MIÉRCOLES 15 DE MARZO

57,15 kg, 5 copas (vergüenza: orina de Satanás), 14 cigarrillos (hierbajo de Satanás, lo dejaré el día de mi cumpleaños), 1.795 calorías.

Humph. Me he despertado muy alicaída. Además, sólo faltan dos semanas para mi cumpleaños, y tendré que afrontar el hecho de que ya ha pasado otro año, durante el cual todo el mundo menos yo se ha transformado en Petulante Casado, ha tenido hijos plaf, plaf, plaf, izquierda derecha y centro, ha ganado centenares de miles de libras y ha progresado en la empresa, mientras yo voy a toda velocidad sin timón y sin novio, a través de relaciones frustradas y sin progresar en el trabajo.

Me he encontrado escrutándome la cara una y otra vez en el espejo en busca de arrugas, y leyendo desesperadamente el Hola, comparando las edades de todo el mundo en una búsqueda desesperada de modelos (¡Jane Seymour tiene cuarenta y cuatro!), luchando contra el miedo aterrador de que un día, en tus treinta, de repente y sin previo aviso, te crecerá un enorme vestido de nailon, una bolsa de la compra, una permanente llena de rizos, y tendrás el rostro desmoronado como en los efectos especiales de una película, y eso será todo. Intenté con todas mis fuerzas concentrarme en Joanna Lumley y en Susan Sarandon.

También he pensado en cómo celebrar mi cumpleaños. El tamaño del piso y el saldo del banco impiden llevar a cabo una fiesta. ¿Quizás una cena? Pero tendría que pasarme el cumpleaños trabajando como una negra y odiaría a todos los invitados en cuanto llegasen. Podríamos ir todos a comer fuera, pero entonces me sentiría mal al tener que pedirle a la gente que pagase cada uno su cena, obligándoles egoístamente a pasar una noche costosa y aburrida simplemente para celebrar mi cumpleaños. Sin embargo, no puedo permitirme pagar lo de todos. Oh, Dios. ¿Qué hacer? Ojalá no hubiese nacido, sino que hubiese aparecido de una forma similar, aunque no idéntica, a Jesús, y entonces no habría tenido que soportar los cumpleaños. Simpatizo con Jesús en cuanto a la vergüenza que él tendría, y quizá debería tener, ante una imposición social de dos milenios de antigüedad acerca del cumpleaños de uno en numerosas zonas del globo terráqueo.

Medianoche. He tenido una idea muy buena sobre lo del cumpleaños. Voy a invitar a todo el mundo a casa a tomar cócteles, quizá Manhattans. Entonces habré dado a los invitados algo en plan anfitriona de la alta sociedad y, si después a todo el mundo le apetece ir a cenar: bueno, pueden hacerlo. Acabo de darme cuenta de que no estoy segura de lo que es un Manhattan. Pero quizá podría comprar un libro de cócteles. Para ser del todo sincera probablemente no lo haga.