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Jessie alarga la mano para coger los cigarrillos, pero lo único que consigue es tirar el paquete al suelo. Se encara de nuevo con el teclado y la pantalla del monitor, sin intentar recoger el tabaco.

Tuve la sensación de que me estaba volviendo loca, Ruth… realmente creí que aquello sucedía de verdad. Y entonces escuché una voz dentro de mí. La de Punkin, creo; Punkin me indicó el modo de liberarme de las esposas y consiguió que me pusiera en movimiento cuando la Bendita trataba de entrometerse, de oponerse…, la Bendita, con su melancólica y falsa lógica. Punkin, que Dios la bendiga.

—¡No le des esa satisfacción, Jessie! —exclamó—. ¡Y no permitas que Brandon te impida hacer lo que tienes que hacer!

Brandon lo estaba intentando. Tenía ambas manos sobre mis hombros y tiraba de mí como si se tratara de una competición del juego de la cuerda, mientras el juez no concedía tregua a su mazo, el alguacil se me acercaba corriendo y yo me daba cuenta de que apenas dispondría de un segundo para hacer algo que tuviese importancia, que señalara la diferencia, que me demostrase que ningún eclipse dura eternamente, así que…

Así que Jessie se inclinó rápidamente hacia adelante y le escupió en la cara.