Un día después de la batalla de Diablo Canyon.
Diez de la noche, Chicago.
Gabriel se hallaba en cama.
Estaba bajo los cuidados de Jamie e Isamu. Había comprado una casa victoriana en el centro de Down Town directamente para entrar a vivir. Era una casa que, en sus formas, parecía un pequeño castillo, con un jardín que la rodeaba, con la peculiaridad que estaba construida en la parte alta de uno de los altos y grandes edificios de la ciudad. Tenía a su vez rascacielos un poco más altos que la cercaban como si fueran sus protectores. Se habían cansado de ir de hotel en hotel. Y Jamie había sugerido que podían adquirir algo céntrico que se convirtiera en su base de operaciones.
Khani ya no estaba; Newscientists de Wheaton había desaparecido y los túneles subterráneos ya no se utilizaban, habían quedado inservibles, así que era momento de dejar de huir y dar un golpe encima de la mesa. Ellos no iban a moverse de ahí. Iban a defender lo que era suyo.
Era el momento de poner orden en la ciudad, y momento también de entablar relaciones con los berserkers de Milwaukee. Ellos habían sido parte activa en la ofensiva y la desactivación del Fermilab de Betavia. Si no hubiese sido por ellos, ¿qué habría pasado? Así que, en la ciudad, no iba a reinar la paz de repente, ni mucho menos, todavía quedaban vampiros y también siervos de sangre pero, sin un líder a la vista, estaban desorganizados, y, unidos los dos clanes de Odín y Freyja, resultaría más fácil doblegarles. Isamu y Jamie se iban a encargar de ello.
Después de la batallas en Diablo Canyon, todo se había precipitado.
Miya había recogido a Gabriel del fondo del mar, inconscientemente y muy mal herido. El samurái lo dejó en la orilla, a los pies del complejo de la central. Él se había ido volando a recuperar a Róta y se llevaba a la Generala para que le echara una mano. Aiko se había hecho cargo de él, y había tardado unas doce horas en llegar a Chicago volando. Ahí permanecía, bajo los cuidados de Jamie y los dos samuráis. Gracias a ellos y a sus remedios, sus heridas sanaban poco a poco.
No podía luchar en su estado. No podía ni moverse ni abrir los ojos, y si los abría, no veía casi nada, porque la carga eléctrica del martillo había chamuscado sus retinas. Sus heridas, en cambio, tardaban en cicatrizar. Las quemaduras todavía supuraban y sin el helbredelse de Gúnnr, aun siendo un inmortal, su cuerpo no sanaba con rapidez.
Todavía le ardían las manos, le quemaba la piel y le dolía la mandíbula de tanto apretar los dientes. Mjölnir era un puto torturador. Era dañino, lacerante y capaz de doblegar la voluntad de las personas.
Sin embargo, lo que más dolor le provocaba, no era ni el martillo ni las heridas, sino el corazón y el orgullo. Se sentía ultrajado.
Gúnnr le había humillado y le había partido el corazón.
El sacrificio debería de haber sido de él y no de ella.
Recordaba perfectamente la última mirada. Gúnnr entregaba su vida por la suya. Lo hacía de un modo valiente, altruista, inalcanzable como una semidiosa, y sin remordimientos. Y eso le dolía tanto… Sin remordimientos. No le había importado dejarlo ahí.
Dolía porque su ausencia lo estaba matando.
Dolía porque la mujer a la que él había entregado su corazón, la primera y última, se había sacrificado por él.
Dolía porque necesitaba ver su carita de nuevo, tocar su piel y reírse con ella.
Pero no, no era posible. La valkyria, la maldita valkyria, tenía que mutilarlo. Dios, sentía rabia y pena al mismo tiempo. Pena por querer abrazar un imposible, rabia porque, valga la redundancia, aquello que temía y que en los últimos días le había parecido imposible, se había hecho realidad. Había perdido y hecho daño a su florecilla. Había dejado que se fuera y que se llevara con ella todas sus ilusiones y sus ganas de vivir y luchar.
Gabriel sintió el escozor de las lágrimas, y se las secó con los antebrazos vendados. Tenía vendas por todos lados: En los muslos, pecho, espalda, cuello… Pero la herida más importante no se veía. ¿Quién iba a ver que su corazón había sido incinerado por la valentía y las ganas de hacerse la heroína de una valkyria furiosa?
Lo peor de todo era que no se le daba nada bien estar en cama pero, además, no le apetecía nada moverse y, sin embargo, debía obligarse a sanar bien porque Miya y Bryn le necesitaban.
Bryn estaba destrozada. Se sentía igual de fracasada que él. La altiva valkyria había insistido en acompañar a Miya y desahogar su furia. Ella se sentía responsable de las suyas, y Róta era su hermana, y la Generala no había sido la misma desde que habían secuestrado a su nonne. Después de ver como Gúnnr estallaba en el cielo como una estrella, la luz de sus ojos azules había desaparecido. El líder samurái le había jurado por su honor que recuperaría los objetos y, sobre todo, a la valkyria. Su intención era interceptar el helicóptero militar antes de que repostara o pudiera tocar tierras escocesas. No se sabía nada de ellos todavía.
Jamie e Isamu habían avisado a los clanes de Inglaterra para que estuvieran atentos al tráfico aéreo, pues se esperaba que Róta y los tótems llegaran en breve. De momento, no había noticias de ellos.
Gabriel había echado un vistazo al mapa que había dibujado Liam. Estaba lleno de puntos caliente, puntos de energía electromagnética. El niño había marcado la zona de Florida como posible portal. Había acertado. Se lo había comentado a Caleb y a As, para que echaran un vistazo a todos los puntos. También les había dicho que Hummus era un semidiós. La noticia no había sorprendido en demasía a los líderes de los clanes.
Toc. Toc. Toc.
Gabriel se incorporó como pudo, y gimió para no quejarse por la tirantez de las heridas. Jamie abrió la puerta. Traía a Chispa con él, y una caja blanca cuadrada en la otra mano. La monita llevaba un pijama rosa y un lacito del mismo color sobre la cabeza, y en cuanto vio a Gabriel le montó una fiesta y le echó los brazos.
Gabriel sonrió. Sólo la mona podía arrancarle ese gesto.
—Lo siento, Gab —se disculpó su tío—. Te he traído una pizza de Giordano’s, sé lo mucho que te gustan. Y también te traigo a Chispa. Huele a Gúnnr en ti, y sólo deja que tú le des el biberón.
—No importa —Gabriel tomó en brazos al bebé y agarró el biberón que le daba Jamie—. Verla me hace sentir mejor.
Jamie sabía por lo que estaba pasando. Parecía que estaba más muerto que vivo. Su sobrino era un zombi en espíritu. No quedaba nada de color ni de esperanza en él. Cero.
—Esta noche me largo —dijo Gabriel de repente—. Cogeré un avión privado. Llamaré a As para que envíe uno de los suyos a buscarme y me deje en Escocia.
—Gabriel, necesitas recuperarte y hacerlo bien. Tus guerreros te necesitan pero… Pero sigues malherido.
—¿Mis guerreros me necesitan? Lo que queda de ellos, ¿no? —Especificó con derrotismo—. Cuatro de los míos han muerto. Mi valkyria, mi pareja —concretó—, sacrificó su vida por mí, la muy canalla… —Alzó la voz—. Y Róta esta secuestrada y sufriendo vete a saber qué tipo de abusos… Bryn y Miya han ido a buscarla y, ¡yo estoy en una puta cama sin poder moverme porque no tengo ni las pócimas de los enanos conmigo ni un frasco, tío! Soy un… —Se calló y se frotó la cara con la mano. Chispa agarró el biberón con una de sus manitas y con la otra tocó la cara de Gabriel queriendo consolar con esa caricia al guerrero.
Jamie se sentó en la cama y lo miró fijamente.
—Qué bien, la autocompasión no va contigo, Gab.
—Así es como me siento… Lo he perdido todo.
—Mientras hay vida no hay nada perdido.
—Eso es una mierda —gruñó de modo visceral—. La he perdido a ella. A Gúnnr. Gúnnr se ha ido me ha dejado solo… Yo no tengo vida ahora sin ella. Yo… ¡Necesito salir de aquí! ¡Necesito ocupar mi cabeza! Echo tanto de menos a la valkyria que es imposible que… Y el dolor me está matando. Dame algo para eso —le urgió meneando la mano.
—Isamu y Aiko te están dando sus remedios, pero por el aspecto de tus heridas… —Levantó la venda del hombro con cuidado—. Todavía te queda un día o dos para mejorar.
—Un día o dos… —Un día o dos pensando en Gúnnr. Una vida entera anhelándola. Cómo la odiaba por haber hecho lo que había hecho—. Si nadie puede ayudarme, y si lo que queréis es obligarme a quedarme en cama, entonces más vale que me des algo para beber y olvidar o me puedo volver un puto insoportable, ¿entendido?
Los labios de Jamie se estiraron en una sonrisa. El vanirio se acarició la perilla, se levantó y se fue de la habitación. Al cabo de unos segundos entró con una botella de Jack Daniel’s Black Label.
—Toma. Dale. Emborráchate. Vive el luto. Pero esto no va a devolverte a tu valkyria. —Jamie lo miraba con cara de pena—. Ella no querría verte así. Llórala, Gabriel. Llórala como se merece, pero no puedes rendirte… Ella no lo querría. Gúnnr era una luchadora, ella no…
—¡Nadie puede devolvérmela! ¡Y ella no está aquí! Me traicionó en el cielo. —Las venas del cuello de Gabriel se hincharon y su cara enrojeció—. Me clavó una de sus flecha y yo… Y yo estaba tan débil que… Caí. ¡Ella se fue!
—¿Y así se lo agradeces?
—¡No se lo pienso agradecer nunca!
—Ha dejado que vivas —Jamie recogió a Chispa de los brazos de Gabriel. El guerrero estaba desquiciado.
—¡Gúnnr quería que yo la amara, que la necesitara; y justo cuando no puedo evitar reconocer lo que hago y que siento cosas buenas y fuertes por ella, la hija de Thor me apuñala! ¿Y dices que tengo que darle las gracias? ¡No, joder, ni hablar! —Gritó y arrancó la botella de Jack Daniel’s de las manos de su tío—. ¡Y ahora, por favor, dejadme en paz! ¡Quiero estar solo!
Jamie salió de la habitación de Gabriel, que ocupaba un ala de la casa, y accedió a su deseo.
Gabriel se quedó solo en el dormitorio. Inmóvil. En silencio.
Miró la botella negra y pasó los dedos por la etiqueta negra y dorada.
—Yo así no puedo vivir… —Tragó el nudo de la garganta y le tembló la barbilla—. Esto tiene que parar.
Se levantó poco a poco de la cama, con la botella de whisky en la mano. La abrió y se la llevó a los labios. Dio tres tragos seguidos. El alcohol le quemó la garganta y él lo agradeció. Mejor sentir la comezón, que no la congoja y el dolor de las lágrimas que estaba harto de derramar. Apoyó las plantas de los pies en la cálida alfombra negra y gris.
—Vamos allá… —Se animó el mismo. Se apoyó en los talones y se levantó. Rugió como un animal y se quedó quieto. El cuerpo tenía que acostumbrarse. Dio otro sorbo a la botella—. Bien…
Salió del dormitorio, y encendió la televisión. Alzó el volumen a la máxima potencia. Y puso la MTV. Abrió el balcón que daba al jardín superior de su ala, y salió a que le diera el aire. Las luces de Chicago titilaban: La actividad nocturna se desarrollaba con normalidad en la ciudad. Un claxon por aquí, una carcajada por allá… La luna estaba en lo alto, luna llena que le sonreía, jactándose de su desgracia.
—Esto es por ti, florecita. —La lloraría como se merecía.
Gabriel no estaba del todo borracho, pero su alma y su pena se habían quedado algo aletargadas. Eso era bueno porque así no sufría. Llevaba sólo un pantalón de pijama ancho de color azul oscuro. Las vendas le rodeaban los bíceps, el torso, la manos y los hombros, pero las esclavas metálicas no se podían cubrir así que las mostraba sin ningún pudor, aun sabiendo que bajo ellas la piel todavía seguía herida.
La música sonaba tan alta que parecía discoteca. Una fiesta particular, eso era lo que era. Una fiesta de despedida.
—Easy come, easy go. That’s just how you live[43] —cantaba en voz alta y desgarraba las cuerdas vocales, querría cantar igual que Bruno Mars y su Granade. Estaba tan dolido y enrabietado…—. ¡¡¡Oh, Take, take, take in all, but you never give!!![44] ¡Eso, Gunny! —Gritó al cielo—. ¡Te lo has llevado todo y no me has dejado nada!
Gabriel se apoyó en el barandal de piedra gruesa y caliza que rodeaba al balcón. Cómo le gustaría volver atrás. Si no hubiese sido tan cobarde, podría haberle dicho a Gúnnr que la amaba desde el principio. Su razón lo había negado, pero sus instintos y su corazón la aceptaban sin ningún miedo. Y él había luchado contra eso como un puto ciego obstinado. No iba a emborracharse.
No podía. Su tiempo en el Valhall bebiendo hidromiel le había inmunizado al alcohol humano. Se rio de su suerte.
—Ni siquiera puedo emborracharme, coño —gruñó riéndose de Jack Daniel’s y de sí mismo. Presionó la botella con los dedos, y la lanzó con toda su impotencia y furia, hacia la luna—. Mad woman, bad woman… That’s just what you are, yeah. You’ll sile in my face, then rip the breaks out my car[45]… ¡Gúnnr! —Dejó caer la cabeza hacia atrás y abrió los brazos—. ¡¿Es esto lo que quieres?! ¡¿Dejándome solo y desvalido?! ¡¿Darme una lección?! ¡¿Para eso querías que apostara por ti, valkyria caprichosa?! ¡¿Para qué me abandonara?! ¡Yo habría sostenido una granada por ti! ¡Me hubiera cortado una mano por ti! ¡Haría cualquier cosa por ti! ¡Pero tú…!
—Yo haría lo mismo —dijo una voz llena de lágrimas tras él—. Daría mi vida por ti.
Gabriel no movió un solo dedo. Abrió los ojos con sorpresa y estupefacción, y clavó los dedos en el barandal de piedra, creando pequeños surcos circulares.
Gúnnr no hubiera imaginado encontrarse a Gabriel en esa situación.
Su pelo rubio lucía suelto y salvaje, azotado por el viento que su aparición había levantado.
¿Qué podía decirle? Lo amaba tanto, tenía tantas ganas de abrazarlo y besarlo, que no sabía cómo proceder.
La espalda del guerrero tembló, y los hombros se estremecieron varias veces. El einherjar sorbió por la nariz.
—Estoy tan mal, que creo que oigo tu voz, florecilla… —Inhaló y cerró los ojos con gusto—. Y creo que hasta te huelo. Mi nube… —Musitó.
Gúnnr se clavó las uñas en la palmas de las manos. Ella no tenía un aspecto mejor. Ver así de triste y mal a Gabriel la destrozaba. Y eso lo había provocado ella. Dio un paso hasta él, el tacón golpeó la madera. Luego dio otro, y otro más, hasta colocarse a un palmo de su espalda magullada.
—¿Gabriel?
El einherjar se giró de golpe y encaró a su particular visión.
¡Pero qué preciosidad, por el amor de Dios! ¿Quién la había maquillado así? Se le veían los ojos enormes y brillantes. Y aquella boca… Verla tan real le oprimió el pecho. Fue como un puñetazo que le dejó sin respiración. ¿Qué hacía vestida de ese modo? El vestido era criminal y los zapatos descubiertos de tiras interminables lo ponían en guardia.
Era Gúnnr. Apretó la mandíbula y sus ojos azules se llenaron de lágrimas. Sí, era ella.
La valkyria se estremeció y se sintió agitada al ver la conmoción en su guerrero. «No ha caído al mar. Esa Freyja…», pensó agradecida.
—Gabriel, soy yo —susurró Gúnnr acercándose más todavía.
Cuando el guerrero comprendió que Gúnnr estaba ahí, que seguía viva, que la tenía al alcance de la mano, que era real y no una alucinación, su mente reaccionó y despertó con ella su ira y su pasión.
—¿Quién? —Reaccionó él con un gruñido—. ¿Eres mi torturadora? ¿La mujer que me clavó una flecha en el cielo?
Ella movió la boca como un pez y desvió la vista hacia otro lado. Gabriel parecía enfadado y desesperado. Era como una granada con toda la cara. Estaba muy cabreado con ella.
—¿Quién eres? Dímelo —le ordenó sin atreverse a tocarla. Si lo hacía, perdería la oportunidad de decirle a esa mujer lo que había hecho con él, reducirlo a nada.
—Soy Gúnnr. —Ella alzó una mano y, con su cura, trató las heridas faciales de Gabriel. «Menos mal. Pensé que se iba a apartar». Su mano se iluminó con un fulgor rojizo, y sanó al guerrero. Ahí estaba la cara varonil y a la vez dulce. Deslizó los ojos por su cuello y sus hombros, y no pudo evitar morderse el labio inferior para evitar echarse a llorar. Tenía muchísimas heridas—. Lo… lo siento, Gabriel. Siento mucho que…
—¿Qué sientes? —La mirada de Gabriel era salvaje. Las heridas no le dolían comparado con el dolor que sentía su alma—. ¿Eres real?
—Sí. Sí lo soy —contestó Gúnnr todavía insegura por su recibimiento.
—¿A qué has venido? ¿Te quedas? ¿Vienes a quedarte? —Exigió saber con tono autoritario. Necesitaba asegurarse—. No importa, porque de aquí no te vas —juró él cerniéndose sobre ella.
No. No podía tener esa suerte. No quería hacerse ilusiones para que luego ella se esfumara de nuevo. Tenía que asegurarse.
—S-Sí. Gabriel. He venido para estar contigo. —Gúnnr conocía muy bien el temperamento loco de Gabriel. Y sabía que él iba a estar muy disgustado con ella. Gabriel tenía muy arraigada la idea de que el hombre era quien debía salvar a la mujer. Y de hecho, la había salvado de otra manera más auténtica y más especial. Así que no le importaba que se convirtiera en un gruñón, porque sus ojos, además de estar asustados, estaban a rebosar de amor, llenos de furia y pasión. El alimento de la valkyria.
La música de Invincible de Kelly Rowlan y Tinie Tempah llenó el jardín y los cielos de Chicago.
—Si te quedas, y dices que eres Gúnnr —su voz sonaba ronca y baja—, di en voz alta quién eres en realidad.
Gúnnr sonrió interiormente. Ahí estaba. Era su reivindicación.
Qué mandón y qué dulce.
They say we shouldn’t, yeah say we wouldn’t.
Look where we are, we’ve done what thought we could’t[46].
—Soy tu valkyria, Gabriel —le pasó la mano por el pecho y curó sus heridas. Cortó la venda con sus uñas azules y liberó su carne de la opresión. Le acarició con las yemas de los dedos. Los músculos de Gabriel se tensaron y marcaron su abdomen y su pectoral. Gúnnr besó un pezón desnudo y lo acarició luego con la mejilla—. Sí, Thor y Freyja me han dado a elegir. Querían que me quedara con ellos, pero yo no pertenezco a ese lugar.
—No. Luego. No quiero oír eso ahora. Ahora quiero escuchar la verdad. ¿Eres mi valkyria? ¿Mía? —Alzó las manos y le abarcó la cara con ellas—. ¿¡Mía, Gúnnr!?
Ella asistió y le miró fijamente a los ojos. Rodeó sus manos heridas y vendadas con las suyas, y éstas se iluminaron. Sus quemaduras y sus cicatrices habían desaparecido.
Gabriel achicó los ojos y entreabrió la boca.
Gúnnr le quito las vendas y pasó sus labios por sus muñecas y sus manos. Morenas. Grandes. Masculinas. Y sin ningún rasguño. Movió la cara hacia la palma de su mano derecha, buscando una caricia como un gatito.
—Siempre he sido tuya. Desde el primer día.
Gabriel rugió, hundió una mano desesperada en el pelo medio recogido de Gúnnr, y se inclinó ferozmente sobre sus labios. La besó.
Ella gimió y él gruñó, mientras con el otro brazo rodeaba su cintura y la alzaba contra él.
—Gabriel, espera… tus heridas… Todavía tienes algunas… —Gabriel no la dejaba respirar. Se la quería tragar entera.
Él se giró y apoyó las nalgas de Gúnnr en el barandal. Le abrió las piernas y se colocó entre ellas, sin dejar de besarla, de acariciarla… De quererla. La piedra estaba muy fría y traspasaba la fina tela del vestido.
—¡Maldita seas, Gúnnr! —Exclamó él sobre su boca—. Vienes aquí vestida de purpurina, como si fueras un hada… Y yo aquí muerto de pena por no volver a verte. ¿Qué te crees que soy? ¡No puedes jugar conmigo así! —Le mordió el cuello con fuerza.
—¡Arg! —Gúnnr cerró los ojos y tiró del pelo rubio de Gabriel—. No juego… Yo no juego, Gabriel. Yo…
—¡Tú! ¡Bruja manipuladora! Te cuelas bajo mi piel, haces que te quiera como a nadie, y, ¡luego me traicionas en el cielo y encima me dejas con vida para que te llore toda la eternidad! —Gabriel alzó las manos hasta el escote del vestido y lo rasgó. Dando tirones hasta abajo, hasta que la prenda se abrió por completo y dejó a la vista los níveos pechos de Gúnnr, y las braguitas azules a conjunto. Gabriel por poco cae de rodillas ante ella.
—¡Has roto mi vestido! —Los ojos de Gúnnr se tornaron rojos y se llenaron de lágrimas de emoción. Por fin Gabriel se descontrolaba con ella—. ¡Y por supuesto que te salvé! ¡Y lo haría otra vez!
Un relámpago cruzó el cielo. Ésa era Freyja cabreada por hacer trizas su precioso vestido.
—¡No! —Bramó él—. ¡No, Gúnnr! Tú no puedes convertirme en un hombre inservible. ¿Cómo crees que puedo luchar sin ti? ¡¿Eh?! —La zarandeó por la cintura y sus pechos se movieron de un lado al otro—. ¿¡Como?! ¿Cómo coño respiro sin ti? Yo… Yo no valgo nada si no estás a mi lado. Un einherjar no es nadie sin su valkyria.
Gúnnr se echó a llorar desconsoladamente.
—¡Lo hice porque te quiero, Gabriel! ¡Y me da igual que te enfades! ¡No me importa que te pongas furioso porque tú caíste al mar y yo desaparecí entre las nubes! ¡Siempre te elegiré a ti! ¡Siempre! —Le clavó las uñas en el pecho y lo empujó. Pero Gabriel no se movía, era un muro de hormigón instalado entre sus piernas—. ¡Y si estás enfadado te aguantas! ¡Estas cosas se hacen por amor!
Gabriel la miró fijamente. Él todavía estaba temblando por la impresión. Gúnnr lo amaba. Eso era lo que estaba diciendo, ¿no? Su valkyria furiosa decía que lo había hecho por amor.
—Pues no lo hagas más. Por favor no más…
—Haré lo que me dé la gana —lo desafió ella—. Tú no puedes decir cómo debo quererte.
—Gunny… —No le salía la voz.
—¡¿Gunny qué?! ¡Dilo! ¡¿Qué?! —le volvió a empujar.
—Gúnnr, me muero sin ti.
Se rindió ante ella. No encontraba mejor modo de decirle a su valkyria que ella era lo mejor de él.
As bad as the odds were looking,
push yeah, we kept on pushing.
And every time I nearly hit the ground,
you were my cushion[47].
Ahí estaba. La valkyria iba a morir de alegría. Eso era lo que quería de él. Una confesión desesperada, una confesión desgarrada de ésas que te ponen el vello de punta.
—He tenido que morir para oírte hablar así. ¿Y sabes qué? —Gúnnr levantó la barbilla de Gabriel.
—¿Qué?
—Moriría otra vez por ti.
El einherjar apretó los dientes para no hacer pucheros como un niño pequeño.
—Gabriel… —Le acarició la cara—. No llores, por favor…
—No lloro. Es la lluvia que no cae —admitió con una media sonrisa—. Estoy furioso contigo Gúnnr. Me has quitado la vida en estos dos días. Tú crees que me la has dado porque me dejaste vivir. Pero no es así. Vivir sin verte un sólo día, sin tocarte, sin oler tu aroma de azúcar, es como estar muerto. Y no te lo voy a agradecer. —Coló sus manos en sus braguitas azules y las rompió.
Gúnnr sonrió, y atrajo a su guerrero hacia ella.
—Deja de romperme la ropa. Ven aquí guerrero.
Él lucho contra sus caricias y sus besos, peleó contra su dulzura y su cariño, pero al final se rindió a su amor.
Gabriel bufó y gimió, y al final rodeó a Gúnnr con sus fuertes brazos y hundió su cara entre sus pechos. Ella le acarició el pelo y besó su coronilla mientras le decía todo tipo de tonterías mimosas.
—Gabriel —murmuró deslizando los labios a lo largo de su pelo rubio, su oreja, el lateral de su cuello y luego su barbilla—. Gabriel… —Besó sus mandíbula y luego se acercó a la comisura de sus labios—. Yo tampoco puedo vivir sin ti. Por eso estoy aquí contigo.
Las palabras tenían la capacidad de calmar o avivar tormentas. Esas palabras tenían un efecto sorprendente en Gabriel. Lo despertaron y lo devolvieron a la vida.
Besó a Gúnnr con exigencia y agresividad.
Ella no pudo hacer nada contra el ataque del guerrero. Era imposible detener sus manos y el hambre voraz que le consumía. Y ella no quería detenerle, quería que también la consumiera a ella. Una mujer debía sentirse orgullosa de la pasión que despertaba en un hombre. Lo importante era no sentir miedo de ello.
There’s evidence that proves. That you were sent.
‘Cos ehen I needed rescuin. You were there at my defence.
Girl in you I find a friend, You make me feel alive again
and I feel like the brightes star. ‘Cos you make me shine again[48].
Gabriel dejó desnuda a Gúnnr sobre el barandal. Dejó de besarla y lamió su garganta de arriba abajo. Luego le mordió la clavícula con suavidad y finalmente llegó hasta sus pechos. Ahí, en ellos, entre ellos, Gabriel se sintió el rey. Los lamió y pellizcó. Los mordió y los mamó, como si quisiera sacar leche de ellos.
—Gabriel… Más suave… —Pidió Gúnnr con voz temblorosa.
Él levantó la mirada hacia ella y sonrió. Mordió el pezón del piercing con fuerza y Gúnnr gritó abandonada al placer y las caricias. Un relámpago cayó sobre ellos iluminándolos por completo. Gabriel rugió como un salvaje, encantado de las sensaciones y la recepción de energía.
—Éste es tu castigo, florecilla, por ser tan mala conmigo —lamió el pezón de nuevo y lo besó. La cogió en brazos y la instó a que rodeara sus caderas con sus piernas. Le acarició el trasero y sonrió como un felino—. Eres perfecta amor —la besó en los labios y tiró suavemente del inferior.
Gúnnr se sintió fascinada por aquel Gabriel. Se estaba descubriendo ante ella. Era sexy, dominante, salvaje y sabía muy bien cómo tenía que tocarla y tratarla para encender su pasión.
No meter where are (yea). No meter just how are paths my lead.
We don’t need no shields, Love is the armour that we need.
We’re invincible (we are), Invincible (you are)[49].
—¿Adónde me llevas?
—No voy a dejar que los mirones se recreen mirándote y viendo cómo te como enterita. —Succionó su garganta y le dejó una marca, mientas caminaba con ella en brazos al interior del castillo.
Entraron en el dormitorio y Gabriel dejó a Gúnnr sobre la cama. Se arrancó el pantalón como pudo. Tiró de las piernas de Gúnnr, la acercó a él y las abrió.
Sumergió la lengua y la boca en el sexo de Gúnnr como si fuera un lobo hambriento y ambos enloquecieron. Los rayos y los truenos hicieron un concierto especial en aquella habitación, sólo para ellos y debido a ellos.
Gúnnr gritaba y tiraba de su pelo.
Gabriel se limitaba a torturarla y a hacer que se corriera una y otra vez. Las alas rojas de Gúnnr se desplegaron y tuvo que incorporarse, cruzar los pies tras la nuca de Gabriel y agarrarse a su pelo rubio.
Cuando la valkyria ya no podía moverse más, Gabriel besó el interior de sus muslos, se sentó en el centro de la cama, levantó a Gúnnr por las axilas y la sentó a horcadas sobre él.
—Me muero de ganas de hacértelo, Gúnnr —besó su hombro mientras guiaba su pene a su estrecha y húmeda entrada.
Gúnnr se sentía como de gelatina, estaba hecha un flan. Tenía la mejilla apoyada en su hombro y notaba el sudor recorriendo sus pechos y su espalda.
—¿Eh? ¿Qué quieres hacerme que no me hayas hecho ya?
—Quiero hacer el amor contigo. Amarte como yo sé. Como tú me has enseñado.
Gabriel impulsó las caderas hacia delante y la penetró hasta el fondo. La besó mientras se mecía con maestría. Gúnnr lloriqueó por lo sensible que estaba y también por la emoción de ver a Gabriel tan entregado a ella.
—¿Quién soy yo? —Susurró Gúnnr con las lágrimas deslizándose por sus mejillas—. Dímelo.
—Gúnnr.
—¿Qué soy yo? —gimió al sentir la estocada cada vez más profunda de la polla de Gabriel.
—Mi valkyria. La mujer de mi vida —afirmó Gabriel, besándola y acariciando sus mejillas—. La única.
—¿La única? —Preguntó para asegurarse—. ¿Te gusto-gusto mucho?
Él sonrió y le secó las lágrimas con los pulgares.
—Te quiero-quiero demasiado. Eres la mujer que yo quería, incluso antes de saber qué era lo que quería. Me encomendé a ti. Mi alma, mi cuerpo y mi corazón son tuyos. Te amo, Gúnnr.
Gúnnr pegó la frente a la de él y sonrió feliz. Sus hoyuelos iluminaron su rostro como dos soles, y sus ojos se aclararon. Se le había corrido un poco el rímel y estaba adorable.
—Dímelo, Gúnnr. No hagas que te ruegue —Gabriel detuvo sus caderas y la miró con seriedad—. Dímelo, me muero de ganas de oírtelo decir.
—Te amo, Gabriel. Te amo con mi corazón de trueno y mi alma de valkyria. Mi cuerpo, y todo lo que soy es tuyo. —Besó sus labios con dulzura—. Yo siempre supe que eras el hombre que quería para mí.
Gabriel extendió sus alas, por fin recuperadas tras el contacto con Gúnnr. La declaración de la valkyria lo hizo libre y lo completó. Sus alas azules se agitaron, pero ninguno de los dos quiso volar.
Eran bellos. Como dos pájaros luminosos entregados al amor. No quisieron volar porque ya volaban, juntos, elevados por su rendición, purificados por su redención, no había necesidad de batir sus alas.
Ah from wildest wáter. Yeah to the highest mountains
Ah you and I forever. Even through the driest decerts
You life me higher than ever, I feel as light as a feather
And when we’re fighting’together, we can take on the weather
I will keep you waterproof. Every single storm you
Ever have to walk though. I will go before you
I will be the vice when you, Need someone to talk to
Please don’t ever doubt me. Let me ressure you[50].
Permanecieron abrazados, unidos uno al otro. Con los cuerpos pegados por el sudor y la pasión.
—Capearé cada tormenta por ti, florecilla —murmuró Gabriel con los ojos cerrados y abrazando a Gúnnr no solo con los brazos sino también con todo su cuerpo y su alma—. No dudes jamás de mí.
—Y ahora cuéntame qué ha pasado ahí arriba. ¿Por qué te han dejado libre? Dices que no perteneces a ese lugar. ¿Por qué? Tu padre está ahí, ¿no?
Gúnnr sonrió y lo besó en los labios.
—Una persona sólo pertenece a aquélla que la elige por encima de sí misma. Thor no lo hizo. Mis hermanastros no lo hicieron. Yo pertenezco a un principito rubio, con cara de ángel y malas pulgas. Y pertenezco a mis amigas, que siempre creyeron en mí y que nunca me dejaron de lado. Ellas me necesitan. ¿Tú me necesitas?
—Yo te necesito. Yo te pertenezco —aseguró Gabriel retirando un mechón de pelo chocolate de su rostro—. ¿Quieres hablar de ello, de tu encuentro con tu padre?
—Ahora no, amor. —Volvió a besarlo y musitó con un suave toquecito de su lengua—. Después. Ahora eres mío.
Cuando se disponían a besarse de nuevo, el iPhone de Gabriel sonó con fuerza.
Gabriel y Gúnnr se miraron fijamente, expectantes.
El guerrero descolgó el teléfono.
—¿Sí?
—Gabriel.
El einherjar abrió los ojos y los clavó en los de su valkyria.
—¿Miya?
—Tengo a Róta localizada.
El samurái no mencionaba ni la espada ni la lanza. Sólo le interesaba la valkyria.
—¿Dónde? ¿Desde dónde llamas? —Preguntó Gabriel con ansiedad y urgiéndole a que diera más información.
—El helicóptero está a punto de despegar a un buque de asalto anfibio —explicó Miya.
—Dinos la posición, Miya. Nos movilizaremos inmediatamente.
—Bryn y yo estamos imantados bajo el helicóptero. Está a punto de descender para cargarse de combustible. Están a unos tres mil kilómetros de Irlanda. Tienen pensado descargar ahí, en Cork. Han cambiado los planes.
—¿Por qué? ¿Qué vas a hacer tú? —preguntó Gabriel.
—Vamos a intentar rescatar a Róta y recuperar los objetos. Pero no podemos esperar a que lleguéis. Está amaneciendo y necesito cobijarme. Actuaremos lo más rápido que podamos. Te dejo, Engel.
—Miya —Gabriel acarició la mejilla de Gúnnr—. Cuenta con nosotros. Vamos para allá.
El samurái cortó la comunicación.
Gabriel y Gúnnr se abrazaron con fuerza y ella lloró de alegría.
—Está viva. Róta sigue viva —levantó el puño victorioso.
—Sí. Miya y Bryn ya están en el helicóptero —le dijo Gabriel—. No entiendo cómo lo han conseguido… Van a rescatarla.
—Entonces debemos ir con ellos. Nos necesitan.
—Sí —Gabriel asintió y hundió la cara en el cuello de Gúnnr. Las cosas se ponían en su lugar poco a poco—. Sí, pero dame otro beso valkyria mía.
Gúnnr sonrió y se lanzó a por él.
Juntos se besaron y se amaron.
Se aceptaron y se liberaron.
Descubrieron que eran invencibles, no por ser inmortales, sino porque su amor podía con todo, incluso con la muerte.
Y así fue como una valkyria de Freyja y un einherjar de Odín entendieron que la peor batalla de todas no incluía truenos, ni armas, ni guerras, ni colmillos.
La batalla más cruel y sangrienta es la que incluye a dos corazones que deben aprender a ser valientes.
El trueno más sonoro y poderoso es el que crean un hombre y una mujer cuando colisionan y se dicen que se quieren.
La guerra más increíble es la que se desata cuando la furia y la pasión van siempre de la mano.