VIERNES 17 DE FEBRERO

56,2 kg, 1 copa (muy bien), 2 cigarrillos (muy bien), 3.241 calorías (mal, pero quemadas por las escaleras), 12 comprobaciones del sobre (obsesivo).

9 a.m. El sobre sigue ahí.

9 p.m. Sigue ahí.

9.30 p.m. Sigue ahí. No podía soportarlo más. Deduje que Vanessa había llegado, ya que de su piso emanaba un olor a cocina y llamé a su puerta.

—Creo que esto debe de ser para ti —dije, sosteniendo el sobre, cuando ella abrió la puerta.

—Oh, yo pensaba que debía de ser para ti —contestó.

—¿La abrimos?

—De acuerdo.

Se la entregué, ella me la devolvió, riendo. Yo se la volví a dar. Me encantan las chicas.

—Venga —le dije.

Y ella abrió el sobre con el cuchillo de cocina que tenía en la mano. Era más bien una tarjeta artística, como si la hubiesen comprado en una galería de arte.

Ella torció el gesto.

—No tiene ningún significado para mí —dijo, entregándome la tarjeta.

En su interior se leía: «Un poquito de explotación comercial ridícula y carente de sentido, para mi querida vaquita frígida».

Emití un sonido muy agudo.

10 p.m. Acabo de llamar a Sharon y le he explicado todo lo sucedido. Me ha dicho que no debería permitir que una mísera tarjeta me hiciese perder la cabeza y que debería pasar de Daniel, porque él no es una persona correcta y no saldrá nada bueno de esto.

He llamado a Tom para una segunda opinión, en particular sobre si debo o no llamar a Daniel este fin de semana. «¡Nooooooo!», ha gritado. Me ha hecho varias sagaces preguntas: por ejemplo, cuál ha sido el comportamiento de Daniel los últimos días, en que, habiendo enviado la tarjeta, no había recibido respuesta de mi parte. Le comuniqué que se había mostrado más seductor que de costumbre. La receta de Tom fue: espera hasta la semana próxima y mantente distante.