SÁBADO 6 DE MAYO:
DÍA VE[1]

57,6 kg, 6 copas, 25 cigarrillos, 3.800 calorías (pero celebrando el aniversario del final del racionamiento), 0 números correctos en la loto instantánea (poco).

El Día VE ha amanecido con una ola de calor impropia de la estación y he intentado provocarme un arrebato de sentimientos sobre el final de la guerra, la libertad de Europa, maravilloso, maravilloso, etc., etc. Todo esto me hace sentir muy miserable, la verdad. De hecho, «excluída» quizá sea la expresión que estoy buscando. No tengo abuelos. Papá ha organizado una fiesta en el jardín de los Alconbury en la que él, por razones inexplicables, Dios sabe por qué estará preparando los panqueques. Mamá va a volver a la calle en la que nació, en Cheltenham, para asistir, probablemente con Julio, a una parrillada. (Gracias a Dios que no se fugó con un alemán).

Ninguno de mis amigos va a organizar nada. Parecería vergonzosamente entusiasta y totalmente incorrecto por nuestra parte: como si buscáramos un enfoque positivo de la vida, o estuviéramos intentando apuntarnos a algo que no tiene nada que ver con nosotros. Quiero decir que probablemente yo ni siquiera era un óvulo cuando acabó la guerra. Simplemente no era nada: mientras ellos estaban luchando y haciendo mermelada de zanahoria o lo que fuese que hiciesen.

Odio esta idea y estoy pensando en llamar a mamá para saber si había empezado a tener el período cuando acabó la guerra. Me pregunto si los óvulos se producen de uno en uno o son almacenados en su microforma hasta ser activados. ¿Podría haber yo sentido el final de la guerra siendo un óvulo? Si tuviese un abuelo, podría participar en todo esto siendo amable con él. Oh, a la mierda; me voy de compras.

7 p.m. Lo juro, el calor ha doblado el tamaño de mi cuerpo. Nunca volveré a entrar en un probador colectivo. En Warehouse me quedé con un vestido trabado debajo de los brazos, mientras intentaba quitármelo, y acabé yendo de un lado a otro con el vestido del revés tapándome la cabeza, mientras tiraba y tiraba de él con los brazos en alto, y dejaba al descubierto mi estómago y mis muslos ante un grupo de quinceañeras regocijadas. Cuando intenté sacarme el jodido vestido por abajo, se me quedó trabado en la cintura.

Odio los probadores colectivos. Todo el mundo mira de reojo el cuerpo de los demás, pero nadie mira a los ojos a nadie. Siempre hay chicas que saben que tienen un aspecto estupendo se pongan lo que se pongan y que bailan radiantes alrededor de la habitación, moviendo sus melenas y posando frente al espejo como si fuesen modelos, diciendo: «¿Me hace parecer gorda?» a sus inevitables amigas obesas que, se pongan lo que se pongan, parecen búfalos de agua.

Vaya, fue una salida desastrosa. La única manera de conseguir que ir de compras tenga un resultado positivo, lo sé, es unas pocas prendas de Nicole Farhi, Whistles y Joseph, pero los precios me asustan tanto que regreso hundida a Warehouse y a Miss Selfridge, y me lleno de entusiasmo ante una gran cantidad de vestidos a 34 libras con 99 centavos, que me quedan trabados en la cabeza, y termino comprando cosas de Marks & Spencer, porque no me las tengo que probar, y así como mínimo he comprado algo.

He vuelto a casa con cuatro prendas, todas ellas illevables y desfavorecedoras. Una quedará olvidada detrás de la silla del dormitorio, dentro de una bolsa de M&S, durante dos años. Las tres restantes serán cambiadas por vales para Boules, Warehouse, etc., que más tarde perderé. Por lo tanto, he malgastado 119 libras, suma que habría sido suficiente para comprar algo realmente bonito de Nicole Farhi, como una camiseta muy pequeña.

Me doy cuenta de que es un castigo por estar obsesionada por comprar de manera superficial y materialista, en lugar de llevar el mismo vestido a rayas durante todo el verano y pintarme una línea en la parte de atrás de mis piernas; para simular que llevo medias. También por no unirme a las celebraciones del Día VE. Quizá debería llamar a Tom y organizar una encantadora fiesta juntos para el lunes, que es festivo. ¿Es posible celebrar el Día VE con una fiesta kitsch e irónica, como para la Boda Real? No, claro, no puedes ser irónico cuando hay muertos por medio. Y también está el problema de las banderas. La mitad de los amigos de Tom han militado en la Liga Antinazi, y creerían que la presencia de banderas británicas anunciaba la llegada inminente de un grupo de cabezas rapadas. Me pregunto qué habría ocurrido si nuestra generación hubiese sufrido una guerra. Bien, hora para una copita. Daniel llegará pronto. Será mejor que empiece los preparativos.

11.59 p.m. ¡Jo! Estoy escondida en la cocina fumando un cigarrillo. Daniel está durmiendo. De hecho, creo que está haciendo ver que está durmiendo. Una noche absolutamente rara. Me he dado cuenta de que toda nuestra relación hasta ahora se ha basado en la idea de que el uno o el otro tiene que resistirse a practicar el sexo. Pasar una noche juntos, cuando se suponía que teníamos que practicar el sexo al final de la velada, ha resultado por lo menos extraño. Nos sentamos a ver por televisión los festejos del Día VE, con el brazo de Daniel incómodamente sobre mis hombros, como si fuéramos dos catorceañeros en el cine. Su brazo se me estaba clavando en el cuello, pero no me he atrevido a pedirle que lo moviese. Entonces, cuando ya resultaba imposible evitar por más tiempo el tema de irse a la cama, nos hemos puesto muy formales y británicos. En lugar de arrancarnos la ropa como salvajes, nos hemos quedado ahí, diciendo:

—Por favor, utiliza tú primero el cuarto de baño.

—¡No! ¡Después de ti!

—¡No, no, no! ¡Después de ti!

—¡De verdad! Insisto.

—No, no, de ninguna manera. Deja que te busque una toalla para invitados y unos jaboncitos en forma de concha.

Hemos acabado estirados el uno junto al otro, sin tocarnos, como si fuéramos Morecambe y Wise, o John Noakes y Valerie Singleton en Blue Peter House. Si hay un Dios, me gustaría pedirle humildemente —aprovecho para dejar claro que le estoy profundamente agradecida por haber convertido a Daniel de manera inexplicable en una criatura regular en mi vida, después de tanto sexo sin compromiso—, pedirle que no permita que él se meta en la cama con pijama y gafas, que lea un libro durante 25 minutos y después apague la luz y se dé la vuelta hacia el otro lado… ¡por favor, que se convierta en la bestia desnuda, sexual y lujuriosa que yo conocía y amaba!

Agradezco, Señor, tu amable atención en lo que a esta cuestión se refiere.