Epílogo

El 2 de agosto de 1914, Alemania invadió Bélgica. Al cabo de pocos días el Ejército alemán empezó a adueñarse de Francia. Hacia finales de agosto, cuando parecía que París iba a caer, varias unidades germanas de París fueron retiradas de Francia para defender a Alemania de la invasión rusa por el Este, y París no cayó.

En 1915 se concedió oficialmente a los rusos el control de Constantinopla y el Bósforo.

Muchos de los jóvenes que habían acompañado a Charlotte en el baile de Belinda murieron en Francia. Freddie Chalfont pereció en Ypres. Peter regresó con los nervios deshechos. Charlotte, que se hizo enfermera, marchó al frente.

En 1916, Lydia dio a luz un niño. Se temió que el parto resultase difícil a causa de su edad, pero llegado el momento no se presentó ninguna complicación. Le pusieron el nombre de Aleks.

Charlotte enfermó de neumonía en 1917 y tuvo que regresar. Durante su convalecencia tradujo al inglés La hija del capitán, de Pushkin.

Acabada la guerra, las mujeres consiguieron el voto. Lloyd George se convirtió en Primer Ministro. Basil Thomson consiguió el título de Caballero.

Charlotte se casó con un joven oficial, al que había asistido en Francia. La guerra hizo de él un pacifista y socialista, y llegó a ser uno de los primeros miembros laboristas del Parlamento. Charlotte se convirtió en la primera traductora al inglés de la literatura rusa de ficción del siglo XIX. En 1931 ambos se trasladaron a Moscú, y a su regreso declararon que la URSS era el paraíso de los trabajadores. Cambiaron de idea al ser firmado el pacto germano-soviético. El esposo de Charlotte fue subsecretario en el Gobierno laborista de 1945.

Charlotte vive todavía.

Pasa sus días en una casa de campo edificada sobre la que fue la granja familiar. La casa fue construida por su padre para su mayordomo, y es una espaciosa y sólida mansión repleta de muebles confortables y de flamantes cortinados. La granja familiar es ahora una gran urbanización, pero a Charlotte le gusta verse rodeada de gente. «Walden Hall» fue reconstruida por Lutiens y ahora es propiedad del hijo de Aleks Walden.

Algunas veces, el pasado reciente le resulta a Charlotte algo confuso, aunque recuerda el verano de 1914 como si fuera ayer mismo. Una extraña mirada distante se apodera de aquellos tristes ojos marrones, cuando empieza a narrar alguno de sus espeluznantes relatos.

Aunque no todo son recuerdos para ella. Denuncia al Partido Comunista de la Unión Soviética por ofrecer una mala imagen del socialismo, y a Margaret Thatcher por ofrecer una imagen equivocada del feminismo. Si se le dice que Mrs. Thatcher no es feminista, ella contestará que Brezhnev no es socialista.

Ahora, por supuesto, ya no traduce, pero está leyendo El archipiélago Gulag en su versión original rusa. Afirma que Solzhenitsin trata de justificarse, pero que ella está decidida a acabar la novela. Como sólo puede leer hora y media por la mañana y hora y media por la tarde, calcula que habrá cumplido los noventa y nueve años cuando llegue al final del libro.

De una u otra forma, creo que lo conseguirá.