MARTES 14 DE FEBRERO

57,15 kg, 2 copas (romántico sabor del día de San Valentín: 2 botellas de Becks, a solas, huh), 12 cigarrillos, 1.545 calorías.

8 a.m. Oooh, bueno. El día de San Valentín. Me pregunto si ya ha llegado el correo. Quizás haya una felicitación de Daniel. O de un admirador secreto. O unas flores o chocolatinas con forma de corazón. De hecho, estoy bastante excitada.

Un breve momento de desmesurada alegría al encontrar un ramo de rosas en el pasillo. ¡Daniel! Corrí y las cogí alegremente, justo en el momento en que se abría la puerta del piso de abajo y aparecía Vanessa.

—Oh, son preciosas —me dijo con envidia—. ¿Quién te las envía?

—¡No lo sé! —dije con timidez, bajando la mirada para leer la nota—. Ah… Son para ti.

—No te preocupes. Mira, esto es para ti —dijo Vanessa, de modo alentador.

Era una factura.

Decidí tomar un cappuccino y unos cruasáns de chocolate de camino a la oficina, para animarme. No me importa la figura. No tiene sentido, ya que nadie me quiere ni se preocupa por mí.

En el metro podías ver quién había recibido tarjetas de San Valentín y quién no. Todo el mundo miraba a su alrededor, intentando cruzar la mirada con los otros, y o sonreír o apartar la mirada a la defensiva.

Entré en la oficina, para encontrarme a Perpetua con un ramo de flores del tamaño de una oveja encima de la mesa.

—¡Bueno, Bridget! —gritó de forma que todo el mundo pudiese oírlo—. ¿Cuántas has recibido?

Me desplomé en la silla murmurando «Cierra el pico», con los labios entreabiertos como una adolescente humillada.

—¡Venga! ¿Cuántas?

Pensé que me iba a coger el lóbulo de la oreja e iba a empezar a retorcerlo o algo así.

—Todo esto es ridículo y carente de sentido. Una cínica explotación comercial.

Sabía que no habías recibido ninguna —alardeó Perpetua.

Sólo entonces me di cuenta de que Daniel nos estaba escuchando desde el otro extremo de la habitación y se estaba riendo.