Capítulo 216

El alarido de las sirenas. Una comitiva de coches de bomberos se abre paso con dificultad por las calles y los puentes de Roma invadidos por la muchedumbre. Nadie entiende qué está pasando.

En la plaza, las cámaras de la CBS y de la RAI filman sin parar al ejército de policías que ha tomado posiciones alrededor del Vaticano. Un espeso humo negro sale por los tragaluces de la basílica y del edificio de los Archivos secretos. Los comentaristas afirman que se ha producido un gigantesco incendio en los sótanos y que avanza por las galerías subterráneas que serpentean bajo la plaza de San Pedro. Los archivos arden. Dos mil años de historia convertidos en humo y en una lluvia de cenizas que cae sobre las cúpulas del Vaticano. La humareda es tan negra que tapa el sol. Parece que vaya a anochecer.

Los vehículos frenan, los bomberos desenrollan las mangueras y se ponen las máscaras antigás antes de entrar en los edificios para combatir el incendio por los sótanos. Pendientes de la maniobra, ningún cámara ve el cortejo de guardias suizos que avanza por la pasarela que une el Palacio Apostólico al castillo de Sant'Angelo: un camino de ronda en lo alto de una muralla que sigue el trazado de la via dei Corridori, es decir, ochocientos metros en línea recta por encima de la multitud. Por ahí es por donde los papas huían cuando el Vaticano estaba amenazado. El camino de ronda no se había utilizado desde hacía varios siglos, pero los pontífices se habían encargado de mantenerlo en condiciones por si acaso. Habían hecho bien.

El cardenal Mendoza y el cardenal Giovanni avanzan en silencio en medio del destacamento. Mendoza se apoya en su bastón. Giovanni lleva el evangelio según Satán envuelto en un grueso paño rojo.