Acabo de llamar a Tom, que me ha dicho, muy sabiamente:
—Es tu cumpleaños y deberías invitar sólo a la gente que tú quieras.
Así que se lo voy a decir a los siguientes:
Shazzer
Jude
Tom
Magda y Jeremy
y a hacer la cena para todos yo misma.
Volví a llamar a Tom para explicarle el plan y él me dijo:
—¿Y Jerome?
—¿Qué?
—¿Y Jerome?
—Creía, como dijimos, que se lo iba a decir a los que… —me detuve al darme cuenta de que si decía «quería» eso significaría que yo no «quería» específicamente a gente «como» el novio pretencioso e insoportable de Tom—. ¡Oh! —dije, exagerando demasiado—. ¿Te refieres a tu Jerome? Claro que Jerome está invitado, tontaina. Pero ¿crees que está bien no decírselo a Richard el Malvado de Jude? ¿Ni a Woney la Niñata, a pesar de que ella me invitase a su cumpleaños la semana pasada?
—Nunca lo sabrá.
Cuando le expliqué a Jude quién iba a venir, me dijo con desparpajo:
—Oh, ¿así que vendremos con nuestras medias naranjas?
Lo que nos lleva a Richard el Malvado.
Ahora que ya no somos sólo seis, también tendré que preguntárselo a Michael. Oh, bueno. Quiero decir, nueve está bien. Diez. Estará bien.
La siguiente llamada fue de Sharon.
—Espero no haber metido la pata. Acabo de ver a Rebecca y le he preguntado si iba a ir a tu cumpleaños, y me ha parecido que se ofendía mucho.
Oh, no, ahora voy a tener que decírselo a Rebecca y a Martin el Plomo. Y eso significa que también voy a tener que decírselo a Joanna. Mierda. Mierda. Ahora que he dicho que voy a cocinar no puedo anunciar de repente que vamos a ir a un restaurante, ya que pareceré perezosa y tacaña. Oh, Dios mío. Acabo de llegar a casa y escuchar un mensaje que Woney había grabado en mi contestador con un tono frío y ofendido.
—Cosmo y yo nos preguntamos qué querrías para tu cumpleaños este año. Nos llamas, ¿vale?
Acabo de darme cuenta de que me voy a pasar el día de mi cumpleaños preparando una cena para dieciséis personas.