u padre trabajó para otro granjero durante tres años en el sur. Ahorraba todo lo que podía y parecía feliz.
—Hal se ha ido, y a mi tierra y a mí nos entristece —le decía a Adara—, pero he recuperado a mi hija.
Y es que el invierno había desaparecido de ella, y sonreía y se reía e incluso lloraba como las otras niñas.
Tres años después de que huyeran de casa, el ejército del rey aplastó al enemigo en una gran batalla, y los dragones del rey quemaron la capital extranjera. En la paz que siguió a ese enfrentamiento, las provincias del norte cambiaron de manos una vez más. Teri había recobrado el ánimo, y se casó con un joven comerciante y se quedó en el sur. Geoff y Adara regresaron con su padre a la granja.
Cuando llegó la primera helada todas las lagartijas de hielo salieron, como siempre. Adara las observaba con una sonrisa en los labios, recordando cómo eran las cosas antes. Pero no intentaba tocarlas. Eran criaturas frías y frágiles, y el calor de sus manos les haría daño.