Marie Parks se durmió viendo el programa de entrevistas de Larry King y se despertó unas horas más tarde en medio de un trigal bajo la luna.
Hace frío. El trigo se ha recogido hace unas semanas y han prendido fuego a los tallos secos y cortos que han escapado de la cuchilla de la segadora. Arqueando las aletas de la nariz mientras duerme, Marie aspira el olor de pan quemado que se desprende de la tierra. Después abre los ojos y distingue una silueta en el horizonte: una niña con un anorak naranja que camina por la linde de un bosque a través del cual no se filtra ni luz ni sonidos. Meredith. Marie está a punto de llamarla cuando oye un ruido a su espalda. Un repiqueteo de patas sobre la tierra carbonizada. Se vuelve y ve un gran perro negro que se dirige hacia ella. Es un viejo rottweiler, que corre haciendo chasquear las mandíbulas en el vacío y babeando. Marie se agacha, al tiempo que desenfunda su arma y vacía un cargador contra el perro cuando pasa a su altura. Los proyectiles de 9 mm abren profundas heridas en el pelaje del animal, pero ningún impacto logra detenerlo. El rottweiler deja atrás a Marie y acelera la carrera para alcanzar a Meredith, que acaba de verlo.
Aunque el viento ahoga su voz, Marie le grita a Meredith que sobre todo no entre en el bosque, que es el bosque lo que ha engendrado ese monstruo para obligarla a adentrarse en él, que ese perro no existe y que no tiene más que cerrar los ojos para hacerlo desaparecer.
Marie intenta correr, pero le pesan las piernas, las mueve con lentitud porque le resulta difícil levantarlas. El embotamiento de los sueños. Ve cómo las ramas se apartan para dejar pasar a la chiquilla, que, aterrorizada, se adentra en el bosque. Luego el rottweiler desaparece también entre los árboles y las ramas se cierran sobre él como brazos. Un grito a lo lejos. Marie siente el terror de Meredith. Acaba de llegar a la linde y trata de apartar las zarzas que le cierran el paso. Meredith pide ayuda, se debate. No puede más. Grita una última vez. Un grito de moribunda. Después se impone de nuevo el silencio. El viento hace estremecer las hojas. Esta fue la primera visión de Marie.