En las unidades móviles y los estudios de televisión cunde el desconcierto y la confusión. Decenas de voces se superponen en los cascos de los periodistas.
—¡Por el amor de Dios! ¿Qué ha dicho?
En uno de los estudios de la Rai, un especialista, perplejo, susurra ante el micro:
—Creo que significa: «Inicio del primer libro del Evangelio de Satán».
Los productores se abalanzan sobre los teléfonos y piden estimaciones de audiencia. Los cursores suben como flechas. Sumando todas las cadenas, hay casi cuatrocientos millones de telespectadores pendientes de los labios del nuevo papa. Los realizadores de la CBS y de la Rai hablan por teléfono con los directores de las cadenas.
—Entonces, ¿qué hacemos? ¿Cortamos la emisión o seguimos?
El director de la Rai reflexiona un instante. El de la CBS, en comunicación transatlántica, enciende un cigarro. Él es el primero en tomar una decisión en lo que respecta a su cadena:
—Seguimos.
Por su parte, el director de la cadena italiana acaba de dar la misma orden a sus realizadores, que la transmiten a las unidades móviles y a los cámaras que están en el interior de la basílica.