—¿Marie?
El padre Carzo sigue con los ojos a la joven, que avanza por el refectorio examinando las mesas. Se agacha. Ha encontrado algo en el suelo. Cuando se incorpora, su mano está vacía. Sin embargo, Marie la contempla. Luego echa otra vez a andar escrutando el suelo, como si siguiera unas huellas borradas desde hace tiempo. Delante de una puerta carcomida que da al claustro, olfatea el aire. Carzo la sigue. Acaba de detenerse ante una pared y ahora la toca con la yema de los dedos. Un chasquido. La pared se mueve. Parks coge la antorcha que le tiende Carzo e ilumina una antiquísima escalera que desciende en la oscuridad.
—¿Adónde conduce este pasadizo, Marie?