57,15 kg, 2 copas, 19 cigarrillos, 8 unidades de grasa (noción inesperadamente repulsiva: nunca había afrontado la realidad de la grasa extendiéndose por el culo y los muslos debajo de la piel. Mañana tengo que volver a contar las calorías).
Tom tenía toda la razón. Yo había estado tan preocupada por mamá y papá y tan cansada por las angustiadas llamadas de papá, que casi no me había fijado en Daniel: con el milagroso resultado de que él ha estado absolutamente pendiente de mí. Sin embargo, hoy me he comportado como una completa idiota. Entré en el ascensor para ir a comprar un bocadillo y me encontré a Daniel con Simon de marketing, hablando sobre unos futbolistas que habían sido arrestados por perder partidos deliberadamente.
—¿Has oído algo al respecto, Bridget? —preguntó Daniel.
—Oh, sí —mentí, intentando improvisar una opinión—. De hecho, creo que todo el asunto es bastante insignificante. Ya sé que se comportaron como…, pero, dado que no prendieron fuego a nadie, no entiendo a qué viene tanto alboroto.
Simon me miró como si estuviese loca, y Daniel me miró un momento y se echó a reír. Rió y siguió riendo hasta que él y Simon salieron del ascensor, y entonces se giró y dijo:
—Cásate conmigo —mientras las puertas se cerraban entre nosotros.
Hmmm.