SÁBADO 25 DE FEBRERO

55,3 kg (milagro: el sexo ha demostrado ser la mejor forma de ejercicio), 0 copas, 0 cigarrillos, 200 calorías (por fin he encontrado el secreto de no comer: simplemente reemplazar la comida por el sexo).

6 p.m. ¡Oh, qué alegría! Me he pasado el día en un estado que sólo puedo describir como borrachera de polvo, deambulando por el piso, sonriendo, cogiendo cosas y volviendo a dejarlas. Fue tan bonito… Los únicos puntos negativos fueron: 1) en cuanto hubo acabado, Daniel dijo: «Maldita sea. Quería haber dejado el coche en el taller de la Citroën», y 2) cuando me levanté para ir al lavabo, me señaló que llevaba unas medias pegadas a la parte de atrás de la pantorrilla.

Pero, en cuanto las sonrosadas nubes empezaron a dispersarse, empecé a preocuparme. ¿Y ahora qué? No habíamos hecho ningún plan. De repente advierto que vuelvo a estar pendiente del teléfono. ¿Cómo es posible que la situación entre los dos sexos después de una primera noche siga siendo tan exasperantemente desequilibrada? Me siento como si acabase de pasar un examen y ahora tuviese que esperar los resultados.

11 p.m. Dios mío. ¿Por qué no ha llamado Daniel? Ahora estamos saliendo juntos, ¿no? ¿Cómo puede mi madre pasar de una relación a otra con tanta facilidad y yo ni tan siquiera llegar a concretar lo más sencillo? Quizá su generación es mejor en lo que a llevar las relaciones se refiere. Quizá no deambulan tan paranoicos e inseguros. Quizás ayude no haber leído nunca en la vida un libro de autoayuda.