[Sadie] se recobró. Nadie hubiera podido describir el desprecio que reflejaba su rostro ni el odio desdeñoso con que impregnó su respuesta:

—¡Hombres! ¡Inmundos cerdos lascivos! Todos sois iguales. Todos. ¡Cerdos! ¡Cerdos!

W. SOMERSET MAUGHAM: Lluvia