El espíritu no se puede aplastar ni destruir. Una víctima en las garras de la desesperación puede sentir lo contrario, y desde luego al «amo» de la víctima le gustaría creer que es así. Pero lo cierto es que el espíritu permanece, algunas veces enterrado pero nunca eliminado del todo.
Éste es el falso supuesto del zin-carla y el peligro de semejante animación emocional. He llegado a saber que las sacerdotisas lo consideran el mayor regalo que puede ofrecer la reina araña, la deidad que adoran los drows. Opino lo contrario. Lo correcto es decir que el zin-carla es la mayor mentira de Lloth.
Los poderes físicos del cuerpo no pueden ser separados de la racionalidad de la mente y de las emociones del corazón. Forman una unidad, la integración en un único ser. Es en la armonía de estas tres cosas —mente, cuerpo y corazón— en donde encontramos al espíritu.
¿Cuántos tiranos lo han intentado? ¿Cuántos gobernantes han pretendido reducir a sus súbditos a meros instrumentos para su beneficio personal? Roban el amor y las creencias de su gente. Pretenden robarle el espíritu.
Su pretensión está inevitablemente condenada al fracaso. Esto es lo que quiero creer. Si se apaga la luz del espíritu, sólo queda la muerte, y el tirano no saca ningún provecho de un reino sembrado de cadáveres.
Pero la llama del espíritu es algo resistente, indómita, porfiada. Para desilusión del tirano, siempre conseguirá sobrevivir, al menos en algunos.
Entonces, ¿dónde estaba Zaknafein, mi padre, cuando inició la búsqueda para destruirme? ¿Dónde estaba yo en los años de soledad pasados en las profundidades de la Antípoda Oscura, cuando el cazador en que me había convertido cegaba mi corazón y guiaba mi espada a menudo en contra de mis pensamientos conscientes?
Ahora comprendo que estuvimos allí todo el tiempo, sepultados pero no muertos.
Espíritu. En todos los idiomas de los Reinos, en la superficie y en la Antípoda Oscura, en todo tiempo y lugar, la palabra suena a fuerza y decisión. Es la fuerza del héroe, la madre de la resistencia, y la armadura del pobre. No puede ser aplastado ni destruido.
Esto es lo que quiero creer.
DRIZZT DO’URDEN