Con una ligera inclinación a estribor, el Lockheed se estrelló de lleno contra el Edificio de Concursos, en un punto situado a tres cuartas partes de la altura total de la negra mole. El avión conservaba todavía casi un tercio de carburante en sus depósitos, y su velocidad era algo superior a quinientos nudos.
La explosión fue tremenda e iluminó la noche como la cólera divina, y llovió fuego a veinte calles de distancia.