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—Lo siento, señorita Green, pero su puerta continúa cerrada. Le comunicaré su mensaje lo antes posible.

—Gracias —dijo Margo.

Colgó el auricular del teléfono, frustrada. ¿Cómo podía ser los ojos y los oídos de Frock, si ni siquiera podía hablar con él?

Cuando el doctor se enfrascaba en un proyecto, solía encerrarse a cal y canto en su despacho. Su secretaria sabía que no debía molestarle. Margo había intentado en vano localizarlo dos veces aquella mañana.

La joven consultó su reloj; las once y veinte de la mañana. Se volvió hacia su terminal y trató de conectar con el ordenador del museo.

HOLA MARGO GREEN BIOTECH STF

BIENVENIDA A MUSENET

SISTEMA DE RED DISTRIBUIDO

EMISIÓN 15-5

COPYRIGHT 1989-1995 NYMNH AND

CEREBRAL SYSTEMS INC.

CONEXIÓN A LAS 11.20.45; 30-3-95

SERVICIO DE IMPRESIÓN DERIVADO A LJ56.

***A TODOS LOS USUARIOS; AVISO IMPORTANTE ***

DEBIDO A LA INTERRUPCIÓN DEL SISTEMA OCURRIDA ESTA MAÑANA, A MEDIODÍA TENDRÁ LUGAR UNA RENOVACIÓN.

SE ESPERA RENDIMIENTO DEFICIENTE. INFORMAR DE CUALQUIER ARCHIVO AUSENTE O DETERIORADO A ADMINISTRADOR DE SISTEMAS ASAP.

ROGER THRUMCAP ADMIN. SISTEMS.

MARGO GREEN: LE ESPERA 1 MENSAJE.

Llamó al menú de correo electrónico y leyó el mensaje.

CORREO DE GEORGE MORIARTY

EXHIB STF

ENVIADO 10.14.07 30-3-95

GRACIAS POR COPIA PANEL. PARECE PERFECTO. NO HACEN FALTA CAMBIOS. AÑADIREMOS RETOQUES DE LA INAUGURACIÓN OFICIAL.

¿QUIERES COMER HOY?

GEORGE.

¿RESPUESTA, BORRADO, ARCHIVO (R/B/A)?

El teléfono sonó y rompió el silencio.

—¿Diga?

—¿Margo? Hola. Soy George.

—Hola —contestó Margo—. Lo siento, acabo de recibir tu mensaje.

—Lo suponía. Gracias una vez más por tu ayuda.

—Ha sido un placer.

Moriarty calló unos segundos.

—Bien… —vaciló—. ¿Te apetece comer conmigo?

—Lo lamento. Me gustaría, pero espero una llamada del doctor Frock. Podría recibirla dentro de cinco minutos, o tal vez la semana que viene.

»Vamos a hacer una cosa —prosiguió—. Pasa a buscarme cuando vayas a la cafetería. Si Frock me ha telefoneado ya, tal vez esté libre. Si no… Bien, quizá podrías quedarte un par de minutos conmigo mientras espero y ayudarme a resolver el crucigrama del Times o algo por el estilo.

—¡Claro! —aceptó Moriarty—. Conozco todos los mamíferos australianos de tres letras.

Margo titubeó.

—Y tal vez podamos echar un vistazo a la base de datos para intentar averiguar algo sobre las cajas de Whittlesey…

Se hizo el silencio. Por fin, Moriarty suspiró.

—Bien, si es tan importante para ti, supongo que no perjudicará a nadie. Pasaré por ahí sobre las doce.

Media hora después, alguien llamó a la puerta.

—Entre —dijo Margo.

—Está cerrada con llave.

No era la voz de Moriarty. La joven abrió la puerta.

—No esperaba verte aquí.

—¿Será casualidad u obra del destino? —dijo Smithback. Se apresuró a entrar y cerró la puerta a su espalda—. Escucha, Lotus Blossom, he estado muy ocupado desde anoche.

—Yo también. Moriarty llegará de un momento a otro y accederemos a la base de datos.

—¿Cómo lo has…?

—No importa —interrumpió Margo con aire de suficiencia.

La puerta se abrió, y se asomó Moriarty.

—¿Margo? —preguntó. Entonces vio a Smithback.

—No tema, profesor, no corre ningún peligro —bromeó el escritor—. Hoy estoy de buen humor.

—No le hagas caso —aconsejó Margo—. Tiene la desagradable costumbre de aparecer sin anunciarse. Entra.

—Sí, y ponte cómodo —invitó Smithback, indicándole la silla situada frente a la terminal de Margo.

Moriarty se sentó despacio. Miró a Smithback, luego a Margo, y después de nuevo al periodista.

—Querrás que acceda a la base de datos, supongo —murmuró. La presencia de Smithback le hacía sospechar que había caído en una trampa.

—Si no te importa —dijo la mujer.

—De acuerdo, Margo. —Moriarty apoyó los dedos sobre el teclado—. Date la vuelta. Smithback; el código, ya sabes.

La base de datos contenía información sobre todos los millones de objetos catalogados pertenecientes a la colección del museo. Al principio, todos los empleados podían acceder a ella, hasta que alguien del quinto piso se puso nervioso al pensar que cualquiera podía leer las detalladas descripciones de los objetos y conocer dónde se almacenaban. Así pues, se había limitado el uso al personal de mayor categoría, desde ayudantes de conservador, como Moriarty, hacia arriba.

Éste empezó a teclear con semblante sombrío.

—Me reprenderían si se enteraran de esto —dijo—. El doctor Cuthbert es muy estricto. ¿Por qué no se lo has pedido a Frock?

—Aún no he conseguido verlo —contestó Margo.

Moriarty pulsó la tecla de acceso.

—Aquí está. Echad un vistazo rápido; no pienso entrar en la base de nuevo.

Margo y Smithback se acercaron a la terminal, mientras las letras verdes desfilaban poco a poco por la pantalla:

NÚMERO DE FICHERO DE ACCESO 1989-2006.

FECHA: 4 DE ABRIL DE 1989.

COLECTOR: JULIÁN WHITTLESEY, EDWARD MAXWELL ET AL.

CATALOGADOR: HUGO C. MONTAGUE.

ORIGEN: EXPEDICIÓN WHITTLESEY/MAXWELL, CUENCA AMAZONAS.

EMPLAZAMIENTO: EDIFICIO 2, NIVEL 3, SECCIÓN 6, CÁMARA 144.

NOTA: LOS SIGUIENTES OBJETOS CATALOGADOS FUERON RECIBIDOS EL 1 DE FEBRERO DE 1989 EN SIETE CAJAS ENVIADAS POR LA EXPEDICIÓN WHITTLESEY/MAXWELL DESDE EL SISTEMA FLUVIAL DEL ALTO XINGÚ. SEIS DE ELLAS FUERON EMBALADAS POR MAXWELL, UNA POR WHITTLESEY. WHITTLESEY Y THOMAS R. CROCKER JR. NO REGRESARON DE LA EXPEDICIÓN Y FUERON DADOS POR MUERTOS.

MAXWELL Y EL RESTO DEL GRUPO PERECIERON EN UN ACCIDENTE DE AVIACIÓN CUANDO VOLVÍAN A ESTADOS UNIDOS. SÓLO LA CAJA DE WHITTLESEY HA SIDO PARCIALMENTE CATALOGADA AQUÍ. ESTA NOTA SERÁ BORRADA CUANDO DICHA CAJA Y LAS ENVIADAS POR MAXWELL HAYAN SIDO CATALOGADAS POR COMPLETO. LAS DESCRIPCIONES HAN SIDO TOMADAS DEL DIARIO SIEMPRE QUE HA SIDO POSIBLE. HCM 4/89.

—¿Has leído eso? —preguntó Smithback—. Me pregunto por qué no terminaron la catalogación.

—¡Chist! —interrumpió Margo—. Estoy intentando asimilar toda la información.

N.° 1989-2006.1

CERBATANA Y DARDO, SIN FECHA.

ESTADO: E.

N.° 1989-2006.2

DIARIO PERSONAL DE J. WHITTLESEY, DEL 22 DE JULIO (1987) AL 17 DE SEPTIEMBRE (1987).

ESTADO: TT.

N.° 1989-2006.3

DOS MANOJOS DE HIERBA, ATADOS CON PLUMAS DE LORO, UTILIZADOS COMO FETICHES DE CHAMÁN, PROCEDENTES DE CABAÑA DESIERTA.

ESTADO: E.

N.° 1989-2006.4

ESTATUILLA DE ANIMAL TALLADA CON ESMERO. SUPUESTA REPRESENTACIÓN DE MBWUN. CF. DIARIO DE WHITTLESEY, P. 56-59.

ESTADO: EE.

N.° 1989-2006.5

PRENSADORA DE PLANTAS DE MADERA, DE ORIGEN DESCONOCIDO, PROCEDENTE DE LA VECINDAD DE CABAÑA DESIERTA.

ESTADO: E.

N.° 1989-2006.6

DISCO CON DIBUJOS GRABADOS.

ESTADO: E.

N.° 1989-2006.7

PUNTAS DE LANZA, DIVERSOS TAMAÑOS Y ESTADO DE CONSERVACIÓN.

ESTADO: E.

NOTA: TODAS LAS CAJAS TRASLADADAS TEMPORALMENTE A CÁMARA SEGURA, NIVEL 2B, POR ORDEN DE IAN CUTHBERT 20/3/95. D.

ÁLVAREZ, SEC'Y.

—¿Qué significan todos esos códigos? —inquirió Smithback.

—Definen el estado actual de los objetos —contestó Moriarty—. «E» significa que aún permanece embalado, que no ha sido restaurado. «EE» significa «en exposición», y «TT», «trasladado temporalmente». Hay otros…

—¿Trasladado temporalmente? —repitió Margo—. ¿Basta con eso? No me extraña que el diario se perdiera.

—No basta sólo con eso —protestó Moriarty—. Quien saca un objeto ha de firmar un recibo. La base de datos es jerárquica. Para acceder a más detalles de una entrada, hay que descender un nivel. Te lo enseñaré.

Pulsó varias teclas. Su expresión cambió.

—Qué raro.

El mensaje de la pantalla rezaba: «Archivo o registro invalidado. Proceso suspendido».

Moriarty frunció el entrecejo.

—No se ha añadido nada a este archivo con relación al diario de Whittlesey. —Borró la pantalla y tecleó de nuevo—. Los demás son correctos. ¿Lo veis? Aquí están los detalles de la estatuilla.

----------------- LISTADO DETALLADO -----------------

Objeto: 1989-2006.4

****************************************************

Trasladado por Cuthbert, I. 40123
Aprobación Cuthbert, I. 40123
Fecha traslado 17/03/95
Tasladado a Exposición «Supersticiones»
Vitrina 415, Objeto 1004
Motivo Exhibición
Fecha de retorno

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Trasladado por Depardieu, B. 72412
Aprobación Cuthbert, I. 40123
Fecha traslado 01/10/90
Tasladado a Laboratorio Antropología 02
Motivo Restauración inicial
Fecha de retorno 05/10/90

****************************************************

----------------------- FINAL LISTADO -----------------------

—¿Qué significa eso? Sabemos que el diario se ha perdido —dijo Margo.

—Aunque se haya perdido, tendría que existir un archivo de detalles —adujo Moriarty.

—¿Hay una señal de restricción en el archivo?

Moriarty negó con la cabeza y pulsó más teclas.

—Ya está —dijo por fin, señalando la pantalla—. El archivador de detalles ha sido borrado.

—¿Quieres decir que han borrado la información sobre el emplazamiento del diario? —preguntó Smithback—. ¿Pueden hacerlo?

Moriarty se encogió de hombros.

—Se precisa una identificación de alta seguridad.

—Lo más importante es: ¿por qué habían de hacerlo? —inquirió Margo—. ¿Puede estar esto relacionado con el problema de esta mañana en el ordenador principal?

—No —contestó Moriarty—. Este volcado comparado que acabo de realizar implica que el archivo fue borrado antes de que se efectuara la copia de seguridad de anoche.

—Borrado, ¿eh? —repitió Smithback—. Desaparecido para siempre. Qué limpieza, qué pulcritud, qué coincidencia. Empiezo a distinguir una pauta…, y muy desagradable.

Moriarty apagó la terminal y se apartó del escritorio.

—No me interesan tus teorías sobre una conspiración —dijo.

—¿Pudo tratarse de un accidente o una avería? —preguntó Margo.

—Lo dudo. La base de datos tiene incorporada toda clase de controles de integridad referencial. Habría aparecido un mensaje de error.

—Y ahora, ¿qué? —insistió Smithback.

—No tengo ni idea. —El ayudante de conservador se encogió de hombros—. Es un problema trivial en todo caso.

—¿Es lo único que puedes decir? —resopló Smithback—. El genio del ordenador.

Moriarty, ofendido, se ajustó las gafas y se puso en pie.

—No necesito tus pullas. Me voy a comer algo. —Se encaminó hacia la puerta—. Margo, regresaré después para resolver ese crucigrama.

—Bonita maniobra —reprochó Margo cuando la puerta se cerró—. Eres muy sutil, ¿verdad, Smithback? George tuvo la amabilidad de introducirse en la base de datos.

—Sí, ¿y de qué nos ha servido? De nada. Sólo hemos accedido a una de las cajas. El diario de Whittlesey continúa desaparecido. —La miró con aire de suficiencia—. Yo, por mi parte, he encontrado petróleo.

—Ponlo en tu libro. —Margo bostezó—. Ya lo leeré, suponiendo que encuentre un ejemplar en la biblioteca.

—¿Et tu, Brute? —Smithback sonrió y le tendió una hoja de papel doblada—. Bien, echa un vistazo a esto.

Se trataba de una fotocopia de un artículo publicado en el Times-Picayune de Nueva Orleans el 17 de octubre de 1988.

CARGUERO FANTASMA ENCONTRADO ENCALLADO CERCA DE NUEVA ORLEANS

Por Antony Anastasia

BAYOU GROVE, 16 de octubre (AP). Un pequeño carguero que se dirigía a Nueva Orleans encalló anoche cerca de esta pequeña ciudad costera. Los detalles son imprecisos, pero los informes preliminares indican que todos los tripulantes habían sido brutalmente asesinados en alta mar. La guardia costera informó del suceso a las doce menos cuarto del lunes por la noche.

El Estrella de Venezuela, un carguero de 18.000 toneladas, de matrícula haitiana, surcaba las aguas del Caribe y las principales rutas comerciales entre Sudamérica y Estados Unidos. Presentaba daños de escasa importancia, y al parecer el cargamento estaba intacto.

Hasta el momento, se desconocen las circunstancias en que murieron los tripulantes, o si alguno de ellos consiguió escapar del barco. Henry La Plage, el piloto del helicóptero privado que divisó el carguero encallado, informó que «los cadáveres estaban diseminados por la cubierta, como si un animal salvaje los hubiera atacado. Un tipo colgaba de una porta del puente, con la cabeza destrozada. Era como un matadero; nunca había visto nada semejante».

Las autoridades locales y federales han unido sus esfuerzos en un intento por descifrar el enigma de los asesinatos, con toda probabilidad una de las masacres más brutales de la historia marítima reciente. «Investigamos varias teorías, pero aún no hemos llegado a ninguna conclusión», afirmó Nick Lea, un portavoz de la policía. Si bien no hay declaraciones oficiales, fuentes federales comentaron que se barajaban como posibles motivos un motín, una venganza de fletadores caribeños rivales y un acto de piratería.

—¡Jesús! —exclamó Margo—. Las mutilaciones descritas…

—Recuerdan a las de los tres cadáveres encontrados aquí esta semana. —Asintió con expresión sombría.

Margo frunció el entrecejo.

—Eso ocurrió hace más de siete años. Ha de ser pura coincidencia.

—¿De veras? Te daría la razón…, si no fuera porque las cajas de Whittlesey iban a bordo de ese barco.

—¿Qué?

—Es cierto. Seguí el rastro del conocimiento de embarque. Las cajas fueron enviadas desde Brasil en agosto de 1988, casi un año después de que la expedición se separara, según tengo entendido. Tras este incidente de Nueva Orleans, las cajas permanecieron en la aduana mientras se realizaban las investigaciones. Tardaron casi un año y medio en llegar al museo.

—¡Los asesinatos rituales han seguido a las cajas desde el Amazonas! Eso significa…

—Significa —interrumpió Smithback con tono siniestro— que nunca más reiré cuando alguien mencione una maldición caída sobre la expedición. Y también significa que debes cerrar siempre esta puerta con llave.

El teléfono sonó y sobresaltó a ambos.

—Margo, querida mía —rugió la voz del doctor Frock—. ¿Qué hay de nuevo?

—¡Doctor Frock! Me pregunto si podría pasar por su despacho, cuando a usted le vaya bien, claro.

—¡Espléndido! Déme un poco de tiempo para despejar de papeles la mesa y arrojarlos a la papelera. ¿Qué tal a la una?

—Gracias —contestó Margo. Se volvió hacia su acompañante—. Smithback, hemos de…

El escritor ya se había marchado.

A la una menos diez, alguien llamó a la puerta.

—¿Quién es? —preguntó la joven sin abrir.

—Soy yo, Moriarty. ¿Puedo entrar, Margo?

Una vez dentro, el hombre rechazó la invitación de sentarse.

—Sólo quería disculparme por mi brusquedad. No pude evitarlo; Bill me pone a cien a veces. Nunca ceja en su empeño.

—Soy yo quien debería disculparse, George —dijo Margo—. No sabía que se presentaría así, de pronto.

Se le ocurrió hablarle del artículo periodístico que había leído, pero finalmente lo pensó mejor y comenzó a llenar el bolso.

—Quería explicarte algo —siguió Moriarty—. Mientras comía, me di cuenta de que tal vez exista otra forma de averiguar algo más sobre ese archivo borrado; el del diario de Whittlesey.

Ella dejó el bolso y miró a su interlocutor, que se había sentado ante la terminal.

—¿Leíste el mensaje inicial cuando conectaste antes con la red? —preguntó.

—¿Sobre la avería del ordenador? Menuda sorpresa. Esta mañana me quedé colgada dos veces.

Moriarty asintió.

—El mensaje añadía que a mediodía se procedería a restablecer el material deteriorado a partir de las cintas de la copia de seguridad. Una restauración completa tarda una media hora. Por tanto, supongo que ya habrán terminado.

—Bien, una cinta de copia de seguridad abarca entre dos y tres meses de archivos. Si el registro detallado del diario de Whittlesey fue borrado en los dos últimos meses, y la copia de seguridad permanece en el volcado de procesamiento de datos, quizá podría recuperarlo.

—¿De veras? —Moriarty asintió—. ¡Pues hazlo! —exclamó Margo.

—Existe un cierto riesgo —advirtió él—. Si un operador se percata de que alguien ha accedido a la cinta…, bien, podría seguir el rastro hasta identificar tu terminal.

—Correré el riesgo. George, sé qué opinas al respecto, y lo comprendo, pero estoy convencida de que existe una relación entre esas cajas de la expedición Whittlesey y los últimos asesinatos. Ignoro de qué se trata, pero tal vez el diario pueda revelarnos algo. Tampoco sé a qué nos enfrentamos; un asesino múltiple, un animal, un ser. Y esa incertidumbre me asusta. —Estrechó la mano de Moriarty—. Tal vez podamos prestar alguna ayuda. En cualquier caso, debemos intentarlo.

Al advertir que Moriarty se había sonrojado, retiró la mano. Él sonrió con timidez y se acercó al teclado.

—Vamos allá —dijo.

Margo paseaba por la habitación mientras Moriarty trabajaba.

—¿Has tenido suerte? —preguntó por fin, aproximándose a la terminal.

—Aún no lo sé. —Tenía la vista fija en la pantalla—. He conseguido la cinta, pero el protocolo está liado o algo por el estilo, y los controles CRC fallan. Si obtenemos resultados, tal vez no sean más que datos desordenados. Entraré por la puerta trasera, digamos, para no llamar la atención. El porcentaje de búsqueda es muy lento así. —Entonces, dejó de teclear—. Margo —susurro—, lo tengo.

La pantalla se llenó de letras y números:

------------- LISTADO DETALLADO -------------

Objeto: 1989-2006.2

************************************************

Trasladado por Rickman, L. 53210
Aprobación Cuthbert, I. 40123
Fecha traslado 15/03/95
Tasladado a
Motivo Supervisión personal
Fecha de retorno

************************************************

Trasladado por Depardieu, B. 72412
Aprobación Cuthbert, I. 40123
TrLW/@; fecha oval; 01/10/90
Trasl~DS*´~ @2e345 WIFU
=++ET2 34h34!

DB ERROR

=:??

—¡Joder! —exclamó Moriarty—. Me lo temía. Está deteriorado, sobreescrito en parte. ¿Lo ves? No sirve de nada.

—¡Sí, pero mira! —dijo Margo, muy excitada. Él observó la pantalla—. El diario fue trasladado por la doctora Rickman hace dos semanas, con permiso del doctor Cuthbert. No consta fecha de retorno. —Resopló—. Cuthbert afirmó que el diario se había perdido.

—¡Por eso borraron este registro! ¿Quién lo haría? —De pronto, Moriarty abrió los ojos de par en par—. Oh, señor, he de salir de la cinta antes de que alguien se dé cuenta. —Sus dedos bailaron sobre las teclas.

—George, ¿sabes qué significa esto? Cogieron el diario antes de que se cometieran los asesinatos, aproximadamente cuando Cuthbert guardó las cajas en la zona de seguridad. Así pues, ocultan pruebas a la policía. ¿Por qué?

Moriarty frunció el entrecejo.

—Empiezas a hablar como Smithback —reprochó—. Podría haber un millar de explicaciones.

—Dame una —retó ella.

—La más evidente sería que otra persona borró el registro detallado antes de que Rickman pudiera añadir una anotación de «objeto extraviado».

Margo negó con la cabeza.

—No lo creo. Existen demasiadas coincidencias.

—Margo… —Moriarty se interrumpió y dejó escapar un suspiro—. Escucha —agregó, paciente—, estamos pasando una época difícil, especialmente tú. Sé que debes tomar una decisión, y con una crisis como ésta…, bueno…

—Estos asesinatos no fueron cometidos por un maníaco normal —atajó Margo, nerviosa—, y no estoy loca.

—No he querido decir eso —continuó Moriarty—. Sencillamente considero que deberías dejar que la policía resolviera el caso. Se trata de un asunto muy peligroso. Deberías concentrarte en tu vida. Escarbar en esto no te ayudará a adoptar una decisión sobre tu futuro. —Tragó saliva—. Y tampoco te devolverá a tu padre.

—¿Eso piensas? —Margo se enfureció—. No… —Se interrumpió y desvió la vista hacia el reloj de pared—. Jesús. Llego tarde a mi cita con el doctor Frock. —Cogió el bolso y se encaminó hacia la puerta. Antes de abrirla, dio media vuelta y añadió—: Hablaré contigo más tarde.

«Dios —pensó Moriarty, sentado ante la terminal apagada. Apoyó la barbilla en las manos—. Si una estudiante graduada en genética de las plantas sospecha que Mbwun podría estar suelto por ahí…, si hasta Margo Green empieza a ver conspiraciones detrás de cada puerta…, ¿qué pensarán los demás empleados del museo?»