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Jueves

A las once y cuarto de la mañana, un hombre que afirmaba ser la encarnación del faraón egipcio Toth, en un ataque de locura, derribó dos expositores en el templo de Azar-Nar, rompió una vitrina y sacó a una momia de su sarcófago. Fueron necesarios tres policías para reducirlo, y varios conservadores dedicaron el resto del día a recomponer las vendas y recoger polvo antiguo.

Menos de una hora después, una mujer salió despavorida de la Sala de los Monos Antropoides, farfullando que había visto algo agazapado en una esquina oscura del lavabo. Un equipo de televisión, que esperaba en la escalinata sur la aparición de Wright, grabó su histérica huida.

A la hora de comer, un grupo autodenominado Alianza Contra el Racismo formó piquetes en las afueras del museo para boicotear la exposición «Supersticiones».

A primera hora de la tarde, Anthony McFarlane, un famoso filántropo aficionado a la caza mayor, ofreció una recompensa de quinientos mil dólares por la captura y entrega de la Bestia del Museo, viva. El centro negó de inmediato cualquier relación con McFarlane.

La prensa aireó todos estos acontecimientos. Los siguientes, sin embargo, no trascendieron.

A mediodía, cuatro empleados habían dimitido sin previo aviso, otros treinta y cinco habían tomado vacaciones, y casi trescientos habían telefoneado para anunciar que estaban enfermos.

Poco después, una preparadora del Departamento de Paleontología Vertebrada se desmayó sobre la mesa del laboratorio. Tras ser conducida a la enfermería, donde adujo presiones físicas y emocionales, pidió un permiso indefinido.

A las tres de la tarde, seguridad había recibido siete avisos de ruidos extraños en varias secciones. A la hora del toque de queda, la policía del puesto de mando había investigado cuatro avistamientos sospechosos, ninguno de los cuales pudo ser verificado.

Más tarde, la centralita del museo contabilizó ciento siete llamadas telefónicas relacionadas con el monstruo; se incluían mensajes de chiflados, amenazas de bomba y ofrecimientos de ayuda, tanto de exterminadores como de espiritistas.