—¿Ha oído hablar de la red Novus Ordo?
—No.
—Novus Ordo es una logia ultrasecreta creada a finales de la Edad Media. Todavía existe y está compuesta por los cuarenta hombres y mujeres más poderosos del planeta. Es una especie de club de dirigentes, de ricos industriales y banqueros que deciden en secreto los destinos de la humanidad. Nadie sabe quiénes son ni qué aspecto tienen.
—No recurrirá a la vieja teoría de los amos del mundo…
—Cardenal Giovanni, si desea hacer creer que algo no existe, arrégleselas para hacer correr el rumor de que existe realmente y luego encienda cortafuegos para convencer a la gente de que todo es un simple rumor. De ese modo, todo lo que parezca una prueba será inmediatamente denunciado como otro elemento del rumor y reforzará la certeza de que ese algo no existe. Así es como Novus Ordo pudo desarrollarse tranquilamente a través de los siglos. Todo el mundo ha oído hablar de esa red, pero todo el mundo piensa, como usted, que esa creencia no es más que un rumor sin fundamento.
—Entonces, ¿Novus Ordo se ha inventado una leyenda para ocultarse mejor detrás de ella?
—Sí, la de los Illuminati, esa supuesta logia todopoderosa creada en 1776 por un ex jesuita en Weinberg. La élite de la élite. Novus Ordo incluso dotó a ese mito de un símbolo: una pirámide cuyo vértice, separado de la base, está iluminado por el ojo del conocimiento supremo. La élite revelada y la masa de los pueblos ciegos. También hicieron imprimir ese símbolo y la divisa de los Illuminati en los billetes de un dólar estadounidense para que todos los tuvieran ante los ojos. Después hicieron correr el rumor de que los Illuminati eran responsables de todo. Mientras tanto, Novus Ordo pudo continuar desarrollándose sin ser molestado.
—De acuerdo, admitámoslo. Pero ¿qué relación tiene con el Humo Negro?
—Novus Ordo fue creado por el Humo Negro a finales de la Edad Media y creemos que sus cardenales, o por lo menos su gran maestre, forman parte de esa élite dirigente.
—¿Quiere decir que la cofradía del Humo Negro es la rama vaticana de Novus Ordo?
—Es en lo que ha acabado por convertirse con el paso de los siglos: una parte de un gigantesco conjunto creado por ella misma. Pero no una parte cualquiera, porque la cofradía del Humo Negro tiene entre manos la misión que Novus Ordo considera más importante.
—¿Cuál?
—Derrocar a la Iglesia desde el interior. Solo de ese modo, Novus Ordo podrá controlar todo el planeta.
—¡Es completamente absurdo!
—No, Patrizio, son solo rumores.
Un silencio.
—¿Cómo empezó todo?
—El 13 de octubre de 1307, día de la detención de los templarios, unos agentes del rey de Francia infiltrados en el Vaticano asesinaron a la mayoría de los cardenales que se habían convertido a la causa de la orden. Siete de los más importantes de esos prelados escaparon y crearon el Humo Negro de Satán. Al mismo tiempo, los altos dignatarios de la orden del Temple que habían sido arrestados en Francia fueron encerrados en los calabozos de París, Gisors y Chinon esperando la hora de morir bajo tortura o en la hoguera. Justo antes del inicio de las operaciones, estos dignatarios habían confiado a hermanos de su orden la misión de llevarse y esconder ocho cruces que contenían el código de los templarios. Las ocho cruces de las ocho Bienaventuranzas.
Otro silencio.
—Una vez encarcelados, estos mismos dignatarios grabaron cada uno en la pared de su calabozo el lugar donde se encontraba la cruz que le pertenecía. Ocho lugares secretos que se transmitieron de unos templarios a otros y llegaron hasta los oídos de los cardenales del Humo Negro, que eligieron emisarios para recuperar poco a poco las cruces dispersas.
Tras una pausa, el cardenal Mendoza prosigue:
—Gracias a las ocho cruces de las Bienaventuranzas, los cardenales del Humo Negro pudieron encontrar el emplazamiento donde el Temple había escondido su tesoro cuando terminaron las cruzadas. La unión de las ocho cruces indicaba ese lugar.
—¿Dónde era?
—Se cree que estaba en unas cuevas submarinas en las proximidades de la isla de Hierro, en el archipiélago de las Canarias, entonces todavía virgen e inexplorado.
—¿Se sabe a cuánto ascendía ese tesoro?
—En el apogeo de su poderío económico, la orden ingresaba el equivalente a quince mil millones de dólares al año. Los templarios, acreedores de los reyes y de los poderosos, financieros y armadores de las cruzadas, poseían sus propias naves, con las que comerciaban. Inventaron la banca, la letra de cambio, el agio y el crédito. Puesto que funcionaron a pleno rendimiento durante cerca de cuarenta y siete años, se calcula que durante ese período pasaron por sus manos no mucho menos de 780 mil millones de dólares actuales. Por supuesto, todo ese dinero no les pertenecía, pero, si tenemos en cuenta lo que les reportaban sus nueve mil encomiendas, sus tierras, sus castillos y el comercio, así como los intereses y los agios que practicaban con los señores sin fondos y los reyes arruinados por las guerras que ellos mismos organizaban, es razonable estimar que en el momento de la destrucción del Temple el tesoro de la orden rondaba los 173 mil millones de dólares en monedas de oro y piedras preciosas. Se cree, pues, que utilizaron sus propias naves comerciales para transportar su tesoro hasta Hierro.
Un silencio.
—¿Y luego?
—En el transcurso de esta lenta y discreta recuperación del tesoro, los cardenales del Temple guardaron silencio. Se cree que aprovecharon ese período para estructurar su cofradía y empezar a establecer contactos con los grandes banqueros de la Edad Media: los lombardos, los genoveses, los venecianos y los florentinos, familias poderosas, cada una de las cuales recibió una parte del tesoro con la orden de hacerlo fructificar y de abrir más bancos por toda Europa. Gracias a esas fabulosas sumas, los banqueros de Novus Ordo se convirtieron a su vez en acreedores de los reyes y los poderosos, a los que armaron para la guerra de los Cien Años antes de arruinarlos tomando el control de sus finanzas.
—¿Quiere decir como el Temple en su apogeo?
Mendoza asiente con la cabeza.
—Sabemos que a mediados del siglo XV Novus Ordo estaba compuesto de once familias cuyo poder se extendía por Italia y Europa. Pero, como el Mediterráneo ya no bastaba para saciar su apetito devorador, necesitaban abrir otras rutas marítimas. Gracias a las fabulosas riquezas que habían amasado, los banqueros de Novus Ordo empezaron a construir naves cada vez mayores y más perfeccionadas. Fueron ellos quienes armaron las carabelas de Colón, de Cortés y de Pizarro. Fueron ellos quienes financiaron las expediciones de Cabral y de Magallanes, que con sus naves dieron la primera vuelta al mundo en 1522. El oro de los incas, las especias de las Indias y el gigantesco mercado de los esclavos. Así fue como Novus Ordo se mantuvo a lo largo de los siglos y construyó un inmenso imperio. Las familias sometidas a la organización derrocaron a los reyes y fomentaron las revoluciones; más adelante, financiaron la guerra de Independencia norteamericana antes de cruzar el Atlántico para fundar las grandes dinastías del Nuevo Mundo. Por último, esos banqueros desencadenaron la revolución industrial, la expansión del ferrocarril y del transporte aéreo, la explotación petrolera y el comercio internacional. Detrás de todos esos imperios y esas multinacionales está el tesoro del Temple. Siglos de comercio, de intereses y de dividendos. Esas poderosas familias se han pasado la antorcha, y la élite sigue formando la cabeza pensante de Novus Ordo, que actualmente controla la mayoría de las plazas bursátiles, las grandes multinacionales y casi todos los grandes bancos del planeta. Novus Ordo instaura las democracias y derroca las dictaduras. Financia las revoluciones y desestabiliza a los gobiernos cuya política consideran contraria a sus intereses. Como en las antiguas repúblicas de Génova, Florencia y Venecia, su propósito es controlar las riquezas del mundo y explotar a los pueblos para enriquecerse cada vez más. Pero su enriquecimiento es solo una consecuencia, en ningún caso un fin. Porque lo que persigue ante todo es la aniquilación de las religiones y la liberación de las mentes para que los sirvan mejor. El poder supremo.
Giovanni permanece un momento en silencio contemplando su copa vacía. Después, alza de nuevo los ojos y busca la mirada del cardenal Mendoza.
—Solo una pregunta, eminencia.
—Dígame.
—¿Cómo puede saber todo eso sin formar parte usted mismo del Humo Negro?