El primer pergamino está fechado el 11 de julio del año de desgracia 1348, el año de la gran peste negra. Es un informe secreto expedido en Aviñón por el inquisidor general Thomas Landegaard, que ha sido designado por Su Santidad el papa Clemente VI para investigar una matanza de recoletas que se ha producido en plena epidemia en la fortaleza de Nuestra Señora del Cervino, un convento desde el que se domina la localidad suiza de Zermatt.
Según el informe de Landegaard, en la noche del 14 al 15 de enero de 1348, unos jinetes errantes atacaron esa congregación perdida en medio de las montañas y todas aquellas infelices fueron torturadas y destripadas con excepción de una: una anciana recoleta que consiguió huir llevándose un manuscrito muy antiguo, el evangelio de Satán. Parks abre los ojos como platos. A juzgar por lo que dice el inquisidor, los jinetes mataron a las religiosas del Cervino precisamente para hacerse con ese manuscrito. El mismo evangelio que Caleb intentó recuperar asesinando a las recoletas durante su demencial recorrido por África y Estados Unidos. Los mismos crímenes con un intervalo de siete siglos.
Marie termina de leer el documento. Esa noche de enero de 1348, la monja superviviente desapareció. Sin duda cruzó la frontera siguiendo la línea de montañas, pues el inquisidor afirma que su rastro se pierde en esa dirección y que nadie sabe qué ha sido del misterioso evangelio que transportaba.
El segundo pergamino, también firmado por Landegaard, data del 15 de agosto de 1348. Fue expedido a través de un correo desde la ciudad de Bolzano. En ese momento hace cuatro semanas que el inquisidor va tras la pista de la recoleta siguiendo la ruta de las montañas. Una pista dejada seis meses atrás. ¿Cómo pudo sobrevivir a los terribles rigores del invierno de 1348 y a los vientos helados que arrastraban los miasmas de la gran peste negra? Landegaard lo ignora.
La respuesta se encuentra un poco más adelante. Landegaard explica que la recoleta encontró asilo en otras congregaciones, al otro lado de los Alpes: la fortaleza de los marianistas de Ponte Leone, los trapenses del monasterio de Maccagno Superiore, cuyos muros dominan las aguas glaciales del lago de Como, la comunidad carmelita de Pia San Giacomo y las de Cima di Rosso y Matinsbrück, en la frontera tirolesa. Esos conventos y monasterios fueron atacados a su vez poco después de la marcha de su protegida, y sus miembros fueron torturados y crucificados. Tales son los macabros descubrimientos que Landegaard ha hecho en el transcurso de esas interminables semanas en las que ha seguido el rastro de la recoleta. Lo que significa que los jinetes errantes siguieron esa pista antes que él… O no. Leyendo los estremecedores relatos del inquisidor, uno se da cuenta de que es otra cosa lo que se había lanzado seis meses atrás tras el rastro de la anciana religiosa. Un asesino solitario, un predador que penetró a hurtadillas entre esos muros y mató noche tras noche a los miembros de esas congregaciones. Un monje… o algo innombrable que se metió bajo el santo sayal. Parks vuelve unas líneas atrás para asegurarse de que lo que acaba de leer no se lo ha dictado su imaginación. Un monje.