MARTES 4 DE ABRIL

Decidida ahora a enfrentarme a los constantes retrasos en el trabajo y al fracaso de resolver la bandeja de entrada del correo electrónico a punto de reventar con tantas amenazas de los administradores, etc., tomé la determinación de empezar un programa de autoayuda con estudio de racionalización del trabajo.

7 a.m. Me peso.

7.03 a.m. Vuelvo a la cama enfurruñada por el peso. Mal estado mental. Dormir o levantarme me resulta igual de imposible. Pienso en Daniel.

7.30 a.m. Retortijones de hambre me obligan a salir de la cama. Hago café, quizá pomelo. Cruasán de chocolate descongelado.

7.35-7.50 a.m. Miro por la ventana.

7.55 a.m. Abro el armario. Me quedo mirando la ropa.

8 a.m. Escojo la blusa. Intento encontrar la minifalda negra de licra. Saco ropa del fondo del armario en busca de la falda. Busco por los cajones y detrás de la silla del dormitorio. Busco en la cesta de la ropa por planchar. La falda ha desaparecido. Me fumo un cigarrillo para animarme.

8.20 a.m. Me froto la piel con un cepillo (anticelulitis), me baño y me lavo el pelo.

8.35 a.m. Empiezo a escoger la ropa interior. Crisis de ropa limpia significa que las únicas bragas disponibles son de algodón blanco. Demasiado poco atractivas para ser consideradas, incluso para el trabajo (daño psicológico). Vuelvo a la cesta de la ropa por planchar. Encuentro unas negras de encaje inapropiadamente pequeñas, peliagudo pero mejor que las horribles bragas gigantes de premamá.

8.45 a.m. Empecé con las medias negras opacas. El primer par parece haberse encogido, están 8 centímetros por debajo de las rodillas. Me pongo el segundo par y encuentro un agujero en la parte de atrás. Las tiro. De repente recuerdo que llevaba puesta la minifalda de licra la última vez que volví a casa con Daniel. Voy a la sala de estar. Triunfalmente localizo la falda entre los cojines del sofá.

8.55 a.m. Vuelvo a las medias. El tercer par sólo tiene un agujero en la punta del pie. Me las pongo. El agujero se transforma en una carrera que sobresaldrá de forma reveladora del zapato. Voy a la cesta de la ropa por planchar. Localizo el último par de medias negras opacas, enrolladas como si de una cuerda se tratara. Las deshago y examino el tejido.

9.05 a.m. Ahora ya tengo las medias puestas. Añado la falda. Empiezo a planchar la blusa.

9.10 a.m. De repente me doy cuenta de que el pelo se está secando con una forma extraña. Busco un cepillo. Lo encuentro en el bolso. Me seco el pelo con el secador de mano y el cepillo. No quedará bien. Le pongo el spray de las plantas y lo seco un poco más.

9.40 a.m. Vuelvo a la plancha y descubro una mancha pertinaz en la parte delantera de la blusa. Las otras están sucias. Me entra el pánico a causa de la hora. Intento lavar la mancha. Ahora toda la blusa está empapada. La plancho.

9.55 a.m. Es muy tarde. Desesperada, me fumo un pitillo y leo un folleto de vacaciones para tranquilizarme cinco minutos.

10 a.m. Intento encontrar el bolso. El bolso ha desaparecido. Decido mirar si algo bonito ha llegado con el correo.

10.07 a.m. Sólo facturas y folletos publicitarios. Intento recordar qué estaba buscando. Vuelvo a empezar la búsqueda del bolso.

10.15 a.m. Ya es más que tarde. De repente, cuando estaba buscando el cepillo, he recordado que tenía el bolso en el dormitorio, pero no lo encuentro. Al final lo he localizado en el armario, debajo de la ropa. Vuelvo a colocar la ropa en el armario. Me pongo la chaqueta. Estoy lista para salir. No puedo encontrar las llaves. Registro la casa furiosa.

10.25 a.m. Encuentro las llaves en el bolso. Me doy cuenta de que he olvidado el cepillo.

10.35 a.m. Salgo de casa.

Tres horas y media y cinco minutos entre despertarse y salir de casa es demasiado tiempo. En el futuro debo arreglarme al levantarme y cambiar todo el sistema de lavandería. Abro el periódico para leer que en Estados Unidos un asesino convicto está convencido de que las autoridades le han implantado un microchip en el trasero para controlar sus movimientos, o algo así. Me aterroriza el pensamiento de tener un microchip similar en mi propio trasero, especialmente por las mañanas.