Capítulo 198

Crossman deja escapar un suspiro al tiempo que cierra el ordenador. Giovanni lo mira:

—¿Y ahora?

—¿Ahora qué?

—¿Qué piensa hacer?

—¿Qué puede hacer una gota de agua en medio del océano? Novus Ordo es una red tan extensa que hasta es posible que yo mismo forme parte de ella sin saberlo.

—¿Eso es todo?

—¿Qué quiere que haga? ¿Detenciones al amanecer de los responsables de las esferas satélites de Novus Ordo? Sí, eso podemos hacerlo…

—Pero…

—Pero serán reemplazados dos horas más tarde por otros miembros de la red a los que no conocemos, y los treinta años de investigación de Valdez quedarán reducidos a nada. Aunque tuviéramos la suerte de conseguir acorralar a algunos de los verdaderos cerebros de la organización, no son más que hombres y mujeres, y detenerlos no cambiará las cosas. Ese tipo de red es exactamente igual que la Mafia con sus padrinos, que son inmediatamente reemplazados por otros padrinos. Pero hablamos de una mafia elevada a la enésima potencia. Como la hidra de Jasón: cortas una cabeza y crecen cien.

—Podríamos revelarlo todo a la prensa.

—¿A qué prensa? ¿Los periodicuchos locales, los diarios gratuitos o las publicaciones de anuncios por palabras?

—¿Por qué no a los grandes diarios?

—Porque la mayoría pertenecen más o menos directamente a los accionistas de Novus Ordo. ¿Qué aportará eso, en definitiva? ¿Un rumor más?

—¡Tenemos los organigramas de Valdez! ¡Eso es una prueba!

—No, eminencia, no es una prueba, es una presunción. Podemos sembrar cierto pánico en la red difundiendo esa información por internet, pero no se haga ilusiones, no servirá de nada.

Crossman se dispone a añadir algo cuando su móvil vibra bajo la americana. Se acerca el auricular al oído. Ruidos, murmullos. El rumor de una multitud.

—Señor Crossman, soy Valentina Graziano.

—¿Valentina? ¿Qué ocurre?

—Nada bueno, señor. El cónclave ha terminado. El nuevo papa acaba de ser elegido.

—¿Quién es?

Crossman escucha la respuesta. Un silencio. Luego, la voz de Valentina se superpone de nuevo al murmullo de la muchedumbre:

—Está a punto de empezar una misa solemne en el interior de la basílica. Creo que será durante la misa cuando el Humo Negro revele la existencia del evangelio. ¿Me oye?

—Sí, la oigo. No cuelgue, tengo otra llamada.

Crossman pulsa una tecla para contestar a la llamada en espera. Escucha atentamente. A continuación, sin pronunciar una palabra, vuelve con Valentina.

—Bien, Valentina, esto es lo que va a hacer: entre en la basílica con sus hombres y manténgame al corriente de todo lo que ocurra. Quiero saberlo todo, hasta el menor detalle.

—Pero ¡por el amor de Dios! ¿Para qué? ¡Está claro que es demasiado tarde!

—Cálmese, Valentina. Esto no ha terminado. Por el momento no puedo decirle más. Tengo un jet esperándome en el aeropuerto de Malta. La llamaré durante el vuelo.

Crossman cuelga y alza los ojos hacia Giovanni.

—¿Qué pasa?

—Que el gran maestre del Humo Negro ha tomado el control de la Iglesia, eso es lo que pasa, eminencia.

—¿Quién es?

—El cardenal Oscar Camano. Un silencio.

—¿Qué nombre ha elegido?

—Petrus Secundus.

—¿El nombre del Anticristo? Entonces todo está perdido.

—Quizá no.

—¿Qué quiere decir?

—La otra llamada que he recibido era de uno de mis agentes apostado en la estación de Roma. Hace cinco minutos, un monje que responde a la descripción del padre Carzo ha bajado de un tren nocturno procedente de Trento.

—¿Y qué?

—Pues que, según mi agente, llevaba un manuscrito bajo el brazo.