57,15 kg (desastre), 32 cigarrillos, 6 copas (la tienda se ha quedado sin Smoothies, son unos bastardos negligentes), 2.266 calorías, 4 lotos instantáneas.
7 p.m. Umf. Es la noche de las hogueras y no me han invitado a ninguna. Los cohetes parece que se rían y explotan a derecha, izquierda y en todas direcciones. Voy a casa de Tom.
11 p.m. Noche horrible en casa de Tom, que estaba intentando superar el trauma del hecho de que el título de Miss Mundo Alternativa se lo había llevado la jodida Juana de Arco.
—Lo que me pone furioso es que dicen que no es un concurso de belleza, pero en realidad sí que lo es. Quiero decir que estoy seguro de que si no fuera por esta nariz… —dijo Tom, mirándose furioso al espejo.
—¿Qué?
—Mi nariz.
—¿Qué le pasa?
—¿Que qué le pasa? ¡Chuh! Mírala.
Resultó que tenía un pequeño, minúsculo bulto donde alguien le había golpeado con un vaso cuando tenía diecisiete años.
—¿Ves a lo que me refiero?
Mi opinión era, como le dije, que no se le podía echar la culpa al bulto de que Juana de Arco le hubiese arrebatado el título por narices (por decirlo de alguna manera), a no ser que los jueces utilizasen el telescopio Hubble, pero entonces Tom empezó a decir que también estaba demasiado gordo y que se iba a poner a régimen.
—¿Cuántas calorías se supone que tienes que comer si estás a régimen? —me preguntó.
—Unas mil. Bueno, yo intento no pasar de las mil y acabo en mil quinientas —dije, dándome cuenta mientras lo decía de que la última parte no era del todo cierta.
—¿Unas mil? —dijo Tom con incredulidad—. Pero si yo pensaba que ya se necesitaban dos mil sólo para sobrevivir.
Le miré desconcertada. Comprendí que me había pasado tantos años a dieta que la idea de que puedes necesitar calorías para sobrevivir se me escapaba por completo. He llegado al punto en que creo que la alimentación ideal es no comer nada de nada y que la única razón por la que la gente come es porque son tan glotones que no pueden evitar traicionar y pulverizar sus dietas.
—¿Cuántas calorías hay en un huevo pasado por agua? —dijo Tom.
—Setenta y cinco.
—¿Plátano?
—¿Grande o pequeño?
—Pequeño.
—¿Sin piel?
—Sí.
—Ochenta —dije con seguridad.
—¿Una aceituna?
—¿Negra o verde?
—Negra.
—Nueve.
—¿Un bombón helado?
—Ochenta y una.
—¿Una caja de Milk Tray?
—Diez mil ochocientas noventa y seis.
—¿Cómo sabes todo eso?
Lo pensé.
—Sólo lo sé, como quien sabe el alfabeto o las tablas de multiplicar.
—Vale. ¿Ocho por nueve? —dijo Tom.
—Sesenta y cuatro. No, cincuenta y cinco. Setenta y dos.
—¿Qué letra viene antes de la J? Rápido.
—P. Quiero decir, L.
Tom dice que estoy enferma, pero resulta que yo estoy segura de que soy normal y nada diferente del resto del mundo, es decir, de Sharon y Jude. Sinceramente, estoy bastante preocupada por Tom. Creo que participar en un concurso de belleza ha empezado a someterle a presiones, las mismas que hemos tenido que soportar durante largo tiempo las mujeres, y se está volviendo inseguro, obsesionado por las apariencias y está al límite de la anorexia.
La noche ha culminado con Tom animándose a sí mismo tirando cohetes desde la terraza al jardín de la gente de abajo de los que dice que son homofóbicos.