Capítulo 179

Don Gabriele lía un cigarrillo y se lo pone entre los labios. Crossman le da fuego. El viejo tose.

—Así que me has reconocido, ¿eh, Stuart? Hace tanto tiempo…

—¿Cómo iba a olvidarlo? Usted era uno de los padrinos más peligrosos de la Cosa Nostra que se exilió a Estados Unidos a causa de una disputa con la Camorra. Nos dio mucha guerra.

—Y tú ya eras responsable de la oficina federal de Baltimore. Lo recuerdo… Fuiste tú quien estuvo a punto de echarme el guante por unas naderías.

—Una tonelada de naderías de polvo blanco, envasada en bolsas de un kilo.

—En fin, el caso es que eso me obligó a volver para poner orden en el país.

—¿Y ahora?

—Ahora soy el padrino de las ciento veinte familias. Ellas me temen y yo las protejo. Y tú has llegado a director del FBI. Muy bien.

—¿Por qué quería verme, don Gabriele?

—Tan impaciente como siempre. Como tu tirador de ahí arriba, que todavía se está preguntando si debe disparar o no contra un viejo.

—No lo hará mientras yo no le diga que lo haga.

—No me gusta, Stuart. Te había dicho que vinieras solo.

—No sabía que se trataba de usted, don Gabriele.

—¿Y si lo hubieras sabido?

—Habría venido con el triple de hombres.

El viejo sonríe.

—Me persiguen tantos policías por todo el mundo que no cabrían en un estadio de fútbol, así que unos cuantos más o menos…

—En su mensaje decía que el Humo Negro tiene un punto débil. ¿Cuál es?

—Una persona está en camino para recoger unos documentos sobre esa cofradía. Tienes una cita con ella dentro de muy poco.

—¿Qué tipo de documentos?

—De los que al Humo Negro le gustaría recuperar a cualquier precio si conociera su existencia.

—¿Y esa persona quién es?

El teléfono móvil de Crossman vibra bajo su chaqueta. Dirigiendo una mirada interrogativa a don Gabriele, contesta.

—Stuart Crossman, dígame.

—Soy el cardenal Patrizio Giovanni. Un amigo común me ha dado su número. Me ha dicho que estaría al corriente de un asunto que exige que nos veamos lo antes posible.

—Dígame dónde.

—En Le Gozo, un bar de La Valetta que está en una placita, junto a la iglesia de San Pablo. A las seis y media. ¿Es posible?

Crossman interroga a don Gabriele con la mirada. El viejo asiente.