LUNES 13 DE FEBRERO

57,6 kg, 5 copas, 0 cigarrillos (el enriquecimiento espiritual elimina la necesidad de fumar: adelanto importantísimo), 2.845 calorías.

Aunque con el corazón roto por el disgusto de mis padres, tengo que confesar un vergonzoso sentimiento paralelo de suficiencia por mi nuevo papel de cuidadora y, me lo digo yo misma, de sensata consejera. Hace tanto tiempo que no hago de sensata consejera… Hace tanto tiempo que no hago nada por nadie que es una sensación totalmente nueva y embriagadora. Era lo que faltaba en mi vida. Aliento fantasías sobre convertirme en un samaritano o dar sesiones dominicales de catequesis para niños, o hacer sopa para los sin techo (o, como sugirió mi amigo Tom, deliciosas minibrochetas con salsa de pesto), o incluso reconvertirme en doctor. Quizá sería todavía mejor salir con un doctor, satisfaciendo así tanto lo sexual como lo intelectual. Incluso empecé a pensar en poner un anuncio en la sección de corazones solitarios del Lancet. Podría coger los mensajes, enviar a la mierda a los pacientes que quisiesen visitas nocturnas, cocinarle suflés de queso de cabra, y acabar fatal con él cuando yo tuviese sesenta años, como mamá.

Oh, Dios mío. Mañana es San Valentín. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué está el mundo entero empeñado en hacer que las personas que no tienen un idilio se sientan unas estúpidas, cuando todo el mundo sabe que el idilio no funciona? Mirad a la familia real. Mirad a mamá y papá.

El día de San Valentín es sólo una explotación comercial ridicula y carente de sentido. Algo absolutamente indiferente para mí.