Capítulo 176

La mente de Marie se aparta poco a poco de la anciana religiosa emparedada. El olor de cera está disipándose. La joven reconoce los olores de salitre y de moho que acompañaron el inicio de su trance; oye que la antorcha de Carzo crepita en las tinieblas. Recobra lentamente la conciencia en los sótanos de Bolzano. Sin embargo, tiene la sensación de que sus manos continúan tocando la pared del cubículo, como si continuara emparedada con la madre Yseult y al mismo tiempo estuviera sentada en ese banco de piedra donde está despertándose. Con los ojos cerrados, se aclara la garganta reseca.

—Alfonso, sé dónde está el evangelio.

—Yo también.

Marie da un respingo al oír la voz de Carzo. Es más profunda, más grave, más melodiosa y también más fría. Algo ha cambiado. Marie percibe otro olor, un olor de cripta. Abre los ojos. El padre Carzo está de pie, se ha puesto la capucha para ocultar su rostro y sus ojos brillan débilmente en la oscuridad.

—Ave María.

Parks siente que se le hiela el corazón al reconocer la voz de Caleb. Intenta desenfundar el arma, pero se da cuenta de que no puede moverse. Sus párpados se cierran. En algún lugar del fondo de su mente, las manos de la madre Yseult tocan las paredes del cubículo.