Mientras iban en el Cayenne de Caleb, Aileen lo miraba impresionada por lo rápido que cavilaba su mente. Era un visionario, un hombre terriblemente inteligente y lleno de iniciativa.
Caleb iba a montar una página web. Algo relacionado con la tradición celta, una página informativa sobre la cultura ancestral de Britannia. Sin embargo, la página tendría unos tribales simbólicos que sólo los vanirios puros y los que fueran descendientes podrían reconocer. La web tendría también un foro, por supuesto. Caleb tenía la esperanza de que en el foro encriptado todos los vanirios esparcidos por el mundo volvieran a entrar en contacto.
Él estaba convencido de que el celta vanirio, al ver los tribales y las palabras antiguas reflejadas en la página, se identificarían con ellas e intentaría entrar en contacto con los responsables.
Caleb había decidido que era momento de unirse, de reencontrarse y de trabajar codo con codo. Habían sido muchos años de guerras, de enfrentamientos con vampiros y lobeznos, pero también de terribles desavenencias entre ellos y los berserkers, y de indiferencia ante la posibilidad de conocer a los que eran como ellos y estaban fuera de Inglaterra.
La indiferencia era lo peor. Si se hubieran interesado un poco más tal vez tarde o temprano habrían sabido de esas sociedades que los capturaban y los torturaban.
Aileen observó su mano grande y fuerte coger el cambio de marchas automático y ella sintió deseos de acariciarlo.
Caleb había querido que Ruth y Gabriel fueran los responsables de mantener la página actualizada y que fueran también los moderadores de los foros con el único objetivo de observar y avisar en cuanto alguien interesante se pusiera a hablar con ellos.
En ese caso, Caleb y los demás entrarían en contacto con los que pudieran ser vanirios perdidos o hijos de vanirios.
La cuestión era cerrar filas, agrandar el grupo e informar de las sociedades de humanos que trabajaban con vampiros y lobeznos para desgracia de berserkers y vanirios. Todos debían saber la verdad, todos debían aprender a defenderse como ellos estaban aprendiendo ahora. Todo se tenía que saber. Desde las ubicaciones masivas de esos malditos, hasta el radio de acción de raptos, ataques, violaciones y asesinatos que pudieran utilizar para su beneficio. La cuestión era organizarse y estructurarse por grupos de trabajo. Estaba convencido de que la página serviría para ello. La página sería el medio para que todos se unieran y se reconocieran de nuevo.
Ruth y Gabriel serían los enlaces y, por supuesto, se les pagaría por ello. Ese iba a ser ahora su trabajo.
Aileen puso su mano más pequeña y femenina sobre la de Caleb. Caleb abrió los dedos para que ella entrelazara los suyos con los de él y los cerró para mantener su mano pegada a la suya. Luego la miró con dulzura y le sonrió.
—Caleb lo que has hecho hoy… —ella meneó la cabeza. No le salían las palabras.
Él tragó saliva y algo incómodo apartó la mirada. La lluvia golpeaba con fuerza el cristal delantero del coche. Encendió el limpiaparabrisas.
—No he hecho nada.
—No es cierto —repuso ella girando el cuerpo para mirarlo directamente.
—Aileen…
—¿Te estás poniendo colorado? —dijo ella divertida.
—Para.
—Escucha… —se acercó a él y le puso la mano sobre el mentón para obligarlo a mirarla.
—Así no puedo conducir.
—Ambos sabemos que puedes conducir sin manos y con los ojos vendados si quisieras —miró como sus labios intentaban no sonreír—. No te hagas el duro.
—Nena… Estoy duro siempre que estás a mi lado.
—Oh, cállate, estás enfermo —se inclinó hacia delante y lo besó en los labios mientras Caleb sin ningún problema dirigía el coche a su antojo. Ambos volvieron a sentir el latigazo de deseo en sus cuerpos. Era tocarse y la piel se les ponía de gallina.
—Quítate la ropa —le dijo él con voz ronca mordiéndole los labios—. Los cristales son opacos, nadie te verá, sólo yo y…
—No pienso quitarme la ropa, Caleb —contestó con la risa en la voz—. Te he besado porque he querido, no para seducirte.
—Un beso tuyo para mí es como un afrodisíaco. Siempre quiero más.
—Pervertido —pero lo dijo riendo.
Aileen quería agradecerle el detalle que había tenido con Ruth y Gabriel. No sólo les estaba dando la posibilidad de trabajar, sino que les había abierto la puerta de su clan, confiando en ellos sólo porque eran sus mejores amigos y también porque ella estaría más feliz con alguien cercano a su lado. Y, además, les había ofrecido su protección y él nunca los traicionaría.
Pero es que no sólo había hecho eso. Caleb no había tenido ningún problema para darles una de sus casas para que vivieran en ella. Una casa en Notting Hill, con servicio y chóferes que les llevaran y los trajeran a dónde y de dónde ellos quisieran.
Sus amigos estaban encantados con la idea. A Aileen no dejaba de sorprenderle lo dispuestos que estaban para ayudar a la causa.
Ruth lo veía así: Había dos equipos. Uno formado por los berserkers y los vanirios, y otro formado por los vampiros, los lobeznos y los humanos malos, como muy apropiadamente los había bautizado. En medio de los dos equipos se encontraba la humanidad ignorante. Unos la protegerían y los otros la acecharían. Gabriel había dicho que estaban dispuestos a equilibrar la balanza, a hacer de humanos buenos y unirse a los berserkers y a los vanirios en la lucha por el bien de la humanidad.
—Esto es un trabajo trascendental, uno existencialista, uno importante —había dicho Ruth emocionada—. Y no la mierda que me ofrecerían en otro lugar por unos miserables euros.
Caleb los iba a pagar muy bien. Él era muy generoso aunque no lo quisiera reconocer y, en realidad, no le importaba el dinero. Aileen pensó en su nueva situación y lo entendió. Cuando tienes tanto dinero, deja de ser importante, ya no se convierte en una prioridad para sobrevivir. Ahora viviría para la supervivencia de otros.
Sonrió en su interior. Estaba contenta, terriblemente asustada por ellos sí, pero egoístamente contenta porque iban a vivir cerca de ella.
Volvió a mirar a Caleb mientras seguía tomándolo del mentón y supo que nadie podría haberle hecho un regalo mejor. Embobada, miró sus rasgos masculinos, sus ojos verdes que la devoraban y la mimaban por igual y entonces lo entendió. Estaba perdidamente enamorada de él.
Rendida ante la evidencia, le soltó la barbilla, se apartó de él y volvió a acomodarse en su butaca mirando por la ventana para distraerse.
—¿Estás asustada por algo? —le preguntó él. Se había dado cuenta de su cambio de actitud.
—No —contestó ella rápidamente.
—Sí. Estás preocupada —refunfuñó él—. Y yo me siento fatal porque no sé lo que estás pensando. ¿Tampoco me lo vas a decir?
—No hay nada que decir —intentó aparentar normalidad.
—Respecto a lo que hablamos antes… ¿por qué te empeñas en cerrarte a mí? ¿No entiendes que es lo natural entre nosotros? Tu mente y la mía se tienen que fundir siempre, no sólo cuando a ti te apetezca.
—No puedo… aún.
Caleb la miró con desesperación y volvió a centrarse en la carretera, enfriando así el ambiente entre ellos.
Aileen no lo permitiría. Deslizó una mano sobre el muslo musculoso de Caleb y la dejó ahí, dejando que su calor traspasara el pantalón y calentara su piel.
Caleb apretó la mandíbula, estaba cansado de quedarse al margen. Así no eran las parejas vanirias. Pero no pudo contenerse al sentir su tacto dulce y cariñoso. Cubrió su delicada mano con la de él, la levantó, la giró y la besó en el interior de la muñeca murmurando sobre su piel.
—Poco a poco, pequeña. A tu ritmo.
No le soltó la mano durante todo el trayecto.
La casa donde se encontraban formaba parte de un complejo residencial de Dudley. Territorio vanirio.
—Tranquila…
—No…
—Tranquila…
—Pero, Caleb —respiraba agitada en sus brazos mientras miraba con odio a Víctor—, se han reído de mí.
—Lo sé. Pero lo pagarán.
—¿Eileen? —preguntó Víctor con engañosa voz melosa—. ¿Eileen, eres tú?
—Sí, desgraciado. Soy yo.
—Eileen ha habido un malentendido. Yo… yo no tengo nada que ver con esto. Yo quería decírtelo, pero… pero Mikhail me hubiera matado…
—Cinco años… Cinco años engañándome…
—No te engañaba. Cuidaba de ti. Yo… no, no… yo te habría protegido… te habría llevado conmigo a algún lugar…
Caleb gruñó y se acercó a la camilla. Le dio a una palanca y Víctor pasó de estar en horizontal a estar en vertical. Caleb le quitó la venda de los ojos y lo miró fijamente.
—Basta —ordenó el vanirio con voz cortante.
Víctor achicó los ojos para acostumbrarse a la tenue luz de la sala y luego miró a Aileen.
—Impresionante… —susurró con un brillo lascivo en la mirada.
Caleb le dio un fuerte puñetazo en el estómago y lo dejó blanco y sin respiración durante un largo minuto. Lo agarró del pelo y le susurró al oído.
—No te atrevas a mirarla.
—Has… —Víctor tosió para coger aire—. Estás… Eileen, eres espectacular.
Aileen se acercó a él, intentando sostener a los demonios que la animaban a arrancarle los ojos.
Víctor no vio llegar la primera bofetada.
—Esta por engañarme —susurró fríamente—. Y esta —Víctor tampoco vio llegar la segunda bofetada. La cara le fue de un lado al otro— por disparar a Caleb y querer hacerle daño.
Caleb tuvo ganas de abrazarla, sacarla de allí y llenarla de mimos durante todo el día. Nadie lo había protegido nunca de ese modo.
—Cuéntame, Víctor —dijo ella con voz melosa y atrayéndolo con sus ojos—. Cuéntamelo todo. ¿Para quién trabajas?
Víctor la miró embobado y Caleb se limitó a admirarla, aunque no le gustaba que bajara su tono de voz con nadie más que no fuera él.
—Trabajaba para el servicio de inteligencia del estado. Detectamos a personas con poderes extrasensoriales, las estudiamos y averiguamos qué es lo que las hacía distintas, más evolucionadas. Un proyecto subvencionado entre otras cosas por el departamento de defensa. Mikhail Ernepo, Patrick Cerril y Sebastián Smith son los cabecillas del proyecto. Una noche Mikhail, me encontró y me dijo que tenía algo espectacular entre manos —la mirada perdida. La voz monótona y sin emoción—. Me dijo que había un grupo de personas, que trabajaban en algo parecido a lo que yo, pero mucho más secreto. Investigaban a seres que no eran humanos —se quedó callado—. Pero que era secreto de estado y no podía decir ni una palabra de ello a nadie.
—Continúa —Aileen se cruzó de brazos.
—Estos seres tienen poderes extraordinarios. Unos mutaban a animales y otros controlaban todo a su antojo. Estos últimos tienen una debilidad. El sol. Como vampiros y hombres lobos. Sólo que no sois nada de eso, ¿verdad?
—¿Y estas tres personas se encargan del proyecto por completo? ¿No hay nadie que…?
—Hay cinco hombres más. Ellos son los que realmente dan el visto bueno general a lo que se hace allí. Tres de ellos son vanirios, creo, pero la sed los perdió. El último cayó hace dos días.
—¿Quién? —preguntó Caleb con un gruñido.
—Samael.
Aileen se tensó y Caleb golpeó con tanta fuerza la camilla que esta dio una vuelta entera de campana. Víctor chilló por la impresión.
—¿Qué? ¿Qué pasa? No… no me matéis —se había despertado del hechizo de la voz de Aileen y tenía los ojos brillantes.
—Mierda —gritó Caleb—. Él era el hermano de Thor. Su hermano… ¿Cómo fue capaz? No me lo quería creer pero es cierto.
Víctor se echó a reír como un histérico.
—Ninguno de esos cinco psicópatas tiene remordimiento alguno —afirmó—. Eileen —movió su mandíbula—, pegas de maravilla. Si… si me soltáis os ayudaré a encontrarlos. Sé dónde se esconden…
—No nos vas a comprar. Quiero sus nombres ahora —Caleb lo agarró de la pechera y lo sacudió.
—Lu… Lucio, Seth y el… el otro ya sabes quién es. Samael.
Aileen se frotó los brazos con la mirada perdida. Samael se había convertido.
—¿Qué te han ofrecido a cambio por venderle tu alma al diablo, Víctor? —sus ojos eran dos líneas lilas.
Víctor apretó la mandíbula en un intento por evitar que sus palabras salieran de su boca.
—Contéstale —Caleb le dio una cachetada en la cara.
—La… la inmortalidad. Seré como vosotros. Fuerte, longevo y poderoso. Hay muchos humanos que trabajan para ellos. Hay grupos de cazadores que os persiguen porque creen que sois vampiros y están dispuestos a clavaros una estaca en vuestro corazón. Os toman y os torturan. Hay otros que sólo son esclavos. Los proveen de alimento con su propia sangre. Luego están los que son como Mikhail. Los iniciados, los recién transformados. Yo seré uno de ellos.
—Serás estúpido —espetó Caleb con una fría sonrisa—. Parece que a todos os atrae que os conviertan, pero lo que no os cuentan es que la persona que te convierte se convierte en tu banco de sangre. ¿Crees que Samael estaría dispuesto a alimentarte? Yo creo que no.
—Lo ha hecho con Mikhail.
—Créeme. Mikhail ayer estaba muerto de hambre. Creo que ya le ha negado la primera toma.
—Pero si no se alimentan —susurró Aileen—, morderán a los demás y acabarán de convertirse en animales sin escrúpulos como los nosferátums.
—Serán nosferátums, porque Samael ya lo es. Está provocando el caos.
—Pero seré poderoso y longevo de todos modos —replicó Víctor.
—¿Quiénes son los otros dos? —preguntó Caleb tirándole del pelo.
—Un par de berserkers renegados que también están mutando a la gente, ¿sabéis? No se llevan muy bien con los otros tres que mueven todo el cotarro, pero también tienen a su prole. Creo que se llaman Strike y Hummus.
—Estás acabado —musitó Aileen incrédula.
—Y tú te follas a un vampiro —Víctor escupió al suelo con asco—. No hay diferencia.
—No es verdad —le dijo Aileen alzando la barbilla indignada—. Los vanirios no son vampiros —Caleb sonrió ante su respuesta. No negaba lo que hacía con él—. Estás muy equivocado. Además, tú eres cómplice de un terrible genocidio contra una raza distinta a la tuya. Eres más monstruo que ellos.
—Cuando Samael te coja, Eileen, vas a llorar tanto… Te arrancará de cuajo toda esa humanidad que dices tener y te obligará a ver cómo se come el corazón de este gilipollas —señaló a Caleb con un gesto despectivo de su barbilla—. Y de tu abuelo y de todos esos que…
—Cállate o te corto la lengua y se la tiro a las ratas —susurró Caleb rodeando su garganta con los dedos.
Caleb la miró, soltó una maldición al verla pálida y asustada, se alejó de Víctor y la abrazó, acariciándole el pelo con la mejilla.
—Escúchame, álainn, no te va a pasar nada. No temas.
—¿Y a ti? —preguntó ella con la voz temblorosa—. También irá a por ti.
Caleb se apartó para mirarla a la cara. No estaba preocupada por ella, sino por él. Sintió que la preocupación de ella lo abrazaba dándole calor y fuerzas. Sin duda era afortunado de tenerla.
—Víctor, ¿quién dejó a mi padre en el container? —Aileen lo miró de reojo.
Víctor echó la cabeza hacia atrás y soltó una cínica carcajada.
—Tu antiguo doctor. El señor Francesc.
—¿Qué? —estaba pálida de nuevo.
—En algún momento recuperó los escrúpulos y dejó a Thor a la vista de los vanirios para darles pistas sobre cómo encontrarnos. Él también trabajaba para ellos. Mikhail y Samael lo mataron. Era un traidor. Él quería sacarte de esa casa y dejar que vivieras tu propia naturaleza. Viejo cabrón… por su culpa los vanirios han llegado a nosotros.
—Hijos de puta, sois cobardes… —susurró ella llena de pena por el señor Francesc.
—Samael está esperando el momento adecuado —susurró Víctor con odio—. Irá a por este y lo matará —sus ojos destellaban odio al mirar a Caleb—. Maldito cabrón. ¿Ya te has acostado con ella? Ella… Eileen… Tú eres mía… Yo estaba ahí para ti. Protegiéndote… Esperaba que llegara tu conversión. Zorra… Tendrías que haberme esperado…
Caleb la soltó, y soltando una maldición sin pensárselo dos veces, con un rápido movimiento se colocó delante de Víctor, lo arrancó de las correas y lo lanzó dando volteretas por los aires hasta que su cuerpo chocó contra la pared e hizo un boquete en el hormigón.
Dio un salto y voló hacia el cuerpo que yacía dislocado en el suelo. Víctor seguía vivo, pero a su ya malograda pierna se le añadía un hombro desencajado, la mandíbula partida y una de las costillas sobresalía por su cuerpo.
—Caleb, espera… —susurró Aileen asustada y temblorosa—. Caleb.
—Ella no es tuya, ¿me oyes? —Caleb no la oía. Se disponía a darle un puñetazo letal.
—Caleb. No…
—Samael me vengará —Víctor le amenazó—. Samael irá a por ti, porque te… te has apropiado de lo que él quería. Como hizo Thor.
—¿Cómo? —preguntó Aileen corriendo a arrodillarse al lado de Víctor—. Contéstame.
—Sa… Samael se enamoró de Jade. Él la quería, pe… pero tuvo que ver como su hermano se la llevaba en su lugar.
—No la llegó a conocer para enamorarse de ella… —susurró Aileen negando con la cabeza—. No puede ser.
—Hacía tiem… tiempo que la deseaba. Samael llevaba más de veinte años intentando desentramar la disposición genética de las especies, porque intuía que la sangre berserker os daría suficiente fuerza como para resistir al… sol. Experimentó con la sangre de los machos berserkers y luego con la de algunas mujeres, pero no lograba nada. Después decidió desistir en sus experimentos porque todos fracasaban —intentó tomar aire—. Pero un día la vio. Se enamoró de esa berserker. Quería tener a Jade, se enamoró de ella, se obsesionó con ella. Pero Thor se cruzó y le privó su principal anhelo. La apartó de él. Samael quería todo lo que Thor tocaba y eso sólo aumentó su deseo y sus ansias de venganza hacia ellos.
—¿Samael quería a Jade? —repitió Caleb absorto.
—Él los vi… vigiló durante los años que estuvieron fuera. Se llenó de ra… rabia y rencor y esperó a vengarse. Además, des… descubrió que la sangre berserker no lograba los resultados adecuados, no… no os hacía nada. Muerto de odio y frustración hacia los berserkers y hacia Jade, arrancó a Eileen de sus brazos y a ellos dos los torturó, durante… durante años. Ahora desea a Eileen y no se detendrá hasta que la tenga.
—Tendrá que pasar por encima de mi cadáver antes. ¿Y por qué siguen raptando a berserkers y a vanirios? ¿Han descubierto algo? —preguntó Caleb sorprendido por aquellas revelaciones.
Víctor cerró los ojos y escupió sangre.
—No… Aún no… —Caleb lo sacudió.
—Es una manera de mermar vuestras fuerzas y un modo de seguir haciendo experimentos, porque final… finalmente, después de décadas de experimentación… él… él descubrió algo hace poco.
—¿Qué? —preguntaron los dos a la vez.
—Eileen… tu… —espiró una última vez, se ahogó con su propia sangre y murió.
Ella lo miró horrorizada. Se dio cuenta que se le empañaba la vista hasta que comprendió que lloraba por él. Por los recuerdos que tenía, que aunque eran falsos, seguían ahí.
—¿No estarás llorando por este asesino, verdad? —preguntó Caleb furioso.
—Tienes que controlarte, Caleb —sugirió ella limpiándose la humedad de las mejillas—. Deberíamos haberle interrogado y lo has matado.
—Él… ha dicho —su voz afilada salió disparada—. Ha dicho que eras suya.
—¿Y qué? —le gritó ella levantándose furiosa.
¿Y qué? Que no había podido aguantar oír esas palabras.
—Que no es verdad… —él también se levantó cerniéndose sobre ella.
—Podría habérnoslo dicho todo y tú lo has echado a perder… —tenía los puños apretados a ambos lados del cuerpo.
—Sí… Lo he echado a perder… Y me he sentido mejor al reventarle la columna a ese asesino… ¿No te gusta lo que ves? Pues escucha esto. Yo soy así, soy un destructor, Aileen… Acostúmbrate —la agarró de los brazos y la apretó con fuerza—. Soy un guerrero, un cazador, ¿entiendes? No soy gentil.
—Me haces daño —le advirtió ella obligándolo a que aflojara las manos—. No, no eres gentil. Eres un bruto y no tienes autocontrol. Por tu culpa ahora no sabemos nada más.
Se dispuso a darle la espalda pero Caleb con un gruñido de frustración la agarró del codo y la obligó a que lo mirara.
—Nadie te hablará así mientras yo esté delante. ¿Me has oído? —le cogió la cara con ambas manos y juntó su frente a la de ella—. Lo mataría otra vez, Aileen —declaró desesperado—. Y tampoco me arrepentiría. Tú no eres de él.
—No soy una propiedad, Caleb —contestó ella cautivada por el dolor que teñía la voz del vanirio—. Tienes que dejar de verme como una posesión. No es sano.
—Lo… lo sé —confesó Caleb cerrando los ojos y agitando la cabeza—. Pero te siento como si fueras mía, parte de mí. No voy a permitir que nadie te hable así.
—Caleb… —le echó los brazos al cuello y lo abrazó. Ella no estaba enfadada con él, sólo tenía miedo de lo que había dicho Víctor. ¿Y si hacían daño a Caleb? ¿Y si… lo mataban?—. Sólo estoy asustada. Abrázame.
Caleb la abrazó y la alzó del suelo meciéndola con él.
—No me pasará nada —la tranquilizó—. ¿De verdad tanto te preocupa lo que me pueda suceder?
Aileen apretó su cara contra el cuello de él ocultando su expresión, protegiéndose de su vulnerabilidad. Caleb no debía saber lo importante que ahora era él para ella.
Caleb se arrepintió de todo lo que había pasado entre ellos. Si desde el principio hubiese sido distinto, en ese momento Aileen podría haber reconocido abiertamente lo mucho que le importaba él. Pero ella no confiaba, todavía.
Aún no. Le había dicho en el coche.
Inspiró cansado por esa situación. Era difícil para un hombre como él, esperar y reconocer que su felicidad y su humor, dependían de esa chica que tenía entre sus brazos. De si algún día le decía que lo necesitaba o que le importaba o que le quería.
Él la quería. La amaba. Obligándose a apartar de su mente esa sensación dolorosa de rechazo, la abrazó con más fuerza.
—¿Lo sabías? —le preguntó él al cabo de un rato. Hundió su cara en la curva del hombro de ella—. ¿Sabías que él te deseaba? ¿Qué te quería?
—Creo… creo que sí.
—Cerdo —gruñó él—. ¿Y tú eras confiada con él? ¿Le contabas todo? ¿Y él iba a tu habitación cada noche?
—Sí.
—¿Y tú lo dejabas entrar? ¿Ibas tapada? ¿Te tocaba?
—¿Cómo? —se apartó lo suficiente como para mirarlo a los ojos. Estaba resentido y ella sorprendida—. No puede ser que estés celoso.
—Contéstame —ordenó él admirando la piel de su garganta—. ¿Él te tocaba? ¿Te sacaba sangre?
Aileen se sintió extraña y le entraron los calores de la muerte.
—Sí —se mordió el labio. Ahora le parecía horrible y algo muy íntimo ese gesto de sacarse sangre ante otro hombre.
—Maldición —Caleb apretó la mandíbula—. Estoy furioso, Aileen. Creo que voy a patearle el cráneo para asegurarme de que está muerto.
—Caleb, mírale. Lo está —Aileen le colocó un mechón de pelo negro detrás de la oreja—. Odio lo que me han hecho —reconoció—. Estoy enfadada —volvió a enterrar la nariz en su cuello. Su olor la reconfortaba.
—No me arrepiento de lo que he hecho, pequeña. No sirve de nada que me sermonees —murmuró él—. Lo habría matado mucho antes.
—Lo sé —besó su cuello con dulzura—. No estoy enfadada contigo, Caleb. Sólo me impresionó lo que hiciste y, además, estaba disgustada por todo lo que estamos descubriendo. Además, ¿quiénes son Lucian y Seth?
—Seth es un originario. Había crecido con nosotros, de hecho, quería emparejarse con mi hermana.
—¿Con Daanna? —preguntó sorprendida.
—Sí.
—Pero no lo hizo.
—No. Mi hermana no lo quería. Hace cinco siglos que no sabemos nada de él, no esperaba que se convirtiera, es una noticia terrible.
—¿Y el otro?
—Lucian —su voz se tornó peligrosa.
—Sí.
—Era un guerrero poderoso, pero ya de humano se le veía que disfrutaba matando. A mí nunca me gustó. Nada más convertirse se alejó del clan y nunca jamás supimos de él. Aún no me lo puedo creer —le acarició la espalda—. Son peligrosos. Los tres. Pero yo te protegeré. Hablaremos con As para que nos diga quiénes son los otros dos. A ver si él los conoce.
—¿Y quién cuidará de ti? —preguntó ella besándole en la mejilla. Deslizó su boca hasta la comisura de sus labios y lo besó allí también.
—¿Qué ha pasado? —preguntaron Menw y Cahal mientras miraban divertidos la escena.
—Caleb me estaba protegiendo —contestó Aileen mirándolos con una ceja levantada.
—Samael se ha convertido —anunció Caleb dejándola de nuevo en el suelo. No le quitó las manos de encima—. En resumidas cuentas. Samael busca una cura que le permita salir bajo la luz del sol. Creía que la sangre berserker podría paliar ese defecto. Quiso probar su teoría con Jade, de quién estaba enamorado, pero Thor se adelantó al reclamarla como su cáraid. Furioso, los persiguió por todo el mundo jurando venganza, pues consideraba que Thor le había robado a su compañera. Cuando los halló, los separó de Aileen y los torturaron durante años. Descubrió algo… pero no hemos sabido qué era.
—Joder —dijo Cahal serio—. ¿Cómo no pudimos darnos cuenta de nada?
—¿Cómo íbamos a saberlo? —reprochó Caleb—. Otra cosa. Los fundadores de la secta que nos persigue, son Samael, Lucian y… Seth. Se han convertido en vampiros.
Menw se envaró al oír ese nombre y en su cara se posó una determinación absoluta.
—¿Samael se ha convertido? —la voz de Cahal se tornó hielo.
—Hay que dar caza a Samael y Mikhail. No quedaran libres de esto —sentenció Caleb—. Hay dos berserkers más que mueven el cotarro junto con los otros tres. Barreremos las casas de Samael y destruiremos las sedes de Newscientists de todo el mundo. Samael se esconde en algún lugar y nos está vigilando. Debemos localizar las guaridas de Seth y Lucian. Hasta ahora éramos cautelosos, pero esto ya se ha acabado. Vamos a muerte. Avisaré a As para que ponga en alerta a los suyos.
—Hoy mismo haremos redadas —Cahal cogió el iPhone y se puso a hacer llamadas telefónicas.
—Daremos con ellos. Por cierto, Cal —antes de dar media vuelta, Menw lo miró—, seré el guardián de tu hermana y, si me la tengo que llevar a otra parte, que no te quepa duda de que lo haré.
Caleb sonrió con sarcasmo.
—¿Me estás pidiendo permiso?
—No, no te pido permiso. No si tiene que ver con su seguridad. Pon a tu hermana en aviso —ignoró el comentario—. No le gustará.
—¿Pero tú no te echarás atrás, verdad?
—Jamás —dijo solemne—. Deberías saberlo, Caleb.
—Lo sé, Menw —sonrió comprensivo.
Menw salió acompañado de Cahal y dejaron a Aileen y a Caleb solos.
—Quiero irme de aquí, Caleb —pidió Aileen mirando a su alrededor asqueada.
—Como desees. Todavía tengo cosas que enseñarte.
Caleb miró a Víctor y, al cabo de un segundo su cuerpo hizo combustión, como si alguien lo hubiera rociado de gasolina y hubiera echado una cerilla encima. Abrazó a Aileen y, ante el asombro de la joven, salieron de la sala volando.
No podía creérselo. Su coche. Su BMW estaba aparcado delante del jardín de la que era su nueva casa. Impoluto. De un azul eléctrico hermoso. Perfecto.
—Mi coche… —susurró Aileen caminando delante de Caleb. Tenía los ojos abiertos y la mandíbula desencajada—. Es mi coche.
—¿Te hace ilusión tenerlo aquí, álainn? —le preguntó él ilusionado caminando con las manos detrás de la espalda.
—¿Lo has traído para mí? —se giró para mirarlo a los ojos.
—Supuse que era algo que te había costado pagar y que te gustaría conservar. Así que pensé…
—¿Lo has traído para mí? —repitió ella esperando a que él lo reconociera.
—Bueno… supongo que sí.
—¿Supones?
—Sí. Lo he traído para ti.
—Gracias, gracias, gracias —lo besó las tres veces y él se quedó con ganas de más—. ¿Por qué?
—Ya te lo dije.
—Dímelo otra vez. Ya no me acuerdo —se puso de puntillas para estar a la misma altura de sus ojos—. Tengo memoria de pez.
Caleb se paró en seco y le dio un empujón mental para que pudiese entrar en sus pensamientos.
—No, Caleb —frunció el ceño enfadada—. No quiero que entres.
—¿No te fías de mí, todavía? Quiero estar dentro de ti —gruñó con impotencia.
—No, hasta que yo lo decida.
—Aileen, tienes que parar esto. Tienes que enlazarte conmigo. Por favor.
—Antes contéstame —le ordenó ella agarrándole dulcemente de la pechera.
—No quiero —ahora Caleb estaba enfadado.
Aileen se dio cuenta de que le sentaba realmente mal que él le negara las cosas, así que reaccionó utilizando su poder. Le acarició los labios con la yema de los dedos, se los delineó y se aupó un poco más para rozar su boca con la de él. Un roce suave.
—¿No quieres? —preguntó con la voz enronquecida.
—No me vaciles, Aileen —murmuró él comiéndose los labios carnosos de Aileen con los ojos. Su cuerpo estaba tenso y tenía los puños apretados—. Eres peligrosa.
—No lo hago, Caleb.
—¿Y qué quieres entonces? —meneó la cabeza confundido por su actitud.
—Que reconozcas las cosas —se volvió a aupar y le besó en la comisura de los labios, apoyando su peso en el pecho de Caleb.
—No me lleves al límite, nena. Ninguno de los dos sabrá cómo reaccionaré —era una amenaza.
—No te gusta ceder terreno, ¿eh, Caleb? Si las cosas escapan a tu control, te pones nervioso.
—Esto no es un juego. Estarás más segura si tú y yo mantenemos nuestro enlace mental. Y deja de provocarme. Ya te he dicho que mi carácter es muy explosivo desde que te conozco. Me tienes completamente desequilibrado.
—Entonces, únete al Club de los desequilibrados. Esto tampoco es fácil para mí. Tú has hecho que me comporte así y tú eres el culpable de que ahora me quiera proteger de tu intromisión mental —relajó las puntillas de los pies y se alejó un paso—. ¿Quieres que confíe en ti? Entonces, contesta a mis preguntas con sinceridad. Sólo son preguntas.
—Son preguntas que muestran muchas debilidades a los enemigos —contestó él dando un paso hacia ella y arrinconándola entre él y su BMW—. Nos persiguen. Te persiguen, Aileen. ¿Eres consciente del peligro que corremos?
Aileen sintió el frío de la carrocería en los riñones.
Sí. Era consciente del peligro que él podría correr. Y estaba muy preocupada.
—¿Caleb? —Daanna apareció por la puerta—. Un coche precioso, Aileen —se cruzó de brazos y los miró divertida por su actitud—. Caramba, bráthair… Vas a detalle por día.
—Ahórrate los comentarios —contestó él cogiendo a Aileen de la mano bruscamente—. ¿Te han contado?
—Sí.
—¿Y qué te parece? —preguntó extrañado por la calma de su hermana. Daanna miró a Aileen y sonrió con complicidad. Aileen resopló entornando los ojos.
—¿Entonces ya te has preparado? —continuó Caleb—. Menw vendrá a…
Daanna alzó una mano para que él se silenciara.
—¿Se está portando bien mi hermano? ¿Es demasiado para ti, Aileen? —le dijo la joven caminando hacia ellos.
—Tranquila. Lo tengo controlado —respondió ella mirándolo de reojo.
—No os entiendo a vosotras. Pueden estar aquí ahora, vigilándonos, y estáis así de tranquilas.
—No somos estúpidas, Caleb. Nuestro radar va tan bien como el vuestro —replicó su hermana—. Si tu no sientes peligro, nosotras tampoco. Ahora no hay nadie que nos esté acechando y lo sabes.
Caleb gruñó.
—Daanna, se trata de Lucian y Seth. Seth estaba obsesionado contigo.
Daanna lo miró fijamente.
—¿Y qué? No me dan miedo.
—Ni a mí tampoco, joder —replicó él cada vez más frustrado—. Pero vosotras tenéis que estar protegidas. Sois mujeres.
—Qué astuto —musitó Aileen intentando liberar su mano de la de él.
—Menw te llevará con él —continuó Caleb—. Él te protegerá, siempre lo ha hecho y me fío de…
—Estaremos donde creamos que más se nos necesite —contestó Daanna altiva—. Y te aseguro que esta noche no nos la va a estropear nadie. Por eso estoy aquí, vengo a por Aileen. Y Menw no se va a atrever a acercarse a mí, tenlo claro —pero lo dijo nerviosa y sin convicción.
—¿Qué pasa esta noche? —preguntó Aileen mirando a Caleb con curiosidad y tranquilizando así el ambiente entre los hermanos.
—¿No le has contado nada, Caleb? —alzó las cejas divertida. Miró a Aileen—. Es la noche de las hogueras. 24 de junio.
—Eso he oído. ¿Y qué pasa esta noche? Donde yo vivo es San Juan, pero no tiene nada especial a excepción de que ese día no se trabaja.
Daanna resopló robando la mano de Aileen de la mano enorme de Caleb.
—Déjamela un ratito. Ya no se va a escapar —lo miró por encima del hombro—. Ponte guapo, bráthair y alegra esa cara de cabreo.
Aileen siguió a Daanna mientras la llevaba cogida de la mano. Miró a Caleb con preocupación que observaba con el rostro ensombrecido como las dos cabezas morenas se juntaban para cuchichear.
—Lo verás a la noche —le aseguró Daanna dándole una palmadita en el dorso de la mano—. Tampoco se va a escapar. Tranquila. Él ya sabe lo que le tiene que hacer.
—Está molesto —aseguró llena de remordimientos. Ella lo había llevado a ese estado.
—Ya va bien que por una vez tenga a alguien que le baje los humos. No te preocupes por él ahora. Vamos a ponernos guapísimas.
—¿Para qué?
—La noche de las hogueras es como el baile de la rosa del principado de Mónaco. Sólo que nosotros lo hacemos de un modo celta. Y este año tenemos invitados berserkers.
—Tu hermano no me había dicho nada —volvió a mirarlo por encima del hombro. La enfadada ahora era ella—. A lo mejor no quería invitarme. A lo mejor él…
—Tranquila, cariño. Su actitud es propia de un hombre nervioso y asustado.
—¿Por qué? —frunció el ceño de nuevo.
—Vamos dentro y te cuento.
Caleb observó a las dos mujeres de su vida. Se llevaban bien y nunca había visto a Daanna tan entretenida con nadie. Trataba a Aileen como si fuera un juguete preciado para ella, como una hermana pequeña. Aileen miraba encantada a Daanna y agrandaba los ojos en señal de sorpresa ante las cosas que la vaniria le estaba explicando.
La noche de las hogueras. Estaba muy nervioso porque era especial y sería la prueba definitiva para él y Aileen.
Por la noche, si los dioses estaban de acuerdo con su relación, los marcarían anudándolos para siempre.
¿Cuál iba a ser la reacción de su joven pareja?