56,2 kg (muy muy bien: me he dado cuenta de que el secreto de seguir una dieta es no pesarse).
Puedo confirmar de manera oficial que hoy en día no se llega al corazón de un hombre a través de la belleza, la comida, el sexo o un carácter seductor, sino simplemente aparentando que no estás muy interesada en él.
No me fijé en Daniel en todo el día e hice ver que estaba ocupada (intenté no reír). MENSAJE PENDIENTE no dejó de parpadear, pero yo seguí suspirando y acariciándome el pelo como si fuese una persona muy importante y glamurosa sometida a una gran presión. Al final del día entendí, como si de un milagro de la clase de química de la escuela se tratase (fósforo, prueba de acidez o algo así), que aquello estaba funcionando. Él se me quedaba mirando fijamente y me lanzaba miradas muy significativas. Al final, cuando Perpetua hubo salido, pasó por delante de mi mesa, se detuvo un instante y murmuró:
—Jones, divina criatura. ¿Por qué me estás desdeñando?
En un ataque de felicidad y cariño, estuve en un tris de soltar toda la historia de Tom, y las teorías opuestas de Jude y Sharon, pero los astros me sonreían y sonó el teléfono. Puse los ojos en blanco en forma de disculpa y descolgué. Entonces Perpetua empezó a trajinar no sé qué, tirando al suelo un montón de pruebas con el trasero, y gritó: «Ah, Daniel. Ahora…», y se lo llevó, lo cual fue una suerte, porque la llamada era de Tom, que me dijo que debía seguir con lo de la reina de hielo y me dio un mantra para repetirlo en momentos de flaqueza: «Reina de hielo distante y no disponible; reina de hielo distante y no disponible».