SÁBADO 20 DE MAYO

58,4 kg (¿por qué?, ¿por qué?, ¿de dónde?), 7 copas (sábado), 17 cigarrillos (increíblemente pocos, dadas las circunstancias), 0 números correctos de la loto (pero ha sido divertido que me filmaran).

No habían pasado ni treinta segundos de su llegada, cuando el equipo ya había tirado un par de vasos de vino encima de la alfombra, pero este tipo de cosas no me preocupan demasiado. Sólo cuando uno de ellos entró tambaleándose y gritando «no os mováis», porque llevaba un foco enorme, y luego «Trevor, ¿dónde quieres este mamotreto?», y perdió el equilibrio, rompió el foco contra la puerta de vidrio del armario de la cocina y derramó una botella abierta de aceite de oliva virgen de primera sobre mi libro de recetas del River Café, me di cuenta de que había cometido un error.

Tres horas más tarde, todavía no habían empezado a filmar, y diciendo tonterías, «¿te importa correrte un poco hacia la izquierda, guapa?». Cuando finalmente empezamos, con mi madre y yo sentadas la una frente a la otra en la penumbra, era casi la una y media.

—Y dime —me estaba diciendo mamá en un tono afectuoso y comprensivo que yo nunca antes había oído—, ¿cuando tu marido te dejó, tuviste —ahora estaba casi susurrando— pensamientos suicidas?

Me quedé mirándola con incredulidad.

—Ya sé que esto es doloroso para ti. Podemos parar un momento, si sientes que no puedes resistirlo —dijo indulgente.

Yo estaba demasiado furiosa para hablar. ¿Qué marido?

—Quiero decir que debe de ser una experiencia terrible, sin ningún compañero a la vista y con el reloj biológico sin detenerse —dijo, dándome una patada por debajo de la mesa.

Yo le devolví la patada y ella saltó y emitió un débil gemido.

—¿No te gustaría tener un hijo? —y me ha tendido un pañuelo.

En aquel momento se ha oído una risotada procedente del fondo de la sala. Yo había pensado que no había problema en dejar a Daniel durmiendo en mi dormitorio, porque los sábados nunca se levanta hasta la hora de comer y le había dejado sus cigarrillos en la almohada.

—Si Bridget tuviese un hijo, lo perdería por todas partes —dijo riéndose a carcajadas—. Encantado de conocerla, señora Jones. Bridget, ¿por qué no puedes ir tan arreglada los sábados como tu mamá?