SÁBADO 22 DE ABRIL

53,95 kg, 0 cigarrillos, 0 copas, 1.800 calorías.

Hoy es un día histórico y feliz. Tras dieciocho años de intentar bajar hasta los 53,95, finalmente lo he conseguido. No es un truco de la balanza, los tejanos lo han confirmado. Estoy delgada.

No hay explicación fiable. He ido dos veces al gimnasio la última semana, pero eso, aunque raro, no es extraordinario. He comido con normalidad. Es un milagro. He llamado a Tom, que me ha dicho que quizá tenga la solitaria. La manera de desembarazarse de esa lombriz, me ha dicho, es sostener un cuenco de leche caliente y un lápiz delante de mi boca. (A las lombrices, al parecer, les encanta la leche caliente. Les encanta). Abrir la boca. Entonces, cuando aparezca la cabeza de la lombriz, enroscarla con cuidado alrededor del lápiz.

—Escucha —le dije—, esta lombriz se queda donde está. Me encanta mi nueva lombriz. No sólo estoy delgada, sino que ya no quiero fumar o beber vino.

—¿Estás enamorada? —me preguntó Tom en un tono celoso, de sospecha.

Él siempre es así. No es que quiera estar conmigo porque, obviamente, es homosexual. Pero, si estás soltero, la última cosa que quieres es que tu mejor amigo establezca una relación positiva con otra persona. Me devané los sesos, y luego me detuve, sorprendida al darme repentinamente cuenta de algo sensacional. Ya no estoy enamorada de Daniel. Soy libre.