Para todos los pueblos del mundo, no hay nada tan fuera de su alcance, y al mismo tiempo tan profundamente personal y dominante, como el concepto de «Dios». La experiencia en mi país natal me enseñó muy poco sobre estos seres sobrenaturales, más allá de las influencias de la malvada deidad drow, la reina araña, Lloth.
Después de presenciar los estragos de las obras de Lloth, no me apresuré a abrazar el concepto de ningún dios, de cualquier ser que pudiese dictar los códigos de conducta y los preceptos de toda una sociedad. ¿Acaso la moral no es una fuerza interior? Y, si lo es, ¿los principios han de ser dictados o sentidos?
A esto sigue la pregunta sobre los propios dioses: ¿son estas entidades seres reales, o son la manifestación de creencias compartidas? ¿Los elfos oscuros son malvados porque siguen los preceptos de la reina araña, o es Lloth la culminación de la conducta malvada inherente a los drows?
De la misma manera, cuando los bárbaros del valle del Viento Helado cargan a través de la tundra camino de la guerra, gritando el nombre de Tempus, señor de las batallas, ¿siguen los preceptos de Tempus, o es Tempus sencillamente el nombre idealizado que dan a sus acciones?
No sé la respuesta, y he llegado a comprender que tampoco la saben los demás, no importa lo mucho que griten lo contrario, especialmente los sacerdotes de algunos dioses. Al final, para gran pena del predicador, la elección de un dios es exclusivamente personal, y esta elección está de acuerdo con el código de principios de cada uno. Un misionero puede coaccionar y engañar a los futuros discípulos, pero ningún ser racional puede honestamente seguir las órdenes de cualquier figura divina si dichas órdenes van en contra de sus propios principios. Ni yo, Drizzt Do’Urden, ni mi padre, Zaknafein, podríamos haber sido nunca discípulos de la reina araña. Y Wulfgar del valle del Viento Helado, mi amigo de los últimos años, aunque puede invocar al dios de la batalla, tampoco complace a esta entidad llamada Tempus excepto en aquellas ocasiones en que utiliza su poderosa maza de combate.
Los dioses de los Reinos son muchos y diversos, o tal vez los muchos y diversos nombres e identidades correspondan a un mismo ser.
No lo sé ni me importa.
DRIZZT DO’URDEN