Capítulo 205

La voz del Papa retumba de nuevo bajo la bóveda. Empieza la lectura del evangelio.

—Sexto oráculo del Libro de los Maleficios.

Un silencio. Un cámara de la Rai hace un zoom sobre los labios del Pontífice.

—Al principio, el Abismo eterno, el Dios de los dioses, la sima de donde habían surgido todas las cosas, creó seis mil veces un millón de universos para hacer que la nada retrocediera. Luego, dotó a esos seis mil veces un millón de universos de sistemas, de soles y de planetas, de todo y de nada, de lleno y de vacío, de luz y de tinieblas. A continuación les insufló el equilibrio supremo, según el cual una cosa solo puede existir si su no cosa coexiste con ella. Así pues, todas las cosas salieron de la nada del Abismo eterno. Y al articularse cada cosa con su no cosa, los seis mil veces un millón de universos entraron en armonía.

En la basílica se oyen sollozos. Cerca del altar, una religiosa se desploma. Un revuelo junto a las puertas. Guardias suizos y enfermeros evacuan a mujeres desmayadas y a peregrinos atónitos. Los cámaras vuelven a enfocar al Papa; sus ojos brillantes contemplan un momento a la multitud. Después reanuda la lectura.

—Pero, para que esas innumerables cosas engendraran a su vez las multitudes de cosas que iban a dar la vida, necesitaban un vector de equilibrio absoluto, el contrario de los contrarios, la matriz de todas las cosas y de todas las no cosas, el Bien y el Mal. El Abismo eterno creó entonces la ultracosa, el Bien supremo, y la ultra no cosa, el Mal absoluto. A la ultracosa le dio el nombre de Dios. A la ultra no cosa le dio el nombre de Satán. Y dotó a esos espíritus de los grandes contrarios de la voluntad de combatirse eternamente para mantener los seis mil veces un millón de universos en equilibrio. Luego, cuando todas las cosas se articularon por fin sin que el desequilibrio pudiera romper nunca más el equilibrio que lo sostenía, el Abismo eterno vio que eso era bueno y se cerró de nuevo. Mil siglos transcurrieron entonces en el silencio de los universos que crecían.

Las páginas que el Papa pasa lentamente crujen en los altavoces. El Pontífice prosigue:

—Llegó por desgracia un día en que, tras quedarse solos orquestando esos seis mil veces un millón de universos, Dios y Satán alcanzaron un grado tan elevado de conocimiento y de aburrimiento que, a despecho de lo que el Abismo eterno les había prohibido, el primero empezó a crear un universo más en su propio nombre. Un universo imperfecto que el segundo se afanó en destruir por todos los medios, para que ese universo que hacía el número seis mil veces un millón más uno no llegara a destruir el orden de todos los demás debido a la ausencia de su contrario. Entonces, puesto que la lucha entre Dios y Satán sólo se desarrollaba en el interior de ese universo que el Abismo eterno no había previsto, el equilibrio de los demás universos empezó a romperse.

Uno de los cámaras de la CBS, que ha tomado un plano general de la multitud, vuelve hacia el Papa cuando se da cuenta de que el monje que permanece ante el altar acaba de bajarse la capucha. Algo brilla en su mano.

Capítulo 206