Capítulo 17

Gabriel salió de Inglaterra a las cinco de la madrugada y el Bombardier llego a Chicago a las seis de la madrugada del mismo día, debido a la diferencia horaria. Pidieron permiso para aterrizar, y desde ahí, un taxi le llevó hasta el Hard Rock. A las siete llegó al hall del hotel.

En recepción un tal Sammy, muy delgado y con el pelo engominado, le dijo que hacía cinco días que Gúnnr y los demás habían dejado el hotel.

—¿Dejaron el hotel? —No se lo podía creer. ¿Qué había pasado? ¿Dónde habían ido?—. Disculpe, ¿no le dejaron ninguna nota para mí?

Sammy se giró para mirar en las pequeñas taquillas de madera dedicados a clientes VIPS. Ellos se habían hospedado en las suites y Gabriel había abierto las cuentas con el Hard Rock como tal.

Sammy sonrió y se giró con una bolsa verde de cartón de la librería Barnes & Noble.

—Sí. Dejaron esto para usted. Esa chica tan bonita… La morena de piel clara y grandes ojos vino dos veces esta última semana y me pidió que le dejara unas notas dentro de la bolsa. Yo no me leído nada, por supuesto, es confidencial —aclaró de modo pedante—. El último mensaje lo trajo una rubia espectacular.

Gabriel tomó la bolsa y la abrió. En ella había un paquete grande, tres sobres rojos pequeños y su iPhone. Nada más.

Abrió el paquete envuelto en papel de regalo. Se sentía débil y tenía las palmas de las manos sudorosas y los dedos entumecidos. Tras el papel de regalo había una edición de lujo de El libro de los cinco anillos: La estrategia del guerrero de Miyamoto Musashi. Pasó la mano por la tapa de letras rojas en japonés. Tragó saliva.

Gúnnr. Había sido Gúnnr.

—¿Me permite? —Preguntó Gabriel apoyándose en la recepción para leer las notas que su valkyria había dejado. Necesitaba sostenerse.

Gúnnr le había dedicado el libro y ponía:

Sun Tzu es muy bueno, pero… No es el único.

Siempre se puede cambiar de gustos, ¿no?

Gúnnr.

Quería hundirle en la miseria; eso era lo que quería Gunny haciéndole regalos como ése, demostrándole lo equivocado que había estado con respecto a ella, respecto a todas sus reservas y a su actitud distante.

Dios, qué tonto había sido.

El primer sobre rojo contenía una nota que decía:

Hemos abandonado el hotel, Gabriel, ha pasado algo terrible.

Khani localizó a tu tío.

Quemó su casa. Lo siento. Lo siento muchísimo.

Gúnnr.

Palideció y las rodillas cedieron ligeramente. Jamie. ¿Había muerto?

¡No! Su tío… ¿muerto? No podía ser…

La segunda nota también era escueta y clara:

No sé si vas a regresar. Estamos en el Trump.

No hemos dado con Mjölnir todavía, pero hay movimientos reveladores.

Gúnnr.

¿Qué hacían en uno de los edificios donde se suponía que se podía hallar el martillo? ¿Por qué estaban ahí? ¿Qué novedades había?

¡Mierda! Y él no había estado ahí con ellos, no había estado al lado de Gúnnr. Casi una semana ausente. Era un puto incompetente.

Leyó el último mensaje a pesar de las lágrimas de rabia que le nublaban la vista.

Se han llevado a Róta y a las gemelas. Esos hijos de puta se las han llevado delante de nuestras narices.

Lo que queda de nosotros sigue en el Trump.

Bryn.

Y ése era el último mensaje.

—¿Cuándo fue la última entrega? —Preguntó con tono exigente.

Sammy hizo memoria.

—Ayer por la noche —puso cara de preocupación—. Es difícil creer que esas chicas sean boxeadoras. Parecen ángeles.

Gabriel frunció el ceño.

—¿De qué habla?

El recepcionista se tocó la cara.

—Todos esos moratones y cortés… Me dijeron que eran boxeadoras. Pero esos golpes que ellas lucían estaban hechos sin guantes.

Gabriel apretó los puños y su animal interior rugió como si le hubieran herido o increpado. Sí, sí que le habían increpado. Habían hecho daño a la gente que quería y eso no iba a quedar impune. ¿Y su tío? ¿Qué habían hecho con él? ¿Seguía vivo?

Tomó la bolsa y se fue corriendo del hotel, hasta el lugar donde se suponía que estaban sus amigos, en caso de que todavía le tuvieran el respeto suficiente como para al menos escucharle y aceptar sus disculpas.

El Trump era uno de los tres edificios más altos de Chicago, uno sobre el que los rayos de la tormenta eléctrica creada por Mjölnir habían caído.

En recepción, le dijeron en qué suites se hospedaban Gúnnr y los demás.

Gabriel estaba tan irritado consigo mismo que no era consciente del aspecto amenazador que presentaba.

Caminaba a zancadas largas, con los brazos tensos y los puños cerrados a los lados. Tan grande como era, era intimidante. Los clientes del hotel se apartaban a su paso. En el ascensor una mujer con dos niños cogidos de sus manos se retiró sutilmente de su lado. Una mujer con un carrito de la limpieza por poco grita cuando lo vio salir del ascensor como un vendaval.

Se presentó en una puerta de una de las suites, la que olía a nube. Parecía un perro husmeando tras su hueso, pero no le importó. La empezó a aporrear con fuerza. Sabía que tras la puerta estaba Gúnnr, pero quien la abrió fue Bryn.

Bryn tenía los ojos marrones claros, señal que indicaba que en algún momento se volverían rojos y empezaría a repartir leña a diestro y siniestro. Tenía la cara llena de marcas rojizas, otra señal de que había tenido heridas que se estaban cicatrizando.

Esperaba un recibimiento frío y acusador, pero la Generala parecía desesperada.

—¡Por fin! —Tiró de él y lo metió dentro de la habitación. Una suite perfectamente equipada, con dos dormitorios, mini cocina y unas vistas espectaculares—. ¡Aiko! —Bramó mirando hacia la puerta que daba al dormitorio—. ¡El Engel esta aquí! ¡Él puede curarla! ¡Deja que él trate con ella!

La habitación estaba a oscuras, las ventanas cubiertas por las cortinas.

Aiko, la vaniria japonesa, se quedó mirando con incredulidad a Gabriel. Tenía las manos y la ropa cubiertas de sangre. Se levantó de la silla que había al lado de la inmensa cama.

Gabriel clavó los ojos en la figura que había estirada en ella.

Desnuda de cintura para arriba, y boca abajo, con unas quemaduras horribles en la espalda y cortes profundos dos dedos por encima de las nalgas. Se hallaba su valkyria.

La piel quemada se había comido el tatuaje y dejaba ver los músculos destrozados de su espalda. Tenía incluso arañazos en la nuca y horribles mordiscos en los hombros.

Gúnnr.

En un suspiro estaba al lado de su chica.

—Cúrala, maldita sea —gruñó Bryn—. Y luego tendrás que darnos muchas explicaciones —tomó entre las manos el teléfono del hotel marcó un número—. El Engel esta aquí, Miya. Lo que oyes. Venid a la habitación —se giró hacia Gabriel y le dijo—: Te esperamos en el salón.

—No entréis y no me molestéis hasta que salgamos nosotros y haya curado a Gúnnr, ¿de acuerdo? —Ordenó Gabriel.

—Tienes mucho morro al aparecer y seguir dando órdenes como si nada —Bryn le dirigió una mirada acerada.

Gabriel apretó los dientes se lo tenía merecido.

—Mi desaparición ha sido justificada, Generala. Cuando salga, hablaremos. Ahora, lo más importante es Gúnnr —con un gesto de la barbilla la invitó a irse.

La rubia y la japonesa cerraron la puerta de la habitación y dejaron a un sorprendido y asombrado Gabriel con una malherida Gúnnr.

Gúnnr hundió la cara en la almohada.

Estaba ahí. Había vuelto el cretino. Entre la bruma del dolor, olió a hierbabuena. Sí, era el olor de Gabriel.

No quería verle. No quería hablarle nunca más. Esos días habían sido terribles sin él, le había dolido el cuerpo cada noche. No dormía debido a las heridas que había sufrido en las últimas reyertas. Pero lo que más le dolía era el corazón.

Cuando él se fue con Daanna, golpeó algo en su interior que activó el modo «furia permanente». Sólo tenía ganas de pelear. De golpear, pegar, electrocutar y matar a cualquier jotun que se le pusiera por delante. Tal era su ira que hacía seis interminables días que sus ojos no se oscurecían y adquirían su color natural.

Quería gritar y destrozar cosas. Lanzar objetos contra la pared y arañarse la piel. Para una valkyria, ver cómo su einherjar se iba con otra era una ofensa demasiado grande para su amor propio y su orgullo.

No quería estar con él, y en cambio, se sentía tan bien ahora que él estaba cerca… Pero no podía perdonarlo. Ni podía perdonarse a ella por todo lo que había sucedido en su ausencia.

Cuando Gabriel supiera lo que había pasado con Jamie, iba a repudiarla y, esta vez sí que iba a enviarla al Valhall. Pero es que habían pasado tantas cosas… Y ella había sido la culpable de todas ellas.

—Dioses, Gúnnr…

La trémula voz llena de dolor y pena del Engel la sacó de su dolor interior. Hundió más el rostro en la mullida almohada y negó con la cabeza.

—Sólo quítame el dolor —dijo con los dientes apretado—. Quítamelo, necesito respirar.

Gabriel accedió a su ruego con rapidez y eficacia. Pasó los dedos suavemente por encima de las nalgas y cicatrizó los cortes de las incisiones. Retuvo una arcada de rabia y desesperación. Se lo habrían hecho con garras o espadas.

—¿Quién te ha hecho ésta? —Había un juramento de venganza en esa pregunta.

—Ya ni me acuerdo —contestó sin darle importancia—. Podría haber sido un purs, o un eton, o uno de los muchos vampiros que tiene infestada esta maldita ciudad, o un lobezno… No lo recuerdo —se calló al notar la suave presión de la palma de Gabriel sobre su coxis. La estaba tocando como si ella fuera una obra de arte—. ¿Lo has pasado bien con ella? ¿Dónde habéis estado?

En vez de irritarse por aquella insinuación, por otra parte completamente comprensiva, el guerrero siguió acariciando su piel malograda y cerrando cada quemadura, haciéndola cicatrizar, hasta que empezó a vislumbrar aquellas alas tribales que tanto le gustaban. Seguían azules.

Hablarían, pero cuando ella estuviese mejor.

—No me he ido de fiesta, valkyria. ¿Quieres la verdad, Gúnnr? ¿Me vas a creer?

Gúnnr giró la cabeza para mirar hacia otro lado. Claro que quería la verdad. Pero lo que no quería era que le doliera, así que decidió mentirle.

—No me importa la verdad. Sólo espero que hacer lo que, sea que hayas hecho en estos últimos días, valiera la pena el habernos abandonado así. —«Haberme abandonado».

Gabriel tembló al imaginarse lo que debían de doler esos cortes. Cicatrizó las quemaduras y los mordiscos de los hombros. El kompromiss era sagrado entre ellos. Si Gúnnr ya no lo quisiera, su cura no actuaría sobre ella. Y no era el caso. Su tacto estaba haciendo que sanara y que volviera a relucir aquella piel de alabastro que la joven poseía.

—Daanna McKenna hace bilocaciones atemporales. Puede viajar al pasado, al futuro o al presente. Me llevó con ella, porque era la premisa que había recibido de Freyja. Sí, sé lo que éstas pensando. Por lo visto, oye la voz de Freyja en sus bilocaciones —explicó pacientemente, pasando la yema de sus dedos por la curva de un hombro y luego del otro—. Me llevó a ver a mis amigos. Pude verles de nuevo, Gunny.

Gúnnr sintió que se acongojaba. Gabriel debió de sentirse muy emocionado al reencontrase de nuevo con Aileen, Ruth y los demás… Se alegró al saber que había tenido otra oportunidad. Era tan tonta. Debería odiarle y debería no alegrarse por él. Pero lo hacía.

Él le explico cómo había ido la noche en Inglaterra y la sorpresa que había tenido al enterarse de que había hecho un viaje al futuro, exactamente seis días hacia adelante.

—Ni siquiera Daanna lo sabía —se justificó él—. Me entró una gran ansiedad al darme cuenta que te había dejado tanto tiempo sola. Estaba tan asustado… —Murmuró con voz ronca.

—No creo, estabas acompañado por la perfecta y grandiosa Daanna McKenna. Es tan guapa… Entiendo que no pudieras evitar compararme con… —Apretó los ojos con fuerza y cerró el puño contra las sábana. No pudo sofocar un gemido de dolor.

Gabriel vio las sábanas que había bajo el estómago de la valkyria. Estaban empapadas de sangre. Estaba sangrando por delante. Sin pedirle permiso la tomó de los hombros y le dio la vuelta.

Gúnnr gritó y se cubrió la cara con las manos cuando quedó boca arriba.

—Gunny… Nena, te voy a poner bien —aseguró mientras miraba el aparatoso corte en diagonal que iba del hombro derecho a la cadera izquierda—. ¡Qué cabrones! ¡Cabrones! —Gritó con el cuerpo tenso. Se obligó a permanecer sereno. A ella no le haría bien verlo nervioso.

Ella no podía creer lo que estaba pasando. Gabriel estaba ahí cuidando de ella y ocupándose de sus heridas con una suavidad que hacía que le entraran ganas de llorar. Estaba ahí. Había regresado.

¡Y a ella se le veían los pechos, otra vez!

Gabriel pasó la mano por el hombro y resiguió el corte.

—No mires. No tienes derecho a mirar —dijo entre sollozos, sin destaparse la cara en ningún momento.

La mano sanadora de Gabriel titubeó al oír aquellas palabras. No podía ser tarde para pedir perdón. Nunca sería tarde mientras hubiera vida.

—¿Cómo pensabas curarte, valiente? —Gabriel odiaba haberle hecho tanto daño. Porque él sentía que esas heridas eran su responsabilidad. Se había ido de su lado.

—Con el tiempo. Las valkyrias cicatrizamos con…

—Necesitarías un par de días, que no tenemos, para curarte —gruño Gabriel cerrando el corte del estómago—. No me puedo permitir tenerte tanto tiempo en cama, Gúnnr. Tú lugar es a mi lado y te necesito.

Gúnnr apretó los dientes y sintió que las alas le ardían de indignación. Aquello era el colmo.

—¡No me mientas! ¡Me abandonaste!

—Tienes todo el derecho a enfadarte. Lamentó lo que pasó…

—¡¿Lo lamentas?! —¿A qué venía tanta docilidad? ¿Por qué Gabriel parecía realmente arrepentido?—. ¡Se han llevado a Róta y a las gemelas! —Explotó con desesperación—. ¡Y ha sido por mí! ¡Por mi culpa! —Exclamó—. Tenías razón al enfadarte conmigo. Deberías haberme enviado al Valhall. Estoy descontrolada… ¡Y tú no estabas aquí! Y yo… intenté…

—Tranquilízate, por favor —susurró acariciándole el vientre—. ¿Qué te ha pasado?

—¡No quiero tranquilizarme! —Un rayo salió disparado desde el estómago de Gúnnr hacia el techo—. Yo… sentí a Mjölnir más cerca que nunca y pedí a Róta que viniera conmigo. Bryn nos había prohibido salir. Pero yo le juré que sabía dónde estaba el martillo. Róta y Bryn seguían sin hablarse y Róta vio la oportunidad de desafiarla abiertamente y provocarla. Siguen muy enfadadas. Y entonces, Róta dijo que vendría conmigo. ¡Y nos fuimos las dos! ¡Solas!

—Chist. Tranquila, cariño —Gabriel le acarició el pelo con ternura mientras cerraba el corte de la cadera al completo—. Ya está, florecilla… ¿Qué pasó?

—¡No! ¡Fue una maldita trampa! Sabían que íbamos a ir en su busca. Todavía había sol en lo alto. Los vanirios no podían acompañarnos y ellos… ¡Los jotuns nos esperaban! En algún momento, antes de llegar a la torre Sears…

—¿En la torre Sears? ¿Ahí sentiste el martillo? —Entonces tenía razón desde el principio. Creían que podía estar o en el mismo Trump o en el Hancock o en el Sears. Había sido el Sears.

—Sí. Fue ahí… Pero Mjölnir dejó de emitir su energía cuando estábamos en el parking. Liba y Sura nos habían seguido por órdenes expresas de Reso y Clemo. Nosotras dijimos que íbamos sólo a reconocer la zona y a familiarizarnos con ella. Ellos querían estar informados sobre dónde íbamos y que hacíamos, por sí surgían problemas. No se imaginaron que desobedeceríamos a Bryn. Entonces, Liba y Sura aparecieron y a ellas también las cogieron y… Están heridas, y Róta… ¡A ella también le pegaron! Están muy heridas, Engel… —Lloró desconsolada—. Y yo… al final me escapé. No sé cómo lo hice —exclamó entre hipidos—. Sólo sé que cuando intentaron cargar conmigo, yo… yo… estallé. ¡Estallé! Había luz por todas partes. ¡Me querían a mí! Todos daban prioridad a que me cazaran. ¡A mí! ¡No a ellas! Pero se las llevaron —gritó desesperada—. Y ni siquiera sé a dónde se las llevaron. Cargaron con ellas en una furgoneta negra. Jugaron con nosotras. Había de todo en ese parking… Y eran tantos… ¿Cómo puede ser que haya tantos? Purs, etones, trolls… vampiros… Liba y Sura habían llamado a Bryn para decirle dónde estábamos —tomó aire entre hipidos descorazonadores— y por eso Reso y Clemo me encontraron. Yo… no podía caminar. Estaba herida y…

—Entiendo —se encargaría de matar uno a uno—. ¿Tienes más heridas, Gunny? —Gabriel se estaba poniendo enfermo al oír el relato de Gúnnr. Lo primero era ella, pero había tomado nota de todo—. Te… ¿Te hicieron algo más? ¿Te tocaron? ¿Te obligaron a…?

Ella negó con la cabeza. Sintió las manos de Gabriel tirando de sus muñecas. Quería verle la cara. Al final, vencerla también en eso, y logró que bajara las manos.

Gabriel miró sus ojos completamente rojos y llenos de lágrimas y ella los suyos plenamente negros y rebosantes de pesar. Por lo visto, él también estaba afectado y enfadado. El Engel tragó saliva.

—Escúchame bien vamos a recuperar a Róta y a las gemelas. Voy a hacer que Khani arda en el infierno y voy a robarles a Mjölnir. Pero te necesito mi lado. A ti y a todos. No lo he hecho a propósito. Mi ausencia no ha sido un acto de irresponsabilidad ni de premeditación. Si Daanna me hubiera dicho que íbamos a dar un salto en el tiempo, le habría dicho que no me iba con ella. Pero obedecía órdenes de Freyja. Y yo traigo información y cosas muy importantes de Inglaterra.

—No lo entiendo —susurró Gúnnr—. ¿Por qué Freyja iba a querer que nos dejaras solos? No tiene sentido. Mira todo lo que ha pasado desde que no estás…

—Nos levantaremos. Lo prometo. Sólo necesito unos minutos para pensar qué debo hacer… —Se pasó los dedos entre el pelo rubio y apoyo la frente en las palmas de las manos—. ¿Habéis… enterrado a mi tío?

Gúnnr se incorporó en los codos y se puso un cojín sobre los pechos desnudos.

—Lamento mucho lo que sucedió. De verdad que lo siento —reconoció con pesar.

—¿Qué pasó? ¿Cómo le mataron? ¿Le quemaron, Gunny?

Gúnnr se quedo en silencio, observando a Gabriel con cara de sorpresa y arrepentimiento.

—Respecto a eso… Tu tío… Verás, es que, en realidad… Él… No está muerto —apretó el cojín contra ella.

Gabriel permitió que se tapara porque no iba a asustarla con sus recién descubiertos sentimientos intensos sobre ella. Pero sólo por ahora. Un momento. ¿Qué había dicho?

—Mi tío no está muerto —repitió como un robot—. ¿Eso has dicho?

¿Cómo le explicaba a este hombre lo que había sucedido con Jamie? No se lo iba a creer. Incluso ella tenía dificultades para creerlo. ¿Cuántas veces pasaba eso en la vida? Las nornas eran muy benevolentes.

—Engel…

—Gabriel —le gruñó—. No me llames Engel nunca más. Tú no —rugió apasionado.

—Lo que tú digas —espetó ella sin darle importancia—. Al día siguiente de irte, durante la noche, asaltaron la casa de tu tío. Él estaba ahí. Fueron lobeznos. Le desgarraron la garganta.

Gabriel sufrió un déjá vú, y se vio a él mismo perdiendo la vida en Wolverhamptom, a manos de una berserker, delante de la puerta de la casa de Adam y frente a su mejor amiga, Ruth. A Jamie le había pasado lo mismo… Apretó la mandíbula y dos inmensas lágrimas cayeron de sus ojos ennegrecidos. Él había querido tanto a su tío…

Gúnnr no lo soportó. Se sentó en la cama y se colocó delante de él Gabriel nunca lloraba. Jamás había llorado ni expresado ningún tipo de emoción sentimental hacia nada ni nadie. Y de repente, lloraba ante ella, sin máscaras ni vergüenza.

—Perdona —musitó limpiándose las lágrimas de un manotazo.

La valkyria le levantó la barbilla con una mano, con la otra apretaba el cojín al torso desnudo.

—Está bien que llores. No te avergüences —murmuró ella con dulzura.

—Estoy así por tu culpa —dijo él.

Gúnnr dejó caer la mano. Claro que estaba así por ella. Ella había tenido la culpa.

—Lo siento —se disculpó.

Gabriel tomó su mano y la colocó en su mejilla. La piel de Gúnnr olía bien y le calentaba el corazón y la sangre.

—No lo entiendas mal. Continúa —murmuró sobre su palma.

—Miya… —No quitaba la vista de sus labios y su mano. Estaba descolocada—. Miya me dijo que Khani y sus esbirros iban a por tu tío y que debíamos darnos prisa e ir a buscarle y darle protección. Que seguramente habían leído el recuerdo de Jamie en mi mente, en el Underground. Y que, por eso, habían ido a por él. Los jotuns van siempre a por los puntos débiles —reconoció las palabras de Gabriel—. Tú tenías razón. Cometí un gran error.

—No importa eso Gunny. —Besó la palma de su mano con cariño—. Sigue.

—Miya e Isamu llegaron a la casa mientras nosotros revisábamos los programas de los túneles y Aiko y Ren reorganizaban al clan para actuar por la noche y tener a sus mirones listos para localizar a Khani —retiró la mano con brusquedad. Gabriel tejía su embrujo con naturalidad. Y eso a ella la contrariaba—. Se encontraron a tu tío en el salón de su casa. La casa estaba en llamas. Pero cuando Isamu lo vio, algo sucedió entre ellos.

Gabriel arqueó las cejas.

—Describe «algo».

—¿Recuerdas que Isamu me dijo que olía a sándalo? —Dijo Gúnnr.

—Sí. Recuerdo que tiene muy mal olfato.

Gúnnr se levantó y se cubrió con una almohada por delante y la otra por detrás Gabriel pudo ver el perfil de un pecho y la esbeltez de su vientre y sus piernas.

—Decía que olía a sándalo porque olió a Jamie en mi. Yo me lo encontré ese día, ¿recuerdas? El sándalo es su olor favorito, sin embargo, nunca pensó que perteneciera a la esencia de un hombre. Isamu nunca se había fijado en hombres. Sabía que nunca había conocido a su cáraid, pero resulto que su cáraid, su pareja de vida, es un hombre. Y es tu tío.

Se oyó el claxon de un coche en la calle, y también el sonido del tintineo de los platos y las cucharas del desayuno que los camareros del servicio subían a las suites.

—Es una broma —dijo después de largos segundos.

—No.

—Me tomas el pelo.

—No.

—Es una broma.

—Te repites. —Gúnnr arqueó las cejas y no pudo evitar sonreír. Se le marcaron los hoyuelos y a punto estuvo de caérsele el cojín que le cubría por delante.

—Cuéntame toda la historia —le ordenó Gabriel—. No acaba ahí, ¿verdad? Aclárame porque mi tío no murió.

Gúnnr se metió en el baño y abrió la ducha.

—Al ver a tu tío y reconocerle, Isamu no lo dudó ni un segundo y, como todavía seguía con vida, le dio de beber de su sangre.

Gabriel abrió los ojos y se puso las manos sobre la estrecha cintura.

—Hace tres días que Jamie es un vanirio —continuó Gúnnr—. Su pareja es Isamu y…, y están juntos. Aquí y ahora. Tú tío quiere verte, pero tendrás que esperar al atardecer.

Gabriel la siguió hasta la ducha. Le temblaban las piernas y las manos, sentía el estómago vacío. ¿Su tío Jamie era un vanirio? ¿Dónde estaba la cámara oculta?

—¿Dónde está?

—Tu tío tiene problemas para aceptar su nueva vida e Isamu quiere estar seguro de que, cuando salga, esté completamente en comunión con su nueva naturaleza. Es un hombre muy activo y muy simpático. Me cae bien. Y sólo tiene ganas de verte para no encontrarse tan perdido. —Cuando se giró, se chocó contra el pecho de Gabriel—. Sal del baño —le ordenó muy seria.

—No me voy a ir —se negó en redondo, alejándose y sentándose sobre la tapa del inodoro.

Gúnnr se cubrió con las almohadas. Estaba muerta de la vergüenza. Y se sentía demasiado expuesta a él.

Gabriel prefería a Daanna y la había traicionado. No podía estar ahí. Ella no iba a permitir que se le acercara más de lo necesario.

—¿Me vas a presionar aquí también? —la lengua de Gúnnr era como un azote—. Ya te lo he contado todo. Ahora sal de aquí. No soy la Elegida. Y no voy a dejar que me toques o que me utilices, ni tampoco que me castigues como la última vez que…

Gabriel se abalanzó sobre ella y le estampó contra la mampara, que no se rompió de milagro. Gúnnr estaba impresionada por aquel gesto tan espontáneo. Gabriel se presionaba contra el cojín delantero.

—Te voy a dejar tranquila, Gúnnr. Pero sólo porque tú me lo pides y porque no estás preparada para mí, no lo estás para las emociones que has despertado y que siento cuando estamos juntos. Pero quiero que entiendas algo: No he tocado a Daanna, ella está enamorada de otro hombre. Están felices juntos —se inclinó hacia delante y rozó su nariz con la de él—. Ella ya no es importante.

—No es agradable ser segundo plato de nadie, ¿verdad? —sus ojos destellaron con rabia.

—Estoy intentando ser amable, florecilla. Quiero darte espacio y tiempo. La última noche que pasamos juntos me abriste los ojos. No me quiero perder tu desfile, así que cuando estés lista para vestirte para mí, avísame. Te estaré esperando.

¿Estaba hablando en serio? ¿Vestirse para él? Eso iba con segundas, claro. No podía creerle así como así.

—No es tan fácil —replicó empujándole para que la liberara—. No puedes hacerme lo que me hiciste y abandonarme luego para volver y… No lo voy a permitir. No soy un felpudo.

—No —sonrió con admiración—. No lo eres —por un momento quiso besarla y quitarle de golpe la decepción que se reflejaba en sus ojos, pero no iba a aprovecharse del deseo que había entre ellos—. Gúnnr.

—¿Qué?

—Sólo he estado fuera unas doce horas y te he echado mucho de menos. Muchísimo.

—Estuviste una semana fuera. Te fuiste con Daanna y me abandonaste después de follarme como un animal. Si crees que por decir que me has echado de menos voy a perdonarte, es que no me conoces en absoluto.

—Te equivocas. Nunca he follado contigo. Y no me gusta nada que hables así.

—¿No? Pues ve preparándote, porque ahora hago muchas cosas que no te gustan.

—Ya lo veremos —sonrió desafiándola.

—Lárgate —mientras retiraba la cara y le temblaba la barbilla—. Voy a ducharme.

Gabriel dio un paso atrás y le dejó espacio. No se iba a rendir. Gúnnr era su chuchería y él era adicto a los dulces. Ella no se iba a escapar y él tampoco. No podía huir de lo que eran ni de lo que había entre ellos.

—Reunión en diez minutos. No tardes.

—Nunca tardo —dijo sin mirarlo todavía.

Sonrió de nuevo y se fue del dormitorio. Gúnnr no sabía ser estúpida ni cruel, por mucho que lo intentara.

En el salón se encontró con Reso, Clemo y Miya. Tenían ojeras y le miraban como si fuera una mierda. Les habían hecho traer cafés extra largos de Starbucks y bebían de ellos para no sucumbir ni al cansancio ni al sueño.

Bryn estaba sentada en el sofá, con las piernas recogidas y el semblante triste y apagado.

A Gabriel le costó que ellos decidieran escucharle abiertamente, pero una vez contó todo lo que había sucedido y toda la información que traía de Inglaterra, los guerreros cedieron y recuperaron la confianza en él.

—Esto es una gran putada, Gabriel —gruñó Reso—. Se las han llevado, ¡joder!

El tracio y el espartano se veían muy afectados por la desaparición de sus valkyrias y estaban ansiosos por hallarlas. Temían que Sura y Liba se encontraran en peor estado del que habían encontrado a Gúnnr.

Bryn no hablada. Estaba concentrada en su café. ¿Cómo se sentiría Bryn? Sus dos amigas la habían desobedecido. Y ahora estaba seguro que estaba carcomiéndose por la culpa. Róta no le hablaba cuando se había ido, y Gúnnr había pasado de sus órdenes…

Miya tenía el rostro en sombras. Parecía desubicado y hambriento.

—Las encontraremos —juró Gabriel abriendo la mochila negra—. ¿Dónde está Aiko?

—Descansando un poco. Ha pasado toda la noche con Gúnnr y necesitaba reponerse —Miya miró la puerta de la habitación que permanecía cerrada a cal y canto—. Sabe de medicina y de puntos de acupuntura. Ha calmado su dolor.

—De acuerdo. Miya, esto es para ti —le lanzó una bolsa llena de pastillas Aodhan y un libro con su composición e instrucciones para elaborarlas—. Me dijiste que en tu clan se perdía a gente por el hambre vaniria. Estas pastillas harán que no sufráis.

Miya no se lo pensó dos veces. Abrió la bolsa con desesperación y se metió dos a la boca. Tomó un sorbo largo de café para acompañarlas. Le temblaba ligeramente la mano.

—Menw, el sanador del clan vanirio de la Black Country —explicó Gabriel sin perder de vista a Miya—, me ha asegurado que son más eficaces cuando se les añade el saborizante adecuado para cada vanirio.

Gúnnr salió de la habitación como nueva, al menos, mejor de cómo había estado unas horas antes. Tomó un café de la bandeja, abrió tres sobres de azúcar y se los echó. Dio un sorbo, ignorando la atenta mirada de Gabriel.

—Gracias Engel. Esto nos puede servir de mucha ayuda —aseguró Miya.

—Me alegra. Liam y Nora, los gemelos del clan berserker, son especiales. Liam detecta portales en la tierra, portales a través de los cuales Loki puede traer a sus jotuns y empezar el Ragnarök. Y Nora localiza a Loki y a los practicantes de Seirdr. Me han dado un retrato robot del hombre que la pequeña ahora está viendo en sus sueños, y también un mapa donde Liam ha marcado los puntos que él ve como posibles portales electromagnéticos. Hay que escanearlos y pasarlos a nuestros dispositivos móviles y a nuestros ordenadores. Que todos los miembros de tu clan estén al tanto —le dijo a Miya—. Buscaremos un programa de reconocimiento facial y lo instalaremos para hallar esta cara —señaló el rostro tenebroso que había dibujado Nora, el de un hombre moreno y pelo muy largo. Tenía aspecto de luchador de Pressing Catch.

—Parece que están consiguiendo cosas buenas —murmuró Bryn.

—Daanna también me mencionó que se supone que yo entraría en contacto con un einherjar de las Highlands. Se llama… Ardan.

A Bryn se le cayó el vaso de café en la moqueta y se apresuro a limpiarlo.

—Qué to… torpe he sido… —Musitó.

—¿Conoces a Ardan? —Preguntó Gabriel arqueando una ceja.

Bryn asintió en silencio. No diría nada más.

—Sí.

—¿Sabes dónde vive?

—Sé exactamente dónde vive —aseguró con voz amarga.

—Pues no sé de qué le conoces, pero cuando esto acabe, deberás llevarme ante él. Hay que preparar a los clanes de las Highlands.

—Sí, Engel —contestó Bryn.

Gabriel se levantó y revisó los ordenadores de la habitación.

—Quiero revisar todos los vídeos de los túneles —ordenó—. Nos hemos podido dejar algo. Los están utilizando para mover el martillo, y las cámaras tienen que detectarlo. Seguro que ahora no hay agua en ellos, no seguirán inundados. Revisémoslos y veamos si nos hemos olvidado de algo. Reso y Clemo os pondréis con las grabaciones.

—Ayer noche pedí a Isamu que me ayudara a revisarlos —dijo Bryn—. Yo misma pensé que sería bueno revisar esos vídeos. Reso, Clemo y Miya, han estado toda la noche buscando a las valkyrias. Aiko ha estado con Gúnnr toda la noche, e Isamu debía estar con Jamie.

—De acuerdo —Gabriel se sintió bien al ver la iniciativa de Bryn—. ¿Habéis averiguado algo?

—Por mi parte, no he encontrado nada. Nos hemos dividido las cámaras. No obstante, a Isamu le queda una sección por revisar. Nos llamará en cuanto lo haya revisado todo.

Gabriel asintió agradecido con Bryn.

—Miya, tus chivatos deben saber si esta noche hay movimiento. ¿Te han informado?

—Ren me ha asegurado que Khani va a estar en el Excalibur —miró las pastillas con pesar.

—Ren no me gusta —dijo Clemo—. Llega tarde a la peleas y siempre parece que sepa dónde se va a originar una, pero luego nunca está. No me gusta —repitió mirando a Gabriel.

Miya desenfundó su chokuto y colocó la hoja sobre la garganta del inmortal.

—Ren tiene más dignidad que todos nosotros juntos. Él fue quien me dijo que iban a ir a por Jamie. No lo juzgues. No lo permitiré.

—Es tu guerrero —Clemo se encogió de hombros—. Me fio de ti, pero no de él. Además, bien podría haberte informado antes sobre lo del tío de Gabriel.

—Si insultas a mi hermano me insultas a mí —le advirtió Miya con cara de pocos amigos—. Somos uno.

—Parad —gritó Gabriel—. Miya, ¿por qué no te pusiste en contacto con el foro después de que yo desapareciera?

—Porque Khani ha reforzado la vigilancia en la ciudad. Es arriesgado, no te puedes fiar de nadie.

Gabriel y Miya se miraron fijamente el uno al otro.

Gúnnr estudió la postura de los dos guerreros. Conocía a Gabriel. Y juraría que Miya y él sabían algo que nadie más sabía. ¿Qué era? A Gabriel le pareció bien la respuesta del samurái y no insistió en ello.

—Esta noche nos toca a nosotros —dijo Gabriel—. Gúnnr, ¿has vuelto a percibir a Mjölnir después de lo del Sears?

—Lo han sacado de ahí, sigue en los alrededores pero lo mueven continuamente.

—¿Sigue en la ciudad?

—Sí —concretó Gúnnr—. Pero no está tan cerca como antes.

—¿Y Ren te ha asegurado que Khani estará en Excalibur? —volvió a preguntar mirando a Miya.

—Me ha dicho que ha organizado una fiesta privada con espectáculos incluidos. Ellos lo llaman showroom. Las fiestas de Khani están llenas de decadencia y sacrificios.

—Están intentando desviarnos de la atención del martillo —Gabriel lo sabía porque era una táctica que él conocía muy bien—. Y nosotros fingiremos seguirles el rollo. Aunque, en realidad, lo que haremos será actuar por nuestra cuenta. También les despistaremos. Nos han dado unos buenos derechazos, pero no nos van a tumbar.

—¿Y qué hay de Róta? —Preguntó Bryn con voz temblorosa—. ¿Y de las gemelas?

—Os diré qué es Khani, es un líder ególatra. Le gusta presumir de sus trofeos, le gusta exponerlos —explicó Gabriel—. Y curiosamente, esta noche da una fiesta de exposición. Un showroom. Es un provocador, y quiere desviarnos de lo que realmente está moviendo. El cebo de esta noche, lo que van a exponer en el showroom, serán las valkyrias, puede que intenten matarlas —caviló sin pretensiones—. No tengo ninguna duda. Quieren pasárnoslas por la cara. Pero si vamos todos a recatarlas, perderemos la oportunidad de seguir el rastro de Mjölnir, y ver por donde se mueve, porque no tengo ninguna duda de que planean sacarlo de la ciudad. Así que nos dividiremos en dos grupos.

El teléfono de la habitación sonó una vez hasta que Gúnnr lo cogió.

—¿Sí? ¿Y bien? —Los ojos de Gúnnr se abrieron con sorpresa—. Perfecto. Hasta ahora —colgó el teléfono—. Isamu ha encontrado algo. Ahora viene.

—Bien —Gabriel se alegró al oírlo—. ¿Miya?

—¿Sí?

—Salgamos fuera un momento. Necesito que aclaremos unos puntos en privado.