hacerlo se tensó. «¿Cómo que uno?».

—¿Cuándo lo compraste?

—Hace unos meses.

—¿Antes de…?

—Sí. Antes de la llegada de Aileen.

Daanna se mordió la uña del dedo índice y meditó esa revelación.

—¿Sabías que me había comprado el Mini? Dime la verdad.

Menw entendió que Daanna había atado cabos.

—Sí.

—¿Me seguías? —Increíble, era él el Porsche que siempre se cruzaba en el camino.

—Cuidaba de ti, es diferente.

—¿Has estado cuidando de mí estas semanas anteriores en las que creía que te habías ido? —Apretó los puños hasta clavarse las uñas.

Ella le echaba de menos y no podía soportar no verle, no saber de él. Y mientras ella hacía sus escapadas para encontrarle, para buscarle, para verle aunque fuera un instante. ¿Menw cuidaba de ella? ¿Lo tenía detrás? ¿Por qué no lo había visto en sus recuerdos al beber de él? Fácil, Menw también había levantado muros mentales. Vaya dos.

—Yo siempre he estado cerca de ti, Daanna —reconoció mirando al frente—. Incluso cuando creías que ya no estaba. Siempre he estado a tu lado, vigilando.

—Controlándome.

—No. Protegiéndote. No le dije nada a Caleb, porque yo ya estaba ahí para hacerme cargo. Mis ojos te seguían y no necesitabas más. Nunca fuiste consciente de lo importante que era tu persona para el clan, ni tampoco eras consciente de lo mucho que me importabas a mí. Estas noches en las que has ido sola burlando la seguridad del clan, las mañanas en las que has conducido por Londres obviando algo tan peligroso para nosotros como el sol, me han demostrado una vez más que eras una inconsciente. Que no piensas en los demás, en lo preocupados que podemos estar por ti.

Un nudo de pena cerró la garganta de Daanna. «¿Me estás riñendo otra vez?».

—¿Y ahora? —preguntó ella sirviéndose de su pelo para ocultar su rostro—. ¿Qué sientes ahora? ¿Te importo tanto como antes?

—Hablemos de otras cosas, por favor.

¿Otras cosas? ¿De qué? Para ella nada era más importante que recuperar el amor de su caráid. Sólo eso le importaba. El descubrimiento de su don le había reportado una inmensa dicha, se había sentido realizada, pero no estaba completa. No era feliz. Quería que Menw la quisiera, y quería que reconociera la verdad. Ante ella, ante sí mismo. ¿No podían merecer una segunda oportunidad? ¿De verdad que, cuando todo acabara, Menw la abandonaría?

—No. No quiero hablar de otras cosas. Me cuesta creer que no sientas nada ahí adentro, Menw —lo acusó girando todo el cuerpo para estar a su altura y poder encararlo.

—Han sido siglos de dura instrucción, Daanna —la miró de reojo—. Mi actitud es la reacción a tus acciones.

—Sí, sigue diciéndotelo a ti mismo. Yo me equivoqué, me engañaron y creí lo que vi. No voy a disculparme más por eso. Intento arreglarlo, intento… —lo tomó de la barbilla y lo obligó a mirarla—. Mírame, Menw.

—Estoy conduciendo. Suéltame.

—Tienes los suficientes reflejos como para conducir con los ojos vendados y tapones en los oídos. Mírame. —Menw lo hizo y lo que vio deshizo un poco más el iceberg que había cristalizado en su corazón. Daanna estaba abriéndose a él, con toda la naturalidad y la honestidad que tenía cuando era humana. Daanna estaba despertando—. No voy a darme por vencida. ¿Tú sí?

—Acepto mi situación.

—¿Porque no confías en mí? —le preguntó con voz trémula—. ¿Crees que te haré daño?

—Porque ya no siento lo que sentía por ti. Porque ahora estamos vinculados a la fuerza, y la vinculación forzosa puede confundirnos. No creo que seamos caráid al uso. Es imposible resistirse dos mil años a tu verdadera pareja, y tú y yo lo hemos hecho. A lo mejor sólo estábamos encaprichados en uno del otro —no sintió placer al ver cómo Daanna palidecía—. Estamos cumpliendo un trato, pero no debemos dejar que lo que intercambiemos durante el trato nos haga creer algo que no somos. Tuve la eternidad para amarte, Daanna. Pero me castigaste a una eternidad sin perdón. Yo te rogaba que me perdonaras, cada día. Cada mísero día, ¿recuerdas? —gruñó a un centímetro de su cara—: Perdona al que siente sinceramente el haberte hecho algún daño. Inclusive, en mi caso, aunque en realidad no fuera culpable de ello.

Daanna recibió esas palabras como un cubo de agua fría. ¿Sería capaz Menw de mentirle de esa manera mirándola a los ojos? No. Eso no lo toleraba. Su corazón no lo podría sobrellevar. Lo tomó de la barbilla con más fuerza. Era una vaniria, una mujer pantera, como Menw, e incluso Miya la habían llamado. Lucharía siempre.

—Te diré otra cosa a cambio Menw. Estás muy encerrado en tu dolor, en lo mal que lo pasaste, en los desplantes que recibiste de mi parte. Lo siento, lo siento mucho, ¿sabes? Pero hay dos partes en esta historia, y tienes que reconocerlas. Deja de culparme, deja de castigarme. ¿Crees que me viste llorar? ¡¿Crees que tuve lo suficiente?! ¿Qué el dolor de la pérdida se me pasó alguna vez? Lo que nunca sabrás, es que de todas esas lágrimas que derramé, las más amargas, las que ninguno de vosotros visteis, fueron las que no dejé caer, o en este caso, las que derramé en silencio.

—¿Qué me quieres decir con esto? ¿Qué lo has pasado peor que yo? ¿Hay algo que no me cuentas? ¡Entonces, dímelo!

—¡Lo he pasado infinitamente peor! —dejó caer la mano de su cara y se acomodó de nuevo en el sillín de copiloto. Apoyó la barbilla en su puño y sorbió por la nariz—. Y te aseguro que es algo con lo que cargo todos los días. La pena, el abandono, el arrepentimiento y la vergüenza. Fui yo la que sufrí, yo la que fui traicionada, yo la que tuvo que ver cómo el hombre al que amaba se iba con otra mujer y lo admitía como un desliz. Y ya me da igual que fuera o no cierto, yo lo viví como una realidad. Sufrí el golpe. Fui yo la que lo perdió todo —se abrazó a sí misma—. Yo también lo pasé mal.

—No llores, por favor.

—¡No lloro! —gritó con los ojos llenos de lágrimas, furiosa con ese hombre ciego y obcecado que quería destruirlos como pareja, que quería negar la oportunidad que le daban los dioses para anudarse de nuevo—. Insistes en tu papel de víctima, ¿y yo? La diferencia entre nosotros es que tú te has rendido en más de un sentido —le recalcó—. Yo no. Pero te juro que voy a hacer que te tragues cada una de tus palabras. Te voy a demostrar que soy tu caráid, imbécil.

Menw sintió que la piel se le erizaba. Vaya, la pantera enseñaba las garras, y por todos los dioses, cómo deseaba verla en acción. Cómo le gusta oír la voz de Daanna en su cabeza.

—¿Me estás desafiando?

—Te estoy advirtiendo. ¿Quieres negarme? ¿Quieres ignorar o matar lo que hay entre nosotros? Pues vas a tener que pelear, porque yo no voy a permitir que lo hagas. Y vas a tener que pelear conmigo o contra mí. Nadie va a jugar otra vez con mi corazón y mucho menos a arrebatarme algo que es mío.

Menw sonrió secretamente, puso la palanca de cambio en primera y aceleró. La conocía. La conocía tan bien… Sabía cómo tenía que provocarla, cómo dar en la tecla justa para que ella reaccionara y diera el primer paso. Eso sí, lo haría con elegancia y con la clase que la caracterizaba, no tenía ninguna duda al respecto. Daanna era Daanna. Le gustaba que aquella mujer desprendiera tanta vida y tanta pasión. Y le halagaba saber que iba a luchar por él. Ya era hora de que la Elegida se quitara la máscara y demostrara si lo quería o no. Joder, el brillo de su mirada esmeralda, el calor de sus ojos cuando lo miraba como ahora, jurándole que era suyo y que nadie se lo iba a arrebatar… Necesitaba hacer el amor con ella urgentemente. «Esta noche», se prometió.

—Entonces, que gane el mejor —dijo mirándola de reojo y poniéndose las gafas de sol Carrera. Encendió la radio de su Porsche y le dio al play. La canción Just a Dream de Nelly empezó a sonar—. Veremos quién de los dos lleva la razón.

Irían al Ragnarök, pondrían a los clanes al día y en funcionamiento y por la noche, a solas, Daanna iba a saber lo mucho que él la podía necesitar y sabría lo que él pedía exactamente para quedarse con ella. Sólo la verdad. La más pura verdad. Daanna tenía una puerta cerrada en su mente, algo que no le contaba, sólo él podía saberlo porque nadie mejor que él la conocía, y se había dado cuenta. Durante la noche, tendría a Daanna en sus manos.

Cuando llegaron a la discoteca subterránea, todos les esperaban. Y aquello sí que fue una entrada triunfal. Menw había recuperado el tono; vestía una camisa roja arremangada en los antebrazos y unos pantalones negros de vestir, con un cinturón de piel negra. Enseñaba los tatuajes por primera vez y lo hacía libremente. Su pelo rubio y liso le enmarcaba la cara. Era como un león. Y sus ojos azules no perdían detalle de aquel lugar.

No había estado allí antes. Daanna le había explicado que lo había construido Adam y que la boda de As y María se había celebrado en ese local. Las cuatro humanas que iban y venían sirviendo a los presentes eran las que se encargaban de los foros y de la web y habían sido instruidas por las sacerdotisas.

Nunca antes se había sentido tan a gusto en un sitio, y esta vez, al lado de la vaniria, se sentía bien. La sangre de Daanna le hacía fuerte, y Daanna estaba a su lado, como una princesa, mirando a todos a la cara como si nada le diera miedo, segura de sí misma y de lo que debía hacer. Joder, estaba tan orgulloso de ella.

—¿Estás bien? —Aileen corrió a saludar a Daanna y la tomó de la cara—. Siento mucho lo de tu casa —revisó su cuerpo con sus ojos lilas. Inhaló con disimulo y sonrió ladinamente.

—Lo importante es que no me pasó nada malo —la tranquilizó Daanna sonriéndole con cariño, mirando de reojo cómo Caleb y los demás recibían a Menw. Respiró tranquila al ver que Gwyn, Laín, Ione y el resto le saludaban con alegría, contentos de verle ahí de nuevo. Incluso los berserkers le daban la bienvenida—. Sólo unos rasguños.

—Menw te ha puesto las manos encima, otra vez. —No era una pregunta, era una afirmación en voz baja hecha por la híbrida, a quién no se le escapaba nada—. Os estáis vinculando.

—Sí —contestó Daanna sonrojándose.

No estaba del todo cómoda hablando de sus intimidades.

—Me alegro. Espero que las cosas se arreglen de una vez por todas.

«Ojalá Menw colaborara un poco más», pensó Daanna.

Ruth apareció por detrás de Aileen y sonrió a la Elegida, con cierta reticencia. Los ojos ambarinos de Ruth la miraron de arriba abajo, asegurándose de que todo estaba en su sitio. Daanna se alisó unas arrugas inexistentes del vestido y rehuyó su mirada. La humana era tan protectora como Aileen, y la última vez que se habían visto, había ofendido a Ruth. La Cazadora la estudiaba y miraba a su alrededor, intentando escuchar algo que sólo ella, por lo visto, podía oír. Inmediatamente, Daanna abrió las murallas mentales que la protegían de cualquier invasión. Ruth dejó caer los hombros, decepcionada. «No hurgues, Ruth. No sé qué quieres de mí».

—Me alegra verte bien, Daanna —dijo Ruth con voz dulce. Ella sabía muy bien que la Elegida estaba cerca de romperse y decidió no ir a abrazarla. Había que darle espacio.

Una ola de orgullo y admiración hacia ellas la dejó temblando, emocionada. «Mis amigas», sintió un apretujón en su corazón. Se acongojó y asintió, agradeciendo las palabras. «Pero ¿qué me pasa? Yo soy más fuerte, no tan sensible». Se apartó, hasta que se vio rodeada por los brazos de María, la mujer de As. Ruth y Aileen se miraron la una a la otra y se obligaron a no echarse a reír.

—Me da igual que mi esposo te vea como a una princesa, te tiene demasiado respeto —le murmuró al oído mientras la abrazaba con más fuerza—. Para mí eres una de mis niñas. —La besó en la mejilla y le sonrió afablemente mientras le acariciaba el pelo y la cara. Sus ojos negros y su pelo loso y largo la protegían como una loba cuida de sus cachorros—. No me des más sustos de éstos, ¿de acuerdo?

Daanna tragó salía y asintió, de nuevo.

—Está bien.

Uff, se iba a echar a llorar como una cría. Pero entonces sintió que alguien entrelazaba los dedos con ella.

—¿Estás bien?

—Menw. No estoy segura. Sólo estoy emocionada. Vaya, ¿me tratas cómo si fuera tu pareja?

Menw se quedó detrás de ella, con sus manos entrelazadas. Si ella le necesitaba, él sería su apoyo, por ahora.

—Lo que sientes se llaman emociones. Se despiertan todas como una explosión cuando empezamos a asimilar la sangre de nuestro compañero.

—¿De verdad? Pues las tuyas están hibernando, ¿no?

Menw echó el cuello hacia atrás y soltó una carcajada.

—Qué bien, me encanta que te rías de mí.

Daanna intentó soltarse de la mano, pero él entrelazó los dedos con más fuerza.

—Chica, pantera. Eres provocadora. Cógete a mí y todo será más llevadero. Ahora estás abrumada. Relájate y acepta los gestos de cariño de los demás.

—Tiene gracia que tú me digas eso.

María se apartó y dejó paso a Caleb. Éste, tan intimidante como siempre, puso las manos sobre los hombros de su hermana y pegó su frente a la de ella. Se miraron a los ojos fijamente, ambos de exactas tonalidades verdes.

—Hermanita… Te voy a matar por arrancarme años de inmortalidad —murmuró con ternura—. Eres una rebelde. ¿Te compras un coche, y montas un salón de armas bajo un parking nuevo en tu casa?

Brathair, sólo estás ofendido porque te he dado en el orgullo —sonrió, cerrando los ojos, agradecida ante el tacto de su hermano mayor—. Eso me ha salvado la vida.

—Lo sé, y nunca he estado tan orgulloso de que te pasaras mis órdenes por el forro.

—Recuerda esto que me dices, Cal. Lo tendré en cuenta de ahora en adelante —sonrió.

—Bueno, espero que a Menw no lo torees del mismo modo —le dio un beso fraternal en los labios.

—De momento lleva ropa roja. —Señaló el sanador mirándole las botas, el pañuelo y el cinturón. Pero sobre todo, la boca. Esa boca era demoledora. Daanna era lo que para un toro sería una capa roja.

—Sí, y una espada preciosa que he dejado en recepción —Daanna levantó una ceja—. Para cortarte el rabo.

Menw sonrió abiertamente y ella sencillamente sintió que se caía al vacío, que estaba tan enamorada de él que iba a olvidar todos sus principios. Sí, enamorada hasta las cejas.

Aileen se aclaró la garganta y miró hacia otro lado, leyendo la situación entre líneas.

—Sentémonos y hablemos de lo que va a suceder a partir de ahora, por favor. —Caleb abrió los brazos e invitó a todos los miembros de los clanes a que tomaran asiento.

Vanirios y berserkers retomaron sus puestos en la sala, y se quedaron en silencio.

Las sacerdotisas, incluso los niños estaban allí. Daanna observó que Liam y Nora no se apartaban del lado de Ruth. Los gemelos la miraban como si ella fuera un día de Navidad. Adam Njörd, el noaiti del clan berserker, pasaba un brazo por encima del respaldo de la silla de Ruth y se inclinaba hacia ella. Ruth le sonrió y a él los ojos se le llenaron de ternura y de amor. Qué bonito. Su amiga de pelo rojo y corazón de oro, había domado a un lobo moreno y testarudo y ahora lo tenía comiendo de su mano. Enamorado.

A su lado, Noah Thöryn, uno de los ojitos de As, no dejaba de mover el hombro y tocárselo como si le doliera, mientras la mano acariciaba ocasionalmente la coronilla de Brave, el huskie de Aileen y Caleb que se había convertido en patrimonio de los clanes. Le hacía un masaje digital. Ella había aprendido técnicas de masaje oriental, y uno de sus movimientos era ése, frotar utilizando sólo los dígitos, las yemas de los dedos, de ahí su nombre. Se le veía un poco confundido, cosa extraña en él, que era uno de los hombres más imperturbables que Daanna había conocido.

Al otro lado de la mesa, Caleb y Aileen se sentaban hombro con hombro. Siempre tocándose, siempre sintiéndose, y comunicándose con las miradas y los cuerpos. Su hermano y Aileen era una de esas parejas que podían incendiar los lugares por donde pasaban. Química perfecta.

As Landín, el líder del clan berserker, bebía un sorbo de vino, y entrelazaba los dedos con María. As lucía una melena morena y algo entrecana. Sus ojos del color del jade, escuchaban con atención a su nueva mujer. María era como una madre, la mayor de ese grupo de amigas que tenía desde que Aileen había llegado a Inglaterra y había entrado como una flecha directa al corazón y la vida de los clanes. Una bendición había sido la híbrida para ellos. Su llegada había unido a vanirios y berserkers, y gracias a ello su hermano podía salir bajo la luz del sol, y podían reunirse todos para prepararse y resistir los ataques de Loki y sus jotuns, como esa noche.

En frente de ellos se encontraban Beatha y Gwyn, la pareja de vanirios más antigua junto a Laín y Shenna. Shenna presentaba un embarazo muy avanzado, debía de quedarle ya poco. Nayoba y Lisber correteaban alrededor de los padres, Beatha y Gwyn. La pareja de rubios había perdido dos hijos más a manos de Newscientists hacía años, y la pérdida todavía se reflejaba en sus ojos. Reno y Jared, tiraban de las trenzas de su padre Ione, mientras Inis se apretaba de la risa. En el clan se decía que Inis e Ione no eran caráid auténticos, pero que el respeto y el cariño mutuo que se tenían habían dado lugar a un amor duradero y fiel, y de ese amor ya habían nacido dos criaturas. Los dos demonios que molestaban a su padre y que le querían dejar calvo. Enok, el pequeño de tres años, estaba a cargo de las sacerdotisas. Sus padres, Sullyvan y Maggie, estaban sentados en una esquina, hablando con algunos hombres y mujeres berserkers. Daanna había tenido una buena relación con las mujeres del clan, con Beatha y Shenna sobre todo, pero cuando ellas se emparejaron, acabaron por distanciarse. La verdad era que ella se había alejado, porque el amor que se prodigaban los demás le hacía daño, así de egoísta había sido. Y en ese momento, no se sentía muy diferente a como lo hacía antaño siempre que los observaba. Daanna sintió una punzada en el corazón al ver esas familias interactuar. Miró a Menw de reojo, pero él ya la estaba observando con atención. La vaniria apartó la cara para que él no viera más de lo necesario.

—Adam, por favor —pidió As—. ¿Puedes leer la profecía que recibiste de Skuld?

El berserker asintió y se levantó a leer lo recibido en voz alta:

Soy Skuld, La voz de la profecía, la voz que habla antes del día.

Dos almas iguales y puras están en el Midgard. Dos brújulas. Él descubrirá la fractura por dónde se abrirán las puertas del Ragnarök. Los jotuns de ahí saldrán. Ella puede ver dónde se encuentra el dios de los jotuns. Cuidadlos, son vuestra salvación. Cuidarlos es vuestra obligación.

Llegó el momento de que la velge despierte de su letargo, sólo si deja atrás su dolor.

En la batalla final, un alma no nata, podrá escudar al Midgard, sólo si se aceptan los dones y los errores.

El amor y el perdón abrirá los ojos a las almas heridas, y el humano conocedor de vuestro mundo se pondrá de vuestro lado. Sólo si el magiker expulsa el veneno que hay replegado en su corazón.

El dios dorado regresará y con él en la Tierra llegará la venganza, sólo si los pecados de los padres son perdonados.

Morirán muchos. Vivirán los justos.

Recordad que la luz sólo brilla en la oscuridad.

Llegó el momento de la redención y la rendición. Aunque nadie lo crea, sólo los valientes se arrodillan.

—Bien —As se levantó apoyándose con las palmas de la mano sobre la mesa—. El noaiti recibió esta profecía hace apenas cuatro semanas. Por lo visto, día tras día entendemos poco a poco de quiénes nos hablan. Son piezas indispensables para entender por fin de qué va el Ragnarök. Los dioses no nos abandonaron nunca.

Caleb lo miró de reojo, y As lo amenazó con la mirada, para asegurarse de que el vanirio no dijera nada.

«No, Cal». Le pidió Aileen poniendo una mano sobre su rodilla. «Ya habíamos hablado de ello y me has dicho que tenía sus razones para ocultar su conocimiento, ¿no? No quiero que peleéis más».

«Sí, tenía sus razones. Pero saberlo no impide que deje de ofenderme que no anunciara que había tenido contacto con Odín. No le pegaré más, lo prometo».

—Newscientists y los jotuns liderados por Loki vienen directamente a por nosotros —decía As con el rictus serio—. Ayer por la noche atacaron a Daanna y casi la perdemos en el siniestro. Uno de los vanirios que la vigilaban ha perdido la vida, el otro se está recuperando. Caleb nos recomendó que abandonáramos nuestros domicilios con tal de no sufrir otra emboscada como la que sufrió su hermana. Sin embargo, después de mucho meditarlo, hemos decidido quedarnos. No nos iremos de nuestros territorios. Si quieren venir, que vengan, los enfrentaremos en nuestra casa. Nosotros no huimos. Nunca.

Caleb miró a As con orgullo, plenamente de acuerdo con el pensar del abuelo de su amada, así que lo apoyó asintiendo.

—Valoramos el irnos a vivir todos a un campamento a su base —comentó Caleb—, pero…

—No —dijo Menw interrumpiendo a Caleb—. Sería como ponernos una diana en el culo.

—Eso mismo dije yo —contestó Caleb sonriendo—. No podemos darles ninguna facilidad. He entrado en la base de datos y armamento de inteligencia militar. Nos facilitarán un sistema AMB de largo alcance.

—¿Un qué? —preguntó María frunciendo el ceño.

—Una versión de los escudos antimisiles —explicó Noah, estirando el cuello de un lado a otro.

Daanna levantó una ceja. ¿Qué le pasaba al berserker? Parecía que le dolía el hombro o la espalda, como si estuviera incómodo.

—El sistema reconoce granadas, pequeños misiles y cualquier artefacto explosivo que lancen contra nuestras casas. Cuando detecta un cuerpo extraño agresivo, el escudo irradia una energía azul que lo reduce a su expresión molecular más primaria.

—Los descompone. —Simplificó Menw.

—Fantástico —murmuró Daanna—. ¿Y no podías haber pedido un juguetito de esos ayer? Mi casa todavía estaría en pie.

—Agradece que no te haya retorcido el pescuezo por desobedecer mis órdenes, Daanna —replicó Caleb, taladrándola con la mirada.

—Me muero de miedo. Tú y tus miraditas… —Puso los ojos en blanco. Su hermano se creía el rey del mundo a veces.

—Debemos tener los ojos bien abiertos —intervino As—. Hemos resistido todos y cada uno de sus ataques, pero esta vez, ya no van a ser triquiñuelas. Son directos. Ellos quieren hacer regresar a Loki, él es su dios y nosotros somos los únicos que podemos impedir su objetivo. Tenemos los nombres de las cabezas visibles de la organización. Menw ha volado dos centros Newscientists por los aires y ahora están muy cabreados.

—Ellos tienen a mi hermano —rebatió el aludido.

—No estamos seguros de eso —objetó Noah cruzándose de brazos—. Ni siquiera sabemos si sigue vivo. Además, tu hermano Cahal tiene una reputación que…

—Cahal sigue vivo —aseguró Ruth—. Su alma no ha venido hasta mí, y ya no hay ningún practicante de seidr que pueda hacerse pasar por la Cazadora de almas. Guío a muchos espíritus cada noche, y él no ha aparecido. Está vivo, pero ¿dónde?

—Que esté vivo no implica que esté en peligro. ¿No era un faldero?

—¡Vete a la mierda, Noah! Te he dicho que tienen a mi hermano —le señaló con el dedo—. Y ahora estoy más seguro que nunca.

—¿Por qué? —preguntó Daanna prestando atención a las palabras del sanador. ¿Menw sabía algo y no se lo había dicho?

—Ayer por la noche estuve en el Ministry. He ido allí todas las noches desde que él desapareció.

—¿Y cuándo ibas? ¿Antes o después de irte de putas?

Menw se levantó de la silla y miró a Daanna. Su voz se sentía suave y cortante como una navaja. La vaniria lo miraba a su vez retándole a que la contradijera. Optó por ignorarla, ya que esa reacción era la que más rabia le daría a la Elegida. Todos notaron la tensión que había entre ellos.

—Ayer por la noche leí a una mujer: Sarah Park. Conoce a dos de las chicas que él persiguió. Son una pareja de lesbianas o al menos, una de ellas lo es seguro.

Caleb frunció el ceño.

Daanna apretó la mandíbula y miró hacia otro lado. «Y se enfada conmigo porque mi don me ha llevado ante un vanirio. Y mientras tanto, él va a la discoteca a… A meterse en la cabeza de una mujer». Se tensó y echó los hombros hacia atrás. «¿Y si había hecho algo más con ella?». Menw podía ocultarle mentalmente algunos sucesos del mismo modo que ella le ocultaba los suyos, pero, después de la bilocación, ella no había bebido de su sangre y no tenía modo de ver qué más había hecho con esa mujer. Joder, lo estaba pasando fatal y se estaba poniendo enferma de sólo imaginárselo. ¿En el Ministry? ¡Pero si allí las chicas iban desesperadas por un polvo! Y Menw no pasaba desapercibido: era más alto, más guapo, más vanirio que ninguno de los humanos que podía haber de pesca en aquella discoteca. Se sentía rabiosa y decepcionada. No sólo había estado jugando a los vestiditos con prostitutas… «Uf, menudo cabreo».

—¿Cahal persiguió a una pareja de lesbianas? —Caleb meneó la cabeza morena contrariado—. ¿Cahal? ¿Estás seguro?

—Ridículo, ¿verdad? —añadió Menw intentando no echarse a reír—. Pero es cierto. Salió tras ellas. Eran tres.

—Tres mujeres —afirmó Noah—. Sí, yo también vi como Cahal salía por la puerta de emergencia trasera, persiguiendo a alguien.

—Eran ellas —Menw cerró los ojos y recordó todo lo que la mente de aquella mujer que había leído en la popular discoteca le había revelado—: Una de ellas se llama Laila Johnson, y es morena, de cara fina, alta y de estilo bastante masculino. Tiene el pelo corto a lo chico. La otra chica es mucho más femenina.

—¿Cómo se llama la otra? —preguntó Caleb con interés.

—Mizar —Menw abrió los ojos azules y los clavó en el líder vanirio—, Mizar Cerril.