58,5 kg, 2 copas (malo, ya que ayer no bebí ni una copa; tengo que compensarlo mañana para evitar un ataque al corazón), 14 cigarrillos (¿mal? ¿o quizá bien? Sí: un ligero nivel de nicotina puede ser bueno para ti siempre y cuando no te atiborres de humo), 1.500 calorías (excelente), 4 lotos instantáneas (mal pero habría sido bueno si Richard Branson hubiese ganado la lotería a favor de una organización sin ánimo de lucro), 0 postales enviadas, 0 regalos comprados, 5 llamadas al 1471 (excelente).
¡Fiestas, fiestas, fiestas! Además Matt de la oficina acaba de llamar para preguntarme si voy a la comida de Navidad del martes. No puedo gustarle —podría ser su tía abuela—, pero entonces, ¿por qué me ha llamado por la noche? ¿Y por qué me ha preguntado lo que llevaba puesto? Será mejor que no me emocione demasiado y que no deje que el casbah de la fiesta y la llamada del chico-que-me-deslumbra se me suban a la cabeza. Debo recordar el viejo dicho «a perro flaco todo son pulgas» y no volver a caer en la trampa. También debo recordar lo que pasó la última vez que besuqueé a un mocoso: la terrible humillación de aquel «Mmm, estás blandita» con Gav. Hmmm. La tentadora comida de Navidad extrañamente seguida de bailes en la discoteca por la tarde (la idea que tiene un editor de pasar un buen rato) implica complejidad a la hora de escoger la ropa. Creo que será mejor que llame a Jude.