Otro mensaje apareció en el ordenador:
«Concluido. ¿Quiere imprimir datos, ver datos, o ambos (I/V/A)?».
Margo tecleó «A». Cuando los datos comenzaron a desfilar por la pantalla, Frock acercó la cara a ella. Su aliento empañó el cristal.
Especie: No identificada.
Género: No identificado.
Familia: 12 % coincidencia con Pongidae; 16% coincidencia con Hominidae.
Orden: Posiblemente primata; 66% carencia marcadores genéticos comunes; desviación de la norma importante.
Clase: 25 % coincidencia con Mammalia, 5% coincidencia con Reptilia.
Filum: Chordata.
Reino: Animal.
Características morfológicas: Muy robusto.
Capacidad cerebral: 900-1.250 cc.
Cuadrúpedo, extremo dimorfismo posterior-anterior. Dimorfismo sexual potencialmente elevado.
Peso macho adulto: 240-260 kg.
Peso hembra adulta: 160 kg.
Período de gestación: De siete a nueve meses.
Agresividad: Extrema.
Período de celo en hembra: Intensificado.
Velocidad locomotriz: 60-70 km/h.
Cubierta epidérmica: Pellejo anterior con placas óseas posteriores.
Nocturno.
Frock examinaba la lista, siguiéndola con el dedo.
—¡Reptilia! —exclamó—. ¡Los genes de geco reaparecen! Al parecer ese ser combina genes de reptil y primate. Y tiene escamas posteriores. Debe de ser a causa de los genes de geco.
Margo leyó la lista de características, cada vez más abstrusas.
Alargamiento y fusión considerables de huesos metacarpianos en extremidad posterior.
Probable fusión atávica de dedos 3 y 4 en extremidad delantera.
Fusión de falanges proximal y media en extremidad delantera.
Extremo grosor de cráneo.
Probabilidad negativa en un 90% (?) de rotación de isquion.
Extremo grosor y sección transversal prismática de fémur.
Cavidad nasal ensanchada.
Tres (?) conchas muy envolventes.
Nervios olfativos y región olfativa del cerebelo muy aumentados.
Probables glándulas nasales mucoides externas.
Quiasma óptico y nervio óptico reducido.
Frock se retiró poco a poco del monitor.
—Margo, esto corresponde a la descripción de una máquina de matar de primer orden. Sin embargo, fíjese en cuantos «probables» y «posibles» hay. Se trata de una descripción hipotética, en el mejor de los casos.
—Aun así —replicó Margo—, recuerda de una manera horrible a la estatuilla de Mbwun exhibida en la exposición.
—Sin duda. Margo, observe usted el tamaño del cerebro.
—Entre novecientos y mil doscientos centímetros cúbicos. Muy alto, ¿no?
—¿Alto? Increíble. El límite superior se encuentra dentro de los umbrales humanos. Por lo visto, la bestia posee la fuerza de un oso, la velocidad de un galgo y la inteligencia de un ser humano. Y digo «por lo visto» porque gran parte de los datos son conjeturas del programa. Fíjese en estas características. —Señaló la lista con el dedo—. «Nocturno»; activo de noche. «Glándulas nasales mucoides externas»; significa que tiene una nariz «húmeda», propia de animales dotados de un olfato muy agudo. «Conchas muy envolventes»; otra característica de animales con órganos olfativos muy desarrollados. «Quiasma óptico reducido»; es la parte del cerebro que procesa la visión.
»Se trata, pues, de un ser con un sentido del olfato sobrenatural y una visión muy deficiente, que caza de noche. —El doctor reflexionó un momento y juntó las cejas—. Esto me asusta, Margo.
—Si estamos en lo cierto, es la idea global de este ser lo que me asusta. —Margo se estremeció al pensar que había estado trabajando con las fibras.
—No. Yo me refiero a este conjunto de características olfativas. A juzgar por la extrapolación del programa, el ser vive por el olfato, caza por el olfato, piensa por el olfato. He oído a menudo que, a través de ese sentido, un perro percibe todo un paisaje, igual que nosotros lo contemplamos con los ojos. Pero el sentido del olfato es más primitivo que el de la vista, y como resultado, tales animales reaccionan de una forma primitiva, por instinto. Eso me aterroriza.
—No estoy segura de comprenderle.
—Dentro de escasos minutos, miles de personas llegarán al museo. Se congregarán en un espacio cerrado. El ser captará el aroma hormonal de toda esa gente. Es muy posible que se irrite.
Se hizo el silencio en el laboratorio.
—Doctor Frock, usted dijo que transcurrieron dos días entre la apertura de las cajas y el primer asesinato. Después, otro más hasta el segundo asesinato. Han pasado tres días desde entonces.
—Continúe —dijo Frock.
—Se me ocurre que la criatura puede estar desesperada a estas alturas. Los efectos que las hormonas del tálamo obran en la bestia ya se habrán desvanecido. Al fin y al cabo, esas hormonas cerebrales son un pobre sustituto de la planta. Si usted tiene razón, el animal debe de ser casi como un drogadicto incapaz de conseguirse un chute. La actividad de la policía lo ha mantenido aplacado. La cuestión es ¿cuánto tiempo más podrá esperar?
—Dios mío —susurró Frock—. Son las siete. Hemos de avisarles para que suspendan la inauguración, Margo. De lo contrario, tal vez se avecine un espantoso desastre.
Se precipitó hacia la puerta e indicó a Margo que lo siguiera.