Capítulo 201

Como ha hecho decenas de veces en compañía de su viejo amigo el cardenal Camano, Carzo deja que sus pasos se pierdan por las callejas que descienden hacia el puente Sant'Angelo. Las torres de la fortaleza de los papas se recortan en el cielo gris. Los ángeles de piedra parecen sonreírle al verlo pasar. Con el evangelio de Satán bajo el brazo, nota el peso del arma de Parks al fondo de su bolsillo. Gira a la izquierda, por via della Conciliazione, y se dirige con la capucha puesta hacia las cúpulas del Vaticano, rodeado por la multitud.

A medida que se acerca, empieza a distinguir las pantallas gigantes instaladas en la explanada de la basílica. Una música de órgano sale de los altavoces. La misa ha empezado. Cuando llega a las inmediaciones de las cadenas que cercan la plaza, reconoce a los oficiales de los guardias suizos. Uno de ellos se dirige a su encuentro, mientras que otros se han detenido a unos metros de él. Parece aterrorizado.

—¿Lo tiene?

Con el rostro sumergido en la sombra de la capucha, Carzo asiente. El oficial empuja una verja para abrirle paso bajo las arcadas. La muchedumbre murmura mientras él avanza protegido por las bóvedas hasta la escalera de la basílica. Se oye por los altavoces la voz del camarlengo anunciando la lectura del evangelio. Flanqueado por cuatro guardas suizos, Carzo cruza la puerta. Está tranquilo. No tiene miedo.