Al pie de la escalera, una reja de acero se abre automáticamente al acercarse el cardenal. Un soplo de aire acondicionado. Giovanni entra en una enorme sala iluminada por un falso techo luminoso.
Avanza entre los pasillos de cajas fuertes. Cada compartimiento está separado de los contiguos por una gruesa pared provista de un ordenador. Las cajas son modelos muy antiguos y robustos, pero su mecanismo de apertura ha sido perfeccionado a lo largo del tiempo. En algunas todavía se ve la huella de dobles cerraduras y de ruedas de combinación: unas precauciones inútiles, ya que todas las cajas fuertes del Lazio Bank funcionan ahora con una cerradura electrónica digital.
Pasillo 12, bloque 213. Giovanni se detiene ante la caja del cardenal Valdez. Mide casi dos metros de alto por uno de ancho. Giovanni introduce las inscripciones grabadas en el dorso de la cruz de los Pobres. La pantalla parpadea y, tras una serie de chasquidos sordos, las barras de acero se desplazan y la puerta se abre.
La luz se enciende automáticamente en el interior de la caja. Giovanni siente una punzada de angustia al ver una docena de estantes polvorientos y… vacíos. Se pone de puntillas y pasa una mano por los estantes más altos. Su gesto se interrumpe al encontrar un delgado estuche de plástico con la inscripción NO escrita con rotulador negro. Lo saca de la caja: un disco informático de alta capacidad. Una gigantesca caja fuerte para guardar un pequeño disco lleno de datos sobre la red Novus Ordo. Treinta años de investigación sobre los arcanos del Humo Negro concentrados en un simple trozo de plástico. Giovanni sonríe. Hasta finales de los años ochenta, Valdez debía de haber acumulado miles de documentos sobre la red. Después, con el desarrollo de la informática, grabó esa información en montones de disquetes y más tarde en CD; el número se había ido reduciendo hasta llegar a este único disco de alta capacidad que podía contener el equivalente de cien mil páginas. Giovanni comprende ahora por qué las paredes de separación están provistas de un ordenador: las toneladas de papelotes guardados desde hacía siglos en las imponentes cajas fuertes del Lazio Bank debían de haber desaparecido con el paso del tiempo hasta encontrarse comprimidos en discos informáticos.
Giovanni inserta el disco de Valdez en el ordenador. El procesador crepita y muestra un sumario detallado del contenido. Un número incalculable de páginas archivadas, textos, hojas de cálculo y registros, los más antiguos de ellos, escritos en latín, parecen remontarse a los establecimientos bancarios de la Edad Media.
Las primeras páginas resumen los treinta años de investigación de Valdez y muestran los principales organigramas de la red Novus Ordo, cuya trama, pacientemente tejida a lo largo de los siglos, ya envolvía el mundo: bancos, algunas de las multinacionales más poderosas del planeta, empresas subcontratadas, Bolsas, fondos de inversión, compañías aéreas y de transporte marítimo, empresas de armamento, laboratorios farmacéuticos, gigantes de la informática… Innumerables ramificaciones en los medios financieros, del petróleo y de la industria pesada. También cámaras de compensación, paraísos fiscales y todo un entramado de bancos offshore que continuaban haciendo fructificar el tesoro del Temple.
Pero Novus Ordo no solo era un gigantesco conglomerado financiero. Después de financiar las herejías de la Edad Media, la organización había creado las grandes sectas enfrentadas al catolicismo; sus millones los manejaban ahora los bancos de la red. Detrás de todas esas organizaciones, detrás de todas esas ramificaciones, estaban el tesoro del Temple y los cardenales del Humo Negro.